miércoles, 16 de diciembre de 2015

Evasor de Ataudes Capitulo 9

Mientras caminaban hacia el centro de entrenamiento, Jun sentía como si cada mirada estuviera en él, y a juzgar por las miradas de complicidad en sus rostros, todos sabían exactamente dónde Jun había pasado la noche anterior.

Por supuesto, Min no ayudaba en ese asunto manteniendo fuertemente tomada la mano de Jun, casi como si estuviera haciendo alarde de su relación y viendo si alguien se atrevía a interferir. Casi arrastraba a Jun por el lugar mientras colocaba un letrero neón para atraer más la atención.


Una vez que llegaron a la sala de reunión, Min soltó la mano de Jun, pero sólo para que él pudiera tomar asiento mientras que Min iba al frente. Viendo a Kyu reír dos lugares más allá, Jun se acomodó en su asiento y trató de ignorar el hecho de que cada Protector y Guardián del lugar lo estaban viendo.
Para los gemelos, en particular, parecía que la situación era solo un disturbio. Hablaban en voz baja entre sí y lo señalaban con el dedo. Jun les levantó el dedo antes de volver su atención hacia el frente.
Entonces, el Oráculo apareció en la habitación y Jun no pudo reprimir un gruñido de frustración. Genial, justo lo que no le hacía falta en ese minuto —tener que lidiar con ella y todas sus malditas preguntas de sondeo.

Min comenzó a hablar con el grupo, dándoles a todos un resumen de la situación de la noche anterior, pero Jun escuchaba a duras penas. No es que él realmente lo necesitara ya lo había vivido, por lo que permitió que su mente divagara, lo que nunca era una buena cosa.

¿Por qué Benson había venido a Seul y por qué en el infierno seguía tan duro a Jun? Había nueve Protectores más, así que si era por la sangre, entonces Benson pudo obtenerla fácilmente de uno de ellos. Infiernos, el vampiro podría haberse llevado a uno de los gemelos y nadie se hubiera dado cuenta en al menos una semana.

Entonces Jun oyó su nombre y eso lo regresó a la conversación.

—¿Entonces el Oráculo fue capaz de curar a Jun? —Teddy preguntó mientras le sonreía a la mujer.

—Sí, si te fijas, incluso se hizo cargo de las viejas cicatrices — dijo uno de los gemelos, señalando a Jun.

—Si… gran jodido trato. En primer lugar fue culpa de ella que las cicatrices estuvieran ahí —bufó Jun.

Todo el mundo se quedó sin aliento en estado de shock y Jun no pudo resistir la tentación de rodar los ojos. Maldición, realmente pensaban que el sol salía y se ponía por esa mujer.

Acercándose a él, el Oráculo se paró frente a Jun y cruzó los brazos sobre el pecho. —¿Por qué no sólo sacas esto y terminas de una vez?

Jun se puso de pie y se giró para irse.

—¿Y por qué no te inclinas?

Él dio dos pasos hacia atrás antes de encontrarse congelado en su lugar. Luchó con todas sus fuerzas, pero fue incapaz de mover siquiera un dedo. —Oh, esto es tan injusto.

Ella caminó alrededor y lo enfrentó de nuevo. —Quieres moverte de nuevo, entonces hablaremos.

—Puesto que todo lo sabes, ya debes ser consciente de por qué estoy enojado contigo.

Ella arqueó una ceja. —Ahora estás siendo malcriado. Pensé que superaste esa etapa hace un tiempo.

—¿Cómo lo sabes? Nunca me notaste en absoluto.

—¿Y cómo puedes estar tan seguro de eso?

Algo se rompió dentro de Jun  y todas las acusaciones que había estado manteniendo a raya a lo largo de los años, finalmente las vomitó. —¡Pudiste haberlo detenido!

—¿Quiere decir el ataque contra ti y tu familia?

—Sí. Si se supone que todo lo sabes, que eres súper poderosa, ¿cómo infiernos pudiste haberte mantenido al margen sin hacer nada, mientras que los mataban? Si estabas enojada conmigo por algo, entonces debería haber sido yo quien pagara el precio, no ellos. Pero no, no hiciste nada mientras ellos entraban y mataban a mi madre y mi hermano. Todos ellos eran inocentes.

