sábado, 22 de noviembre de 2014

Sumisos Planetarios Final !!


Si el camino es pedregoso nos ayuda apreciar una carretera bien pavimentada...
Reina Nyaha

Cayó un rayo en el cielo antes de golpear todo a su paso, y golpear la tierra. Los animales huyeron ante el ataque y la gente corría gritando por las sacudidas de electricidad que llovían desde arriba. Jun se sacudió cuando vio un rayo dirigido al emperador. Con un grito despertó de golpe, temblando.

—Hey, hey —susurró una voz suave—. Todo está bien.

Los recuerdos del sueño se dispararon por la mente de Jun.


—No, mi amo está en peligro. ¿Dónde está?

—Está a salvo. Se supone que debes quedarte aquí conmigo.

La voz de Saeng fue pareja y tranquila, pero eso no lo tranquilizó. Sólo ver a su Maestro podría calmar sus temores. Jun no podía evitar la sensación de que el emperador estaba en peligro. Incapaz de dormir, se deslizó fuera de la cama.

—Tengo que ir a buscarlo —anunció Jun—. Algo está mal.

El esclavo se apresuró a interponerse entre él y la puerta.

—¡Fuera del camino, Saeng!

Saeng negó con la cabeza.
—El emperador no me lo perdonaría si te dejo correr fuera de aquí desnudo y sin protección.

Oh, cierto. Ropa, necesitaba ropa. Con un movimiento de su mano, Jun se vistió. Imágenes brillaron de nuevo en su cabeza, el emperador estaba en peligro y su control comenzó a tambalearse. —Ahora muévete.

—No puedo dejar que lo hagas. —Saeng fue resuelto, pero Jun no tenía tiempo para más persuasión. Tenía que llegar a su amo.

—¿Piensas que vas a detenerme?
El esclavo lo miró de arriba abajo.

—Tú eres más pequeño y más delgado que yo y no estás entrenado en el combate, mientras que yo he crecido en las calles y en los barrios de esclavos. Tengo la ventaja.

Seguro de que no podía esperar más, Jun se entregó a su magia. Con un susurro del viento y un gesto de su mano, Saeng fue levantado en el aire y depositado al otro lado de la habitación.

—No tengo tiempo para discutir —espetó Jun. Soltó el viento apuntalando al esclavo contra la pared hasta que dejó libre la puerta. Él no iba a luchar continuamente con Saeng sólo para salir de la habitación. Se alegró de que, por una vez, su magia aceptó su control, incluso sin el emperador en la habitación.

Yendo totalmente por instinto, Jun viajó por los pasillos hasta llegar a uno con una puerta tallada y dos guardias bloqueando la entrada. Podía sentir la energía de su Maestro pulsante dentro.

—¿Es aquí donde está mi Maestro? —preguntó Jun a los guardias.

—El emperador está en el interior —respondió uno de los guardias.

—Tengo que verlo. Él está en peligro.

—No hay forma de entrar. No es un lugar para las mascotas —dijo el otro guardia con una sonrisa burlona.

—Perdóname. —A continuación Jun le susurró al viento y los guardias salieron volando. Una vez que el camino estaba despejado, Jun abrió la puerta y entró.

Más de una docena de personas sentadas en una gran mesa semicircular se volvieron para mirarlo. Jun evitó sus miradas. Fue directamente al emperador y cayó de rodillas al lado de la silla de Min.

—¿Por qué me interrumpes, mascota? ¿Y dónde está tu inútil guardia? —La voz de Jung Min era dura, pero tocó la cabeza del Jun con una mano suave.

—Estás en peligro —dijo Jun, yendo directamente a la cuestión.

La mano del emperador se detuvo. —¿Qué?

—Tuve un sueño.

Él continuó acariciándolo. —Fue sólo un sueño, mi mascota. No hay ningún problema.

