domingo, 7 de diciembre de 2014

El maullido del gato Capitulo 3


Jun se estiró, gimiendo cuando los dolores en sus músculos no utilizados, hicieron notar su presencia. Había comenzado a rodar sobre su espalda cuando de repente se dio cuenta de que un gran peso en su cintura, lo fijaba a su cama. 

Era su cama, ¿verdad? 

Levantó la cabeza y miró a su alrededor. Sí, esta era su habitación, sábanas blancas, edredón blanco, y muebles sencillos de madera. Pero si éste era su ambiente, ¿de quién era el brazo que se agarraba fuertemente alrededor de su cintura?

Jun podía sentir un duro cuerpo pegado a su parte trasera, un cuerpo firme y también muy impresionante. 

Volvió la cabeza lo que pudo y alcanzó a ver el color castaño oscuro del pelo, antes de que un ruido en la otra habitación le llamara la atención.

Recordó de repente a Precious y que había dejado a la gata en el trasportín la noche anterior. Su corazón se aceleró frenéticamente, una, porque había tenido relaciones sexuales por primera vez y todos los recuerdos inundaron su cabeza. Y dos, porque estaba seguro de que Precious estaría furiosa con él. Lentamente se deslizó de debajo del brazo de Min y rodó al lado de la cama. 

—¿Adónde vas?

Jun se congeló, entonces con cautela miró por encima del hombro para ver dos oscuros ojos castaños mirándolo. Apuntó hacia la sala de estar. —Tengo que dejar ir a Precious a la caja de arena. Ha estado encerrada en el trasportín toda la noche.

Se puso nervioso ante la mirada intensa del asesino y empezó a retorcer sus dedos. Sabía que el hombre todavía iba a matarlo. Eso era un hecho. 

Jung Min era un asesino. No iba a dejar de matar a alguien sólo porque hubieran tenido una alucinante follada.

Pero aún tenía que dejar ir al baño a Precious.

—Me comprometo a volver —dijo Jun.

—Mira, ve y hazlo —dijo Min—. Tenemos asuntos pendientes.

Asintió y se alejó rápidamente, antes de que el asesino pudiera ver las lágrimas que brotaban de sus ojos. No quería parecerle débil al hombre. Sabía que iba a morir, y que hoy se encontraría en el más allá, no importaba lo mucho que deseara que fuera diferente.

Jun agarró el pantalón del pijama de los pies de la cama y se levantó. Se lo puso rápidamente y se dirigió a la puerta del dormitorio. Haciendo una pausa en la puerta, volvió la cabeza ligeramente, lo suficiente para ver el perfil de Min.

—¿Puedo traerte algo de la cocina?

—No.

Apretó los labios y salió del dormitorio. No iba a llorar. ¡No lo haría! Sería valiente. Había ganado más en las últimas horas de lo que nunca pensó que lo haría. Si eso significaba su muerte, que así fuera.

—Hola, preciosa mía, ¿estás enojada conmigo? —dijo Jun en voz baja, mientras se arrodillaba en el suelo y abría la puerta quitando el cerrojito del trasportín. La gata inmediatamente se subió al regazo de Jun y empezó a ronronear, frotándose la cabeza bajo la barbilla del joven.

—No tenía intención de tenerte ahí tanto tiempo, Precious. Sólo perdí un poco la noción del tiempo. Prometo que no volverá a suceder —Jun se puso de pie y llevó a la gata a la cocina—. El señor Park, va a asegurarse de que tengas un buen hogar cuando haya hecho su trabajo. No nos defraudará. Ahora, vas a ir al baño y mientras preparo tu desayuno.

Jun la dejó en el suelo y la observó irse a la despensa donde se encontraba su caja de arena. Agarró un plato limpio del armario y lo puso en la encimera antes de abrir la nevera. Sus ojos de inmediato cayeron en las sobras de pollo que había estado guardando. No creía que lo necesitara más.

Agarró el pollo, lo dejó en la encimera y lo cortó en pequeños trozos del tamaño justo para un gato. Puso el plato en el suelo para Precious y limpió el desorden que había hecho.

Después de limpiar, Jun cuidadosamente dobló el paño que había usado y lo puso al lado del fregadero. Su estómago estaba demasiado alterado para comer, y Min no quería nada. No había nada que le impidiera regresar a la habitación, y a su muerte.