Ella sacudió la cabeza. —Nunca estuve enojada contigo, Jun.

—¿Entonces por qué? —preguntó, levantando la voz aún más—. Y después, cuando me estaban torturándome y me usaban como un juguete, tenías que haber sabido dónde me mantenían. Podrías haber aparecido y rescatarme, o al menos enviar a los otros para ayudar, pero de nuevo, no lo hiciste. Solo me dejaste ahí pudriéndome durante dos años. ¿Sabes lo que me hicieron? ¿Cómo me utilizaron? ¿Lo que me pasó?

Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. —Sí, Jun. Sé cada cosa que te hicieron y cada una me rompió el corazón. Si yo hubiera podido habría impedido que eso te sucediera.

—Entonces, ¿por qué no lo hiciste? —Jun gritó—. ¿Por qué me abandonaste? ¿Qué he hecho para que me odies?

El cuarto entero absorto veía en silencio, incluso Min parecía ser incapaz de pensar en algo que decir.

El Oráculo extendió la mano y suavemente acunó la mejilla de Jun. —Mi dulce Protector. Nunca te abandoné. Yo estaba contigo todo el tiempo. No era capaz de ayudarte. Confía en mí. Si yo hubiera podido hubiera asaltado ese lugar yo misma.

Entonces vio fijamente a Jun y él lo vio. Todas las veces que lloró por él. Cómo ella se desgarraba mientras él sufría. La forma en que su corazón se rompía cada vez que lo herían.

—Incluso para mi hay reglas que tengo que seguir y, a veces los que mandan no me dejan intervenir. Si yo hubiera podido, nada, y me refiero a nada, me hubiera impedido que te salvara. Jun. Te amo como si fueras mi propio hijo.

Jun dejó escapar un sollozo, y antes de que se diera cuenta, estaba envuelto en sus protectores brazos. Mientras hundía el rostro en su pecho, Jun, finalmente se dejó llorar. Él lloró por la pérdida de su familia, su inocencia y la del hombre que una vez fue. Por encima de todo, lloró por todo el odio y la ira que había quedado atrapada dentro de él durante tanto tiempo.

Durante todo el tiempo, ella lo abrazaba, los dedos recorrían su espalda en una suave manera. —Yo te tengo. Todo ese tiempo yo te tenía. Nunca te abandoné, Jun.

Por primera vez desde aquella horrible noche, Jun le creyó.
Horas más tarde, Jun tomó la mano de Min mientras caminaban de regreso al departamento. Después de una noche infructuosa de búsqueda de pistas sobre Benson y sin dar con nada de nada, Jun sabía que debía de sentirse cansado y frustrado. En cambio, se sentía ligero y casi feliz. Después de la descarga con el Oráculo, eso fue como si un peso de cincuenta kilos se le hubiera levantado de sus hombros. Durante la noche, Jun se había encontrado incluso riéndose de las payasadas de los gemelos, que normalmente le molestaban un infierno.

—Pareces feliz —observó Min mientras abría la puerta.

Jun le sonrió. —Creo que gritarle al Oráculo fue muy catártico. No me he sentido tan bien en... bueno, una eternidad.

Min  lanzó un gruñido. —Sólo asegúrate de no hacer un hábito de eso. No te olvides que la mujer puede quemarte con una mirada, y me gusta tenerte a mí alrededor.

Una vez dentro, Jun vio a su alrededor. —¿Dónde está Kyu?

—Está terminando la búsqueda en ese almacén.

Sintiéndose un poco atrevido y muy travieso. Jun pasó la mano por el pecho de Min. —Eso quiere decir que tenemos el lugar para nosotros solos. ¿Qué vamos a hacer con toda esta privacidad?

Jung Min frunció el ceño. —Esa línea se oye tan mal como si viniera de un hetero en una película porno de bajo presupuesto.

—Ese es el mejor tipo de películas sucias. Además, ¿realmente importa cómo lo digo?

Dejando escapar una carcajada, Min tomó a Jun por la muñeca y comenzó a arrastrarlo hacia su recámara. —Infiernos, no me importa si me lo cantas, bebé. Con tal de que estés desnudo y debajo de mí en los próximos cinco minutos.

