sábado, 11 de octubre de 2014

El novio de reserva. Capitulo 29


Min no podía recordar la última vez, si es que hubo alguna, que la necesidad de estar dentro de alguien lo atravesara con tanta intensidad.

Pero mientras habían estado sentados en el restaurante, con Min en medio de una enfurruñada autocompasión —y, Jesús, ¿no debería haberse recuperado de la pérdida de Kyu ahora?— Jun había metido su cabello detrás de la oreja, dejando al descubierto la línea de su mandíbula. Min se había quedado momentáneamente paralizado, imaginando a su lengua trazando el ángulo y sus labios sobre el pulso en el cuello. Tenía ganas de marcar la piel de Jun. Min había pasado el día tratando de mantener sus manos lejos como se había prometido, pero de repente fue golpeado por el insaciable deseo de enterrarse dentro de Jun y no darse un respiro. 

La necesidad lo consumía por completo. Abrumándolo. Conduciéndolo a la locura.

Y ahora mismo se sentía jodidamente demasiado lejos de lo que él tenía, que era jodidamente fabuloso, a todo lo que él quería, que era todo. Todo de Jun extendido sobre su espalda, los tobillos por encima de su cabeza y con Min enterrado profundamente en su culo. En un intento por acercarlo más, Min enganchó los dedos en los jeans de Jun y maniobró sus cuerpos dentro de la habitación, atrapando a Jun contra la pared.

Sus dos pollas duras ahora se presionaban entre sí a través de varias frustrantes capas de mezclilla y algodón.

—Necesito... —Min gimió contra la boca de Jun mientras pateaba la puerta para cerrarla—. No puedes…

«Dejarme como lo hiciste antes.»

Min se lanzó para otro beso de esos que drogan hasta el alma antes de volver a intentarlo. Pero la imagen mental de los dos doblados como un pretzel fue demasiado, robándole su capacidad para hablar. —Yo... demonios…

Como el día en la clínica, las palabras se tropezaban de forma caótica en su mente. Se esforzó por organizarlas en el orden correcto, pero se le escaparon sin consultar a su cerebro. Un lío incoherente de "necesito" y "no puedo" y "ahora" se deslizaban al azar de su boca entre calientes, desordenados besos, sin ningún orden en particular y sin ningún significado en particular.

A tientas con las manos y con los dedos volando por todas partes, Min trabajó en la ropa de Jun porque quería quitarla, quitarla, quitarla. Con sus caderas todavía atrapando a Jun contra la pared, Min empujó la camiseta de Jun por encima de su cabeza, dejando unos caprichosos mechones de cabello parados en todas direcciones por la estática. Min la tiró a un lado y agarró los jeans de Jun.

Min consiguió deshacer el botón y gruñó en señal de victoria, sólo para que las cosas se deterioraran brevemente cuando Jun trató de ayudar con la camisa de Min. Los dedos de Jun deslizándose hacia arriba por el pecho de Min, obstaculizó sus esfuerzos, frenándolos. Y cuando Jun alcanzó los pezones de Min... Mierda, ahora Min apenas podía ver bien.

Alejó las manos de Jun de golpe. —Deja de ayudar.

Impaciente, él quería a Jun desnudo ahora, porque no se trataba sólo de conseguir alivianarse. Un orgasmo no era la única intención de Min. Quería estar dentro de Jun cuando se corriera y ver el rostro de Jun mientras él lo hacía. Quería ver el color subiendo por sus mejillas y la oscura-oh-estoy-tan-cerca-mirada, en esos ojos. Necesitaba sentir el semen de Jun derramarse en su piel.

Min luchó con la parte delantera de los jeans de Jun sometiéndolos, haciendo chasquear la cremallera al abrirla antes de hundir su mano por delante. Dos frustrantes segundos pasaron mientras Min buscaba por debajo de la cinturilla de los calzoncillos.

Santo infierno, nunca antes se había sentido tan torpe durante el sexo. Sus dedos finalmente excavaron un túnel en el interior y acarició la polla completamente erecta, dura, y todavía cubierta por la piel más suave. 

Min circundó la rendija de Jun con el pulgar, lubricándolo con el líquido pre-seminal, y Jun ahogó un sonido que parecía algo así como un sollozo. ¿Y Min?