Jun miró hacia arriba, atreviéndose a mirar a los ojos del emperador.
—Mis sueños no son sólo sueños. —Esa era la razón por la que Jun adoraba un sueño sin sueños. Esas raras noches en que nada perturba su paz eran como pedazos de cielo.

Cuando Min abrió la boca para discutir, la pared exterior explotó. La gente gritaba, mientras piedras y polvo llenaba el aire. Una docena de hombres enmascarados vestidos de negro llenaron la abertura. Cada uno de ellos portaba armas y Jun reconoció las armas ya que eran similares a la que los guardias del castillo solían portar. Con unos años de retraso, pero todavía eran capaz de matar a alguien.

No a mi hombre.

Jun se acercó y deslizó su mano por debajo de la pierna del pantalón de Min hasta que tuvo un buen agarre sobre la piel desnuda del emperador.

Tirando del aire, añadió un poco de agua antes de dirigirlo a los invasores.

Con un silbido suave del sonido, el hielo se cristalizó a través de los cuerpos, congelando a los intrusos en su camino hasta que parecían esculturas de hielo. Jun miró por un momento, y no menos molesto por lo que había hecho. Se volvió hacia su Maestro para su aprobación. El emperador bajó la mirada hacia Jun con miedo en sus ojos.

Miedo... ¡de él!

Jun arrebató de nuevo su mano y huyó de la habitación, sin detenerse siquiera cuando oyó que Min lo llamaba. ¿Cómo había pensado que podía tener un Maestro por su propia cuenta o imaginado que era cualquier cosa menos qué un fenómeno? Decidido a salir de ahí y lejos del hombre con el qué imprudentemente se había unido, Jun se apresuró a regresar a su habitación.

Tomó su mochila y empezó a meterlo todo dentro. Se dio la vuelta para salir sólo para ver que Saeng bloqueaba la puerta.

—Saengie, sal de mi camino —advirtió. No estaba de humor para ser amable con nadie. Magia latía a través de su sistema y le tomó toda su determinación no tirar al hombre al otro lado de la habitación.

—Llévame contigo. No conoces al emperador como yo. Si se entera que te deje salir, me matará. —Jun podía ver la verdad en los suplicantes ojos del esclavo.

Quería decirle a Saeng que el emperador sería feliz si él se fuera, pero, ¿quién sabía si el hombre arremetería o no contra el esclavo?

—Está bien. Puedes venir conmigo. ¿Necesitas tomar algo?

Saeng le dedicó una sonrisa torcida. —Soy un esclavo. ¿Qué crees que tengo?

—Buen punto. Vamos. —Jun sacó su comunicador de su mochila y empezó a marcar. Soon le había dicho que siempre podía confiar en ella. Ahora era el momento para poner a prueba esa idea.

Minutos después, estaban fuera del complejo del emperador y en camino a la estación espacial. En pocos días estaría de vuelta a casa. Lo qué haría entonces, no lo sabía.



Jun se dirigió a las familiares puertas, Saeng a remolque. Agotado del viaje y un pesado corazón, gruñó cuando un guardia los interceptó.

—¿Qué? —espetó antes de darse cuenta que era el capitán de los guardias de su padre.

—Por la tarde, Shreel.

—¿Está bien, Alteza?

Estaba cansado, hambriento y su corazón estaba roto en tantos lugares que nunca podría recuperarse.

—He estado mejor —admitió.

—Su padre ha estado frenético desde su desaparición.
Jun frunció el ceño.

—Le dejé una nota. —¿Por qué a su padre siquiera iba a importarle si no estaba cerca? Desde luego, no había aparecido para cuidar de él cuando estaba ahí.

—Si quieres venir conmigo, por favor.

Jun miró a Saeng.

—Por favor Saeng ve a mi habitación. —Le dio al esclavo su mochila—. Si no te importa pon esto en mi habitación.

Saeng hizo una reverencia y aceptó la bolsa.

—Por supuesto, Su Alteza. —El esclavo le dedicó una sonrisa. Saeng estaba excitado desde que había puesto un pie en la nave espacial. Jun hizo una nota para poner al hombre como un miembro de la tripulación en uno de los barcos de su padre.