Cuando comenzó a salir de la cocina, casi tropezó con la gata que se había enredado en sus tobillos. Jun se estabilizó, se inclinó para acariciarla, cayendo de rodillas en el suelo para acercarse a ella.

—Vas a tener una buena vida, Precious, te lo prometo. El Sr. Park va a cuidar muy bien de ti.

Jun aspiró su labio inferior y contuvo el grito que le subía por la pena que lo abrumaba. Él realmente no quería morir.

Quería que Min lo follara en la ducha de nuevo. Nunca había sentido nada igual en su vida.
Supuso que jamás volvería a hacerlo.

—¡Jun!

Dio un salto cuando oyó gritar al asesino desde el dormitorio. Besó a Precious en la cabeza y luego la dejó en el suelo. —Bueno, supongo que esto es así, ¿eh?

La gata maulló mientras frotaba su cuerpo contra el suyo. Jun sonrió y le dio unas palmaditas en la cabeza antes ponerse de pie. Cada paso que daba hacia el dormitorio minaba toda su fuerza y coraje. Se preguntó si así era como se sentían lo condenados cuando caminaban hacia la guillotina.

Jun se detuvo en la puerta y respiró hondo antes de empujarla y abrir. Se sorprendió al encontrar todavía a Min en la cama, desnudo. Había esperado que el hombre estuviera vestido y listo para quitarle la vida.

—Siento haber tardado tanto. Le di de comer a Precious. —Se dio cuenta que estaba balbuceando, pero no podía evitarlo. Estaba tan nervioso y aprensivo que sentía que vomitaría en cualquier momento—. Se pone de mal humor cuando no se sigue su horario, y no querrás ver a Precious cuando está de mal humor. La última vez que tardé en darle la cena, destrozó una de mis almohadas.

—Jun—dijo Min en voz baja.

—No creo que me permitas tomar otra ducha. —El asesino simplemente arqueó una ceja. Junasintió—. Sí, supongo que es pedir demasiado. Sé que ya me has dado tiempo más que suficiente. —Acabó el joven. Agitó la mano ausente, sin saber qué más decir.

Tal vez no había nada más que decir. No era culpa de Min que estuviera aterrorizado. Jun había estado en el lugar equivocado en el momento equivocado, y el hombre estaba simplemente haciendo su trabajo. No tenía derecho a verter su dolor sobre él.

Jun apretó los labios y bajó los pantalones del pijama por las piernas. Sus manos temblaban mientras cuidadosamente lo doblaba y lo ponía de nuevo a los pies de la cama. Acercándose a su tocador, sacó unos calzoncillos limpios y se los puso. No quería que lo encontraran desnudo, pero tampoco quería tener la ropa sucia.

Alguien podría donarla o algo así.

El chico fue de nuevo hasta la cama y se subió. Se acercó hasta que estuvo junto al asesino y entonces se puso sobre su espalda. Jun cerró los puños a su lado y cogió otra profunda respiración, exhalándola antes de unir su mirada con la de curiosidad de Min.

—¿No sería mejor si cierro los ojos?

—¿Mejor?

—¿Prefieres que tenga los ojos abiertos o cerrados?

—Ah, como quieras.

Jun no entendía la confusión que podía ver en la cara de Min. Tal vez nadie se lo había preguntado nunca. Decidió cerrar los ojos. No quería ver llegar el golpe mortal.

—Está bien, estoy listo —le susurró Jun. Luego esperó.

Casi se sale de su pellejo cuando sintió el movimiento de la cama. Abrió los ojos sólo una pizca y miró a través de sus pestañas para ver a Min salir de la cama y caminar hacia el cuarto de baño.

Jun estuvo confundido por un momento hasta que se dio cuenta de que la ropa y el arma del asesino se encontraban en el cuarto de baño. No había pensado en lo que Min utilizaría para matarlo. Había estado demasiado concentrado en la parte de morir como para pensar esas cosas.

Y también en la alucinante follada.

Cerró rápidamente los ojos cuando vio al hombre salir del cuarto de baño. Realmente no quería ver lo que se avecinaba. Prefería ser indiferente en cuanto al momento en el que moriría, algo así como morir en un accidente de coche.

La cama se hundió, y Jun contuvo el aliento. Agudizó su oído pero todo estaba en silencio. Como no pasó nada después de unos momentos, no pudo soportarlo más. Abrió los ojos y miró a Min, sorprendido de encontrar su mirada fija en él.

