lunes, 30 de marzo de 2015

El novio de reserva Capitulo 44




Dos miércoles después del horrible final de la ceremonia de entrega de premios, la suave música country saludó a Jun al entrar en la vacía zona de recepción de la Clínica. Por la falta de sueño, había ido a conseguir un latte.

Afortunadamente, el día había sido largo y agotador. Ahora sólo necesitaba recuperar su computadora portátil de su oficina antes de poder regresar a casa y colapsar. Había estado presionándose más de lo habitual, enterrándose en su trabajo y así evitar estar a solas con sus pensamientos. Todos ellos centrados en Min.


Con dolor en el pecho y cansancio, Jun acomodó su cabello detrás de la oreja.

Computadora. Casa.

Y luego, el dichoso escape al dormir.

Entonces divisó a su recepcionista, de espaldas a él mientras escribía en su computadora en el mostrador de recepción, y el corazón le dio un vuelco. Esperaba que la canción en la radio le ayudara a pasar sin ser detectado. Agotado, ahora no podía lidiar con más interacción.

Por lo general, repartía la semana equitativamente entre la oficina y haciendo rondas en la clínica móvil, atendiendo nuevos pacientes y revisando a sus pacientes habituales en los comedores de beneficencia locales. La clínica utilizaba la comida como incentivo para lograr que su población de pacientes regresara, porque Maslow había estado en lo cierto cuando enlistó la jerarquía de las necesidades humanas.

Según el psicólogo, la base del triángulo —el más fundamental de las necesidades— incluye la respiración, la alimentación, el agua, el sueño, el calor, y el sexo. Min había aprendido a existir a lo largo del último peldaño, sacándole todo el placer posible a lo más básico, como la comida, el calor y el sexo. Realmente nunca aspiró a lograr más, sobre todo porque no esperaba mucho de la vida. Consecuencia directa de dar tan poco.

Jun apretó con fuerza su taza de café, odiando lo mucho que la verdad todavía dolía.

Aun cuando la prioridad de muchos de sus pacientes era tomar los medicamentos antirretrovirales para tratar el VIH esta caía muy por debajo de la necesidad de alimento y un lugar seguro para dormir. Además, a pesar de que una camioneta proporcionaba los traslados, la tasa de no presentarse a las citas en la oficina rayaba en un cincuenta por ciento.

Esa era la razón por la que Jun se había ofrecido voluntariamente a pasar largas horas en la clínica móvil. Sentado aquí sin nada que hacer, incluso durante cinco minutos, le dejaba demasiado tiempo en sus manos. Demasiado tiempo para contemplar el gran desastre que hizo de su vida y lo mucho que extrañaba a Jung Min.

Cristo, tenía que conseguir controlarse.

Jun movió su mirada entre el pasillo al otro lado de la habitación y la espalda de su recepcionista. Si era lo suficientemente silencioso, él podría ser capaz de sacar esto adelante. Había dado cinco pasos cuando habló sin voltear a mirarlo.

—Aquí está la lista de citas para mañana. —Giró en su asiento y le tendió una tablilla—. Hyun está afuera en la RV, reponiendo suministros. Se supone que debías pasar por aquí y verle antes de irte.
Otra persona con demasiadas preguntas. Sin embargo, a diferencia de ella, Hyun no dudaría en hacerlas.

Jun aceptó la lista y revisó los nombres. —¿Qué quiere Hyun?

Ella, le envió su mirada habitual, una que Jun imaginaba que hacía cuando abría el refrigerador y encontraba algo dudoso o que olía incluso peor.

—No tengo ni idea —dijo.

Hizo una pausa, como si ella quisiera decir algo más. Jun aprovechó su vacilación y se giró para irse.

—Espera.

Jun mentalmente gimió y giró de nuevo hacia la recepcionista.
Ella empujó sus lentes para leer hacia arriba sobre su cabeza, su cabello entrecano se levantó en ángulos extraños. —No he visto a ese novio tuyo alrededor en los últimos días.