—Sigues con los apodos —se quejó Jun, pero siguió con entusiasmo a Min.

Una vez que llegaron a la recámara, Min pateó la puerta cerrándola antes de detener a Jun contra la pared y besarlo quitándole el aliento.

El deseo recorría a Jun, y se encontró abriendo las piernas para poder darle más espacio a Min. Esta vez, no hubo lucha por el dominio. Jun inmediatamente cedió todo ante Min.

Jung Min acunó el pene de Jun. —Mio.

Oh, sí. Jun estaba de acuerdo con eso. Especialmente si significaba que iba a correrse pronto. Hizo un gesto de impaciencia. —Sí, todo tuyo.

Min dio un paso atrás y comenzó a rasgar la ropa de Jun. Cuando un sonido de la ropa rasgándose llenó la habitación, Jun se echó a reír. —Ten cuidado, vas a arruinarla. Después de todo, son tuyos.

—No me importa. Puedo comprar más —declaró Min, su calienta mirada viendo la desnuda piel de Jun.

—A menos que recibas un cheque más grande que el mio, no puedes pagar más.

Jun soltó una carcajada y luego gritó cuando Min bajó la cabeza y empezó a mordisquear los pezones de Jun. Dejando escapar un silbido de placer, Jun tomó un puño del cabello de Min en su mano y se arqueó hacia su tacto.

—Oh, esto es bueno —dijo Jun, gimiendo.

Min lo vio con una traviesa expresión en su rostro generalmente serio. —¿Solo bueno? Vamos a tener que hablar sobre hacerlo mejor.

Tomando a Jun de la cintura, Min lo arrojó a la cama, y luego comenzó a quitarse su propia ropa.

Jun arrancó los restos destrozados de su ropa, antes de acostarse sobre su espalda y hacerle señas con el dedo. —Trae tu culo aquí.

Min subió a la cama, haciendo que Jun se sintiera un poco como un ratón que está siendo acosado por un infierno de sexy gatito. Subiendo por el cuerpo de Jun, lo atrapó en un beso tan abrasador que era una maravilla que no dejara marcas de quemaduras en las sábanas.

El beso pareció durar una eternidad mientras sus lenguas se deslizaban una contra otra. Al mismo tiempo, ambos dejaron que sus manos vagaran, exploraran. Jun había esperado tanto tiempo este momento, quería grabar todos los detalles en su memoria.

Su pene pedía liberación, pero Jun se dio un silente mensaje. «Tranquilo». Habría tiempo de sobra para correrse más adelante, pero ahora, este momento era para él y Min para finalmente llegar a conocerse entre sí todo lo posible.

Besando detrás del cuello de Jun, Min murmuró: —Te amo. Creo que siempre lo he hecho.

Jun se congeló ante la declaración sólo un momento antes de que su corazón se derritiera y se diera cuenta que ya no podía negar sus verdaderos sentimientos. —También te amo.

—Te prometo pasar el resto de nuestras vidas haciéndote feliz —Min prometió.

Tomando la mano de Min, Jun la llevó hacia su doloroso pene. —Puedes empezar con esto.

Min se carcajeó. —Seguro que puedes ser un mandón en ocasiones.

—Sólo cuando no consigo lo que quiero. —Inclinándose hacia arriba, Jun le dio al hombro de Min una mordida de amor—. Ahora, ve a eso.

Min gimió. —Debería de torturarte. Hacer que lo quieras tanto que me ruegues para que te deje correr. Quizás entonces aprenderías quién está a cargo aquí.

Jun sonrió. —Ah, pero no vas a hacer eso, porque lo deseas tanto como yo.
Envolviendo los dedos alrededor del pene de Jun, Min ronroneó: —Sin embargo, eso todavía no quiere decir que no voy a hacerte gritar.

Min procedió a torturar ligeramente a Jun besando, lamiendo y mordiendo cada centímetro de piel expuesta. Durante todo el tiempo, lentamente acariciaba el pene de Jun, Jun estaba casi sin sentido por el placer.

