domingo, 16 de noviembre de 2014

Demonio de Fuego Capitulo 12



Hyun no regresó.

Saeng esperó toda la noche con la esperanza de ver al hombre otra vez, pero nunca regresó. Con la luz de la mañana, el espíritu de Saeng se hundió a un mínimo histórico. Se enfrentaba a su ejecución, y no sabía si volvería a ver a su amante una vez más.

Sólo habían pasado algunas horas desde que Hyun se fuera, pero se sentía como si hubieran pasado siglos. Saeng sintió la separación como un agujero en su corazón. Quería ver a Hyun, abrazarlo y hacerle saber que él se preocupaba por él. No quería que solo fuera una noche juntos lo único que recordara Hyun de él.


Cuanto más tiempo estaba solo, más empezaba a pensar que debería haber tomado la propuesta del Amir. Por lo menos entonces, incluso desde el harén, habría tenido más tiempo para encontrar un camino de regreso a Hyun.

Saeng odiaba la idea de que las manos del Amir estuvieran sobre él. Tal vez tenía demasiado orgullo.

Tal vez era demasiado exigente. Tal vez debería haber mantenido la boca cerrada. Y tal vez habría sido el mayor error de su vida.

Saeng sólo no lo sabía. Aun sólo teniendo en cuenta la propuesta del Amir, sentía como si estuviera siendo infiel a Hyun, y eso que sólo habían dormido juntos una vez. Ni siquiera podía imaginar cómo se sentiría si pasaran más tiempo juntos. Por supuesto, eso era lo que podía esperar, sin embargo.
Saeng empezó a girar cuando oyó la puerta de la celda abrirse. Agarró el colgante que llevaba al cuello, el que le dio Hyun negándose a que se lo quitaran, y decidido a enfrentarse al que entrara por la puerta.

Se sorprendió cuando reconoció al joven guardia, no porque él supiera quién era él, sino por lo mucho que el hombre se parecía a Hyun. No era más que una versión más pequeña y un poco mas delicada de la misma persona.

—Lo siento, Demonas Amaté, pero es hora de partir —dijo el hombre.

Le entregó a Saeng una pequeña pila de ropa. —Te he traído algo un poco más apropiado para llevar que lo que tienes puesto.

Saeng asintió y se puso de pie. Rápidamente, vestido con pantalones de algodón sueltos y el chaleco que le dio Hee, se acercó a reunirse con él. Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie pudiera oírlos antes de ver a la versión más pequeña de su amante.

—¿Puedes darle a Hyun un mensaje por mí?

Heechul parecía triste cuando él asintió. —Voy a procurar que le llegue.

—Dile que... dile que lo amo.

Hee pareció sorprendido. —Sí, por supuesto. Se lo diré si no puedes hacerlo tú mismo.

—Me dirijo a mi ejecución —dijo Saeng—. No creo que tenga tiempo para decir nada antes de que ruede mi cabeza.

Hee sonrió por primera vez. —Conozco a mi hermano. Él no te dejará pasar por debajo de la cuchilla del verdugo. Va a encontrar una manera de parar esto, Demonas Amaté.

Saeng no estaba tan seguro. Confiaba en que Hyun haría cuanto estuviera a su alcance para tratar de detener la ejecución, pero Saeng no tenía muchas esperanzas de que el hombre fuera capaz de cambiar nada. El Amir tenía sus garras metidas demasiado profundo en la sociedad Jinnistan.

—Tú sabes, mi nombre es Saeng—dijo mientras comenzaba a caminar al lado de Hee.

—Sí, Demonas Amaté, pero no es adecuado para mí dirigirme a ti como tal, sin el permiso de Hyun.

—Tú eres su hermano.

Heechul sonrió. —Sí, pero es la manera de nuestra sociedad. Durante la Gran Guerra, la gente empezó a dirigirse a los Demonas Amaté, como tal, en lugar de por sus nombres de nacimiento para que nadie pudiera vengarse de cierto Djini yendo tras su compañero.

—¿Por qué alguien iría en contra de un Djini o su pareja?

—Por venganza —dijo Hee—. La Gran Guerra no era el momento de que las pinturas de Jinnistan tuvieran una buena luz. Fue el comienzo de la guerra con los Shaiatín, esos que quiebran las reglas y matan para alimentarse.

