domingo, 18 de octubre de 2015

El placer de Saeng Capitulo 2

Saeng estaba en las sombras cuando observó una oscura camioneta aparcar en el callejón. Podía ver a dos hombres sentados en el vehículo, pero no parecían tener ninguna prisa por salir. Parecían estar hablando, riendo de vez en cuando. Tal vez no eran a los que estaba esperando.

Sabía que si no alcanzaba a los hombres que venían a recoger a Kyu antes de que llegaran al punto de reunión, nunca podría hacerlo, y entonces sería demasiado tarde para todos ellos. Kyu sería asesinado, igual que lo serían los hombres que venían a rescatarlo.


Y él también sería eliminado, pero solo después de una larga y continua tortura que divertiría a su amo. El hombre era un enfermo tan retorcido como para disfrutar de cada aullido y grito de dolor que pudiera sacar de Saeng.

Se estremeció ante la idea de fracasar.

Su corazón comenzó a latir un poco más rápido cuando las puertas de la camioneta se abrieron y los hombres salieron. No fue hasta que uno de ellos se detuvo bajo una farola, y vio el bulto bajo su brazo, que Saeng supo que había encontrado a los hombres adecuados. «Gracias a Dios». Había visto los suficientes guardias armados como para saber que estos hombres también lo estaban.

Dio un paso atrás en las sombras mientras los dos hombres se adentraban en el callejón. Sabía que el otro extremo del mismo era su destino. Saeng había elegido cuidadosamente un punto a mitad de camino. Con suerte, podría detener a los dos hombres y convencerles de retirarse antes de que llegaran
hasta el final.

Era la única esperanza que le quedaba. Cualquier otro pensamiento que le hubiera distraído se había extinguido hacía mucho tiempo. Saeng ni siquiera mantenía la esperanza para sí mismo. Solo quería salvar a la única persona que le había hablado amablemente.

Esperó hasta que los hombres estuvieran un poco más cerca antes de mirar por el estrecho callejón una última vez. Si cualquiera de los que esperaban a los dos hombres lo veían, todo lo que había planeado con tanto cuidado se malograría. Una vez que vio que nadie lo miraba, Saeng se arrastró a lo largo de la pared detrás del contenedor de basura, avanzando lentamente en su camino hacia los dos extraños.
«Por favor, deja que funcione». 

El corazón le latía de manera irregular en el pecho, mientras oraba para que esto no fuera otra broma para divertir a su amo. No sería la primera vez que hubiera planificado un elaborado plan para hacer que su libertad estuviera a su alcance, únicamente para volver a arrebatársela. Incluso si esta vez, no
estuviera pensando en escapar, sino advirtiendo a los hombres, aún podría ser otro plan destinado a entretener a su amo.

Sin embargo, Saeng tenía que intentarlo, aunque solo fuera por el hombre enjaulado en una celda del complejo del Amo. Debía lograr escapar de la pesadilla que llevaba viviendo desde ni recordaba el tiempo. Podría ser así también para Kyu.

Saeng esperó hasta que los dos hombres se acercaron a él, y entonces fue cuando salió de detrás del contenedor de basura. Se puso en cuclillas al lado del gran cajón de metal azul, y saludó con la mano, con la esperanza de captar la atención de uno de los hombres.
No creía que lo hubieran visto, y estaba a punto de llamarlos en contra de su mejor juicio, cuando uno de los hombres de pronto saltó hacia él. El apagado sonido sin aliento, que salió de sus labios por el susto, fue totalmente impropio de un hombre, pero a Saeng no le importó. Estaba aterrorizado. El hombre era enorme y violento, y parecía que podría cortarle la garganta de oreja a oreja sin pensárselo dos veces.

Pero tan grande e intimidante como era el hombre, nadie era tan temible como su Amo. Saeng lo arriesgaría todo por salvar a Kyu, incluso frente a este espantoso hombre.