Min permaneció en silencio, tan agradecido de tener a Jun de nuevo entre sus brazos que apenas podía respirar.

—Quítatelos —Min gruñó.

Jun obedeció, empujando sus pantalones hasta el suelo y pateándolos a un lado. Min los giró alrededor y condujo de espaldas a un Jun gloriosamente desnudo hacia el centro de la habitación. Su boca consumiendo unos labios suaves, Min detectó un indicio del humo de la barbacoa y aire fresco aferrándose en el cabello de Jun mientras lo conducía con un destino en mente.

Un propósito.

Una meta.

Cuando llegaron a la cama, Min siguió avanzando, y los dos cayeron hacia abajo, rebotando en el colchón.

Min aterrizó encima de toda esa piel desnuda y dejó escapar un silbido satisfecho. —Sí.

Con un brazo apoyado a un lado de la cabeza de Jun, Min se inclinó hacia adelante, tratando de desabrochar sus jeans y aun así mantener sus labios sellados. Los besos de boca abierta se volvieron francamente obscenos. Jun se encontraba con él una y otra vez, su lengua acariciando la de Min, pero sus manos permanecían envueltas alrededor de los bíceps de Min. Ya sea que Jun lo sostenía a causa del ritmo loco o porque se negaba a interferir de nuevo, Min no estaba seguro. Con un gruñido de satisfacción, Min finalmente bajó la cremallera de sus jeans.

Sólo llegó a desabrochar el frente antes de sacar su polla y dejarla caer, demasiado ansioso como para tomarse el tiempo necesario para quitarse la ropa. Sus pollas alineadas lado a lado como si hubieran estado esperando que los hombres consiguieran estar uno sobre el otro y seguir con el programa, y Min dejó escapar un gemido largo y lento.

Porque él estaba tan jodidamente de acuerdo con el sentimiento.

De repente cayó en la cuenta de que no le había preguntado a Jun si esto estaba bien, si se le permitiría estar aquí de esta manera, extendido encima de él. Pero cuando Jun gimió y empujó sus caderas en busca de fricción, Min pensó, que en este punto, la pregunta sería jodidamente estúpida.

—Lubricante —Jun jadeó, seguido de—: Condón.

Y sí, pedir permiso ahora sería dar unos diez pasos en la dirección equivocada.

Min metió la mano en el bolsillo trasero y sacó un paquete de lubricante y un condón. Cuando había caminado hacia la habitación de Jun no había tenido ninguna duda en su mente de que iban a terminar aquí, que los dos se encausarían desde donde habían sido descarrilados por Hongki y sus idiotas opiniones.

Jun inclinó sus caderas y extendió sus muslos en invitación, concediéndole a Min acceso completo.

—Mierda —dijo Min con un suspiro tembloroso.

Hizo un trabajo rápido con el preservativo y el lubricante, buscando a tientas sólo por un momento, graciasmuchasgracias.

Min trabajó en abrir a Jun, pasando de uno a dos y luego a tres dedos, apenas tomándose el tiempo para procesar la respuesta de uno antes de agregar el otro. Sabía que iba demasiado rápido, pero Jun simplemente enterraba sus uñas romas en los brazos de Min y movía sus caderas en suplicantes círculos. No ofreció resistencia, sólo exigió más. Jun movió las piernas más alto y las instaló alrededor de la espalda de Min levantándose aprisa. 

Pero Min anhelaba una mejor fricción. 

Más contacto.

 Diablos, él necesitaba apalancarse.

Min pasó un brazo por debajo de Jun . —Espera.

Lo arrastró por la cama hasta que el culo de Jun llegó al borde y Min podría plantar firmemente los pies sobre la alfombra. Ni un segundo pensamiento entró en su mente mientras alineó su pene contra el agujero de Jun y empujó, tocando fondo en un largo recorrido.

El apretado calor envolvió su polla, y Min dejó escapar un siseo y se quedó inmóvil, sus miembros tensos. 

Hasta el más ligero temblor podría haber desgarrado cada uno de sus músculos. 

Luchó contra el impulso de moverse mientras que las palabras que corrían alrededor de su cabeza desde que Jun había terminado las cosas —las mismas que habían luchado por salir cuando Min las había logrado cazar en la clínica— finalmente escaparon.

—Esto no ha terminado —Min soltó con voz áspera.