Adormecido por las palabras, Jun esperó a que continuara. Sabía que ella se estaba refiriendo a Min. En los meses desde que Hyun y Jun habían roto, ni una sola vez ella había hecho un comentario. Todo el mundo había sabido del momento en que Hyun se había mudado, y la mayoría de los empleados le habían ofrecido unas palabras de apoyo, condolencias o enviado a Jun miradas simpáticas.

Ella no.

Jun apreciaba a la enfermera/secretaria/recepcinista bulldog quien había sido la única empleada de la clínica que se había guardado sus opiniones y simpatías para sí misma —suponiendo, por supuesto, que la simpatía estaba dentro de sus capacidades. Ella no creía en una pequeña charla o socializar. Solo en el trabajo.

Hasta ahora.

—Dile que la próxima vez que venga tiene que aparcar esa moto en el estacionamiento —dijo—. No en nuestra entrada.

A pesar de la oleada de tristeza, Jun sonrió ante la gruñona manera de desearle a Jun suerte con Min.

—Gracias—dijo Jun—. Te lo agradezco.

—¿Sí? —Ella parecía avergonzada por haber sido sorprendida siendo amable—. Puede que no estés tan agradecido después que veas los nombres en esa lista —dijo, señalando con la cabeza el portapapeles—. Los más desagradables pacientes incumplidos que pude reunir. —Apoyó una mano en la cadera—. Sospecho que ahora necesitas un pequeño desafío.

—Gracias. —Jun dejó escapar un pequeño resoplido de humor—. Eso creo.

Ella asintió con brusquedad hacia la salida lateral. —Hyun te está esperando.

Agarrando su latte, Jun dejó el portapapeles y se dirigió afuera, a la luz mortecina de la tarde, cruzando la acera hacia el vehículo que había sido convertido en una clínica rodante. La parte delantera del vehículo contenía dos sillas para la extracción de sangre para enviar a los laboratorios, el centro tenía un pequeño y completo consultorio médico con una mesa de exploración para pacientes. La parte posterior consistía en una farmacia improvisada donde se guardaban los medicamentos.

Los exámenes eran cruciales, pero si los pacientes identificados como VIH positivo no tenían acceso a los medicamentos, el sistema fallaba en su papel más vital. Jun siempre estaría orgulloso de lo que él y Hyun habían construido aquí.

Una clínica que podría haber prolongado la vida de Kyu.

Jun alejó la tristeza y se encontró con Hyun que estaba en cuclillas delante de un gabinete abierto, llenándolo con folletos sobre sexo seguro. Jun tuvo que sonreír. Incluso al final de un largo día, Hyun todavía se veía impecable, ni una sola arruga se encontraba en su camisa de vestir, corbata, o pantalones.

—Hey. —Jun se apoyó contra la angosta puerta—. ¿Querías verme?

Hyun saludó a Jun con una inclinación de cabeza. —Saeng y yo rompimos —dijo antes de continuar con su tarea.

Las palabras fríamente dadas fueron un shock. Por un momento, Jun se olvidó de parpadear. Ni siquiera había pensado que Hyun quería hablar de sí mismo.

—¿Qué sucedió? —preguntó Jun.

Hyun alineó los montones de panfletos con la misma precisión que aplicaba a todo en su vida.

—Su trabajo —dijo—. Resulta ser que un galardonado productor de cine documental requiere viajar mucho. Y mientras yo estoy a favor de la monogamia, si tu pareja esta fuera la mayor parte del tiempo, la monogamia apesta.

Jun absorbió la noticia mientras terminaba su café y arrojó la taza al cubo de basura.

—Lo siento —dijo Jun.

—No te preocupes. —Hyun hizo una pausa para descansar un brazo en su muslo, y un toque de humor se deslizó en sus ojos—. No voy a llamar a tu madre y decirle que de nuevo soy un hombre libre.

Los labios de Jun se torcieron con ironía. —Gracias.

La mirada de Hyun se sostuvo en la suya. Jun esperaba que su ex regresara a su tarea. En cambio, después de una breve pausa, Hyun se puso de pie y se colocó frente a él.

