domingo, 2 de noviembre de 2014

Sumisos Planetarios Capitulo 8



Jun se abotonó su camisa mientras caminaban de regreso a través de la puerta, ignorando alegremente los gritos después de salir de la habitación.

—No tiene que fijar el lugar en llamas —lo regañó Saeng.

—Me rociaron con cera caliente. —No se sentía mal, ni un poco—. Tienen suerte de que no los pusiera en el fuego.

Saeng echó atrás la cabeza y rió. —El emperador no dijo que era mago.

Jun se encogió de hombros. —No se lo he dicho.

El esclavo hizo un sonido de desaprobación.
—Será mejor que se lo digas antes que Hongki lo haga.

—Lo haré. —Con el tiempo. En algún momento.

—¿Estás listo para el médico? No le puedes prender fuego.

—No los puse en el fuego. No puedo hacer nada si la máquina de aseo estalló en llamas. —Jun le dio a Saeng su mejor mirada inocente. El esclavo no parecía impresionado.

—Bien, es mejor esperar que el médico no tenga problemas similares.

Jun rodó los ojos. Por supuesto, el médico no tendría problemas. Jun lo necesitaba.
Se acercaron a una puerta con el símbolo medico galáctico translúcido sobre el vidrio.
—Aquí es.

Saeng abrió la puerta y le indicó a Jun ir primero. Estuvo a punto de salir corriendo, pero pensó que no iba a llegar muy lejos. Jun tenía un miedo irracional a las agujas y a los curanderos los detestaba por principio.

—Recuerda... no incendios —le susurró Saeng mientras entraban.

—Aguafiestas —susurró Jun.

El gran hombre estaba de pie delante de un escritorio con una cara amable y una sonrisa suave. Jun decidió que no le gustaba de todos modos.

—Sanador Choi, Jun está aquí para su reconocimiento físico.
Jun se congeló en la entrada. Saeng pasó un brazo alrededor de su cintura y lo empujó más en la habitación.

—Es un placer conocerlo, señor, aunque no parece encantado de conocerme —observó Siwon.

—Sin ánimo de ofender, Sanador, pero no me gusta que me apuñalen con agujas.

Siwon le dio una sonrisa amistosa a Jun. —Entonces te alegrará saber que no realizamos esas prácticas bárbaras. Todas mis pruebas serán discretas. Si nos disculpa —le dijo a Saeng.

El esclavo cruzó los brazos sobre el pecho.
—El emperador me dijo que me quedara y observara. Confía en mí... es lo mejor para todos.
Jun lo fulminó con la mirada. Casi puso a un peluquero en el fuego y estaba marcado de por vida.

Por un momento, parecía que la lucha iba a estallar entre el sanador de mayor edad  y el joven esclavo. Jun mentalmente puso su dinero en el sanador. Ellos eran notoriamente escurridizos.

—Está bien. No quiero ir en contra de la orden expresa del emperador. Nunca puso a un guardia antes —murmuró el sanador.

—Está particularmente encariñado con esta mascota —dijo Saeng.

Siwon dio un resoplido suave. —Nunca he sabido que ese hombre se aficione a alguien.

—¿Podemos seguir adelante con esto, o vas a estar alrededor criticando a mi Señor? —espetó Jun. No le gustaba que otros hablaran mal sobre el emperador, incluso si el hombre podría merecerlo. Su Maestro no había sido más que amable con él hasta ahora. 

—Siéntate aquí, en la mesa. —El curandero hizo señas a un banco acolchado azul.

—¿Tengo que quitarme la ropa?

—Todavía no, a menos que sienta la necesidad de darme un espectáculo gratuito. No estoy seguro de que mi corazón pueda soportarlo. Eres aturdidor, lo eres. 

Jun saltó sobre la mesa y esperó a ver lo que el hombre haría a continuación. Hasta ahora no había cumplido con ninguna de las expectativas de Jun.

—Voy a comenzar haciéndote algunas preguntas. Todo lo que digas es entre nosotros y no va a ir más allá de esta sala. ¿No es así, esclavo? —La expresión del sanador prometía castigos horribles si lo hacía.

—Por supuesto.

—Su nombre es Saeng, no "esclavo" —reprobó Jun.

