domingo, 19 de julio de 2015

El maullido del gato Capitulo Final !!




Jun sonrió y asintió mientras trataba de evitar revolver sus ojos cuando otro miembro de la manada le hizo una reverencia mientras caminaba por el pasillo hacia el despacho donde Min estaba trabajando.

Necesitaba ver a su compañero ahora. Eso era más importante que respirar.

Sacudió la cabeza cuando alguien le hizo otra reverencia. No creía que se acostumbrara nunca a todas las inclinaciones y reverencias que le rendían los miembros de la manada. Era tan solo un tipo corriente a pesar de la insistencia de todo el mundo de que era el rey. Ellos lo veían como una especie de milagro.


Imaginaba que su confusión venía de haber crecido fuera de la manada. Sabía lo que un rey de sangre real significaba para esta. Realmente nunca lo entendería. Jun no creía que nadie debiera estar por encima de la manada, o fuera adorado con fascinación.

En el mes que había transcurrido desde la muerte de su tío, Jun había visto cada vez más la adoración que le tenía su manada. Se manifestaba en el creciente número de cambiaformas felinos que llegaban y le pedían permiso para unírseles. Parecía que todo el mundo quería pertenecer a una que tuviera un gato de sangre real.

La única cosa por la que Jun estaba agradecido era por la multitud de gente que esperaba para satisfacer cada una de sus necesidades. No porque quisiera que los sirvientes atendieran todos sus caprichos, sino porque el lugar era demasiado grande para limpiarlo él solo.

Cuando quedó claro que Jun era un loco de la limpieza, la gran propiedad empezó a brillar cuando todo el mundo intentó con todas sus fuerzas mantenerla limpia y organizada para complacer a su rey. Él todavía hacía un poquito aquí y allá, pero eso era sencillamente porque era obsesivo y lo sabía. También lo ayudaba a calmar sus nervios cuando las cosas se ponían demasiado raras.

Precious, por el contrario, estaba en el cielo. La maldita gata estaba siendo tratada como una reina de su propia manada. Jun estaba seguro de que tendría que ponerle una dieta bastante pronto si la gente no dejaba de darle a escondidas sus golosinas. Ella incluso tenía una cama grande y casi siempre había alguien a su alrededor. Min estaba en lo cierto. La estaban convirtiendo en una consentida.

Pero, tal vez él lo estaba también. Los regalos de flores y alimentos y otros artículos comenzaron a llegar de parte de los miembros de su manada de cambiaformas y de otras de todo el mundo, eso lo asombraba. Parecía que todo el mundo quería darle la bienvenida. Era extraño.

Sonrió y asintió de nuevo cuando otro miembro se inclinó ante él, entonces aceleró su paso por el pasillo. Los efectos del calor del apareamiento estaban empezando a golpearlo por primera vez, y sentía que su piel se iba a caer de su cuerpo. Únicamente quería llegar a Min y que el hombre acariciara cada centímetro de su cuerpo.

Jun iba casi corriendo en el momento en el que abrió la puerta del despacho de Min. Vio a éste y Hyun que levantaron la vista cuando tropezó y cerró la puerta tras él, recostándose contra la fresca madera.

—¿Jun, está todo bien? —Le preguntó Min mientras se ponía de pie.

Jun se mordió los labios y miró al  otro  hombre en la habitación. «¿Cómo puedo decirle que necesito saltar sobre sus huesos sin ofender a Hyun?» se preguntó así mismo. Se apartó de la puerta y dio un par de pasos más cerca de Min, la necesidad de que su compañero rodara a través de su cuerpo le hacía imposible hablar civilizadamente.

—¿Podrías dedicarme algo de tu tiempo? —preguntó Jun con esperanza—. ¿En privado?

—Sí, por supuesto —dijo Min haciendo un gesto a Hyun —. ¿Podríais disculparnos un momento?

—Sí, simplemente no hagas nada hasta que hablemos con Steele. No sé qué pasa con Trent, pero tenemos que enfrentarnos a esto juntos. Kyu ya viene hacia aquí. Una vez que localicemos a Steele, tendrá que venir aquí también, y entonces haremos un plan. ¿De acuerdo?