—Suena bonito.

—Muchos fueron asesinados. Eso casi devastó Jinnistan. Es por eso que sólo se me permite conocerte como Demonas Amaté hasta que me dé permiso Hyun para llamarte por tu nombre. Si no sé cuál es tu verdadero nombre, no sé quién es tu demonio y no puedo tomar venganza contra tu demonio a través de ti.

—Eso suena un poco extraño. Quiero decir, ¿no me viste con mi demonio y sabes que le pertenezco?

Hee asintió mientras abría una puerta y condujo a Saeng a través de ella. Cerró detrás de él y luego siguió por el pasillo. —Antes de la Gran Guerra, nadie había ido a la superficie. Estaba prohibido. Si alguien era un Amate Demonas, eso significaba que él o ella eran de Jinnistan. Si el apareamiento se completa, entonces el compañero de un demonio puede invocar a su demonio.

—¿Invocar? —Exclamó Saeng—. ¿Al igual que algún tipo de hechizo y hacer que aparezca de la nada?

—Sí, pero sólo si el apareamiento se completó y Hyun te dio su nombre de poder. —Heechul parecía confundido por un momento, sus cejas reunidas en un ceño fruncido—. Seguramente Hyun te dio su nombre de poder cuando se aparearon.

Saeng empezó a sacudir la cabeza cuando de pronto recordó a Hyun susurrarle un nombre al oído. Abrió la boca para decir algo al respecto cuando Hee levantó la mano.

—Por favor, no me lo digas. No se lo digas a nadie. Ese conocimiento es sólo para ti. Esto significa que Hyun te ha dado toda su confianza, su corazón y su alma. El apareamiento se completa una vez que él pone toda su confianza en ti, te da su nombre de poder, y luego intercambia sangre contigo mientras tienen relaciones sexuales. —Hee señaló el collar que llevaba Saeng—. Y él tiene que darte un símbolo de su devoción, algo hecho por su propia mano.

Saeng recordó la noche anterior. Recordó el sexo, la mordida, el intercambio de sangre, el nombre que Hyun le susurró al oído, y se acordó del collar que Hyun le había dado hacía unos días.

—¿Cómo es que mi conocimiento de su nombre de poder significa que puede ser dañado a través de mí?

—Como he dicho, la unión se completó cuando Hyun puso toda su confianza en ti. Él ya no puede ser convocado por nadie, excepto por ti. Si alguien quisiera vengarse de Hyun, podría torturar su nombre de poder a través ti o te obligarían a llamarlo, poniendo el poder de Hyun en sus manos. ¿Imaginas lo que un Shaiatín podría hacer con ese tipo de poder?

—¿Si invoco a Hyun, tengo el control sobre su poder?

—No. Puedes invocarlo, pero no tendrás poder sobre él. Sin embargo, mientras tú estés vivo, no puede ser invocado por nadie más a menos que tú lo hagas. Cuanto más tiempo vivas, más fuerte crecerá eso. —Hee se encogió de hombros—. Si estás en condiciones de vivir por años, entonces las probabilidades de que alguna vez sea invocado por alguien más, excepto por ti, es nula, incluso si tú mueres.

Saeng se frotó la frente. —Todo esto es muy extraño para mí. ¿Lo sabes, verdad?

Heechul se rió entre dientes. —Imagino que sí.

—Ojalá pudiera convocar a Hyun en este momento y salir de este infierno.

—Tú no tienes nada de sal sagrada.

—Si seguro, sal sagrada —reflexionó Saeng—. Me pregunto si la sal de mesa podría funcionar de la misma manera.

—No es probable. Tiene que ser la sal sagrada bendecida por los sacerdotes.

—Así es mi suerte.

Saeng se detuvo cuando llegaron ante un gran número de puertas. El aliento de repente salió de su pecho cuando se dio cuenta de los cánticos que venían desde las cámaras del verdugo, justo en el otro lado. Miró a Hee.

—¿Crees que Hyun está ahí?

—No lo sé, Demonas Amaté, pero sé que él estará aquí en algún momento. Él no te dejará pasar por esto solo. —Hee le dio a Saeng unas palmaditas en la espalda—. Ten fe en Hyun. Él vendrá por ti. Tú eres su Demonas Amaté.