—Podríamos intentarlo de nuevo —dijo Hyun, apoyando una cadera contra el mostrador—. Intentémoslo de nuevo.

La declaración aterrizó de manera impresionante y dejó la mente de Jun confundida. Aturdido, Jun miró por la ventana del RV mientras un carro rugía por la calle más allá, el sonido disminuía a medida que el vehículo desaparecía sobre la colina.

«¿Y si Hyun dijera que me quiere de regreso, Jung Min?»
«¿Entones, qué dirías?»
«Diría que él no te merece»

—Piensa en ello, Jun—Hyun continuó—. Que lo hagamos tiene sentido.

En los días posteriores a su separación, Jun habría dado cualquier cosa por oír esas palabras.
De hecho, si no hubiera conocido a Min, Jun estaría saltando en la oferta en estos momentos. Y él y Hyun podrían darse una oportunidad real en su relación esta vez, incluso arreglarían sus diferencias y estarían totalmente felices. Pero esa felicidad nunca podría reemplazar la alegría profunda del alma.
Min le había enseñado la diferencia.

Jun nunca había amado a Hyun. No de la manera en que amaba a Min. Jun había estado tan centrado en la idea de permanencia, de casarse, que se había aferrado más a la idea de la relación que en el hombre.

—No creo que... —Jun cambió su peso sobre sus pies—. No creo que tenga sentido.
Una arruga leve apareció en la frente de Hyun.

—Jung Min no es realmente gay —dijo Jun.

La arruga de Hyun se hizo más profunda. —¿Quieres decir que también fingió eso?

—Sí —dijo Jun—. Y no. —Se frotó la frente al darse cuenta que lo que decía parecía una locura—. Quiero decir, él estaba durmiendo conmigo, pero…

—Déjame adivinar. —Una ceja se movió ligeramente hacia arriba—. Está tan profundamente metido en su enorme armario que no podría encontrar la salida con una linterna, un GPS y un equipo de búsqueda y rescate.

—Eso es lo que pensé en un principio —dijo Jun—. Pero él de verdad no tiene complejos cuando se trata de etiquetas. Gay, hetero, bi, y cada sombra en el medio. Simplemente no le importa. Es casi gracioso. —Jun vio la luz que se desvanecía filtrarse a través de los árboles, deseando poder reírse—. Soy el tipo que se supone que protesta por la limitación de las etiquetas. Y, sin embargo, todo el tiempo, fui yo quien trató de forzar a Min a aceptar una.

—La mayoría de la gente necesita etiquetas, ya que dan algo de seguridad.

—Exactamente —dijo Jun.

Hyun se cruzó de brazos. —¿Entonces cuál es el problema con Jung Min?

Perplejo, Jun examinó la cuestión antes de dejar escapar un autocastigador suspiro.

—Supongo que es otra clase de problema de etiquetado. Quiero que acepte que estamos en una relación, y la idea le asusta. —Jun lentamente dejó escapar un suspiro—. No le importa si la gente sabe que cenamos juntos todas las noches o que pasa cada noche en mi cama. Pero Dios no quiera que lo llame mi novio.

—Así que él tiene miedo de estar en una relación.

Miedo. La palabra resumía el problema muy bien. Min había aprendido a vivir con la pérdida de su madre y luego la de su padre. Pero al morir Kyu esa pérdida había sido demasiado.

—Es sólo que no sé a dónde ir desde aquí —dijo Jun.

—Bueno, sé lo importante que ser parte de una pareja es para ti.

La presión hizo que la garganta de Jun doliera mientras miraba a su ex. En los días que siguieron, después de que Hyun se mudara, Jun había estado demasiado ocupado lanzándose a una fiesta de autocompasión para darse cuenta de que era una parte importante de sus problemas.

Había llorado más por la pérdida de la etiqueta de pareja que por la pérdida de su compañero.
«Dios, he sido un imbécil»

—Lo siento, Hyun. No quise usarte de esa manera.

