Demonio de aire. Capitulo 5

Jung Min asintió a los centinelas mientras se abría camino hasta la escalinata del palacio. Odiaba vivir aquí. Él prefería la parte del clan menos poblada. En este lugar, había gente que salía y entraba en todo momento, de día o de noche.

A pesar de todo eso, estaba contento de estar de regreso. Habían sido un par de semanas largos. Odiaba estar fuera tanto tiempo. Echaba de menos su casa. Echaba de menos a sus amigos. Y extrañaba a Jun.


Min no podía creer lo mucho que extrañaba a Jun.

El hombre era casi lo único en lo que pensaba… otra vez. Min sabía que tenía que lidiar con sus sentimientos hacia el otro hombre y meter su cabeza en el juego. Él estaba tomando demasiados riesgos, y uno de estos días, le costaría a alguien su vida.

Antes de que pudiera hacer frente a sus sentimientos hacia Jun, Min sabía que tenía que averiguar exactamente lo que eran esos sentimientos. El hombre lo confundía. Él no era un guerrero, sin embargo, lo era. No era un Afrit, sin embargo, lo era. Lo único real que Min sabía era que Jun era su Demonas Amaté.

Los pasos de Min se desaceleraron cuando llegó a la entrada principal del palacio y encontró a Saeng que iba y venía por el duro mármol. Los brazos de Saeng estaban cruzados sobre el pecho, y su cara se veía apretada, preocupada. Algo pasaba, evidentemente, algo molestaba al hombre.

—Saeng, ¿está todo bien?

Saeng se dio la vuelta. Suspiró al empujar su mano por el cabello castaño oscuro. —Joder, Min, casi me matas del susto. —Saeng frunció el ceño mientras miraba a Min —. ¿Qué estás haciendo de regreso? Pensé que ibas a estar fuera durante un par de meses.

Min se encogió de hombros. —Ya no soy necesario en este momento.

A decir verdad, lo más probable era que sí lo fuera. Sólo sabía que necesitaba conseguir enderezar su cabeza antes de que alguien resultase herido o algo peor. No estaba trabajando con la cabeza ahora mismo, y eso significaba que estaba poniendo en peligro a otras personas. Hasta que pudiera resolver las cosas, lo mejor sería que él se quedase en casa.

—Oh. —Saeng profundizó el fruncimiento del ceño, y empezó a caminar de nuevo.

—¿Dónde está tu compañero?

—Hyun fue a la superficie con los demás.

Min asintió. —¿Otra misión?

—No, no, Jun se puso en contacto conmigo. Él está en problemas. Parece que se encontró con un grupo de Shayatin y necesitaba ayuda.

—¿Qué? —gritó Min cuando el miedo abyecto llenó cada célula de su cuerpo.

—Hyun le dio a Jun una piedra de ijada cuando se marchó. Jun la utilizó para…

—¿Qué quieres decir con “cuando se marchó”? —cortó Min—. Jun es un elegido. Su lugar está aquí.

Las manos de Saeng se posaron en su cadera mientras miraba a Min. —Bueno, al parecer, no tenía ninguna razón para quedarse, así que se fue a casa.

Min gruñó. —¿Cuándo? —preguntó mientras apretaba los puños.

—¿Cuándo qué?

—¿Cuándo se fue a la superficie? —Min se negó a llamar a ese lugar su hogar. La casa de Jun estaba aquí, en Jinnistan.

—El mismo día que te fuiste.

La sonrisa en la cara de Saeng, junto con sus palabras, tomó toda la ira de Min. Él sabía exactamente por qué el hombre se había ido. Si algo le sucedía a Jun , sería culpa suya. Había llevado a su Demonas Amaté lejos.

Min tendió la mano. —Quiero tener tu piedra de ijada.

—¿Qué? —rompió Saeng—. ¡No!

—Dámela, Saeng—gruñó Min—. Necesito encontrar a Jun.

—Jódete. Tuviste tu oportunidad con Jun y lo arrojaste lejos. Infiernos, lo apartaste. Si piensas por un maldito minuto que yo te voy a dejar que te acerques a él otra vez, entonces estás alucinando. No te voy a dejar acercarte a más de cinco metros de Jun.

—No depende de ti.

—Sí, lo hace. Él es mi amigo.

—Y él es mi Demonas Amaté —gruñó Jung Min con los dientes apretados.

Saeng se quedó boquiabierto. —¿Junnie lo sabe?

Min hizo una mueca. —Pienso que sí.

—¿Y no lo reclamaste?

—No pude reclamar a Jun en ese momento.

—¿Y ahora? —preguntó Saeng—. ¿Vas a reclamarlo ahora?

—Saeng…

—No lo harás —susurró Saeng cuando sus cejas se alzaron—. No tienes intención de reclamar a Jun, ¿verdad?

—Es complicado.

—No, no lo es. —Saeng sacudió la cabeza—. O es tu Demonas Amaté, o no lo es.

—Pero…

—No hay un „pero‟, Jung Min. Jun es tu Demonas Amaté. Tienes que reclamarlo.

—No puedo.

Los ojos de Saeng se estrecharon. —¿Por qué no? ¿Estás involucrado con otra persona?

—No, no, por supuesto, pero…

—¿Estás casado?

—No.

—¿Eres heterosexual?

—Diablos, ¡no!

—Entonces no veo el problema. Jun es tu Demonas Amaté. Eso es el final de esto.

—¿Qué sabes al respecto? —rompió Min. Odiaba ser interrogado por Saeng. El hombre hacía de los interrogatorios una forma de arte—. No eres más que un habitante de la superficie. No tienes ni idea de lo que es ser un Djini.

—¿Estás avergonzado de Jun porque es un habitante de la superficie?

—¿Qué? —gritó Min con asombro.

—Ya me has oído.

—No, yo nunca podría estar avergonzado de Jun.

—¿Entonces, qué es?

—Él es un habitante de la superficie. ¿No lo entiendes? No es lo suficientemente fuerte para vivir aquí. ¿Qué pasará cuando alguien decida vengarse de mí y vaya detrás de Jun? Lo mataría. No es lo suficientemente fuerte como para luchar contra demonios rebeldes.

—Tienes miedo —susurró Saeng.

Min gimió y se sentó en uno de los escalones cuando sus piernas cedieron bajo su peso. Hundió la cabeza entre sus manos. Absoluto terror le llenaba cada vez que pensaba en Jun siendo atacado, y había pensado mucho en ello.

Ser un demonio no era fácil. Ser el compañero de un demonio era aún más difícil. La vida de Jun estaría en peligro constantemente. Min no podría vivir consigo mismo si algo le sucediera a Jun una vez que se aparearan.

Prefería no acoplarse con él.

—Min—dijo Saeng suavemente mientras se sentaba a su lado—, reclamar a Jun es la mejor cosa que puedes hacer por él. Negar el vínculo que hay entre vosotros sólo perjudica a los dos.



Continuara.................