Shreel llamó a uno de sus soldados. —Que este hombre sea llevado a los aposentos del príncipe. —El capitán no puso en duda el deseo del Jun de llevar un extraño a su hogar. No era su lugar y Shreel era muy consciente de su posición.

Suspirando, Jun siguió al guardia al estudio de su padre.

—Su Majestad, el Príncipe Hyung Jun ha llegado.

Padre se veía viejo.
Aunque Jun sólo se había ido un par de semanas, su padre parecía haber envejecido varios años durante su ausencia. Cuando vio a Jun, la alegría y el alivio en el rostro de su padre lo tomaron por sorpresa.

—¡Hijo mío! —su padre se puso en pie y luego caminó alrededor de su escritorio para abrazar a Jun.

Se quedó inmóvil por un momento. No recordaba ser abrazado por su padre desde que era pequeño.

—Me preocupaba que algo te pasara.

—Te dejé una nota —protestó Jun. Todo el mundo estaba actuando como si sólo se hubiera ido y abandonado el palacio. Le había dicho a todo el mundo lo que iba a hacer.

Su padre lo sacudió.
—Una nota que decía que ibas a encontrar a un Maestro. He estado despierto por las noches aterrorizado de que escogieras a alguien que se aprovechara de ti. Alguien que drenara tu magia o que te dejara pegado hasta que pudiera encontrar una manera de controlarte. No tienes ni idea del tipo de gente que hay por ahí, hijo mío.

Las lágrimas llenaron los ojos de su padre.
—Eres todo lo que queda de tu madre. Ella te dio la vida, sabiendo que iba a morir dando a luz. —Jun consiguió otro abrazo—. No me di cuenta hasta que te habías ido de lo mucho que siempre me he mantenido en tu contra.

Jun no sabía qué decir. La puerta se abrió de golpe y sus hermanos corrieron por la puerta. Hyun y Kyu se detuvieron junto a ellos. El hermano mayor de Jun, Hyun, lo arrebató de los brazos de su padre y lo sacudió.

—Nos tenías con un miedo de muerte —gruñó antes de apretar a Jun con tanta fuerza que estaba seguro de que escuchó algo romperse.

Justo cuando Hyun lo liberó lo suficiente para que pudiera jadear un respiro, Kyu lo agarró y lo apretó también. —¿Dónde has estado?

—Encontré un Maestro, pero no funcionó.

Les contó todo... bueno, dejando de lado las partes sexuales, ya que eran sus familiares y sería demasiado raro.

—¿Así qué este emperador no tiene más utilidad para ti? —preguntó su padre.

Jun negó con la cabeza.

—No viste la mirada en sus ojos. —Jun respiró hondo para contener las lágrimas—. Estoy seguro de que no me quiere más.

Kyu apretó el hombro de Jun—Entonces vamos a encontrar un nuevo maestro.

—Pero... siempre has dicho que los magos apropiados usan un sub —argumentó Jun.

Su padre negó con la cabeza. —Me equivoqué. —Dio a Jun una sonrisa irónica—. ¿Sabías que cuando te fuiste, hasta tu siervo me llamó alfombra?

—¿Odwill? —Él no podía imaginar a su sirviente haciendo tal cosa. A pesar de todas las travesuras que Jun había conseguido, Odwill nunca había levantado la voz.

—Sí, Odwill. Me dijo que tu madre estaría decepcionada por la forma en que trataron a su hijo y que él tenía razón. Tú eres un mago poderoso por derecho propio y que debía haber visto que te emparejaran con el compañero adecuado. Nunca has sido como todos los demás, Jun. Fue un error de mi parte tratar de hacerte de esa manera.

El alivio se apoderó de Jun.

—Gracias, Padre.

—Después de que hayas tenido unos días para establecerte de nuevo, voy hacer un llamamiento para encontrarte un Maestro adecuado.