El curandero le dio una suave sonrisa. —Está bien... Saeng. Lo bueno es que obtienes un nombre. De esta forma si te traiciona, sabrás a quien ir después. 

—No tengo ninguna duda de que va a cumplir su palabra —Jun tenía un don para saber en quién confiar. Saeng–e incluso el sanador– habían pasado su prueba de vibraciones. Todavía tenía en formación su opinión sobre el emperador. Tendría que confiar en Min a un nivel más profundo que en todos los que había confiado antes. Eso lo hacía más cauteloso.

El sanador tomó un pequeño medidor electrónico de la estantería y lo levantó hacia el corazón de Jun.

—Respira profundamente y luego déjalo ir lentamente.

Jun obedeció.

El sanador movió el dispositivo —Una vez más.

Después de la tercera vez, Siwon dejó el dispositivo del corazón. —Suena bien, tienes un corazón fuerte.

Miró los brazaletes alrededor de los brazos del Jun.
—No los debes dejar demasiado tiempo. Te pueden cortar la circulación.

—Están bien. —Bajo la mirada fija de sondeo del sanador confesó—: están ocultando tatuajes.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Siwon.

—Entonces debes exponerlos. Escuché que el emperador ama los tatuajes.

—He oído eso también —ofreció Saeng.

—Vas a tener que sacarte los brazaletes para que pueda verlos ahora, porque si se infectan, es mi cabeza la que estará en la línea.

—Son viejos... no van a infectarse —protestó Jun.

—Quítate las bandas —exigió el sanador.

Con un suspiro, Jun se los quitó. Sabía que no podía realmente resistirse sin herir al hombre mayor.
A la vista de las marcas de Jun, el sanador retrocedió un paso.

—¿Son estos verdaderos? ¿Realmente dominas los cuatro elementos?

—El dominio es una cosa difícil de alcanzar cuando se necesita a alguien para equilibrar su poder.

Jun suspiró. Sus habilidades siempre habían demostrado ser más un obstáculo para su felicidad que una bendición.
Una luz se encendió en los ojos del curandero.

—El emperador. Por eso has consentido en convertirte en su mascota. Lo estás usando para equilibrar tu poder.

Antes de que Jun pudiera corregir al otro hombre, el sanador echó atrás la cabeza y rió. Se rió tanto que tuvo que aferrarse a la mesa para mantenerse en pie.

—Oh, eso es lo más gracioso que he oído nunca. El hombre que tira a las mascotas como los tejidos por fin ha encontrado a su igual. Si alguna vez necesitas algo, muchacho, ven a mí.

—Gracias —dijo secamente Jun. No se molestó en cambiar la opinión del sanador. Después de todo, si hacía feliz al hombre pensar que el emperador era el juguete de Jun, lo dejaría. Mientras el Maestro supiera la verdad, todo estaría bien. Por desgracia, parecía como si su tiempo de confesión llegaría antes de lo que había esperado. 

Después de recuperarse de su ataque de risa, el sanador examinó las marcas de Jun.

—Estos se ven bien. ¿Has tenido relaciones sexuales con el emperador ya?

Jun asintió.

—Entonces podrías estar rasgado. ¿Cuántas veces?

—Penetración sólo una vez. Pensó que estaría muy dolorido después.

El sanador miró a Jun. —¿Le preocupó que estuvieras adolorido?

Jun volvió a asentir. —Ha sido muy cuidadoso.

—Tonterías. Ese hombre nunca tiene cuidado. Bájate los pantalones y lo veré por mí mismo.
Jun habría objetado, pero era fácil desnudarse. No era como si tuviera algo que el curandero no hubiese visto antes, aunque cuando el otro hombre tomó su culo sondeándolo, Jun apenas resistió la tentación de pegarle.

—Eh, ha sido cuidadoso. Estás un poco rojo, pero absolutamente ningún daño. No es generalmente suave. Puedes vestirte de nuevo.

Jun rápidamente se subió los pantalones y volvió a su posición en el banco.
—Abre la boca. 

Jun obedientemente abrió la boca cuando el médico tomó un gran bastoncillo de algodón y lo arremolinó alrededor y dentro de su mejilla.