Como siempre, los ojos de Hyun se mantuvieron frios y tranquilos, pero el músculo de su mandíbula se tensó —la única señal de su malestar. —Está bien —dijo—. Me tomó un tiempo descubrirlo todo. Yo no era exactamente el señor Perceptivo.

—No, no está bien. Ignoré lo nuestro al concentrarme en la clínica y en acabar con la Proposición 8. Esencialmente, nos daba totalmente por sentado. Y te mereces algo mejor que eso.

Hyun le dio una sola inclinación de cabeza. —Lo sé. —Encogió un solo hombro, con su firma de economía de movimientos—. Por otra parte, ¿no lo merece todo el mundo?

Se deslizaron a un agradable silencio, y Jun se apoyó contra la pared, agradecido de haber logrado salvar su amistad. Él iba a necesitar a todos los amigos para poder sobrevivir a la soledad de las próximas semanas.

 Meses.

Años.

Cristo. Jun luchó contra la necesidad de cerrar los ojos ante el doloroso pensamiento.

Cuadrando la cadera contra el mostrador, Hyun cruzó los tobillos. —¿Qué vas a hacer con Min?
El peso repentino en el pecho de Jun le hizo difícil el trabajo a su corazón. Esa misma pregunta lo había estado carcomiendo desde que Min se había ido. Jun no estaba más cerca de una respuesta ahora de lo que lo estaba en aquel entonces.

—No lo sé —dijo Jun.

Odiaba la manera en que Hyun lo estaba mirando. Como si su ex supiera que Jun había vadeado la parte más profunda de sus jodidos problemas y las cosas fueran a empeorar.

—Lo amas —dijo Hyun.

—Sí —dijo Jun—. Lo hago.

Los ojos de Hyun se mantuvieron fijos, y dos segundos pasaron antes de que hablara.

—Creo que deberías ir a ver a Jung Min—dijo Hyun—. Dile lo que sientes.

—Ya se lo dije, y se fue de todos modos. No creo que quiera volver a verme.

—¿A quién le importa? No cometas el mismo error que yo, Jun. No dejes que se vaya sin dar una pelea.

Y aunque las palabras fueron dichas en un frio tono —Hongki no llamaba a Hyun El hombre de hielo por nada—, claramente, cuando se trataba de Memphis Haines, Hyun tenía remordimientos.

—Lo que sea necesario para arreglar las cosas con Jung Min, Jun. —Hyun se acercó más, sus ojos  tan cerca de ser expresivos como nunca antes Jun los había visto—. Antes de que sea demasiado tarde.




Al final, Jun decidió que tenía que llamar a su madre antes de subir a su moto para cazar a Min. Si esperaba que Jung Min dejara de cerrarse en sí mismo y arreglar la brecha entre ellos, entonces Jun necesitaba arreglar sus propios asuntos primero. Y eso significaba dejar de vivir una mentira hoy.

Soltó un bufido. Era curioso como la verdad implicaba mucho más que simplemente dónde estaba en relación con la puerta del armario.

—Hola, mamá —dijo Jun después de que ella respondió.

—¿Junnie? —Parecía distraída, se podía oír el sonido de pasar papeles al fondo—. ¿Sucede algo malo?

La respuesta se quedó en la punta de su lengua.
«Todo»

Se dejó caer en su sillón. —No —dijo, y luego se dio cuenta de que era otra mentira. ¿Por dónde empezar?

—Bueno, sí...

—Nosotros nunca pudimos despedirnos de Jung Min después de la ceremonia de premiación.

Una sonrisa irónica se deslizó hasta su rostro. A veces la naturaleza obtusa de su madre en lo que respecta a las señales sociales podría ser una ventaja. Afortunadamente, su madre seguía siendo felizmente ignorante de que su pregunta con respecto a Min había sido un catalizador para el desastre. Un desastre de la propia creación de Alec, por supuesto.