Se aferró a la mano envuelta alrededor de su garganta. — Por favor —jadeó. La mano lentamente se aflojó pero solo lo suficiente para que inspirara las grandes bocanadas de aire que necesitaba desesperadamente. Tal vez esto había sido una mala idea. Definitivamente lo era viendo la dirección que estaba tomando.

—¿Quién eres tú? —gruñó el hombre sordamente en su garganta.

—Sae… Saeng.

—¿Qué quieres?

—Ad… advertirles —farfulló Saeng—. Es… esto es una tram… trampa.

El hombre arqueó una ceja rubia oscura, mirándolo como si fuera estúpido. —Diablos, nos dimos cuenta de eso.

—Kyu dice que no vendrá.

Saeng gimió y cerró los ojos cuando los dedos alrededor de su garganta, comenzaron a cortar sus vías respiratorias una vez más. Maldita sea, tal vez debería haber mantenido la boca cerrada. Ser valiente nunca le funcionó bien. Por lo general, terminaba jodido, como ahora.

—¿Dónde está Kyu? —gruñó el hombre.

Saeng chilló de nuevo cuando le estrelló contra la pared de ladrillo que tenía a su espalda. El dolor lo atravesó. Sintió un caliente chorrito por su piel, y supo que una de las heridas que padecía en su espalda se había abierto.

—Te he hecho una pregunta.
Tragó saliva con dificultad ante la ardiente ira que reflejaban los ojos claros del hombre. Sabía que se estaba enfrentando cara a cara con la muerte en esa mirada. —E… ellos lo tienen —murmuró.

—¿Ellos? —Otra vez la ceja del hombre se disparó—. ¿Quién son ellos?

No podía responder. No podía dejar que las palabras escaparan de sus labios. Estaba demasiado aterrorizado. En cambio, poco a poco movió los ojos, y miró hacia el final del callejón, y oró para que el hombre entendiera lo que le estaba insinuándole en silencio.

Cuando los ojos del hombre siguieron a los suyos, Saeng emitió un tembloroso suspiro de alivio. Nombrar a su amo estaba prohibido. No se le permitía siquiera pensar el nombre del hombre. Solo se le podía llamarlo Amo. Cualquier otra cosa únicamente provocaría que se ganara otra paliza. Se había
enterado de la manera difícil.

—¿Changmin? —el hombre frente a Saeng preguntó.

—Huelo a cinco humanos —respondió el otro. ¿Humanos? ¿Y les olía?

Los ojos de Saeng se desorbitaron cuando realmente miró al hombre de pelo oscuro por primera vez. Había algo tenso en él, algo peligroso. Sin embargo, el poder que emanaba del hombre que lo mantenía contra la pared le producía más miedo. Tenía “muerte” escrito en su mirada.

—¿Dónde está Kyu? —preguntó el hombre—. ¿Está aquí?

Saeng sacudió la cabeza.

—¿Sabes dónde está?

Intentó tragar el nudo en la garganta, pero no le sirvió de nada. Con los dedos envueltos alrededor de su garganta, sencillamente no era posible. Asintió lo mejor que pudo, y esperó seguir con vida. O tal vez esperaba que el hombre que lo amenazaba pusiera fin a su miseria. Ambas eran opciones consideradas por su mente.

—¿Changmin? —preguntó el hombre mientras miraba por encima del contenedor de basura hacia el callejón—. Creo que tenemos que volver y conseguir refuerzos. Esto ya no es una simple recuperación. Creo que se ha convertido en una misión de rescate.

—Sí, estoy de acuerdo —respondió el llamado Changmin.

Saeng chilló cuando fue tirado repentinamente hacia delante. Un brazo firme se envolvió en torno a él, y fue alzado por los aires. Aterrizando sobre el hombro del hombre. Se agarró de la chaqueta del mismo, aferrándose a la vida mientras rebotaba arriba y abajo.

—¡Por favor, no! —susurró Saeng desesperadamente cuando vio que se dirigían a la camioneta que los dos hombres tenían. El miedo acabó helándole el aire en sus pulmones. Si no regresaba su dueño sabría que había sido malo. Comenzó a luchar. Tenía que volver. Estos hombres no lo entendían.

