martes, 13 de enero de 2015

El maullido del gato. Capitulo 7



Jun podía oír a los otros gatos maullando fuera de su edificio. Sabía que si miraba por la ventana, vería a muchos de ellos fuera. Parecía que se habían congregado para él, ahora que había cambiado.

Había tenido siempre afinidad con los gatos, pero notó en el viaje a casa, que parecían haber aumentado. Cada vez que se daba la vuelta, otro gato bloqueaba su ruta. No eran más que gatos ordinarios al igual que él cuando cambiaba, pero aun así era un poco espeluznante.

Trató de ignorar el ruido mientras terminaba de limpiar el desorden que había quedado atrás. Jung Min podía haber llamado al equipo de limpieza, pero en realidad no sabían nada de limpieza. Su apartamento era un desastre.


Su único consuelo era la falta de cuerpos en el suelo. Ni siquiera había sangre, sólo algunos muebles rotos. Un desastre. Se había sorprendido de que el caos de la explosión también hubiera desaparecido.

El equipo de limpieza trabajó rápido. No había ni rastro de todo lo que había volado a excepción de un poco de asfalto calcinado. Por supuesto, el coche se había perdido, o lo que quedaba no servía. Supuso que en realidad no importaba. Moriría muy pronto así que tener un coche, realmente no importa.

Sabía que sólo sería una cuestión de tiempo antes de que los otros vinieran a por él y quería estar preparado. Eliminó la mayor cantidad de desorden que pudo. Se negaba a dejar un lío detrás antes de ir a limpiar otro. Tampoco quería que la gente que viniese a su casa pensara que era perezoso. Su madre habría tenido un ataque.

Cuando terminó, Jun reunió la información sobre los datos bancarios de sus cuentas, y su agenda personal. La gente tendría que ser informada de que había muerto, para que cerraran sus asuntos, y todo eso. Lo colocó todo en una pequeña caja de cartón y lo puso en el centro de la mesa del comedor, con una nota para que dejaran a Precious en el piso de la señora Turner. Alguien debería encontrarla ahí.

Lo último que hizo fue darse una ducha, y ponerse unos pantalones vaqueros limpios y una sencilla camiseta de algodón. Aún se negaba a que lo encontraran muerto estando sucio. Un hombre tenía normas, después de todo.

Cogió una manta y se subió a su sillón junto a la ventana, y estableció a Precious en su regazo. Se envolvió en la manta, y se puso a mirar por la ventana. Miraba muchas veces por ella. A veces, ver a la gente caminar por la calle de abajo era mejor que ver la televisión. La gente parecía tener prisa, siempre corriendo. Muy pocos se detenían a tomarse un momento y disfrutar del mundo que los rodeaba.

Simplemente no lo entendía. Había muchas cosas hermosas en el mundo para disfrutar, como el amor y las flores, los pájaros y los colores, y Min. Éste, era realmente hermoso. Jun pensó que podría mirar al hombre durante todo el día y nunca se cansaría de hacerlo. Sólo deseaba haberlo conocido antes y haber tenido más tiempo para disfrutar de él.

De pronto se puso tenso. Podía olerlos llegar. Miró por la ventana y observó que todos los gatos se habían ido. Aunque su gata todavía estaba en sus brazos.

—Ya está, Precious —susurró Jun, mientras abrazaba a la gata contra su pecho por un momento.

Entonces, se levantó y cruzó la habitación para ponerla en su trasportín. No quería que estuviera en el camino cuando los golpes empezaran. No quería que la dañaran.

Jun, colocó el trasportín con la gata en su interior junto con su bolsa en un rincón de la habitación junto a su armario. Cuando volvió la cara hacia la habitación, se retorcía las manos nerviosísimo.
El apartamento estaba limpio y ordenado, como su madre lo había tenido. Jun sólo podía esperar que se mantuviera de esa manera. Tenía la sensación de que la próxima confrontación iba a ser un poco incómoda.