Hyun tenía los brazos cruzados sobre el pecho mientras miraba alternativamente a Min y Jun, una sonrisa pícara en sus labios. Cuando se limitó a seguir mirándolos, sin hacer ningún movimiento hacia la puerta, el deseo de Jun por Min se sobrepuso a su sentido común.

—Hyun, lárgate de una puta vez.

—Sí, alteza. —El furioso bufido de Jun tropezó con la risa divertida de Hyun mientras iba hacia la puerta—. Que os divirtáis, alteza.

Jun gruñó y sacó sus garras. La risa de Hyun se oía a través de la puerta y por el pasillo. No le hizo gracia y decidió que iba a devolvérsela al hombre de alguna manera. Aunque echarlo así estaba muy bien por ahora.

—¡Jun! —Min exclamó, mirándolo como si hubiera perdido la razón—. ¿Qué diablos te pasa?

Jun llegó a los botones de su camisa y comenzó a acechar a Min. Tenía la camisa desabotonada y fuera de sus hombros para el momento en el que llegó hasta su compañero junto a la gran mesa de madera. Cuando Jun llegó a la cremallera de sus pantalones vaqueros, Min respiró hondo.
—Oh, infiernos, has entrado en celo, ¿no?

El olor de la excitación instantánea de Min golpeó el aire como un tifón. Las rodillas de Jun casi se doblan cuando lo inundó el olor del hombre, el almizcle y la necesidad. Se quitó rápidamente los zapatos y luego se quitó los vaqueros, hasta que su cuerpo estuvo desnudo ante su compañero.

Mientras que su cuerpo, naturalmente, se preparaba para la posesión de Min cuando olía la excitación del hombre, cuando estaba en celo, el efecto era diez veces peor. Jun podía sentir el dolor de su agujero abriéndose, el lubricante natural calentándolo por dentro.

—Min—susurró Jun parpadeando sorprendido. Ni siquiera era él mismo. Parecía más necesitado, y lo estaba, pero su voz también tenía un tono profundo y sensual. Nunca pensó que se oiría sonar así, pero se alegraba de que lo hiciera cuando vio tragar duramente a Min.

Jun caminó hacia delante hasta que se puso entre éste y el borde del escritorio y se inclinó hacia atrás y se acostó en el escritorio, abriendo sus piernas. Vio como Min acariciaba su cuerpo ya muy sensible. Los ojos del hombre eran enormes, casi dominando su rostro.

—Te necesito, compañero.

—¡Santa mierda! —Min se ahogó cuando se arrancaba su propia ropa. Tan rápido como se movía, Jun estaba bastante seguro de que algunas de las prendas de vestir de Min terminarían en la basura ya que las destrozaba mientras se las arrancaba de su cuerpo.

Su respiración se atoró en su garganta cuando Min dejó caer la última prenda de ropa al suelo y dio un paso entre las piernas abiertas. Jun levantó los pies y los colocó en el borde de la mesa, extendiéndose incluso mucho más.

Sabía lo que quería, y lo quería ahora. Y lo que quería era la gruesa, dura y goteante polla de Min. Jun se encorvó hacia delante estirándose para envolver sus dedos alrededor de la ancha polla. Sonrió cuando Min gimió y dejó caer su cabeza sobre sus hombros.

—Te quiero, Min, ahora mismo.

—Jun. —Min volvió a mirar a Jun, sus ojos brillantes de deseo—. Mantén eso y vas a conseguir más de lo que esperabas, gatito.

Jun sonrió. —Cuento con ello.

Min se apoderó de las caderas de Jun con sus manos mientras empujaba sus caderas hacia delante, empujando su polla entre los pliegues de Jun. —¿Qué te hace exactamente este celo tuyo, gatito?
¿Tengo que follarte hasta que no puedas aguantar más o hasta que te desmayes?

—¿Ambos? —Jun gimió—. O lo uno o lo otro.

—Así sea.

Jun estaba excitado más allá de lo que jamás había sentido antes. Estaba quemándose solamente por el olor de la excitación de Min. Pero la sensación que tuvo cuando lo separó y luego, lentamente, empezó a hundirse en su culo era más de lo que el sensible cuerpo de Jun podía manejar.