—Tengo que volver., por favor.

—Lo siento, pequeño amigo —dijo el rubio—, vienes con nosotros. Sabes el lugar donde Kyu está retenido.

—No puedo.

Se sorprendió cuando de repente fue bajado al suelo y entonces empujado hacia arriba contra un lado de la camioneta. Se echó hacia atrás, encogiéndose con miedo, cuando los dos hombres lo rodearon.

—¿Dónde está Kyu?

—No os lo puedo decir.

Sus ojos se cerraron cuando Changmin, gruñó y dos severos y blancos colmillos brillaron. Un millón de preguntas pasaron por su cabeza mientras esperaba sentir los afilados dientes hundiéndose en la carne. ¿Le iba a desgarrar la garganta? ¿Sería descuartizado? ¿Cómo de larga sería la agonía antes de morir?

—Mírame, Saeng—dijo el otro hombre. Él abrió lentamente un ojo. Entonces se dio cuenta que Changmin, estaba de pie a varios metros de distancia, con los labios pegados y apretados, abrió el otro ojo—. Mi nombre es Hyun, Saeng—dijo el rubio—. Kyu es mi amigo.

—Oh. —parpadeó—. Me habló de ti.

Hyun arqueó una ceja. —¿Kyu te habló de mí?

Saeng asintió. —De ti y de unos chicos llamados Min y Steele.

—¿Nos mencionó a todos?

Asintió. Kyu y él habían hablado mucho mientras ambos estaban encerrados. El Amo siempre lo encerraba en su celda cuando no estaba en exhibición. Saeng no tenía permitido ir por ahí libremente. Tener a alguien compartiendo la celda de al lado había sido una experiencia inusual para él. Tener con quien hablar, aún más.

—Kyu me envió aquí para que os advirtiera de que se trataba de una trampa.

—¿Te ha enviado aquí?

Saeng asintió y miró nerviosamente por el callejón. Se retorció las manos. —Pero realmente tengo que regresar. Si se dan cuenta de que estoy perdido…

—¿Qué? —preguntó Hyun.

Él se estremeció cuando Hyun levantó la mano. Mordió sus labios mientras los nudillos del rubio acariciaban su mejilla. Fue un toque suave, gentil, y diferente a cualquier cosa que Saeng hubiera sentido alguna vez. Estuvo a punto de inclinarse en él, pero se detuvo a tiempo.

—¿Van a hacerlo de nuevo si no regresas?
Saeng asintió.

—Entonces, definitivamente, vienes con nosotros.

Antes que pudiera protestar, fue levantado y metido en la camioneta. Hyun subió al asiento del conductor, y arrancó la camioneta. Changmin se subió al asiento del copiloto, dejándolo atrapado en el asiento entre los dos. En cuestión de segundos, la camioneta estaba de vuelta al camino, alejándose del callejón.

Saeng se dejó caer en el asiento, con su corazón latiéndole fuera de control. No había esperanza. Cuando su dueño se apoderara de él, estaría de seguro, muerto. Pero, tal vez esa era la única manera de alcanzar la libertad. Cualquier cosa tenía que ser mejor que el ser la mascota del cruel hombre, un solo día más.

Apenas prestaba atención de hacia dónde iban. Estaba lejos de preocuparle ese punto. De todos modos, no podría haberlo averiguado. Dieron tantos giros y vueltas, que se habría perdido en cuestión de minutos. Para el momento en que se detuvieron frente a una gran puerta, podrían estar en la luna
por lo que a él respectaba, o le importaba.

Hyun bajó la ventanilla cuando el guardia de la puerta se acercó. Hablaron durante un instante, y luego el guardia hizo un gesto con la mano, y abrió la puerta. El interés de Saeng se animó cuando se encaminaron por un largo camino de entrada, en su mayor parte porque necesitaba localizar cada escondite que pudiera encontrar. Se había convertido en un experto en encontrar sitios para ocultarse con el correr de los años.