Volvió a sentarse en el sillón, solo que ahora miraba a la puerta. Dobló la manta cuidadosamente en un pequeño cuadrado y la colocó en la parte posterior de la silla, acariciando nerviosamente la tela.

La espera lo estaba volviendo loco. Al parecer muchas personas estaban tratando de matarlo, y él, lo único que deseaba es que se dieran prisa para así acabar de una vez y que no tuviera que seguir esperando a que llegaran. No quería pasarse la vida, el tiempo que tuviera, mirando sobre su hombro y esperando a que alguien viniera a por él.

Sabía que su comportamiento podía ser considerado extraño por otras personas. No estaba corriendo a esconderse para mantenerse vivo. Sencillamente aceptaba lo inevitable. Jun no era un asesino. Ni siquiera pensaba como uno. No había forma de que fuera capaz de esconderse de aquellos dispuestos a matarlo.

Además, no era como si su vida fuera maravillosa de todos modos. Iba a trabajar, y volvía a casa.

Con excepción de Precious, Jun, no tenía muchos amigos. Demonios, ni siquiera estaba seguro de tener uno. Pasaba su tiempo tratando de pasar desapercibido y de no revelar su naturaleza, como para hacer amistad con otras personas.

No ayudaba que la mayoría de la gente pensara que era extraño o tonto. Era difícil hacer amigos cuando la gente se reía a sus espaldas y le ponían motes. Con las pocas personas que realmente trataron de hacer amistad con él, Jun, tuvo que mantener la distancia.

Mantenerse alejado de otras personas había sido arraigado en él por su madre, desde una edad muy temprana. Era la única manera de que no descubrieran su secreto. Jun, se había pasado toda su vida haciendo precisamente eso. No hacer muchos amigos.

Excepto tal vez Min. Incluso si el hombre se había ido una vez que había descubierto lo que era, aceptaba todos sus comportamientos extraños sin ponerle motes o señalarlo. Eso era algo.

¿O no lo era?

Suspiró y juntó las manos esperando. Echaba de menos a Min. Habían sido sólo un par de horas, y ya sentía como si le hubieran arrancado el corazón de su pecho. Jun, no podía imaginar lo que hubiera sido si hubiera pasado más tiempo.

Tal vez por eso esperaba pacientemente a que los otros vinieran a acabar con su vida. No sabía si podía sobrevivir sin Min, en ella, y estaba claro que el hombre pensaba que era un bicho raro.

Se limpió las lágrimas que empezaban a congregarse en sus ojos. Su creciente necesidad del asesino, no terminaría nunca. Aunque Jun, lo sabía. Su madre no le había explicado mucho, pero le había dado los fundamentos básicos. La persona que tomara su virginidad se llevaría su corazón. Nunca querría estar con otra. Anhelaba al hombre, lo necesitaba como el aire. La separación lo dañaría tanto mental como físicamente, y empeoraba con cada momento que pasaba.

Jun, por lo menos, sabía que era verdad. No es que hubiera dudado de las palabras de su madre. Sólo que nunca pensó sentir la conexión que sentía con Min. Incluso ahora, después de sólo un par de horas, la piel de Jun se moría de ganas de ser aliviada por el suave toque del asesino.

Saber que su vida estaba a punto de finalizar era casi una bendición para él. Pondría fin a la necesidad que tenía de estar con Min, algo que Jun se daba cuenta que no iba a suceder.

Por lo menos había tenido una noche con él.

Reposó la cabeza contra el respaldo del sillón y cerró los ojos. Quería soñar con Min cuando llegara el final, pensar en lo maravilloso que se sentía conectarse con alguien a un nivel tan íntimo.

No era de extrañar que su madre lo advirtiera en contra de estar con alguien. Cuando esa persona se iba, dejaba un profundo agujero de dolor. Si las personas que venían a matarlo no completaban el trabajo, Jun moriría de pena. Lo sabía. El ansia por Min crecía con cada segundo que pasaba.