—¿Hay algún problema?

—Nos olvidamos de usar un condón ayer noche, y no puedo encontrar ninguno en el cajón. 

—Eso es porque no tengo ninguno.

—¿Por qué diablos no tienes preservativos? ¿No sabes que puedes pillar cualquier cosa si lo haces a pelo? Si tienes algo, ya lo he pillado, pero no quiero presionar, me refiero con el tema.

—Era virgen, ¿recuerdas? No sólo no tengo nada, sino que no tenía ninguna necesidad de condones.

—¿Estabas pensando en ser virgen toda la vida?

—No, imaginaba que podría conocer a alguien algún día, y si eso ocurriera, entonces compraría los condones.

—¿Eres gay?

—¿Gay?

—¿Te gustan los hombres?

El joven se sintió sonrojar cuando bajó la vista.
—Sí.

—Bueno, eso es un alivio —resopló Min.

No entendía por qué importaba si le gustaban los hombres o las mujeres. De cualquier forma, no era como si fuera a tener la oportunidad alguna vez de tener relaciones sexuales con nadie, a excepción de la mantenida con el asesino.

—¿Podríamos terminar con esto? —preguntó Jun cerrando los ojos otra vez. La espera lo estaba volviendo loco. No era que quisiera morir, pero...

—Ansioso, ¿verdad?

El corazón de Jun se desbocó en su pecho, cuando Min se rio entre dientes. Había pensado que era un buen tipo, puesto que el hombre había acordado cuidar de su gata y lo había dejado tomar una ducha. El sexo había sido un gran extra. No se había dado cuenta hasta ahora, que Min poseía una vena sádica.

—Por favor, solo...

—Shh, no pasa nada, bebé, voy a cuidar de ti.

Jun esperaba sentir el frío y duro acero del arma contra él, no las manos del hombre. Se sacudió, sus ojos se abrieron libremente mientras lo miraba pasmado. —¿Qué estás haciendo? —Le preguntó cuando las manos de Min comenzaron a acariciar su pecho.

—¿Qué sientes que estoy haciendo?

—Tocarme.

—Entonces eres un joven muy perspicaz, porque eso es exactamente lo que estoy haciendo. Espero estar haciendo mucho más de aquí a un minuto.

—¿Por qué?

Las cejas de Min se dispararon en su frente. —¿Por qué te estoy tocando?

—Sí.

—Debido a que me voy a quedar malditamente empalmado si no te follo otra vez.

—¿Me vas a follar otra vez?

—Ese era el plan. ¿Tienes algo más en mente?

—Pensé que me ibas a matar. ¿No es eso lo que viniste a hacer? —De repente, estaba aterrorizado, Jun se presionó de nuevo contra las almohadas, cuando Min se apoyó en su codo y lo miró.

—¿Por qué quieres tanto que te mate?

—¡No quiero¡

—Cada vez que me doy la vuelta estás esperando a que te mate, incluso te ofreces a mí como un cordero al sacrificio. ¿Por qué no has tratado de escapar y salvarte?

—¿Me serviría de algo?

—No, te encontraría dondequiera que fueras, pero aún...

—Eres un asesino, según tus propias palabras. No veo para qué luchar, no me hará ningún bien. Puedo pasarme el resto de mi vida mirando sobre mi hombro y vivir con miedo de cuando me vas a encontrar o puedo aceptar mi destino.

—No creo que jamás haya conocido a nadie como tú en mi vida.

—Lo siento. —Jun bajó los ojos una vez más—. He tratado de hacerte esto fácil. Si me dices lo que quieres que haga…

Las palabras del joven se detuvieron cuando Precious llegó disparada a la habitación y saltó sobre la cama. Corrió a través de las mantas y se agazapó junto a Jun, silbando y escupiendo mientras miraba hacia la puerta del dormitorio.

Min se levantó y salió de la cama, corrió al cuarto de baño antes de que Jun supiera que algo estaba mal. Cuando éste volvió, vestía sus vaqueros y tenía la pistola en la mano. Se llevó el dedo a los labios y se acercó a la cómoda, sacó un pijama y se lo entregó al chico.

Vístete. Min gesticuló.

Jun asintió y se puso el pantalón del pijama lo más silenciosamente que pudo. El corazón del chico se desbocó en su pecho, y un sudor frío cubrió la parte posterior de su cuello. Subió colocándose en el centro de la cama y agarró a Precious, sosteniéndola contra su pecho mientras miraba Min que se asomaba desde la habitación.