—Buen chico —Siwon llevó la muestra a una máquina insertada en la pared. Ajustó el hisopo en una bandeja dentro, cerró la puerta. Un momento más tarde, dejó escapar un sonido. Volteando una pequeña pantalla, el curandero se enfrentó a Jun con una expresión solemne. —Está saludable, pero, ¿sabe su padre dónde se encuentra, príncipe Jun?

—Soy el tercero en la línea. A mi padre no le importa dónde estoy. Desde que he logrado ser mayor, soy libre de ir a donde quiera.

—Como quiera. Trague esto. —Le dio a Jun una píldora y un vaso de agua.

—Ahora está limpio y seguro para que el emperador pueda hacer lo que quiera con usted. También le estoy proporcionando un suplemento de proteínas para que lo tome todos los días ya que me dijo que no come ninguna carne animal.

Jun aceptó las pastillas, recolocó sus brazaletes y se deslizó fuera de la mesa. 

—Tenga cuidado, su alteza. El emperador no es un hombre que lleve la traición a la ligera. Creo que es mejor que le diga lo que es ahora y evitar encontrarse con su mano dura.

Jun asintió. Fue un buen consejo. Ahora tenía que encontrar una manera para conseguir que el emperador lo escuchara.

Saeng no compartió palabras con Jun en el camino de vuelta a la habitación.

Tan pronto como llegaron, Jun se desnudó completamente y se deslizó en la cama. A pesar de lo que había pensado antes, una siesta sonaba divino. 




Nunca confíes en un hombre cuya cabeza es más fuerte que su corazón...
                                                                                                                                Reina Nyaha 

Después de la siesta, Jun se sentó en la cama y jugueteó con el anillo en su dedo. Le hacía falta Odwill. Su viejo criado prácticamente lo crió y no verlo todos los días inestabilizaba a Jun. Le gustaba su rutina. Conocer cuáles eran las expectativas que tenía que cumplir lo calmaba, mientras que ser agarrado desprevenido disparaba su magia. No siempre era algo bueno.

A lo largo de su vida, Odwill había sido su única constante. Alguien con quien podía contar no importaba lo que hiciera o dijera. Incluso cuando había derribado la torre central del centro de formación, Odwill había ayudado a ocultar a Jun del maestro de formación que lo buscó para golpearlo.

Pensar en Odwill lo llevó a su madre. Se levantó de la cama, fue a su bolsa y sacó su diario. Un suave "ding" hizo eco a través de la cámara que le advertía de un mensaje entrante. Mientras miraba la pantalla, aparecieron palabras.

La traición está al alcance de la mano. Protégete a toda costa. Cuando llegue tu tiempo, ve con el corazón, se que puedes resistir cualquier tormenta.

Huh. Usualmente, su madre ponía palabras de alegría, amor y felicidad, refranes y admoniciones suaves. Esto sin duda era más directo de lo habitual. Como vidente, sus avisos eran generalmente abiertos a la interpretación, pero éste envió un escalofrío de aprensión a través de él.

—¿Qué es eso? —preguntó Saeng, llegando a situarse al lado de la cama.

Jun casi saltó de su piel.
—Lo siento. Me había olvidado de que estabas ahí.

Saeng le dirigió una sonrisa de satisfacción.
—Mi entrenador dijo que el deber de un siervo es permanecer invisible hasta que hubiera necesidad de mí.

—Entonces hiciste un buen trabajo. —Jun dejó escapar un suspiro. Al menos no había golpeado al hombre contra la pared o prendido fuego. Cuando estaba asustado, nunca sabía cuál de sus poderes haría acto de presencia.

—Este es el diario de mi madre. Me gusta leerlo. Sus palabras me traen consuelo.

—¿Es que ya no está con los vivos?

Jun negó con la cabeza.
—Murió al darme a luz. Dejó esto atrás así podía llegar a conocerla.

Saeng sonrió. —Eso es muy dulce.

Jun asintió. No entró en todo el aspecto visionario del diario, su madre había sido tan poderosa que pudo ver años en el futuro de Jun y todavía jugar un papel de guía en su vida, incluso desde la tumba. Algunas personas se molestaban cuando les decía... como si no pudiera tener ningún control sobre el tipo de poderes que había recibido al nacer.