La salida de la luna lo haría aún peor. El joven resopló con enojo. No creía que las cosas pudieran ser mucho peor que ahora, pero si su madre tenía razón sobre su conexión con Min, tenía miedo de ver lo que sucedería cuando la luna llena llegara y entrara en celo.

Sería un gato jodido.

Abrió los ojos y giró la cabeza para mirar a través de la habitación cuando oyó que la puerta comenzaba a rechinar abriéndose. Su corazón latió un poco más rápido cuando dos hombres vestidos de negro entraron en la habitación.

Jun, hizo acopio de valor y se levantó para hacer frente a los dos hombres. —He estado esperando.

—Vamos a hacer esto lo menos doloroso posible, Alteza.

—¿Supongo que no podéis saltaros el suplicio? —preguntó Jun, mirando al hombre que le hablaba. El otro, con el pelo más oscuro, permaneció en silencio mientras sus ojos miraban con cautela toda la habitación.

—Sabía que no era posible cuando encontrara a su compañero.

Jun se encogió de hombros. —Me pareció una buena idea en ese momento.

—Me disculpo, Alteza, pero no hay otra manera. El rey Geraldo ha ordenado su ejecución. Sabía que esto pasaría. Dijo que nos estaría esperando.

—Sí, supongo que lo hice. —Jun, suspiró profundamente a continuación señaló a la caja en la mesa de comedor—. Mis efectos están en la mesa. Por favor, vea que todo se entregue y que mi gata se quede con la señora Turner. Precious, ya está en su trasportín.

—Me ocuparé de ello personalmente, Alteza.

Que amable. Jun, casi puso sus ojos en blanco. En su lugar, asintió y miró a su alrededor. Sabía que sólo posponía lo inevitable, pero no era capaz de dar el paso. Sería mucho más fácil si lo hiciera. No había sido tan duro con Min y Jun, no entendía por qué.

Min no ocultó el hecho de que había venido a matarlo, al igual que los dos hombres de pie frente a él. Jun había permanecido voluntariamente tranquilo y aceptado su suerte con Min. Con estos dos extraños, a pesar de que sabía lo que iba a suceder, no era capaz de aceptar su destino.

—Por favor, Alteza —dijo el hombre de pelo claro—. No haga esto más difícil de lo que tiene que ser.

—Nunca pedí esto, ya sabes —dijo Jun—. Me guardé. Me quedé fuera de los problemas, fuera de los focos. Nunca traté de tomar el trono de Geraldo, nunca. Solo que... —Negó con la cabeza y miró hacia abajo a sus dedos que retorcía con nerviosismo—. Solo quería sentir algo por una vez.

—Lo entiendo, Alteza, pero estamos obligados a seguir las órdenes del rey gobernante. Nuestra comprensión o simpatía por su situación, no nos exime de nuestro deber para con el rey.

—No, supongo que no. —Jun suspiró—. Simplemente, no me parece justo ser condenado a muerte por tener sexo. No es como si hubiera tratado de derrocar al trono o algo así.

—Su capacidad para cambiar ahora es lo que lo ha condenado, Alteza, y lo sabe bien. Fue advertido. Otros se sentirán atraídos por vos. Se alejaran del rey Geraldo y lo buscaran para obtener orientación. El rey no puede permitirlo, no, si no quiere ser un gobernante ineficaz.

—¡Qué gobierne! —Jun lanzó su mano al aire en un gesto exasperado—. Que tenga el trono. ¿Qué me importa? Únicamente quiero a mi compañero.

—Ya no se trata de vos, Alteza. —El hombre casi sonaba triste—. Su carisma natural atraerá a otros lo quiera o no.

—¿Mi carisma natural? —Se burló Jun—. ¿Estás loco? No tengo ningún carisma natural. Ni siquiera tengo un carisma antinatural. Soy un chiflado con un gran trastorno obsesivo-compulsivo. La gente piensa que soy un bicho raro. Ellos no creen que tenga carisma.

