Jung Min sabía que debió haber entendido mal. ¿Cómo podría alguien sobrevivir sin comer carne?
—Come, te hará fuerte.
Jun negó con la cabeza.
—Soy tu Maestro y tú obedeces mi voluntad. Eres demasiado pequeño como estás. Vas a crecer más fuerte después de tomar un poco de carne.
Jun apretó los labios.
—Voy a tener que castigarte por esto. —Jung Min no quería, pero no podía tener a su mascota desafiándolo.
—Entiendo, Señor, pero yo nunca he comido la carne de un animal y no voy a hacerlo ahora.
La ira ardía en el emperador. —Soy el amo aquí y vas a hacer lo que te digo.
Los ojos de Jun brillaban, pero en una señal de increíble control ni una lágrima cayó. —Tal vez, entonces, no estoy destinado a ser su mascota. No puedo ir en contra de la voluntad de la diosa.
La ira de Jung Min lo dejó tan rápidamente como había surgido, cuando se dio cuenta que no era sólo la obstinación en nombre de su mascota.
—¿Qué más no te permite la diosa? —acurrucó más cerca a Jun , dispuesto a que compartiera sus creencias, para que pudiera entenderlo mejor.
—Somos inquilinos de la tierra y, como tal, sólo se puede comer lo que proporciona. Muchos de mi pueblo comen peces y los animales que se están preparando para morir, pero nunca he sido capaz de soportarlo.
—¿Así que la carne te enferma? —Jun asintió. Min frotó la mejilla en la cabeza de Jun. Quería que el cocinero escondiera furtivamente un poco de proteína en las futuras comidas de Jun. Había otras fuentes que podían utilizar, que no incluía a los animales. Besó la cabeza brillante, susurrando al oído de Jun. —No voy a castigarte esta vez, mascota, pero no creas que siempre voy a dar marcha atrás.
Estaba muy emocionado cuando Jun respondió con un suave: —sí, Maestro.
El resto de la comida se llevó a cabo pacíficamente, con Jun aceptando educadamente todo lo dado y Min asegurándose con cuidado de que ninguno de los alimentos que le suministraba incluso tocaran la carne en el plato.
—¿No te molesta que yo coma carne, verdad?
—Siempre y cuando no entre en mi cuerpo, no me importa.
—Bien. —Min no planeaba renunciar a la exquisitez que proporcionaban sus cazadores. Sería hacerlos enojar si su emperador repentinamente no comía los alimentos que le traían. Hizo una nota mental para asegurarse de limpiarse los dientes antes de besar a su mascota.
—¿Esta es su nueva mascota, emperador?
Jung Min volvió su atención a Lady , una mujer que había estado tratando de pescarlo con caña durante años para convertirse en la emperatriz. Porqué lo seguía intentando, cuando todo el mundo sabía que Min prefería a los hombres era algo que no entendía. Si moría, todo el poder gobernante iría a un primo lejano que no podía soportar la vida cortesana.
—Sí, este es Hyung Jun.
Jun no hizo ninguna indicación a la dama, mientras se acurrucaba más cerca de Jung Min.
—Haz que se levante para que pueda verlo mejor —reclamó la imperiosa mujer.
—Tal vez más tarde. —Min le dedicó una amable sonrisa... más un desnudar de dientes—. El pobre ha estado viajando y está cansado.
—Emperador Jung Min.
Min se volvió hacia la voz profunda y vio la cabeza de su guardia, Pello. El guardia entró en la cámara con su brazo envuelto alrededor de un esclavo a su lado. El esclavo, un chico alto y flaco con el pelo negro sucio y de mal aspecto, lo miró desafiantemente.
—Este esclavo trató de escapar. —El guardia arrastró el esclavo detrás de él.
—¿Tienes esclavos?
La expresión de decepción en el rostro de Jun hizo que Jung Min se retorciera.
—Son voluntarios para eso. Ellos firman un contrato para trabajar fuera por los delitos que cometieron o deudas en las que incurrieron.
—Hmm. —Jun apoyó la cabeza sobre el hombro de Min, pero había una tensión en el cuerpo de su mascota que molestaba a Jung Min.
—¿Cómo debemos castigarlo? —reflexionó Min. Esperó para ver si su nueva mascota ofrecería alguna idea. Su primer impulso fue tirar al mocoso en la cárcel y nunca encontrar la llave. Él dejó el espectacular disgusto en sus ojos, complacido cuando el sucio pilluelo palideció.
—¿Por qué no le pregunta por qué se escapó? —preguntó Jun sobre su hombro.
La voz de la mascota era lo suficientemente baja, con lo que Jung Min sabía que fue el único que pudo oírla.
—Dime, muchacho, ¿cómo te llamas?
—Young Saeng, Majestad.
—¿Por qué te escapaste, Saeng? —no es que no le importara, pero no quería que su nueva mascota lo considerara despiadado. Después de todo, Jun no había firmado su contrato aún.
—Estaba cansado de ser azotado. —El chico levantó su camisa, dejando al descubierto largas marcas sangrientas que cruzaban su estómago.