La camioneta se detuvo frente a unas escaleras que conducían a la casa más malditamente grande que Saeng hubiera visto jamás. Podría incluso ser más grande que el complejo del Amo. Hyun apagó el motor y salió, alzándolo nuevamente y tirando de él hacia fuera. Su mano permaneció envuelta en torno a su brazo mientras entraban en el inmenso edificio.

Todo lo que Saeng podía hacer era mirar alrededor con asombro. Nunca había visto algo tan grande en su vida. Ni siquiera se imaginaba que pudieran existir sitios como este fuera de los libros de los cuentos de hadas que le permitieron mirar cuando había sido realmente bueno.

—¿El rey vive aquí? —susurró Saeng.

Un momento después, lanzó un grito cuando fue arrebatado de Hyun, y estrellado contra la pared. Sus ojos se agrandaron cuando Changmin gruñó, y se acercó a su cara, mostrando sus colmillos de nuevo.

—¿Qué sabes del rey?

—So… solo lo que-e he visto en las i-imágenes — tartamudeó Saeng en un susurro.

—¿Qué imágenes? — gruñó Changmin.

—Las que están en los libros de cuentos.

El gruñido feroz en el rostro de Changmin se deshizó a medida que el hombre desfruncía el ceño. —¿Qué cuentos?

Ahora era el turno de Saeng de fruncirlo. —Los libros de cuentos, sobretodos los de reyes y reinas que viven en los castillos. —Miró hacia la gran lámpara de cristal colgando desde el alto techo abovedado encima de ellos—. ¿No es esto un castillo?

Changmin dejó escapar un suspiro y se apartó, alejándose por un largo pasillo. Saeng lo vio alejarse, y después volvió a mirar a Hyun, sintiéndose más confuso aún de lo que ya lo estaba. —¿No es esto un castillo? —preguntó de nuevo—. Parece uno.

—Supongo que se podría llamar castillo. —Hyun sonrió. —Vamos, Saeng. Te llevaré al encuentro del rey.

—Oh. —Miró su ropa raída. Todos los que iban a ver al rey en sus cuentos vestían mucho mejor que él—. No puedo encontrarme con el rey. No estoy vestido adecuadamente.

—Estás bien.

—Pero…

—Saeng.

Sus hombros se hundieron ante el frío tono de orden que podía oír en la voz de Hyun. —Sí, Amo.

Hyun se detuvo tan repentinamente que Saeng dio unos pasos hacia atrás envarado. El hombre se volvió lentamente, y bajó la mirada hacia él.

—¿Cómo me has llamado?

Saeng inspiró bruscamente ante la cara de Hyun tornándose roja por la ira. —¿Amo?

El hombre era un Amo, ¿no? Andaba libremente por donde quería. Daba órdenes y, obviamente, esperaba que las siguieran. Ciertamente parecía uno. Tenía el porte y la prestancia de uno. No, nadie podía confundirlo con una mascota.

—No soy tu Amo, Saeng. —Le dijo a través de sus dientes apretados—. Puedes llamarme Hyun.

«Pero...».

Saeng tragó saliva. —Sí, ma... H-Hyun. —Decir que tenía miedo era una subestimación. Estaba aterrorizado a muerte. Si el hombre no era un Amo, ¿qué era? Solamente a éstos se les permitía pasear sin correa y un collar, o incluso un guardia.

Lo que no entendía era, por qué Hyun quería que se encontrara con el rey. Era una mascota. No se había ganado el derecho, especialmente ahora que estaba desafiando a su verdadero Amo, simplemente estando ahí.

Volvió a tragar saliva cuando Hyunse detuvo frente a una puerta de madera. ¿Realmente iba a encontrarse con un rey?
Saeng podía no saber mucho, pero estaba bastante seguro que los reyes no existían fuera de sus libros de cuentos. Sin embargo, había estado equivocado antes, por lo que esta no sería la primera vez.

—Vamos, Saeng.

Aligeró el paso, asegurándose de mantener sus ojos centrados en los muslos de Hyun. Había podido atisbar un par de veces, sus ojos, pero sabía que estaba prohibido mirar a un Amo directamente a los ojos, aunque el hombre hubiera negado serlo.

