domingo, 28 de diciembre de 2014

El maullido del gato Capitulo 5


El corazón de Jun palpitó frenéticamente en su pecho. Apretó la mano contra su clavícula, y trató de respirar con calma, como le había enseñado su madre. No era fácil porque podía sentir los ojos de Min observándolo y sabía que el hombre quería respuestas. Él no tenía ninguna que darle.

Sus secretos eran sencillamente eso, suyos. Decírselos a Min sería inútil de todos modos. El hombre estaba allí para matarlo. Jun tomó otra profunda respiración y trató de recordar que el asesino no tenía sentimientos por él, y no tenía derecho de estar molesto con el hombre por eso.


Min nunca prometió un tiempo de luna y rosas. Nunca le había prometido una vida juntos. Ni siquiera prometió no matarlo. Solamente se había comprometido a asegurarse de que Precious fuera cuidada. Eso era todo lo que podía pedirle al hombre.

Eso era más de lo que podía esperar, aunque todavía tenía esperanzas. Jun miró sus manos, incapaz de encontrarse con la penetrante mirada de Min. —Realmente no tengo nada que añadir a esta conversación.

—Quiero saber por qué alguien está tratando de matarte, Jun, y alguien lo está intentando. Créeme, lo sé.

El suave aire que había estado insuflando a sus pulmones repentinamente se quedó atrapado en su garganta al oír las palabras de Min. Jun comenzó a sacudir su cabeza. —No, no, nadie está tratando de matarme. ¿Por qué alguien intentaría matarme? No conozco a nadie.

—Hyung Jun.

Comenzó a ir hacia la habitación, mientras seguía sacudiendo la cabeza. —Únicamente soy un editor de textos. No hay ninguna razón para que alguien quiera matarme. No tengo mucho dinero ni poseo nada caro, estás equivocado. Nadie está tratando de matarme.

—Kim Hyung Jun.

Empezó a sentirse frustrado. Por cada paso que daba hacia atrás, Min avanzaba uno. Se sentía como si estuviera siendo acechado. El asesino aún tenía los brazos cruzados sobre el pecho, pero las cejas se habían unido frunciendo su ceño. Lo miraba ferozmente.

Lo miraba excitado.

—Yo... eh... —Jun se lamió los labios mientras sus ojos se iban bajando desplazándose por el cuerpo de Min. Por alguna razón, en lo único que podía pensar era en que el hombre tenía el culo al aire. No tenía idea de cómo se lo había perdido.

¿Tal vez era tonto?

—Jun.

Éste siguió retrocediendo y Min siguió avanzando, hasta que de repente notó la cama y cayó en ella. Como el asesino no se detuvo, Jun se revolvió nuevamente trasladándose hacia atrás en sus manos y pies hasta el cabecero de la cama.

Un grito escapó de los labios del pequeño joven cuando sintió como la gran mano se cerraba alrededor de su tobillo y tiraba de él hasta el centro de la cama. Jun se dio la vuelta y trató de arrastrarse, pero antes de que pudiera llegar a sus manos y rodillas, un gran peso descendió sobre él.

—No voy a perseguirte por toda la habitación, Jun.

El chico gimió cuando el caliente aliento de Min voló por encima de su oreja y el costado de su cuello. Supo que el asesino, había sentido el estremecimiento que recorrió su cuerpo cuando se echó a reír. Su estremecimiento fue seguido rápidamente por un rubor que llenó su rostro.

—Vas a decirme lo que quiero, amor, de una manera u otra.

Jun estaba debatiendo la posibilidad de contárselo, cuando Min lo llamó “amor”, no lo entendía, cuando sintió que las manos del hombre empezaron a tirar de sus pantalones bajándoselos. Se calmó, sosteniendo su aliento.

Sus pantalones salieron de sus pies, y los oyó caer al suelo. Su camisa fue lo siguiente. Jun no se resistió, le permitió a Min quitarle todas sus ropas. Una vez que estuvo desnudo, el chico empezó a rodar, pero la presión de las manos de Min presionándolo contra el colchón se lo impidió. Un instante después, sintió el cuerpo del hombre a horcajadas sobre sus piernas.

—Ahora, vamos a hablar de por qué alguien está tratando de matarte, Jun.

¿Min quería hablar?

“¿Ahora?”