—Alteza, por favor...

Tan repentinamente como llegó, la lucha lo dejó. No sabía por qué estaba protestando de todos modos. Jung Min se había ido. Nada más parecía importar. Jun tomó un profundo aliento, se acercó y se arrodilló a los pies de los dos hombres. Cruzó las manos en su regazo e inclinó la cabeza hacia delante, al menos podría ocultarles sus lágrimas de desesperación.

—Solo tratad de no hacer un lío en mi apartamento —dijo Jun—. Me tomó mucho tiempo limpiarlo.

—Me ocuparé personalmente, Alteza.

El joven cerró los ojos cuando sintió que una fría hoja se presionaba contra la parte posterior de su cuello. Oró porque no le doliera, porque su muerte fuera rápida.

—Le pido perdón, Alteza —susurró uno de los hombres. Jun pensó que las palabras eran ligeramente divertidas teniendo en cuenta que el hombre estaba pidiéndole perdón por causarle la muerte, pero podía sentir la oleada de malestar que surgía del hombre.

—Lo tienes —susurró Jun.

—Gracias, Alteza.

Volvió a cerrar los ojos y trató de conjurar la imagen de Min en su mente, cuando sintió que la hoja se alejaba de su cuello. Los segundos parecieron detenerse esperando el Golpe letal.

—¡Jun!

Éste se volvió de golpe y cayó sobre su trasero cuando oyó a Min gritar su nombre. Sus ojos se abrieron en estado de shock cuando vio a otro hombre con él escalando a través de las ventanas del apartamento. Ambos hombres tenían armas en sus manos, las dirigían hacia los dos hombres de pie detrás de él.

—Jun, ven aquí.

—¿Min?

—Ven aquí, bebé —dijo el asesino, haciendo señas con su mano libre.

—¿Min, qué…? ¿Qué estás haciendo aquí?

Jun solamente tenía ojos para Min, bebiéndose su hermosa forma cuando el hombre se acercó. Los ojos del asesino no estaban en Jun, sino en los dos hombres detrás de él, pero a éste no le importaba. Había podido ver a Min por última vez antes de morir.

—Jun, lo digo en serio, ven aquí.

El joven había comenzado a avanzar hacia Min, incapaz de resistirse al tono dominante del hombre, cuando sintió una mano sobre su hombro, manteniéndolo en su lugar. Respiró hondo, se había olvidado a los dos hombres que estaban allí para matarlo.

—Tú no debes interferir —dijo uno de los hombres con vehemencia.

—No voy a dejar que lo matéis.

—Su destino ya está decidido. Únicamente retrasa lo inevitable.

—No lo creo —dijo Min mientras agitaba su arma hacia los hombres—. Aléjate de Jun y puede que te deje vivir.

—Lamentablemente, eso no es posible.

—No voy a pedirlo de nuevo.

Jun, soltó un grito cuando una mano se envolvió en su cabello y le echó la cabeza hacia atrás. Sintió un movimiento a través de su garganta cuando la afilada hoja se posó de nuevo y trató de no tragar. Era difícil teniendo en cuenta que sentía que tenía un gran bulto en la garganta que le bloqueaba el aire de sus pulmones.

Los ojos de Jun se abrieron como platos cuando oyó gruñir al asesino. El hombre realmente gruñó. Trató de bajar un poco la cabeza para verlo, sorprendido por el brillo feroz en los ojos del hombre.

Min parecía enojado.

—Corta un solo pelo de su cabeza y morirás de una forma muy dolorosa.

Uno de los hombres, el que no sostenía la espada en su garganta, dio un paso amenazador hacia Min. Jun se tensó, el vello de su brazo se erizó cuando un bajo gruñido amenazador salió a través de sus dientes apretados.

—¡No lo toques! ¡Mío! —Gritó Jun, el hombre que dio otro paso, levantando su espada en el aire. Su mente se quedó en blanco cuando se llenó de la necesidad de proteger a Min. Jun apartó la espada lejos de su cuello y se irguió de golpe, sintiendo un puñado de pelo le era arrancado.