Sus palabras simplemente habían encendido la mecha de la bomba que él había construido.
Con el teléfono apretado contra su oreja, apoyó los codos en las rodillas. —Técnicamente, Jung Min no es mi novio. —Hizo una pausa por un momento para que la confesión calara antes de obligarse a seguir adelante—. Le pedí que fingiera serlo.

—No lo entiendo. —El ruido de papeles del fondo terminó, su madre muy probablemente parpadeaba furiosamente mientras trataba de procesar la noticia—. ¿Por qué fingiste que ibas en serio con Min?

—No estaba fingiendo. Soy serio acerca de Min. —Nunca había sido más serio sobre alguna cosa en su vida. Intentó frotar los surcos de la frente, mientras miraba hacia abajo a sus pies descalzos, los dedos de los pies enterrados en la gruesa alfombra—. Simplemente no es mi novio.

El MD detrás de su nombre podría significar Masivamente Desleal pero las relaciones unidireccionales iban incluso más allá de sus delirantes capacidades.

Cuando ella no respondió, continuó. —Sé que pensabas que Hyun y yo nos casaríamos. Y odio decepcionarte, pero…

—Aún hay una oportunidad Hyun va a decidir regresar.

Jun cerró los ojos. Podía mantener la boca cerrada. Ocultar la verdad, sin duda, haría esta conversación más fácil. Pero había estado haciendo exactamente eso durante años, tratando de facilitar las cosas entre él y su madre, entre él y el resto del mundo. Y no podía seguir ocultando esos pedacitos de sí mismo, las partes más importantes, sólo para mantener a todos felices.

—Hyun ya me preguntó si podía regresar, y le dije que no.

El silencio desde el otro lado del teléfono presionaba su pecho.

Cuando su madre habló por fin, podía sentir su profunda decepción. —¿Por qué?

—Porque estoy enamorado de Jung Min.

—Pero ustedes ni siquiera tienen una relación.

Una risa amarga se escapó, y Jun hundió los dedos de los pies más en la alfombra. —Te quiero, mamá. Y aprecio todos tus esfuerzos en mi nombre. De verdad. Pero... —Tragó saliva, forzando las fuertes palabras que debería haber dicho hace años—. No puedo vivir mi vida tratando de complacerte.

—Jun. —La pausa de su madre se sentía como siempre—. Estas mejor preparado para el matrimonio que la mayoría de las personas que conozco. He trabajado tan duro para revocar el DOMA y la Proposición 8 porque quería hacerte feliz.

—No, tú querías hacerte feliz.

Jun cerró los párpados con fuerza. No había querido ser tan contundente. Silencio vino desde el otro extremo del teléfono, y él podía imaginar a su madre, esa mirada en blanco en su cara. Una familiar culpa apuñaló a Jun.

Pero no podía seguir dejando que su sentido de la obligación gobernara sus decisiones.

—Y estoy cansado de sentirme presionado para ser tu versión del hombre gay perfecto —le dijo.
Cristo, descargar esas palabras se sintió bien.

—Quiero compartir mi vida con Min , sí —dijo Jun—. Pero creo que tú quieres que me case porque sientes que un anillo en mi dedo me hará ser un gay un poco más aceptable.

—Yo... —Un silencio siguió—. Tú...

Jun dejó escapar un suspiro, la pausa incómoda fue respuesta suficiente. Había ganado la medalla de oro con sus palabras.

—Soy tu madre, y te amo.

—Lo sé.

—Y no tengo absolutamente nada en contra de los homosexuales.

—Lo sé.

En tono defensivo, ella prosiguió. —La comunidad gay ha recorrido un largo camino, pero eso no quiere decir que el prejuicio haya terminado. Legitimando tu relación…

—Lo que el mundo piense acerca de mi relación personal no es mi problema.