Saeng asintió, pero podía sentía su pánico crecer mientras las grandes puertas se abrieron y se introdujo en el interior y sobre el suelo de un gran estadio. Rodeándolo por todas partes había asientos llenos de cientos de personas cantando en voz alta.

En un extremo había un gran balcón. El Amir estaba sentado allí en una silla que parecía un trono, mirando con aire de suficiencia abajo hacia Saeng. Negándose a dejarse intimidar por el Amir y sabiendo en su corazón que el Amir era un habitante de la superficie, Saeng levantó sus dos dedos medios y se los mostró al Amir. Se rió cuando vio los ojos del Amir estrecharse.

El Amir se puso de pie y caminó hasta el borde de la baranda del balcón. Levantó la mano para pedir silencio. Tomó un momento que la gente se calmara, pero una vez que lo hicieron, el Amir fulminó con la mirada a Saeng.

—Has sido traído ante el pueblo de Jinnistan para que respondas por tus crímenes contra Jinnistan.

—Oh, por favor —espetó en voz alta Saeng—. Tú está tratando de ejecutarme porque no quise ser tu juguete sexual.

—¡Silencio! —El Amir gritó mientras cerraba la mano sobre la baranda de piedra.

—¿Por qué? —preguntó Saeng—. ¿Para qué me ejecutes sin antes decirle a toda esa buena gente, —
Saeng señaló a la multitud que se reunió en un completo círculo—, qué total y absolutamente estupido eres?

—¿Te atreves a hablar de esa manera del Amir?

—Considero que esa posición merecería más respeto si yo no supiera quién y qué eres, Amir. —Saeng miró a su alrededor, todo estaba totalmente tranquilo. No podía oír nada, excepto el rápido latido de su corazón—. ¿Tus ciudadanos conocen que el hombre que pretende ser el Amir es un habitante de la superficie?

Los jadeos repentinos que llenaron la sala, ahogaron el corazón de Saeng que latía desbocado. Realmente no tenía manera de probar su creencia de que el Amir era un habitante de la superficie, pero si podía poner la duda en las mentes de los ciudadanos de Jinnistan, sería por lo menos un buen comienzo.

—Vamos, Amir, diles a los buenos ciudadanos de Jinnistan cómo eliges un nuevo consorte cada semana, incluso si ellos son compañeros de otros demonios. Dile cómo fuerzas a tu nuevo consorte a pasar la noche contigo bajo amenaza de muerte, después de lo cual tiene que pasar el resto de su vida encerrado en tu harén.

—Tú no sabes de lo que hablas.

—¿En serio? —se burló Saeng—. Vamos a preguntarle a uno de los más de cien consortes en tu harén el cómo se sienten de estar ahí. Tal vez deberíamos preguntarle a Hongki qué le pasó cuando se negó a estar contigo. —Saeng plantó las manos en las caderas y miró al Amir—. Estoy seguro de que estaba encantado de ser entregado a tu guardia personal. Las cicatrices que llenan su cuerpo dicen lo mucho que se divirtió.

Saeng tiró su chaleco y se agarró del collar alrededor del cuello, sosteniéndolo arriba para que todos lo vieran. —Estoy seguro que a todos les gustaría saber cómo robaste el Demonas Amaté de un Djini. Yo estaba marcado. Mi pareja me dio este pendiente. Y todavía querías obligarme a ser tu consorte, amenazando con matar a mi Djini si yo no estaba de acuerdo. ¿Y por qué? Porque yo soy el único habitante de la superficie que ha derrotado a un Shaiatín.

—¿Te atreves a cuestionarme? —rompió el Amir—. Guardias, apodérense de él y lleven a cabo su castigo inmediatamente. Él trató de matarme y el castigo es una sentencia de muerte inmediata.

—Amir, si tratara de matarte, estarías muerto.

A pesar de sus palabras, Saeng pudo ver a algunos de la guardia personal del Amir ir en su dirección. Vio a un par de los guardianes que comenzaban a ir hacia él, pero se detuvieron en el momento en que Hee levantó su mano y sacudió la cabeza. Al parecer, no todos los guardias escucharon al Amir.
Justo antes de que los guardias llegaran a él, Saeng gritó: —¡Nunca te he tocado, Amir, y tú lo sabes! Lo único que quieres es hacerme callar antes de que pueda decirle al mundo el cabrón baboso que eres.