El primer impulso de Jun fue negar que quisiera otro Maestro, pero el sentido común se hizo cargo. A pesar de lo que todavía podía sentir por el emperador, si no encontraba un equilibrio, la magia podría hacerlo pedazos.

Se obligó a sonreír a su padre. Después de todo, este fue un gran paso para el hombre.

—Gracias, Padre. Ahora, si me disculpan, tuve un vuelo muy largo y estoy cansado.

—Por supuesto. Descansa un poco. Voy a enviar un poco de comida para a ti y tu siervo.

—Gracias. Me gustaría conseguir a Saeng en un barco. Quiere viajar por el universo y pensé que podría ser un buen camino para que lo tome.

—Veré lo que puedo hacer —prometió su padre.

—Gracias. —Con un cabeceo a sus hermanos, Jun salió de la habitación.

Aunque su corazón aún le dolía, su espíritu estaba un poco más ligero después de hablar con su familia



Jun no durmió bien esa noche o cualquiera de las siguientes noches. Su cuerpo ansiaba la presencia de un hombre que no lo quería más. No comía. Todo le sabía suave, y sus ojos estaban empezando a desarrollar círculos oscuros debajo de ellos.

Por encima de todo, hoy era el primer día de las entrevistas para encontrarle un nuevo Maestro.

—Te verías mejor si te acostaras —dijo Saeng, sujetando las mangas del Jun.

Eran acampanadas en los brazos y se ataban en la parte inferior dándole una línea fluida. Su camisa y los pantalones tenían una ranura en los laterales, demostrando suficiente músculo para atraer, pero no para avergonzarlo. Por extraño que pareciera, fue su hermano Kyu quien había elegido su atuendo. Afirmó que si funcionaba para las mujeres, debía funcionar para un sub en busca de un Maestro. 
Jun no necesariamente estaba de acuerdo, pero estaba tan conmovido por que sus hermanos estaban tratando, que habría accedido a usar casi cualquier cosa.

Se removió bajo las manos del esclavo cuando Saeng movió la ropa en su lugar.
—¿Estás listo para irte?

Saeng asintió.
—Mi barco sale mañana. No puedo decirte lo mucho que aprecio que arreglaras esto. Odwill llamó y me dijo que estaría encantado de hacerse cargo después de que yo me haya ido.

Jun sonrió. —Voy a estar feliz de tenerlo de vuelta. Fui a ver al capitán y tiene una buena reputación. Sabe que tendrá que informarme a mí si algo te sucede.

Saeng, sonrió y ajustó el cuello de Jun.
—Yo sabía cuando nos encontramos que ibas a cambiar mi vida. Me alegro de que tuviera razón.

Jun suspiró. —Yo también.

—Tan guapo como eres vas a conseguirlo. Cómprate un hombre caliente. 

Sacudiendo la cabeza, Jun salió de la habitación. No quería un hombre caliente. Corrección, lo hacía..., pero el hombre caliente de sus sueños no lo quería. 

Su padre había elegido el salón del este como el mejor lugar para realizar las entrevistas. Su madre había elegido la decoración poco antes de morir y no había sido redecorado desde entonces. Jun se detuvo justo frente a la entrada. Los guardias apostados a cada lado le dieron alentadores asentimientos de cabeza.

Jun respiró hondo. —Está bien, estoy listo.

En perfecta sincronización, abrieron las puertas. Centrado en no perder el conocimiento, Jun entró por la puerta y se detuvo. Su boca se secó y casi saltó cuando las puertas se cerraron detrás de él.

El emperador Park Jung Min estaba tumbado sobre el sofá blanco damasco. Su forma muscular estaba cubierta por una chaqueta formal y sus piernas se extendían, la distancia perfecta para que una mascota se sentara entre ellas.

Se aclaró la garganta, Jun se acercó, pudo encontrarse con los ojos de Min.

—El emperador Paek me contó una historia interesante. 