De un salto, Jun estaba al otro lado de la habitación, aterrizó sobre el hombre que iba a por Min. Sintió sus garras afiladas extenderse de sus dedos y las clavó profundamente en la carne del hombre. El aullido de dolor llenó la sala, acentuando su necesidad de vengarse de cualquiera que amenazara a Jung Min.

Hyung Jun bufó y hundió sus afilados dientes en el cuello del hombre cuando trató de liberarse. Se agarró lo más fuerte que pudo, mientras el hombre gritaba y lo asía, tratando de quitárselo, hasta que cayeron al suelo.

—¡Jun!

Éste volvió a gruñir cuando sintió que alguien lo agarraba desde atrás. Volvió la cabeza y le bufó, cuando la cara de Min se filtró a través de la furia que empañaba su cerebro.

—Déjalo ir, amor —dijo Jung Min en voz baja.

Se volvió a mirar al hombre desgarrado y ensangrentado debajo de él. Bufó de nuevo únicamente por si acaso, luego retrajo sus garras y poco a poco se alejó de las heridas en los brazos del hombre hacia los de Min.

Jun comenzó a ronronear en el momento en el que se estableció contra el pecho del asesino y los brazos del hombre lo envolvieron. Metió la cabeza debajo de la barbilla de Min y frotó su rostro sobre la piel del hombre, necesitaba el contacto íntimo.

—Caray, está ronroneando.

El joven se dio vuelta y bufó al hombre que había trepado por la ventana con Min, en parte para ponerlo en su sitio y en parte por la interrupción. Era su tiempo de abrazos. Mostró sus garras solo para intimidarlo.

—¡Joder!

—Cállate, Hyun —le soltó Min al hombre, entonces bajó la cabeza y le habló a Jun, su voz era mucho más suave, más dulce—. Está bien, bebé, ronronea todo lo que quieras.

Jun apretó la cara de nuevo en la suave curva del cuello del asesino y volvió a su ronroneo. Sus manos suavemente amasaban la camiseta de Min a pesar de que sus garras estaban todavía extendidas. Simplemente se aseguraba de ser cuidadoso. No le haría daño por nada del mundo.
—¿Cómo estás, Junnie?

Él ronroneó más fuerte. Estaba muy bien. Min estaba mirándolo con preocupación en su rostro, no con desprecio. Asimismo, no estaba gritando y corriendo por la habitación. Eso tenía que significar algo.

—Has vuelto.

—Tenía que hacerlo. —Min se rio en voz baja—. Prometí follarte hasta hundir el colchón si me decías la verdad, ¿recuerdas?

—Sí —Jun sintió su rostro ruborizarse cuando recordó esa promesa y lo que pasó después. Y entonces se acordó del aborrecimiento de Min y se puso rígido en los brazos del hombre.

Poco a poco se apartó de Min, quedándose de pie. Pronto sintió frío, todos sus huesos helados. Se frotó las manos arriba y abajo de sus brazos y miró alrededor de la habitación para encontrarse a todo el mundo mirándolo.

Un maullido de la esquina de la sala llamó su atención. Se volvió, viendo a Precious empujar la pata a través de las ranuras de la puerta del trasportín. Corrió a través de la habitación y cayó de rodillas. Tiró de la puerta y sacó a la gata.

—¡Oh, Precious! —Exclamó mientras la acunaba en su pecho—. Lo siento mucho. Apuesto a que los hombres grandes te asustaron, ¿verdad?

La gata ronroneó en los brazos de Jun, al igual que él lo había hecho hacía unos instantes, cuando estaba en brazos de Min. Únicamente Jun, se dio cuenta de que Precious seguiría ronroneando como cualquier otro gato normal. Era una gata normal. No estaba condenada a ser un cambiaformas como él.

—¿Min, tu gato tiene una gata?




Continuara......................

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