—¿Cómo te atreves?

—Uh-huh. ¿Por qué estás tan enojado, Amir? —preguntó Saeng—. Si no fueras un habitante de la superficie, no sabrías lo que significa cabrón.

Saeng giró en círculo, evitando a los guardias tratando de agarrarlo. —Yo les pregunto, ciudadanos de Jinnistan, ¿saben lo que significa cabrón? ¿Alguna vez han oído hablar del término antes?

Saeng oía el murmullo bajo de la multitud. Podía sentir el malestar. No querían creer lo peor de su Amir, pero las palabras de Saeng provocaron curiosidad en ellos. Todas las miradas parecían volverse hacia el Amir.

—Es un término de los habitantes de la superficie, uno de mi mundo, no del de ustedes.
Un guardia llegó a Saeng. Lo eludió, moviéndose alrededor de Hee, que trató de sofocar una carcajada mordiéndose el labio. Saeng habría disparado al hombre con una sonrisa, si no estuviera ocupado esquivando a otro de los guardias personales del Amir.

—¿No pueden hacer nada bien? —Gritó el Amir—. Agárrenlo. Él es sólo un hombre.

—¿Por qué no vienes aquí y me atrapas tú, Amir? —Saeng gritó—. ¿O me tienes demasiado miedo, a un simple habitante de la superficie?

Saeng sabía que sus palabras provocaron al Amir que gruñó en voz alta y comenzó a bajar una escalera de piedra que estaba a un lado. El rostro del Amir estaba rojo de ira. Si Saeng tenía algo que ver con ello, el resto del cuerpo del Amir pronto también estaría rojo. Tenía la intención de golpear tan duro al hombre que perdió el control total.

—Nunca he tenido miedo de un habitante de la superficie —gritó el Amir a medida que avanzaba sobre Saeng—. No eres más que una babosa perezosa.

—¿En serio? —preguntó Saeng—. Entonces ¿por qué quieres con tanta fuerza que yo sea tu consorte si sólo soy una babosa perezosa? Tu guardia personal estaba allí cuando me tomaste de mi Djini. Pueden dar testimonio del hecho de que amenazaste con matar a Hyun si no iba contigo.

Saeng gruñó cuando dos guardias finalmente lo alcanzaron y lo agarraron por los brazos. Luchó con ellos brevemente hasta que sintió una hoja filosa presionarse en su cuello. Saeng se quedó inmóvil, tratando de no tragar demasiado. Quería mantener la cabeza derecha donde estaba.

—¿Fue algo que dije? —preguntó Saeng.

El Amir se detuvo justo en frente de Saeng, con un aspecto de pura satisfacción en su rostro. —Tú vas a pagar por tu falta de respeto con tu cabeza.

—No puedo respetar a alguien que no lo merece.

El Amir agarró la espada del guardia que estaba más cercana de él y la levantó sobre su cabeza. —Voy a tener un gran placer en ello.

Saeng empujó contra los guardias que intentaban forzarlo a caer de rodillas. Podía sentir la cálida humedad de la sangre gotear de su garganta por la hoja que permanecía apretada allí. Cerró los ojos por un momento y envió una oración para que todo fuese rápido.

Al abrir los ojos una vez más, Saeng los levantó para encontrarse con los del Amir. Escupió a sus pies. —Hyun te va a matar por esto.

—Él va a morir antes de que tu sangre esté fría.

El brillo salvaje en los ojos locos del Amir le dijeron a Saeng que el hombre no estaba bromeando. Él tenía toda la intención de matar a Hyun en la primera oportunidad. Saeng sintió una llamarada de ira incontrolable a través de su cuerpo.

No le importaba si iba a perder su cabeza. Él no dejaría que nadie matara al hombre que amaba.

Saeng sabía que tenía temperamento. Él siempre lo había tenido. Pasó su vida tratando de controlarlo y mantenerlo en secreto. Con las palabras del Amir, Saeng construyó la ira dentro de él y dejó que se liberase, convirtiéndola en una hirviente furia.

Llamas se encendieron a lo largo de la piel de sus brazos, impulsadas por su ira. Los guardias que sostenían a Saeng de rodillas gritaron y saltaron de nuevo cuando su ropa se incendió. Saeng se levantó lentamente, sin apartar los ojos del Amir.