El joven gimió y enterró su rostro en las mantas. Podía sentir la polla erecta de Jung Min presionando contra el pliegue de su culo. Las manos del hombre le acariciaban lentamente las nalgas y su baja espalda.

—Estoy esperando, Jun.

—No hay nada que contar.

—No te creo.

Los ojos del chico se cerraron cuando sintió los dedos de Min moverse hacia abajo entre las mejillas de su trasero. Empujó su trasero hacia arriba al aire, con ganas de más contacto, hasta que sintió una pequeña palmada en el culo.

—Oye, eso no es muy agradable —dijo, levantando su la cabeza fuera de las mantas.

—Quiero respuestas, Jun, y no voy a follarte hasta que me las des. Alguien está tratando de matarte, y quiero saber por qué.

—Está bien, entonces no me folles —replicó éste, sorprendido ante la vehemencia de su propia voz. Nunca le levantaba la voz a nadie—. ¿Por qué no me matas como tenías planeado y te vas?

Todo el cuerpo de Min presionó a Jun. —No va a ser tan fácil, amor. Quiero respuestas, y me las darás ahora. Ahora. —Jun se estremeció cuando las manos del hombre acariciaron sus costados—. Me puedes decir lo que quiero saber o puedes averiguar lo tortuoso que puedo ser. Hay una razón por la se me considera un asesino a sangre fría, Jun.

El joven apretó los labios y sacudió la cabeza. No podía. Tenía secretos, sí, pero no podía decir lo que era. Estaba prohibido. Eso significaría su muerte, y posiblemente la de Min, si decía algo.

—Muy bien, bebé —susurró Min—. No me digas que no te lo advertí.

El asesino inició un asalto total sobre los sentidos de Jun, mordisqueando y besando su cuerpo. Empezó por el cuello y se abrió camino a todo lo largo de su cuerpo. Cuando llegó a sus pies, Jun pensó que el hombre había terminado. Estaba equivocado. Simplemente lo colocó sobre su espalda y volvió a recorrer el camino por el que había venido.

Junto con los besos, los mordiscos y lamidas, Min acariciaba con sus manos su piel, haciéndola hormiguear, acariciando cada centímetro por arriba y por abajo.

El cuerpo más grande del asesino lo rozaba cubriéndolo en algunos momentos y empujándolo contra él en otros, calentándolo en todo momento.

El joven aguantó diez minutos.

—¿Por favor? —declaró.

Min sostenía las manos de Jun sobre su cabeza y no le permitiría tocar su propio cuerpo. Su polla le dolía tanto, que pensó que podría sufrir daños permanentes si no encontraba alivio pronto.

—Dime lo que quiero saber, amor, y te follaré hasta traspasar el colchón.

—Yo… yo no puedo.

—Jun.

—Por favor, no puedo —se quejó batiendo su cabeza a un lado y otro de la cama. La sobrecarga de sensaciones corriendo a través de su cuerpo eran tan duras que le costaba concentrarse. Su capacidad intelectual se estaba derritiendo en el colchón con cada toque de la mano de Min.

—¿Así que, sabes que alguien está tratando de matarte?

—¡Sí! —Jun gritó—. No... No sé, tal vez.

—¿Por qué, amor? Dímelo.

Su respiración se atoró en su garganta cuando Min le soltó las manos y se trasladó para ponerse de rodillas entre sus piernas. Las piernas de Jun se levantaron sobre los muslos del hombre quedándose bien extendido.

—Oh, sí, sí, por favor —rogó Jun, cuando sintió la punta de la polla de Min cepillar su agujero tembloroso.

Trató de moverse hacia abajo, para empalarse a sí mismo sobre la rígida polla. Lo necesitaba desesperadamente, y lo necesitaba ahora—. ¡Min!

—Dime lo que quiero saber, amor.

—¿Qué, qué?

—¿Por qué alguien está tratando de matarte, Jun?

—¡Debido a que tomaste mi virginidad!

Jun se quejó en protesta cuando todos los estímulos a su cuerpo se detuvieron. Abrió los ojos para encontrarse a Min mirándolo totalmente pasmado, la boca del hombre casi abierta. El joven suspiró y volvió la cabeza para mirar a la sucia pared blanca.