¿Y no era ese el quid de la cuestión? ¿Seguir los ideales de los demás —los de su madre, los de la sociedad, incluso los de la comunidad gay— y dejar que estos afectaran sus decisiones? Había asistido a la escuela de medicina, porque quería practicar la medicina, pero había sido un mérito adicional el complacer a sus padres. Había rechazado la práctica privada y abrió la clínica porque había visto una necesidad, pero sabía que la decisión podría enorgullecer a su familia. Y aunque estaba encantado de que con el dinero del premio se ampliaría el alcance de la clínica, el prestigio no había significado nada para él... fuera de satisfacer a sus padres y de esperar que reflejara bien a la comunidad LGBTQ.

Estaba viviendo la vida que quería, pero lo hacía sentirse obligado a ser el gay "perfecto", coloreando los detalles en el trayecto. Incluso en su decisión de vivir con Hyun y hacer su relación legal.

—No entiendo el repentino cambio de opinión. —Finalmente dijo su madre—. Has luchado durante meses para poder casarte.

—No. —Frustrado, las palabras salieron más contundentes de lo que pretendía—. Luché por mi derecho a elegir. —Controló la emoción, lo que mejoró el tono—. Hay una diferencia.

Jun se frotó la cara con la mano, dejando que la verdad de sus palabras penetrara.

Sabía que su madre sólo quería hacerlo feliz. Desafortunadamente, ella también creía que la opinión de la sociedad importaba. O quizás simplemente le importaba a ella. De cualquier manera, no podía permitirse el lujo de seguir preocupándose por eso.

—Pero, en definitiva —dijo Jun—, no necesito un pedazo de papel con el sello de aprobación del gobierno para validar mis sentimientos.

Etiquetas.

Jung Min tenía razón. Ellos no necesitaban etiquetas. O un título. Quería envejecer con Min a su lado, y decir "sí, quiero" en frente de un juez no haría que Jun se comprometiera aun más de lo que ya estaba. Nadie podía definir a Min, ni siquiera él mismo, como gay. O bisexual. O cualquier otra variante que Min se negara a elegir. Y si Min pasaba el resto de su vida con Jun, negándose todo el tiempo a ser llamado "compañero" o "pareja", aun así Jun se consideraría el hombre más afortunado del planeta.

Cuando se despojó de todo lo innecesario, todo lo que quedaba era lo que sentía por Min. Él era su otra mitad, la parte vital que Jun había sentido que le faltaba todo el tiempo.

—¿Amas a Jung Min? —Ella le preguntó.

El corazón de Jun se retorció dolorosamente. —Creo que sí, sí.

—¿Entonces cuál es el problema?

—Estoy diciendo, que espero que él me acepte de nuevo para que pueda pasar el resto de mi vida con un hombre que nunca estará de acuerdo con el matrimonio, mamá.

El tono de su madre sonaba dudoso. —¿Y podrás ser feliz con eso, Jun?

Cada célula de su cuerpo gritaba que sí, obligando a Jun a apretar el teléfono con más fuerza sólo para no perder su agarre. Aceptaría toda una vida de incertidumbre con Min por encima de la seguridad que le daría un matrimonio con otra persona. Cristo, en este instante, Jun no podía ni siquiera contar con que volvería a ver a Min de nuevo, mucho menos arreglar los problemas entre ellos.

Su madre continuó. —¿Vas a estar bien, dentro de diez años, cuando aún tenga que presentarlo como tu novio?

Una pequeña sonrisa subió a sus labios. —Puede que él ni siquiera te permita que hagas eso.


Continuara..................

2 comentarios:

  1. y ahora??? pensé que min había aceptado un poco lo que sentía y iría tras jun, pero no hizo nada mas que dejar pasar tiempo y ahora jun aceptaría cualquier cosa por estar con el...mi pregunta es ¿Dónde esta min? y ¿que hará cuando jun quiera hablar? ahhh, continua pronto...

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  2. Aish !!!! las madres y su afán de querer que sus hijos vivan como ellas creen correcto, y Hyun me desespera ahora que rompió con Saeng quiere volver.... perdió su oportunidad, y Min.... hay Min que reaccione baby puede dejarlo todo para que ese caballo vuelva porque lo ama y Min podrá olvidar el pasado y corresponder a baby....

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