Una parte de él sentía gloria en el temor abyecto que podía ver cada vez mayor en los ojos del hombre. Otra parte de Saeng temía en lo que se estaba convirtiendo, temía a la furia que había desatado. Saeng señaló con su dedo de fuego al Amir.

—Tú no vas a tocar ni un pelo en la cabeza de Hyun—dijo Saeng gravemente—. Yo soy su Demonas Amaté, y voy a verte muerto antes de que le hagas daño.

Saeng sintió que algo lo golpeaba en la espalda. La multitud se quedó sin aliento. Saeng giró a ver a uno de los guardias reales del Amir de pie detrás de él, espada en mano. Saeng sabía que el hombre le había golpeado con la espada, pero no sentía dolor en la herida, sólo una ardiente ira.

El horror en la cara del hombre mientras se alejaba de Saeng era casi risible. Saeng no era un hombre cruel, incluso en su ira. Le daría una oportunidad al guardia y entonces todas las apuestas estarían cerradas.

—Si dejas caer tu espada y te vas ahora, no te haré daño.

El guardia dejó caer su espada y corrió delante de Saeng que aún estaba terminando de hablar. Saeng giró hacia los guardias personales del Amir. —Ustedes tienen una opción —dijo Saeng—. Pueden seguir a su compañero o pueden quedarse aquí y luchar contra mí. No pierdan la vida porque sientan la obligación de apoyar a un hombre que no tiene por qué ser el Amir. Él es un mentiroso y un tramposo y utiliza a la gente para su propio beneficio personal. Él no se preocupa por ustedes.

Otros dos de los guardias dejaron caer sus espadas y huyeron del escenario.

Tres se quedaron atrás. Tenían sus espadas en sus manos como si estuvieran listos para atacar en cualquier momento. Dos de los guardias restantes quedaron quietos parados frente a él. El tercero tenía un brillo en sus ojos que le dijo a Saeng que no iba a irse fácilmente.

Saeng ladeó la cabeza a un lado mientras que él consideraba al hombre. —Tú eres el que lastimó a Hongki, ¿no? Lo torturaron porque él no se sometió al Amir.

El hombre sonrió, mostrando sus dientes completamente blancos y dos colmillos afilados. —Se merecía lo que le sucedió. Se negó al Amir. Nadie se niega al Amir.

—Hongki es el Demonas Amaté de un Djini, tal y como lo soy yo —dijo Saeng a la audiencia que los veía en shock. Saeng podía oírlo en sus voces mientras hablaban entre ellos—. ¿Qué derecho tenía el Amir a impedirnos estar con nuestros compañeros?

—¡Él es el Amir! —gritó el guardia, como si eso lo explicara todo.

—Me importa una mierda si él es el Papa. Él no tiene el derecho de obligar a la gente a ser sus juguetes sexuales si no quieren serlo. Nadie tiene ese derecho. —Saeng agitó su mano en el aire, apuntando en la dirección en la que esperaba se encontrase el harén—. Hay más de un centenar de personas allí en el harén del Amir que se han visto obligadas a estar allí, bajo pena de muerte. ¿Cuántos de ellos tienen compañeros aquí? ¿Cuántos de ellos tienen familia? ¿Cuántos de ellos han sido torturados por ti, si no hacían lo que el Amir quería?

—Él es el Amir —gritó el guardia—. Él es el gobernante de Jinnistan, la autoridad final en todo.

—Uh, eso no es exactamente así.

La cabeza de Saeng cabeza giró hasta ver el balcón real, al sonido de la voz más querida que nunca pensó volver a escuchar. —Hyun—susurró. Hyun Joong estaba al lado de sus hermanos del clan, Kyu, Min y Kyuhyun. Kyu estaba al lado de Hongki.

Antes de que Saeng pudiera ceder a su deseo de correr hacia Hyun, la conmoción alrededor de la arena llamó su atención. Saeng giró en un círculo, mirando a cada lado de la habitación que se llenaba de hombres muy grandes, hombres que se parecían a Hyun y a sus hermanos.

—¿Cuál es el significado de esto? —gritó el Amir.