Saeng no quería correr ningún riesgo.

—No hay nada que temer —dijo Hyun mientras abría la puerta y lo hacía pasar a su interior—. Jun es realmente agradable.

—¿Lo soy?

La cabeza de Saeng se sacudió cuando oyó diversión en la voz del extraño. Captó un vistazo de un pequeño hombre de pelo rubio antes de recordar dónde estaba y bajara la cabeza. Se inclinó por la cintura como que había visto que la gente hacía en las ilustraciones de sus libros.

—¿Qué está haciendo? —preguntó el hombre.

—Um, Saeng—dijo Hyun—. ¿Qué estás haciendo?

Saeng estaba tan sorprendido por la pregunta de Hyun que levantó la cabeza, y se quedó mirando boquiabierto al hombre.

—Dijiste que era un rey. Tenemos que mostrar nuestro respeto al rey.

Sus cejas se alzaron cuando Hyun resopló, y revolvió los ojos. ¿Habría estado mintiendo? ¿Era una trampa? Se lamió los labios nerviosamente y miró al hombre que Hyun había llamado Jun. —Es el rey, ¿no?

Hyun asintió. —Sí, Jun es el rey.

Saeng frunció el ceño cuando volvió a mirar al hombre más pequeño. Jun era incluso más bajito que Saeng. —No parece un rey. ¿Dónde está su corona? —Miró confuso hacia atrás a Hyun con confusión—. ¿Si es el rey no debería llevar corona?

Hyun se echó a reír. Su diversión hizo que sus ojos parecieran más brillantes. Era una buena vista del
hombre por lo que a él se refería. Le hacía parecer menos temible, y Saeng apreciaba todo lo que consiguiera eso.

—Sí, Jun. —Hyun se echó a reír—. ¿Dónde está tu corona?

—En la lavandería. —Hizo un vago gesto con la mano hacia Saeng—. Y ahora, ¿qué es todo esto?

—Saeng tiene información sobre el lugar en el que Kyu se encuentra retenido.

Saeng se acercó a Hyun cuando escuchó, a Jun y al extraño increíblemente enorme de pie junto a él, inhalar con fuerza. Pudo sentir todos los ojos de la habitación girarse en su dirección. Incluso el hombre de aspecto extraño de pie junto a la ventana se volvió para mirarlo.

—¿Kyu está retenido en algún lugar? —preguntó el hombre de pelo castaño oscuro de pie junto a Jun. Lo miró verdaderamente aterrador, enorme, y amenazante. Hyun asintió y envolvió su brazo alrededor de los hombros de Saeng, empujándolo hacia delante. —Saeng estaba escondido en el callejón donde nos íbamos a encontrar con Kyu. Dice que le envió a avisarnos que estábamos cayendo en una trampa.

Una vez más, todas las miradas de la sala se volvieron hacia él.

—¿Sabes dónde está retenido Kyu? —preguntó el hombre más grande.

Saeng se volvió hacia Hyuny se acercó más a él. Se sentía más seguro con Hyun. El hombre grande de cabello oscuro, le daba miedo. Demonios, el rubio le asustaba también. Hyun también le daba miedo, pero él no quería ser llamado Amo. Eso tenía que significar algo. ¿Verdad?

—Saeng, este es Min—dijo Hyun—, uno de los hombres que Kyu te mencionó.

«¿Min?»

Se volvió hacia el hombre, y le hizo un gesto a Hyun preguntándose cómo el hombre que Kyu describió podría ser el mismo hombre de pie ante él. Excepto por la coloración, los dos hombres eran mundos aparte. Kyu le había dicho que Min era más o menos de su altura. El hombre que tenía delante
era enorme.

También había un aire de peligro en torno a Min, uno que Saeng hacía tiempo que había aprendido a reconocer. Min iba en serio. No dudaría en volverse y desgarrarle la garganta si lo molestaba.
Gimió y se apretó contra Hyun cuando Min alzó una mano hacia él. No sabía lo que estaba haciendo, pero Saeng no había hecho nada malo desde que entró en la habitación. Estaba seguro de ello. No se merecía ser castigado.