La agitación que había estado sintiendo en su interior desde que Jun había puesto su amistad, o relación, o lo que-carajos-esto-fuera quedó en suspenso. Min movió sus caderas hacia atrás antes de empujar de nuevo, y Jun arqueó la espalda para recibir a Min.

—Lo sé —murmuró Jun.

De alguna manera, la admisión se sentía horriblemente insuficiente. Min apretó la frente contra la de Jun y repitió el proceso, casi saliéndose por completo, seguido por un duro impulso hacia adelante, enterrándose hasta la empuñadura.

Las duras palabras pasaron como un chorro de arena a través de la garganta de Min. —No hemos terminado.

—Lo sé.

Esta vez la confesión de Jun retumbó como una Harley perfectamente afinada, y no había ni una jodida manera en que Min pudiera prepararse para la cantidad de oportuno miedo que sabía que su declaración —y la respuesta de Jun — generarían.

Haciendo el pensamiento a un lado, Min comenzó a un ritmo exigente que esperaba como el infierno poder mantener. El tiempo se borró. La cama crujió.

Hasta que el aliento de Min llegó convertirse en temblorosos jadeos.

Y debido a que el bombardeo en el culo de Jun y su respiración no eran lo suficientemente duros. Min sintió la necesidad de también mantener el control de los labios de Jun. Así que empujó las piernas de Jun más alto. Y con los codos presionados contra la cama, Min pasó los dedos por entre el cabello del hombre, sosteniendo la cabeza en su lugar así él podría devorar la boca de Jun al mismo ritmo que sus caderas.

Jun murmuró incoherentemente, confusos sonidos entremezclados con ruidos quejumbrosos mientras Min se estrellaba contra él sin descanso. Con los dedos enterrados entre el cabello de Jun, Min clavó a Jun a la cama, con miedo de que de repente cambiara de opinión acerca de querer esto, acerca de quererlo. 

Pero Jun parecía incapaz de nada más allá de abrirse más para Min y suplicarle que tomara más. Aún mejor, Jun se inclinaba hacia las caderas de Min cada vez que su polla golpeaba dentro.

Los movimientos se volvieron codiciosos, calientes, duros, y ahora Min apenas si se retiraba antes de empujar de nuevo dentro. —Jun.

En respuesta, los dedos de Jun se clavaron en los brazos de Min, dejándolos marcados. Pero a Min no le importaba. El sudor humedeció la camisa de Min, su espalda echando vapor, pero eso tampoco le importó, no mientras estaba ocupado reclamando a Jun. Con tanto que ver, Min lidió con lo que más prefería. 

¿La boca floja de Jun o los ojos en blanco a causa del placer? ¿Su expresión desesperada o el color rojizo de sus mejillas?

Pero, Jesús... La vista del culo desnudo de Jun con Min completamente enfundado en él hizo el momento mejor, más caliente, más urgente.

Jun contuvo el aliento. —Por favor...

El placer aumentó desde dentro hacia afuera, apretando a Min con más fuerza, intensificando cada sensación. Los fríos dientes de la cremallera de Min presionados contra su polla y el roce áspero de la mezclilla rasguñando su piel. Inhalar el oxígeno suficiente se convirtió en un verdadero desafío. Pero aun así quería a Jun más cerca, necesitaba más.

Y el peso de ese deseo era jodidamente terrible.

Jun sonaba roto. —¡Min!

Min miró la polla rojo sangre de Jun , hinchada y brillante en la punta. La visión envió la madre de todas las estremecidas sacudidas a través de él.

La desesperación hizo ronca la voz de Min. —Tócate.

—Pero voy a…

—Hazlo ahora.

Jun metió su mano entre ellos y se dio varios tirones al tiempo con los empujes de Min. Precariamente cerca de la combustión espontánea, Min gruñó mientras sus caderas tartamudearon, perdiendo el ritmo. Jun arqueó su cuello, su espalda rígida, mientras gruesas y blancas rayas de semen fueron disparadas hacia su pecho, y Min casi sollozó con alivio. Clavó los dedos de los pies en la alfombra y dando un último empujón, el placer incineró todas sus células.

 Todo el aire salió de golpe de sus pulmones, sus ojos se pusieron en blanco y su visión se volvió negra.


Continuara..............

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