—Es todo muy simple, Amir. Hace mucho tiempo, antes de la Gran Guerra, Jinnistan fue gobernado por los clanes, cada clan tomaba el control durante cuarenta años —dijo Hyun cuando él comenzó lentamente a caminar hacia el piso de la arena, sus hermanos detrás de él—. Después de la Gran Guerra, la mayoría de Jinnistan fue devastada. Casi todas las casas de los clanes fueron destruidas. Se decidió entonces que alguien fuera elegido para gobernar Jinnistan hasta el momento en que los clanes pudieran ser reconstruidos.

Hyun se detuvo delante del Amir. Señaló a las casas de los diferentes clanes alrededor de la gran sala, todos los cuales fueron poco a poco haciendo su camino hacia el piso de la arena. —A mi parecer, las casas de los clanes han sido reconstruidas desde hace algún tiempo, Amir. Es hora de que renuncies a tu trono.

—¡No! —Gritó el Amir—. Yo soy el Amir. Tú no me puedes hacer renunciar a mi trono. Un Amir ha estado a cargo de Jinnistan durante generaciones, desde mi padre, el padre de mi padre, y su padre antes que él. Mi familia ha gobernado durante siglos. Vamos a seguir gobernando durante más siglos.

Kyuhyun repentinamente sacó un pergamino enrollado de su camisa. Lo sostuvo en el aire para que todos lo vieran. —De acuerdo con estos pergaminos, los clanes son los gobernantes de Jinnistan. La figura del Amir fue sólo una autoridad temporal hasta que los clanes pudieran ser reconstruidos. —Kyuhyun giró hacia el Amir, una mueca leve en su cara—. Y toda mención de esto fue robado de nuestros antiguos pergaminos para que nadie lo supiera.

—Entonces no existe —insistió el Amir alegremente.

—No todo el mundo mantiene sus registros antiguos en el mismo lugar, Amir —dijo Kyuhyun—. Algunos de nosotros optamos por mantener copias bajo custodia para que ciertas personas no puedan destruirlas.

—Mentiras, todo mentiras —gritó el Amir cuando él se dio la vuelta para hablar con la gente que estaba muy inquieta—. ¿No se dan cuenta de que están tratando de apoderarse de Jinnistan, para tomar mi trono?

—¿Tu trono? —dijo Hyun—. Vamos a hablar de tu trono, ¿de acuerdo? Tu madre murió cuando naciste, ¿correcto? Saeng sabía antes de que el Amir llegara a decir algo hacia dónde iba esa línea de conversación. Se mordió los labios para guardar silencio.

—Sí, ¿por qué?

—Y que te presentaron a Jinnistan en tu quinto cumpleaños, como es la correcta costumbre.

—Sí.

—¿Dónde estabas antes de eso y por qué nunca vimos a tu madre mientras ella estaba embarazada de ti? ¿Por qué no hay ningún registro de que tuvieras una nodriza o alguien que te cuidara antes de los cinco años? ¿Dónde habías estado hasta entonces, Amir?

—Yo estaba aquí en Jinnistan, en el palacio real.

—¿Lo estabas? —preguntó Hyun. Él comenzó a caminar lentamente alrededor, con las manos entrelazadas a la espalda—. Entonces, ¿por qué nadie se acuerda? ¿Por qué no hay ningún registro de que tú estuvieras en Jinnistan antes de los cinco años de edad?

Saeng vio a su compañero pasear alrededor, sintiéndose más orgulloso del hombre de lo que nunca había estado por nadie. Hyun no sólo creía en él, sino que investigó al Amir para convalidar su teoría.

Si podían probar que el Amir era un fraude, podría derrocarlo de su trono.

Saeng giró a ver la reacción sería del Amir cuando vio el destello de luz de una hoja de acero. Antes de que pudiera pensar en los méritos de su idea, Saeng se arrojó ante Hyun, colocando su cuerpo ante la espalda que quería herir a su pareja por la espalda.

Un intenso dolor atravesó el cuerpo apuñalado de Saeng mientras la hoja de algo se hundía en su carne. Saeng apretó los dientes, pero su grito de dolor aún resonaba en la arena como si gritase por un megáfono.