No al menos de momento. Sabía que una vez que regresara, lo más probable era que su Amo le diera una paliza de muerte. No podía decir que fuera contrario al resultado de esa paliza, aunque odiaba la forma en que llegaría hasta ese resultado.

—Saeng, necesito saber lo que sabes acerca de Kyu— dijo Min.

Había una vibración dura como el acero en la voz de Min, que hizo que se echase a temblar, y que se presionara aún más contra Hyun por miedo. Se habría incrustado en el hombre si hubiera encontrado la manera de hacerlo. Hyun era el menor de los dos males en su mente.

—Saeng.

Su cuerpo se calmó, y se irguió, apretando sus manos detrás de su espalda, y mirando hacia abajo en señal de reverencia a la posición de Hyun en la vida. El tono de voz que utilizó fue uno que Saeng entendía. No era uno que infundiera miedo por su dureza como la voz de Min, pero no admitía desafío. Saeng decidió allí mismo, que Hyun era un Amo tanto si quería reconocerlo como si no.

—¿Sí, Hyun?

—Min te hizo una pregunta.

—Sí, Hyun.

—Saeng.

Saeng se estremeció y tragó saliva. Sabía que una respuesta incorrecta lo metería en problemas. Solo tenía que averiguar cuál era la respuesta correcta. No quería hacer que Hyun se enojara con él. —Sí, Hyun.

—Tienes que responderle, Saeng.

Él frunció el ceño mientras trataba de recordar la pregunta que le había hecho el hombre llamado Min. Había olvidado todo cuando Hyun le había dicho. Nadie más importaba cuando un Amo hablaba, solamente él.

—Lo siento, Ma... ah, Hyun. —Saeng sintió que se teñía de color por su error. Tendría que trabajar muy duro para recordar que a Hyun no le gustaba ser llamado Amo. —Olvidé la pregunta.

Saeng se estremeció cuando Hyun suspiró profundamente.

Miró a través de sus gruesas pestañas para medir el estado de ánimo de Hyun . A pesar de que el hombre parecía un poco frustrado, no lo miraba enfadado. Él estaba muy familiarizado con como se veía alguien enfadado. Conocía esa mirada íntimamente.

Pero Hyun no se veía feliz.

—Por favor —susurró Saeng—. Puedo hacerlo mejor. Solo olvidé lo que preguntó.

—Min quiere saber lo que sabes sobre Kyu.

«Bien».

—Kyu llegó hace una semana. Fue ubicado en la celda contigua a la mía. Es por eso que sé de vosotros. Kyu me hablaba cuando los guardias no estaban cerca. Sabía que a veces me permitían salir de mi celda, y podría daros un mensaje. Sabía que vendríais a por él, y quería que yo os advirtiera. Saeng habló rápidamente, queriendo demostrarle a Hyun que podía ser una buena mascota, pero cuanto más hablaba, más se ensombrecía la cara de Hyun. No estaba mintiendo. Sabía cual era el castigo por mentir a un Amo. Pero no creía que a Hyun le gustara lo que estaba diciendo tampoco.

Escuchó a los hombres detrás de él hablando, pero únicamente tenía ojos para Hyun. Cayó de rodillas a sus pies, y bajó la cabeza. —Por favor, Amo, lo siento. Estoy diciéndole la verdad. Se lo juro. Yo nunca te mentiría.

Saeng comenzó a temblar al oír a uno de los hombres tras él jurar en voz alta. Su mente volvió sobre las palabras que había dicho, y de repente se dio cuenta de lo que había dicho en su prisa por conseguir que Hyun no estuviera enojado con él.

Sintió las lágrimas picándole en los ojos al darse cuenta de cuanto la había cagado. Ahora estaba seguro de ser golpeado.

Había roto la única regla que Hyun le había dado hasta ahora.

Lo había llamado Amo.

—Lo siento.


Continuara..................

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