—Se suponía que yo nunca... pero llegaste, y me ibas a matar, y pensé que por una vez quería tratar... sentir... —Jun se volvió para mirar hacia Min, parpadeó cuando sintió que las lágrimas se reunían en las esquinas de sus ojos—. Pensé que estaría bien, ya que me ibas a matar, pero no lo hiciste y... y ahora no sé qué hacer.

—Espera. —Min frunció el ceño—. ¿Me estás diciendo que alguien está tratando de matarte, porque hemos tenido relaciones sexuales?

—Sí.

—¿Por qué?

—No quieres saberlo.

—Oh, créeme, quiero saberlo.

La excitación de Jun se desvaneció cuando se dio cuenta de que tenía que contarle la verdad a Min. Sabía que una vez que lo hiciera, las posibilidades de estar con él otra vez eran menos que las de que el hombre lo matara, y eso no era una bonita cosa para tener seguro.

—¿Me puedes dejar levantarme? —preguntó Jun—. Te lo mostraré.

Jung Min parecía indeciso, pero hizo lo que le pidió, y se hizo a un lado de la cama. Jun se trasladó al otro lado y se arrodilló en sus manos y rodillas. Había visto hacerlo antes. Solo que nunca lo había hecho él mismo. No podría ser tan duro.

Jun le echó una larga mirada por última vez a Min y cerró los ojos. Se imaginó la forma que tomaría, las piernas largas, orejas puntiagudas, una cola. Sabía, por lo que su madre le dijo antes de morir, que su piel sería de color blanco puro, sedoso y suave, sus ojos se volverían de un profundo verde esmeralda.

Poco a poco, hasta el punto en el que casi se había perdido, el aire en torno a Jun comenzó a vibrar. Sintió un profundo dolor atravesar su cuerpo, cuando comenzó a contorsionarse y remodelarse. El largo bufido que se inició en su garganta terminó como un maullido cuando el dolor desapareció.

—¡Puta mierda santa!

Jun abrió los ojos con cautela, parpadeando con rapidez ante los colores intensos, el más asombroso era el de los profundos ojos castaños que lo miraban con horror desde la cama. Abrió la boca para preguntarle si estaba bien, pero todo lo que salió fue un maullido. De repente, asustado, Jun, dio un paso hacia Min, solo para retroceder y bufar cuando el hombre se revolvió en la cama y se apretó contra la pared. Jung Min levantó una mano como para protegerse y advertirle.

—¡Mantente alejado de mí!

Jun ladeó la cabeza hacia un lado, confundido. Min lo miraba como... como a una abominación. Maulló fuerte llenando la sala con su sonido, porque sabía que se trataba de él. Estaba lleno de dolor y tristeza y el deseo de que el asesino hubiera seguido con su plan y lo hubiera matado.

Cerró los ojos y se concentró en ser humano de nuevo. El dolor fue menor esta vez, pero Jun imaginó que se desvanecería con el tiempo, si es que lo tenía. Min miraba alrededor de la habitación, como si tuviera miedo de que saltara sobre él en cualquier momento.

Jun esperó hasta que su vista se aclaró, luego agarró la manta de la cama para cubrir su desnudez. La agarró firmemente en sus manos para impedir que Min, viera como le temblaban.

—¿Vas a matarme ahora? —Jun susurró.

—¿Qué coño eres tú?

El corazón le dolía ante el aborrecimiento que podía oír en la voz de Jung Min, el miedo que podía ver en los ojos del hombre. Tal vez el asesino no tendría que matarlo después de todo. Tal vez moriría por un corazón roto.

—¿Importa?

Jun trató de ocultar su temblor, envolviendo la manta más firmemente alrededor de su cuerpo. Min estaba mirándolo como si fuera una especie de monstruo de la naturaleza. Se sentía solo en ese momento.

El joven comenzó a moverse hasta el final de la cama para agarrar su ropa. Quería vestirse y ocultar su cuerpo de la intensa mirada de Min. Y quería a su gata. Pero de repente el cuerpo del asesino se tensó y eso lo congeló donde estaba.

—No voy a hacerte daño. —Dijo Jun tan afligido que incluso le costó decir las palabras—. Sólo quiero mi ropa.

—Quédate donde estás —dijo Jung Min cuando se alejó en dirección al baño. Señaló con el dedo a Jun—. No te muevas de ese lugar.