—Eso no es una buena excusa. Si no puedes comportarte, tu propietario tiene el derecho de castigarte.
—Pobrecillo.
Jung Min miró a su mascota y vio la tristeza en los ojos de Jun.
—Es poco más que un niño.
—Él es probablemente mayor que tú.
La expresión de Jun dio vuelta al estómago de Min.
Condenados sean los dioses.
Jung Min suspiró. En realidad, no daba un segundo pensamiento sobre los esclavos. Sin embargo, tuvo que poner un esfuerzo delante de Jun. Le importaba dar una buena impresión al joven, pensaba mantener a la belleza durante más de una hora.
—¿Para qué estás entrenado? —preguntó, una idea se formó en su cabeza.
Saeng agachó la cabeza
—En el trabajo manual. He estado transportando y acarreando desde que era pequeño.
—Excelente, puedes ser siervo de mi nueva mascota.
Saeng miró la posición de Jun en el regazo de Jung Min. —¿Qué haría?
—Preparar su baño, llevar sus cosas, y estar a la mano en caso de que necesite cualquier cosa. Por encima de todo lo protegerás de cualquier daño.
—N-no estoy entrenado para ser un soldado.
Jung Min examinó al chico flacucho con un ojo experimentado.
El muchacho no tenía su cuerpo desarrollado, sin embargo, tenía hombros anchos que le decían a Min que Saeng estaría bien.
—Puedes realizar entrenamiento con armas cada vez que Jun no necesite de tu cuidado.
—Sí, Majestad, gracias. —La esperanza de una vida mejor se encendió en los ojos del joven.
Jung Min se encogió de hombros.
—Yo te hubiera echado de nuevo a la calle o a la cárcel, pero Jun estaría preocupado.
—Gracias, Jun—dijo el chico con sinceridad.
Jun asintió educadamente, pero no habló, como correspondía.
—Bien mascota —dijo Jung Min, acariciando la cabeza de Hyung Jun. Se dio cuenta por los ojos caídos que su mascota se había quedado sin energía.
Min se puso de pie, levantó fácilmente a Jun mientras se movía.
—Es hora de meter a mi mascota en la cama. Por favor, disculpen. Saeng, ven.
—Puedo llevar a su mascota por usted, Majestad —se ofreció Pello, sus ojos codiciosos en Jun.
—No lo creo. Envía un poco de ropa a mi habitación para Saeng. Tal vez algo violeta para que coincida con los ojos de mi mascota.
La expresión horrorizada de Saeng cosquilleó en Min. Tal vez, después de todo disfrutaría tener al esclavo. En general, no se preocupaba por el bienestar de los esclavos o de cómo llegaron a ser esclavos, pero le dolía lo que Jun pensara de él ahora. Jun sería más flexible si pensaba que tenía a un héroe como Maestro.
Cuando llegaron a la habitación de Min, deslizó a Jun en la cama dejando sus pantalones, pero retirando sus botas. Su mascota se había quedado dormido durante su breve viaje por el pasillo. Min se sorprendió por la calidad de su piel e hizo una nota para preguntarle a Jun si tenía más ropa o si necesitaba comprar un guardarropa.
La pequeña mochila de Jun estaba apoyada en una silla junto a la puerta, al menos pensaba que pertenecía a Jun, ya que sin duda no era suya y la calidad coincidía con el resto de las pertenencias de su mascota.
—¿No quiere que lo desnude? —preguntó Saeng.
Min negó con la cabeza. —Necesita descansar. Ha tenido un largo día.
—¿Cuánto tiempo hace que lo tiene?
Min fijó al esclavo con una mirada.
—Jun está recién adquirido y es actualmente mi posesión más valiosa. Tu trabajo no es cuestionarme, sólo eliminar las capas de suciedad que cubren tu cuerpo. No voy a dejarte cerca de mi mascota en tu condición actual. Podrías infestarlo con cualquier alimaña que hayas traído contigo. El baño está por ahí. Esta noche dormirás en una plataforma junto a la cama y lo mirarás. Voy a estar en las reuniones y no puedo hacerle compañía. No quiero que se preocupe por estar a solas en un lugar extraño. ¿Entendido?
—Sí, su Majestad.
—Bien.
Min acarició con una mano la parte superior de la cabeza de su nueva mascota. Sí, Jun era una finura.
Un golpe en la puerta reveló a Pello llevando un par de pantalones de cuero negro y una camisa violeta que se abotonaba al frente. A pesar del color, eran de buena calidad. Él se lo entregó al esclavo.
Mirando hacia abajo a su sucio estado, Saeng se estremeció.
—Voy a tomar un baño.
—Voy a enviar a un sanador para mirar tus heridas —dijo Jung Min.
En realidad no le importaba si el esclavo tenía problemas con sus heridas, sin duda Saeng se había ganado esas marcas, pero el látigo podía molestar a Jun cuando despertara.
Jun no había firmado su contrato del todo... hasta entonces tenía que ser mimado un poco.
Con un guiño al esclavo y un consejo final para velar por Jun, Min siguió a su guardia a la puerta.
Continuara...........
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