—¿Qué pasa con el anillo? —Para alguien invisible, el esclavo hacía un montón de preguntas.

Jun sonrió por el anillo de Odwill. —Me fue dado por un hombre muy querido.

***

Jung Min entró en la habitación a tiempo para ver a su mascota, pero todo resplandor terminó con el anillo de otro hombre. 

¡Yo no lo creo!

Furia corrió a través de él. Pisó fuerte hacia la cama, a enfrentar a su mascota. Saeng corrió para salir del paso.

—¡Te atreves a venir a mí con el anillo de otro hombre! —gritó.

Agarró la mano de Jun, arrancó la ofensiva pieza de joyería de su dedo y lo tiró a la basura. Se dio la vuelta para enfrentarse a su mascota sólo para descubrir que en los ojos de Jun había oro puro y el aire crepitaba con electricidad. Un jadeo de Saeng tenía a Min girando. El anillo de Jun flotaba en el aire. Giró un par de veces como si estuviera montando una onda invisible antes de dispararse al otro lado de la habitación y aterrizar en la palma del Jun.

Energía mágica derramada de su mascota. El cuerpo de Min se endureció ante la vista sexy de su mascota en plena potencia.

—Me fue dado por un hombre al que quiero como a un padre. —Jun sacó para afuera cada palabra como si saboreara su sabor melancólico antes de presentarlas a Min.

—¿C-cómo haces eso? —Se sentó en la cama junto a Jun, deseoso de estar más cerca de su mascota.

Jun le dio una triste mirada antes de alcanzar y quitar sus brazaletes.
—El curandero me dijo que debía decirte antes que después.

Jung Min asintió. Entonces se encontró shokeado mientras trazaba los tatuajes de su mascota.
—Eres un mago de los cuatro elementos... ¿Por qué en los diez infiernos quieres ser una mascota?

El control de la situación se le escapaba a Min de las manos. Podía sentir que su mascota se escapaba de él. Apretó los puños, apenas resistiendo el impulso de agarrar al hombre por el que estaba perdiendo rápidamente su corazón.

—Porque sin ti, no puedo controlar mis poderes. —Con voz lenta y suave, Jun le explicó todo, de dónde venía, quién era en realidad, y el meollo de sus problemas.

Lo único que se destacó de todo era que él era necesario. A pesar de su posición, sus habilidades y su riqueza, carecía de la única cosa que necesitaba desesperadamente –un Maestro.

El podía trabajar en eso.

Alargó la mano y tomó el rostro de Jun, obligando a su mascota de ojos violetas a mirarlo en lugar de a la colcha de colores.

—¿Tenemos un acuerdo que firmaste, verdad?

—Sí, Maestro.

—Eso es correcto. Yo soy tu Maestro. —El corazón de Min golpeó al darse cuenta de que era un verdadero tesoro lo que tenía. Mirando a los hermosos ojos de Jun, sabía que nunca podría pedirle a su dulce mascota algo que le causara daño, incluso para salvar su propia vida. Jun necesitaba ser protegido más que nunca. Personas sin escrúpulos podrían intentar capturarlo y tomar ventaja de su poder.

—Es mi trabajo cuidar de ti y te ayudaré a entender tus capacidades. Realizarás prácticas de mando a partir de mañana por la mañana. Te asignaré un tutor adecuado. ¿De acuerdo?

El alivio en el rostro de Jun era doloroso de ver.
—¿Creíste qué te devolvería?

Jun asintió. —Pensé que no querrías tenerme más. Algunas personas me consideran peligroso.

Min dio una carcajada.
—Estoy seguro de que puedes hacer mucho daño, mi dulce mascota, pero también sé de tu verdadera naturaleza. Tu naturaleza es cuidar de los demás. Si haces daño, la otra persona se lo merecía. 

Ignoró la extraña risa del esclavo. La sonrisa que recibió de Jun era más brillante que el sol.
Se inclinó hacia delante y besó a su mascota. Casi podía saborear la sonrisa en los labios.

—Saeng, a otro lugar.

—Sí, su Majestad.

—Espera ahí —le dijo a Jun. Se acercó a la cómoda y sacó una caja que nunca pensó que utilizaría. Volviendo a la cama, se sentó al lado de su mascota. Los ojos de adoración de Jun le devolvían la mirada.