Jun giró los ojos a la derecha. Se había olvidado por completo de que su padre estaría sentado en las entrevistas. El protocolo adecuado exigía un testigo de las actuaciones. 

—¿Q-qué historia es esa, padre? 

—El hecho de que tiene una mascota fuera de control. Además me trajo una copia del contrato. —Jun se volvió hacia el emperador.

—¿Crees que es fácil escapar de mi, mascota? —Ronroneó el emperador—. Sobre todo teniendo en cuenta que todavía llevas mi collar de matrimonio en el cuello. 

¿Collar de matrimonio? 

—P-pero pensé que tenías miedo de mí. No imaginé el miedo en tus ojos. —Jun se dejó caer en la silla más cercana, haciendo caso omiso de la presencia de su padre, y se centró en el amor de su vida.

—¡Tenía miedo por ti! —rugió el emperador. Dio un puñetazo sobre la mesa de cristal, haciendo saltar a Jun—. Nunca creí que me dañarías. ¿Cómo te atreves a dejarme? ¡Eres mío! Ellos ni siquiera cuidan muy bien de ti. ¡Mírate! ¿Cuándo fue la última vez que comiste?

Jun se encogió de hombros.

—Voy a dejar que ustedes dos resuelvan sus diferencias.

Jun no apartó la mirada de la intensa expresión del emperador ni por un segundo. Oyó que las puertas se abrieron y cerraron cuando su padre salió de la habitación, pero no pudo romper la mirada que parecía estar mirando fijamente en su alma.

Sin dudarlo, se dejó caer de rodillas y se arrastró hacia su amo. —Creí que tenías miedo de mis poderes. Y… no serías el primero —confesó.

Min dio una suave risa mientras deslizaba sus dedos por el cabello de Jun.

—Tenía miedo de que estuvieras herido. Tenía miedo de que mis enemigos trataran de robarte, pero nunca tendría miedo de ti. —El emperador inclinó para arriba la cabeza de Jun—. ¿Cómo podría tener miedo de mi corazón?

Jun cerró los ojos ante el primer roce de labios que tocaron los suyos. De inmediato abrió la boca para la no tan suave invasión del emperador. Min agarró el pelo de Jun, manteniéndolo inmóvil mientras devastaba su boca. Cuando por fin amainó, una pequeña dura sonrisa curvó la boca de su Maestro.

—Interrogué a tu pobre padre sobre ti, ya sabes. Él ya me dijo que si no quieres venir conmigo, iba a encontrar una manera de romper el contrato. —Min acarició el rostro de Jun—. ¿Qué dices? ¿Regresas a casa para ser mi juguete sexual o permaneces en este palacio cargado y eres un príncipe adecuado? 

Jun rió. —Si has hablado con mi padre, sabes que nunca he sido un adecuado príncipe. 

—No eras una mascota adecuada tampoco, pero estoy dispuesto a pasar por alto eso. Después de todo, ¿quién me va a proteger de mis enemigos? Puedes ser una mascota y guardaespaldas... ¿qué dices?

Jun inclinó la cabeza mientras fingía considerar la oferta.
—Hmmm... Un guardaespaldas podría ser divertido. Y prometes pagarme con favores sexuales.

Min rió. —Soy todo tuyo. 

—Trato. 

El emperador levantó a Jun del suelo a su regazo.

—Sabes que voy a tener que castigarte antes de que te lleve a casa. No puedo permitir que se diga que no puedo controlar a mi mascota. —La gravedad de la expresión de Min le dijo a Jun que no estaba bromeando. 

—Um, ¿qué consideras como el castigo apropiado? 

—Creo que me conformaré con unas nalgadas.

Eso no sonaba tan mal. —Muy bien.

Min rió.
—Tú no puedes elegir si está bien o no. Eres mío. Voy a hacer lo que me guste y siempre y cuando no te haga ningún daño, me dejas. ¿Entiendes? 

Jun asintió. Dentro, su corazón saltó de alegría. Min realmente lo quería de vuelta.
—Vamos, mascota, bájate los pantalones y túmbate en mi regazo. 