Gritó, arqueándose en el aire cuando su cuerpo entró en erupción, cordones de blanca semilla nacarada salían de su polla. El cuerpo de Jun siguió sin embargo palpitando, aunque su orgasmo apenas había pasado antes de que lo quisiera otra vez. La polla de Jun ni siquiera se suavizó, se quedó recta y dura.

—Maldita sea, bebé, eso es increíble. —Min sonrió y tiró de sus caderas hacia atrás hasta que únicamente la cabeza de su polla permaneció enterrada en el culo de Jun—. Creo que hemos terminado entonces.

Jun gimió.
—O no.

El grito de alegría de Jun llenó la habitación cuando Min lo embistió de nuevo, llenando cada centímetro de su culo. El cuerpo había dejado de crecer cuando el hombre llegó a los 2.11 metros y 127 kilos. Su polla se había adaptado a su cuerpo, creciendo varios centímetros, más larga y más gruesa.

El aumento de tamaño aseguraba que Jun sintiera cada movimiento realizado por Min, si el hombre se retiraba o se empujaba lo sentía todo. Cada vez que lo follaba, Jun podía sentir como su polla golpeaba su punto dulce todo el tiempo.

Con su cuerpo excesivamente sensibilizado por el celo, el efecto se multiplicaba, su cuerpo era más consciente de cada movimiento, cada toque. Min solo lo había golpeado unas cuantas veces y ya se podía sentir aproximarse otro orgasmo. Estaría muerto al final del día. Jun lo sabía.

¿Es posible morir a causa de demasiados orgasmos?

—¿Te vas a correr otra vez para mí, bebé?

Jun asintió. Podía ver a Min mirando como su polla se deslizaba dentro y fuera de su culo. Su pareja estaba lamiéndose los labios como si el espectáculo fuera estimulante para él. Tenía la piel enrojecida y sudorosa mientras golpeaba en su culo, y al joven le encantaba cada segundo de ello.

El cuerpo de Jun de pronto se tensó, un fuerte grito cayó de sus labios, cuando otro orgasmo lo barrió. Jun jadeaba pesadamente mientras su polla se derramaba de nuevo, más cuerdas de semen aterrizaron en su pecho.

Min lo miró y sonrió, frotando el semen en su piel. —Eso fue jodidamente caliente, bebé. ¿Quieres probar un tercero?

«¿Un tercer orgasmo?»

Los ojos de Jun casi se cruzan. ¿Tendría otro? ¿Podría sobrevivir a otro? El dolor en su todavía dura polla le dijo que no solo iba a experimentar un tercer orgasmo, sino que tal vez más después de este. Jun era consciente de que iba a morir de demasiado placer.

Min levantó repentinamente a Jun en sus brazos y se sentó en la silla detrás de él. El joven se quejó mientras la polla de Min se deslizaba unos cuantos centímetros más. Su cuerpo se sentía como si estuviera en llamas. Apenas podía levantar la cabeza para mirar a su pareja a la cara.

—Qué…

—Vamos a ver si podemos conseguir que te corras solamente con besos, ¿recuerdas?
Jun gimió.

—Mi polla en tu culo, mis labios en los tuyos.

El cuerpo de Jun se estremeció cuando Min se inclinó hacia él. Su aliento entrecortado en su garganta cuando afirmó sus labios en un profundo y ardiente beso, su alma se derritió con el beso, lo sintió hasta en sus pies. Sentía como si Min estuviera tratando de imprimirse a sí mismo en él.

Cuando la mano de Min apretó su pelo, inclinándole ligeramente la cabeza, Jun le devolvió el beso al hombre con total abandono. Le encantaba la manera en la que lo besaba. Le encantaba la forma en la que le hacía el amor. Amaba lo feliz que lo hacía.

Amaba a Min.

Jun se quejó en la boca de su compañero cuando el hombre profundizó más. La lengua de Min acariciaba la suya, y él sentía como si hubiera lamido un enchufe eléctrico. Sus sentidos se tambalearon, como si se cortocircuitaran. Jun empezó a empujar sus caderas contra las Min, tratando de conducir la polla del hombre más profundamente en su culo. Gimió en señal de protesta, cuando de pronto Min se apoderó su cintura, manteniéndolo quieto.