Oyó el rugido de Hyun que giró y luego sintió sus fuertes brazos acunándolo. Trató de exhalar parte del aire que había dejado en sus pulmones, pero cada vez que lo hacía sentía un intenso dolor, como si le arrancaran algo de su cuerpo. Saeng se agarró desesperadamente a Hyun.

—Hy-Hyun…

—Shh, no trates de hablar, Demonas Amaté —susurró Hyun.

—Du… duele.

—Lo sé, Saengie—dijo Hyun suavemente, su rostro contraído por la angustia—. El dolor va a desaparecer en un minuto.

Saeng frunció el ceño ante el llanto silencioso que podía ver en los ojos oscuros de Hyun. Su mano temblaba incontrolablemente cuando la levantó y limpió una lágrima de la mejilla de Hyun. —No… no llo… llo… llores. Te… a…amo.

—Te amo, también, Saeng, mi Demonas Amaté. —El susurro roto de Hyun le hizo comprender a Saeng que el dolor que sentía era insignificante en comparación con la alegría de las palabras que el hombre le había dicho.

Saeng hubiera querido decir algo más. Había cientos de cosas que quería decir, pero él se sentía tan
cansado. Le tomaría mucho esfuerzo. También sentía frío otra vez, hasta las profundidades de sus huesos, como se sentía cuando él no tenía a Hyun para que lo calentase.

—Fr… frío.

—Shh... lo sé, Demonas Amaté —dijo Hyun—. Te mantendré caliente. —Saeng vio cómo la mano de Hyun se encendió y se dirigió hacia él. No sentía miedo de las llamas lamiendo a lo largo de la piel de Hyun. Su compañero era un demonio de fuego.

—No, no, Saeng—exclamó Hyun cuando los ojos de Saeng empezaron a cerrarse—. Mantén tus ojos abiertos, Demonas Amaté. Quédate conmigo.

—Ta… tan cansado, Hy-Hyun.

Inhalando fuerte, Hyun sacudió el cuerpo de Saeng. Hyun Joong cerró los ojos por un momento, las lágrimas se escapaban por debajo de sus pestañas antes de que él los abriera de nuevo. Saeng podría decir que el hombre estaba tratando de sonreír para su beneficio.

—Está bien, Demonas Amaté, descansa y te veré cuando te despiertes. —La expresión de Hyun era de una silenciosa miseria, como si su propia alma se estuviera muriendo.

Saeng utilizó lo último de su fuerza menguante para alcanzar y acariciar el lado de la cara de Hyun, viendo cómo los ojos del hombre brevemente se cerraban mientras se apoyaba en la suave caricia. Cuando los abrió y Tehmper miró hacia él, Gabe sonrió.

—Mi Hyun.

Saeng escuchó un grito de angustia pura llenar la habitación mientras se desvaneció. Le dolía el corazón cuando la pesadez de sus párpados hizo que se cerrasen. Él no era ningún estúpido. Sabía que se estaba muriendo. Su mayor pesar era que él dejaría a Hyun. Él sólo deseaba no tener que hacerlo.

—¿Es eso lo que realmente deseas?

Los ojos de Saeng se abrieron de golpe. Fue cegado momentáneamente por el brillo de la luz blanca que lo rodeaba. Saeng parpadeó varias veces hasta que la habitación entró en su foco. Se dio cuenta de que estaba en un piso de color blanco puro, y todo a su alrededor se desvaneció en la nada.
Excepto para el hombre de pie sobre él.

—Bien, responde a mi pregunta —dijo el hombre—. No tengo todo el día, ya sabes. Soy un hombre muy ocupado.

—¿Quién eres? —Preguntó Saeng cuando se puso de pie. Frunció el ceño, dándose cuenta de que no sentía dolor, ni frío, ni nada.

—Por supuesto que no sientes nada, Heo Young Saeng. Estás muerto.

—¿Estoy muerto? —Saeng dio unas palmaditas con sus manos sobre su pecho. Podía sentirse a él mismo acariciando su cuerpo. ¿Cómo podía estar muerto?

—Bueno, técnicamente, estás en el limbo, el mundo entre los mundos.

—¿Cómo puedes leer mi mente? —preguntó Saeng con asombro—. ¿Y tú quién eres?

—Soy conocido por muchos nombres: Gabriel, Gabrielus, Gabriēl, incluso Gabriele. Podría seguir, pero no es por eso que estoy aquí. Básicamente, soy una especie de mensajero.