Sintiéndose extrañamente nervioso, Jun se deslizó los pantalones y se colocó torpemente boca abajo sobre las piernas de Min. 

—Te voy a dar veinte nalgadas. Cuenta para mí.

La primera nalgada barrió el aire de los pulmones de Jun. Su Maestro no estaba jugando. Su culo quemaba por el golpe. 

—Uno —dijo Jun una vez que recuperó el aliento—. D-dos.

—No pierdas la cuenta o voy a empezar de nuevo —ordenó Min.

Oh genial.
No había manera de que él sobreviviera a otra vuelta de nalgadas. Con cada golpe contra su piel, Jun contaba en voz alta. Su pene colgaba entre las rodillas de Min y se endurecía con cada golpe. Cuerpo estúpido no sabía lo que era bueno para él.

—D-diez.

Lágrimas humedecían las mejillas de Jun. Por primera vez, ninguna de sus técnicas trabajó para mantenerlas de vuelta. Ellas goteaban sobre la alfombra. Se preguntó si el suelo se empaparía antes de que el castigo hubiera terminado. 

—Quédate conmigo, mascota. 

—O-once —sollozó.

—Vas a estar bien. Te nalguearé a continuación y todo será perdonado. 

Fácil para Min decirlo. Jun dudaba de que fuera capaz de sentarse durante el vuelo de regreso.
Manchas flotaban ante sus ojos mientras contaba hasta veinte. Min volteó en sus pies a Jun. La cabeza le daba vueltas. Jun trató de orientarse, pero el emperador le acomodó, de culo, en el sofá.

—Esto va a ser rápido. Tu hermoso culo está brillando para mí. 

Sus dedos sondearon su agujero y Jun se dio cuenta de que mientras Min se había sentado y socializado con su padre, había tenido lubricante en el bolsillo. Por alguna razón, este hecho horrorizó a Jun más que tener sexo en el palacio a pocos pasos de los guardias. 

—¿Traes lubricante?

Min rió, un sonido cálido que Jun había echado de menos.
—¿No pensarías qué había llegado a recuperar a mi mascota sin pretender reclamarte bien?

Tragando las lágrimas, Jun negó con la cabeza.
—No —respondió, apenas en un susurro.

—Te extrañé mucho —le susurró Min al oído—. Me rompiste el corazón cuando me dejaste.

—Lo siento —sollozó Jun.

Min acarició la piel desnuda del Jun. —Te tengo ahora. No voy a dejar que te escapes otra vez.

—Bien. —La preocupación y la angustia se fundían bajo el calor de las palabras de su Maestro.

—Tómame, mascota. Acéptame. —Jun contuvo el aliento al sentir la ropa de Min contra su culo dolorido. Su Maestro no se había molestado en quitarse la ropa.
Maldición, era sexy.

—Relájate —ordenó Min.

A las palabras de su Maestro, todo el cuerpo de Jun se relajó. ¿Cómo podía hacer menos que lo que ordenó su Maestro?
Min se deslizó en su interior, provocando que Jun gritara, ante eso el emperador le tapó la boca con su mano.

—¿No quieres a los guardias corriendo por aquí, o si?

Jun negó con la cabeza.
—No lo creo. Te he extrañado tanto. 

Un suave beso en su hombro lo relajó aún más. —Nunca voy a despertar de nuevo sin ti a mi lado. —Min se adentro más profundo, fijando la glándula de Jun. Quitó su mano, pero antes de que Jun pudiera decir algo, un paño apareció en su boca. 

—Abre.

Él abrió la boca sólo para que deslizara una tira de tela en ella. Le tomó un momento para reconocer la corbata del emperador.

—Joder, eres hermoso. 

La seda se sentía extraña entre los dientes, pero lo hizo bloquear los gritos mientras su Maestro golpeaba en él murmurando palabras dulces en su oído.