—Uh uh, gatito, solo mi polla en tu culo y besos, ¿recuerdas?

Jun iba a morir y luego mataría a Min. No se quejaba un momento más tarde, cuando éste volvió a besarlo. El hombre era una máquina de besar. Su lengua parecía conocer todos los lugares que tenía que lamer para conseguir que lo nervios de Jun hormiguearan.

—¡Min! —gritó Jun cuando el placer lo atravesó haciendo que su cuerpo estallara en una vorágine de éxtasis. Su conciencia pareció hundirse, antes volverse más brillante que nunca, llenando sus sentidos con todo lo que era Min.

—Mi turno, gatito —dijo Min con voz áspera. Se puso de pie y puso de Jun de nuevo en el escritorio, encorvado sobre él.

Jun levantó las piernas hacia arriba, enganchándolas en los hombros de Min, mirando con deleite cuando los ojos de éste se cerraron por un breve instante y el hombre gimió en voz alta.

Min empezó a golpear a Jun, incluso antes de que sus ojos se abrieran de nuevo. La fuerza de sus largos y profundos empujes lo desplazaban hacia el borde contrario del escritorio así que Jun se agarró el borde de la mesa con las manos, anclándose a sí mismo en el lugar.

Jun no estaba seguro de poder tener otro orgasmo, pero ya había pensado eso antes. Su pene aún estaba duro y tenía fugas, y no era capaz de llevar el suficiente aire en sus pulmones para hablar, o mendigar, si fuera el caso. Min pareció entender el pequeño gemido que soltó porque se agachó y agarró su polla.

—¡Oh! —Jun gritó. Arqueando su cuerpo hacia arriba. Su cabeza golpeó contra la mesa de dura madera, y sus piernas se apretaron sobre los hombros de Min.

—Eso es, bebé, siente por todas partes mi polla.

Las sucias palabras de Min junto con los golpes de su polla en su culo y la mano acariciando su dura longitud lo enviaron al abismo. Jun gritó su alegría, cuando el placer indescriptible se acumuló en su pequeño cuerpo. Ni siquiera le importaba que probablemente todo el mundo en la mansión lo estuviera oyendo gritar.

Jun apenas podía mantener los ojos abiertos, pero valía la pena la lucha por ver el cuerpo de Min rígido, los músculos de su cuello se tensaba cuando el hombre encontraba su propia liberación. Sintió la polla de su pareja ampliarse y espesarse cuando el nudo se apoderó de su interior. Chorro tras chorro de caliente semen llenó su culo, abrumándolo.

La polla de Jun trató de enviarlo una vez más al borde al tiempo que el placer de Min empapaba su cuerpo, pero fue un esfuerzo a medias, apenas un chorrito de leche salió disparado. Aun así, fue suficiente para hacerlo temblar cuando el agotamiento lo obligó a dejar caer sus piernas de los hombros del hombre.

Min gruñó y se inclinó sobre Jun, su pecho agitándose rápidamente, mientras trataba de tomar aliento. —¿E-esto es lo que se siente cuando entras en celo?

—No lo sé. Nunca había entrado en celo antes. No ocurre hasta que nos emparejamos.

Min asintió, pero de alguna manera, Jun sabía que aunque no dijera nada, estaba de acuerdo con sus palabras. Extendió la mano y le acarició la cara. —¿Estás bien?

—Estoy en el cielo, gatito. —Min sonrió—. Solamente necesito recuperar el aliento.

—Hum... —Jun susurró cuando sintió que su polla daba un tirón.

—¿Otra vez?
Jun hizo una mueca y asintió.

—Dulce infierno, bebé, me vas a matar. —Min se echó a reír—. Y aquí todo este tiempo pensando que yo era el asesino.

—No —dijo Jun mientras envolvía con sus brazos el cuello de Min y amoldaba su cuerpo desnudo y sudoroso más cerca del hombre—. Eres el maullido del gato.


....................................FIN..............................

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