Jun tomó en un puño las sábanas y comenzó a empujarse hacia arriba a la mano de Min. Todo era casi demasiado, pero al mismo tiempo era tan malditamente bueno que Jun quería que durara por siempre.
Aun así, se encontró llegando a la cima del placer y estaría maldito si iba a correrse antes de tener el pene de Min dentro de él. Dejando escapar un largo gemido, Jun dijo: —Lubricante. Condón ¡Ahora!

Min se apresuró a tomar los artículos.

Jun le arrebató la botella de lubricante y le ordenó: —Colócate el condón mientras me estiro.
Casi valía el precio de una entrada el ver la expresión de asombro y aun así de lujuria en el rostro de Min. Riéndose, Jun abrió la botella. Exprimiendo un poco de líquido en sus dedos, Jun deslizó un dedo en su culo, haciendo una mueca ante el pequeño dolor, ya que había pasado tiempo desde que tuvo sexo.

Min tragó saliva, con los ojos cada vez más abiertos. —Eso se ve tan jodidamente caliente.

—Condón —le recordó Jun.

Añadió un segundo dedo, gimiendo de placer mientras el dolor comenzaba a ceder al placer. Maldición, si se había sentido tan bien con sus propios dedos, Jun no podía esperar para saber cómo se sentiría al estar lleno con el grueso pene de Min.

Ansioso por llegar a la parte buena, Jun añadió un tercer dedo, un quejido se deslizó por sus labios mientras veía a Min colocarse el condón.

—Por favor, dámelo ahora —jadeó Jun.

—¿Ves?, sabía que tenías que rogar —se jactó Min. Él golpeó la mano de Jun apartándola—. Ahora es mi turno para llegar a ese culo.

Alineando la punta de su pene, Min se empujó totalmente dentro. Jun gimió, de placer y de la sensación de estar tan lleno. Dolía tanto que era bueno, y Jun solamente quería más.

—¡Jódeme! Duro —le ordenó subiendo sus piernas a los hombros de Min.

—Me retracto de todo lo que dije. Sigues siendo un malcriado.

Jun le sonrió. —Te tomó mucho tiempo el darte cuenta de eso. ¿Ahora me vas a joder contra el colchón o no?

—Mi bebé siempre consigue lo que quiere.

Jun comenzó a protestar por el término de cariño, pero terminó gritando de placer cuando Min comenzó a presionarse contra él. También él fue fiel a su promesa, tomó un ritmo tan duro y brutal que Jun apenas era capaz de respirar.

No es que se quejara. Por el contrario, extendió la mano y se aferró a los hombros de Min, sus uñas clavadas en la carne del otro hombre, sin duda sacando un poco de sangre.

A Min parecía que también le gustaba un poco de dolor con el placer, porque aceleró el ritmo. La cama rechinaba mientras el respaldo golpeaba la pared y Jun se alegró de que Kyu no estuviera ahí obteniendo más información.

—Acaríciate tu mismo. Quiero ver que te corres —gruñó Min, los músculos de su cuello destacándose.

Era difícil tomando en cuenta que lo estaban jodiendo pero logró tomar su propio pene. Solo le tomó unos cuantos jalones y su orgasmo lo golpeó con tanta fuerza como Min había predicho mientras gritaba el nombre del Protector haciendo que hiciera eco en el cuarto.

Chorros de caliente esperma se esparcieron entre ellos, cubriendo su abdomen. Min se empujó unas cuantas veces más antes de rugir su propio placer, su pene pulsando dentro del culo de Jun.

Después de que Min terminó, cayó arriba de Jun, sus cuerpos pegajosos y sudorosos presionándose juntos. Jun sabía que debían levantarse y limpiar el desorden, pero él se resistía a moverse en ese momento. De hecho, se sentía muy seguro de que si trataba de pararse sus piernas cederían.

Así que en vez de eso, cerró los ojos y se quedó dormido desnudo. Algo que no se había atrevido a hacer desde su captura. Mientras sentía los brazos de Min apretándolo alrededor, Jun sabía que él estaba a salvo y por primera vez en lo que parecía una eternidad, fue capaz de atravesar una noche sin pesadillas que lo acosaran.




Continuara................

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