Después tiró abriendo el cierre, levantó la tapa. Un grito ahogado salió de su mascota. Min sonrió, sacó el collar de oro de la caja. Una tira de eslabones gruesos de oro enlazado con las mejores joyas colgaba de sus dedos. Era para una emperatriz, pero Min sabía que iba a adaptarse mejor a su príncipe.

—Cuando la gente vea esto alrededor de tu cuello, sabrán que eres mío. —Ellos también sabrían que la línea terminaría con Min. Una vez sellado el cierre, ellos estarían esencialmente casados. No se lo diría a Jun todavía. Después de todo, su mascota había tenido un día bastante áspero ya y no era como si él dejara a Jun apagarse y que encontrara a otro Maestro.

Jun humildemente inclinó la cabeza hacia abajo y dejó que Min sellara el cierre. Sus dedos jugaban con los enlaces.

—Es hermoso.

—Sí, lo eres. —Min besó a Jun, esperando poner toda la devoción que sentía en ese beso.

Jun gimió mientras Min metió su mano de golpe entre ellos hacía la dura polla de Jun.
—Creo que me gusta que me esperes en la cama, completamente desnudo y listo.

No sería la primera vez que una mascota esperaba relaciones sexuales cuando regresaba a su habitación, pero era la primera vez que lo necesitaba desesperadamente.

Tener relaciones sexuales con Jun difería del sexo con alguien más. Cuando se acoplaba con su mascota, era como si fuera una reunión de las almas.

Los labios suaves y flexibles de Jun, tenían a Min preguntándose cómo se sentiría por todo su cuerpo.
—Chúpame.

Su mascota asintió con entusiasmo, despojándose Min de su equipo tan rápido que brevemente se preguntó si algo de magia estaba involucrada. No es que hubiera alguna diferencia... sólo se preguntaba.

—Si te acuestas puedo tener un mejor ángulo. —Los ojos violeta de Jun revelaban su deseo. Para su mascota mágica, darle un servicio a Min no era una tarea o una tarea desagradable que se viera obligado a llevar a cabo. Jun se pasó la lengua por los labios y Min sabía que Jun estaba anticipando su gusto.

—Cualquier cosa por ti —dijo Min con un suspiro. Desplazándose en la cama, se acostó y, por primera vez en su vida, cedió el control a otra persona.

La amplia sonrisa de Jun y la chispa que se encendió en sus ojos hicieron a Min sentirse como un dios.
Durante unos minutos, su mascota no hizo nada. En su lugar Jun echó una ojeada sobre él como si estuviera haciendo un mapa del cuerpo de Mni.

Cuando estaba a punto de hablar para poner a su mascota en movimiento, Jun  finalmente tocó el cuerpo de Min.
Una punzada de luz eléctrica se desarrolló entre los dedos de Jun y la piel de Min.

—Oh, sí —se quejó. Se sentía más vivo de lo que se había sentido antes. Su pene estaba tan duro que sabía que iba a necesitar poco para hacerlo llegar—. ¡Chúpame!

Estaría condenado si se derramaba a través de las sabanas cuando podía venirse en la boca de su mascota.

Min se deslizó para hacer espacio para su mascota. No quería que Jun se hiciera daño más adelante si lo torcía como un pretzel para llegar a él.

Su obediente mascota no dudó antes de lamer y chupar la polla de Min. La combinación perfecta de succión, ternura y atención de Jun lo hizo renunciar a la liberación con una velocidad halagadora.

—No puedo creer que no tengas mucha experiencia, mi mascota. Lo haces tan bien. —Hizo un gesto para que Jun se reuniera con él. Con el pulgar, Min limpió una gota de semen de la boca de Jun y lo levantó para que su mascota lo lamiera. Jun obedientemente lamió el líquido.

—Soy un rápido aprendiz —dijo Jun, sus ojos brillando con orgullo.

—Lo eres. Duerme, mi dulce. Tengo una reunión más antes de que pueda asentarme para la noche. Tendré a Saeng volviendo para que vele por ti y habrá algo de comida en tu camino. Asegúrate de comer.

—Sí, Maestro.


Continuara...................

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