—¿Un mensajero? ¿Para quién?

Gabriel señaló hacia arriba.

—No he sido religioso desde hace mucho tiempo.

El hombre se rió entre dientes. —Lo sé, pero eso no le importa a los tipos grandes. Todavía mantienen un ojo en ti.

—¿Los grandes? —preguntó Saeng—. ¿Hay más de uno?

Gabriel se echó a reír. —Algunos, de hecho, aunque no todos ellos son hombres. Sin embargo, parece que tienen una debilidad por ti.

—¿Por qué yo?

—¿Por qué tu nombre es Saeng? ¿Por qué tu compañero es un demonio de fuego? ¿Por qué es azul el cielo? —El hombre frunció el ceño—. Tantas preguntas y tú no has respondido a la que yo te hice.

—¿Qué pregunta?

—¿Realmente deseas no separarte nunca de Kim Hyun Joong?

Gabriele levantó la mano cuando Saeng abrió la boca. —Antes de responder, lo que necesitas saber es que hay un problema. Los grandes tienen sentido del humor, lo que significa que siempre hay problemas.

—¿Problemas? —Toda clase de horribles escenarios empezaron a ir por la mente de Saeng. Podía quedarse con Hyun como su perro. Podía quedarse con Hyun pero sólo verlo desde lejos. Podía quedarse con Hyun pero como una mujer.

Gabriel se echó a reír. —No, pero esto último, sería interesante, ¿no?

Saeng frunció el ceño. No lo creía. Y no le encontraba a esta situación nada divertido.

—No, estoy seguro de que no resulta divertido en absoluto, pero ten paciencia conmigo. A causa de tu acto desinteresado por salvar a Hyun, se te ha dado la oportunidad de elegir. Uno: puedes volver a tu mundo, borrando todo los recuerdo de Hyun Joong y el mundo de los demonios. Dos: continuar muerto, en cuyo caso tienes un boleto asegurado para ir arriba (Se refiere que tiene un boleto asegurado al cielo.). Y ese no es un mal lugar para pasar la eternidad, créeme.

—¿Y tres?

—Puedo devolverte a Jinnistan y a tu demonio sano y salvo y con vida. Sin embargo, si optas por la opción número tres nunca se te permitirá regresar a la superficie. Tú tendrás que vivir el resto de tus días en Jinnistan.

—¿Con Hyun?

—Sí.

—Entonces elijo a Hyun—dijo Saeng sin dudarlo.

Gabriel sonrió. —Pensé que dirías eso.

Gabriel le dio unas palmaditas en la espalda a Saeng. —Sólo recuerda que los grandes mantienen un ojo en ti, y ellos esperan que puedas vivir una vida larga y feliz con tu demonio. Así que no lo jodas.

—¿Puedes decir eso? —susurró Saeng. Dio un salto y levantó la vista cuando de repente un trueno estremeció la sala.

—Bien, se supone que no, pero se me sale de vez en cuando. Sólo recuerda lo que dije, Young Saeng, y todo irá bien.

Gabriel puso la mano en la frente de Saeng y le dio el más ligero empujón. Saeng lo sintió en todo el camino hasta los pies, como si un rayo hubiera golpeado su cuerpo, y cayó hacia atrás, el cuarto a su alrededor desvaneciéndose mientras continuaba cayendo.

Repentinamente, Saeng se detuvo con un ruido sordo. El dolor llenó su cuerpo, llegando a todos sus nervios, como si hubiera caído justo al lado de un edificio de diez pisos. El aire se precipitó de sus pulmones y gritó de dolor.

Tan rápido como el dolor golpeó a Saeng, se había ido. Todo se había ido: el dolor, el cansancio, el frío. Todo lo que Saeng podía sentir eran los fuertes brazos que envolvían su cuerpo y el rostro enterrado en su cuello, mientras las lágrimas del otro hombre resbalaban por su piel.

—¿Hyunnie? —susurró.

El cuerpo que lo sostenía se congeló, luego Hyun levantó lentamente la cabeza.

Sus ojos se abrieron aun cuando su rostro palideció en estado de shock. —¿Saeng?

Saeng se acercó y secó las lágrimas de la cara de Hyun.


Continuara.............

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