Jun asintió, y Min desapareció en el cuarto de baño. Pensó seguirlo y tratar de explicárselo todo, pero ¿para qué? pensaba que era un monstruo. Se quedó donde estaba, de rodillas en el centro de la cama con una manta envuelta alrededor de sus hombros hasta que el hombre salió del baño unos minutos más tarde.

Estaba completamente vestido. Incluso sostenía su arma en la mano.

—Min, yo —dijo Jun, mientras comenzaba a moverse.

—¡Quieto ahí!

El chico no respiró. No creía que pudiera. No con el arma de Min apuntándolo y el hombre parecía que iba a apretar el gatillo en cualquier momento.

—Mira —comenzó Jung Min antes de que él pudiera decir otra palabra—. No sé qué coño eres o qué diablos está pasando aquí, y francamente, no me importa. Esta mierda es demasiado extraña para mí.

Hyung Jun mantuvo los labios apretados mientras observaba a Min dirigirse hacia la puerta. No le podía pedir que lo entendiera, no, teniendo en cuenta las circunstancias. Ahora que ya no era virgen y había cambiado, los demás vendrían a por él. Sabrían que ya no era como antes.

Lo mejor que podía hacer por el hombre era dejarlo ir, no importaba que hacerlo le hiciera sentir que su corazón estaba siendo arrancado de su pecho. Simplemente era mejor esta manera. Min estaría a salvo.

—Solo quédate ahí hasta que me haya ido. La habitación está pagada hasta mañana, y estoy seguro que puedes encontrar otro lugar donde esconderte por la mañana. —Jung Min agitó el arma un poco más—. Parece que tienes recursos.

Jun no dijo nada mientras observaba al asesino de pie fuera de la habitación. Se limitó a esperar a que la puerta se cerrara. Una vez que lo hizo, se trasladó hasta la parte inferior de la cama para agarrar su ropa.

Sus dedos se sentían entumecidos mientras se ponía los pantalones y la camisa sucesivamente. No parecían querer funcionar bien cuando se puso los calcetines y trató de atarse los cordones de los zapatos. Tuvo que tomar varias profundas respiraciones antes de ser capaz de conseguirlo.

No era capaz de procesar lo que acababa de pasar más allá del hecho de que Min, lo había dejado.

Debería haberlo esperado. Algunas cosas eran mucho pedir para que nadie las aceptara, incluso un asesino.

Jun no lo culpaba. Se acordó de las cosas que su madre le había dicho antes de morir. Ella sabía que los humanos no aceptarían a alguien que pudiera cambiar. Le había advertido, no una, sino muchas veces que nos se involucrara con nadie.

El joven, estaba en una pesadilla de su propia creación. Conocía las reglas, mantener un perfil bajo, nunca decirle a nadie lo que era, y nunca jamás tener relaciones sexuales con nadie. Jun había más o menos roto todas esas normas y ahora estaba pagando el precio.

Se movió por la habitación, poniéndolo todo en orden e hizo la cama cuando ya no pudo pensar en nada más que hacer. Su madre siempre le había dicho que limpiara tras de sí, incluso si estaba fuera de casa.

“Casa”.

De repente sentía una profunda necesidad de estar en su casa, rodeado de las cosas que definían su vida, sus libros, la pequeña colección de pájaros de porcelana de su madre, su cuidadosamente organizada vida.

—Ven aquí, Precious —dijo Jun, cuando le hizo señas a la gata para que se acercara. Ella lo miró fijamente durante un momento y luego comenzó a limpiarse su piel, como si no tuviera una sola preocupación en el mundo. Él suspiró y se acercó a recoger a la gata. Agarró su trasportín y la colocó cuidadosamente en el interior, cerrando la puerta. Se puso la chaqueta y a continuación agarró la bolsa y el trasportín. Miró alrededor de la habitación una vez más para asegurarse de que no había olvidado nada y luego asintió, convencido de que su madre estaría orgullosa de él si viera la habitación limpia y ordenada.
—Vamos, Precious, nos vamos a casa.


Continuara...............

2 comentarios:

  1. Maldito Jung .Min....lo dejo...¿Como es que un hombre de sangre fría como Min, le tuvo tanto miedo?....Idiota..es un poco hombre..

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  2. Donde puedo encontrar los primeros capituloss😭😭😭😭😭😭

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