Min gimió ante el apretado calor alrededor de su polla. Su corazón se sentía tan lleno como sus entrañas. Tenía a su hermoso niño de nuevo. Agarró las mejillas de color rojo cereza de Jun sólo para sentir su hombría debajo de él.

Besó la parte trasera pulida dejando que su mascota supiera que lo amaba tanto como lo deseaba.

Los corazones y las flores nunca saldrían de sus labios, pero él se cortaría su brazo antes de dejar que su dulce niño se escapara de nuevo. Por primera vez en muchos días tuvo la satisfacción de saber que Jun estaba seguro.

Si el rey no hubiera contactado con él para darle un pedazo de su mente, Min nunca podría haber encontrado a su mascota en el ancho y grande universo.

Besó la nuca de Jun, disfrutando del escalofrío.

Cuando había regresado a su habitación y se encontró con Jun desaparecido, había pensado en un primer momento que su mascota había sido robada. Sólo después de una minuciosa búsqueda y de un vídeo de la plataforma de carga que mostraba a Jun saliendo de su propio acuerdo con la Delegada Soon su mente se había aliviado.

Por desgracia, Soon se negó a decirle a dónde había ido Jun. Tal vez la dejaría salir de la cárcel, ahora que tenía a su mascota.

Envolviendo los dedos alrededor del eje de su mascota, le susurró al oído.

—Vente para mí, dulzura.

Jun sacudió la cabeza y rocío la parte de atrás del sofá. Min rió. —Tal vez debería haber planeado mejor esta parte.

Su mascota asintió.

De mala gana salió de su mascota, Min agarró un trapo del carro y secó a Jun lo mejor que pudo.
—Vístete, mascota. Es hora de llevarte a casa.

Ni siquiera consideraría este lugar su hogar. Este formal palacio sin alma no se merecía tener a su poderosa mascota de temperamento dulce.

—Voy a traer a algunas personas para ayudarte a desarrollar tus poderes. Serás un excelente guardaespaldas.

Jun lo miró con una expresión triste.
De mala gana, Min quitó la mordaza. Su mascota era hermosa inmovilizada.

—Aquí tienes un poco de agua —instó.

Jun bebió unos sorbos antes de que él se vistiera rápidamente.

—¿Es ser tu guardaespaldas la única razón por la que me quieres de vuelta?

Min rió. —Los guardaespaldas son un centavo de una docena, mi mascota. Hermosas mascotas, que también puedan ser guardaespaldas no tienen precio. Especialmente uno, del que estoy enamorado. Son muy raros.

—Yo también te amo, Señor.

—Muy bien, entonces nos llevaremos muy bien.

Min le dio a Jun un fuerte beso.

—Vamos a agarrar tus cosas y largarnos de aquí. Por cierto, ¿qué hiciste con ese esclavo?

—¿Saeng? Va a ser un viajero del espacio. 

—Hu, supongo que tendré que encontrar un nuevo sirviente. Estoy seguro de que con un poco de tiempo se puede encontrar a alguien más para resguardarte.

Jun le dio una sonrisa brillante.
—Sólo uno.

—Apuesto a que sí, mascota, apuesto a que sí.

Pasando un brazo alrededor de su mascota, Min llevó a su hombre a casa.

Cuando todo parezca perdido, confía en el Halcón para llevarte a casa...
Reina Myaha



...................................FIN..............................

3 comentarios:

  1. amix que penita qu terminara ... fue muy cortito pero muy bonito ...
    me gusto que al final saeng dejo de ser un esclavo ...
    y Jun consiguio a su maestro amado ...
    que lindos .. MinJun siempre estan juntos por mas que a veces se separen el destino los volvio a unir
    amix gracias por el fic
    saluditos

    ResponderBorrar
  2. NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

    ResponderBorrar
  3. Me encantó,gracias por escribir MINJUN, leí todos tus fics en donde mi baby es el prota y siempre que escribas de el tendrás una fiel lectora, eres genial

    ResponderBorrar