Solo fueron unos segundos pero muy pronto le parecieron minutos de agónico silencio. Jun dio un salto cuando oyó a alguien gritar seguido de un estruendo. Bajó a Precious y salió de la cama, corriendo hacia la puerta del dormitorio.

Hizo una pausa, miró a escondidas pegado a la esquina. Se tapó la boca con una mano para no gritar cuando vio Min peleando con otro hombre. Un tercer hombre yacía en el suelo junto al sofá, con un charco de sangre cerca de su cabeza.

La respiración de Jun se quedó trabada en su garganta cuando Min recibió un fuerte puñetazo en la cara, pero eso no pareció frenar al hombre. Min sólo se sacudió y apuntó con su propio puño al otro hombre, conectando con su nariz. El joven hizo una mueca cuando la sangre salpicó por todas partes.

¡Qué lío!

Por un momento, Jun pensó que el extraño tenía la sartén por el mango mientras le daba un golpe tras otro al asesino. Pero entonces Min tomó el control, lanzando varios bien dirigidos a las costillas y a la barriga. Lo pateó y el hombre cayó al suelo.

Los ojos del chico se pusieron como platos al verle agarrar su arma del suelo y disparar al intruso justo cuando éste levantaba su arma hacia él. Min se metió la pistola en la parte trasera de sus vaqueros y comenzó a registrar al fiambre.

—Realmente eres un asesino.

—Sí, lo soy. —Las manos de Min ni siquiera dejaron lo que estaba haciendo. Jun sospechaba que el hombre sabía que él había estado allí todo el tiempo—. Ve a vestirte, algo que abrigue. Y pon a Precious en su trasportín.

—¿Por qué?

El asesino levantó la vista. —Porque vienes conmigo.

Jun abrió la boca para preguntarle por qué iba a ir a ningún lado, cuando el hombre arqueó una ceja. Jun decidió que aceptar la orden era la ruta más segura a seguir. Después de todo acababa de verlo matar a alguien.

Se apresuró a regresar a su habitación y se vistió. Eligió un pantalón vaquero, una simple camisa de algodón, y su abrigo de invierno. Jun lo coronó con un par de calcetines y buenas botas de montaña.

Había empezado a coger a Precious para llevarla a la sala de estar, cuando de repente lo golpeó un sentimiento enorme de nostalgia porque nunca volvería a ver su apartamento de nuevo. No tenía mucho que valoraba más allá de su gato, pero había unas cuantas cosas.

Dejó de nuevo a la gata sobre la cama, y fue al armario y bajó la mochila del estante superior. Empujó algunos cambios de ropa interior y luego una imagen de su madre de su mesita de noche y el pequeño libro de recuerdos de familia que ella le había hecho. Si no iba a volver, estas eran las cosas que quería llevarse.
Agarrando a Precious, mientras ésta caminaba junto a la cama y se dirigió a la sala de estar. Min estaba al móvil cuando entró, hablando en voz baja y cabeceaba cada pocos segundos.

Jun tenía curiosidad por saber con quién estaba hablando, pero no era lo suficientemente curioso como para preguntar. Se arrodilló en el suelo y puso a su gata en el trasportín. Se puso de pie una vez más, cogió el cajón y su mochila y miró a Min.

—Estoy listo.

Min asintió y continuó su conversación. Cuando terminó, se metió el teléfono en el bolsillo y se dirigió al dormitorio. El joven se quedó allí, sin saber qué hacer con dos cuerpos en su piso y un asesino en su habitación.

Si Jun alguna vez había querido correr, este sería el momento para hacerlo. Tenía todo lo que necesitaba en sus manos. Volvió a mirar a la puerta principal, se dio cuenta que curiosamente seguía cerrada. Había dado un paso hacia la puerta cuando sintió que una mano grande caía sobre su hombro.

—Vamos, salgamos de aquí —dijo Min cuando tomó el trasportín—. Un equipo de limpieza estará aquí en unos minutos para volver a dejar de nuevo tu apartamento, a su prístina condición. No podemos estar aquí cuando lleguen.

—¿Un equipo de limpieza?

—Hacen que pequeños líos como éste desaparezcan.

—¿Tú eres parte de un equipo de limpieza? —preguntó Jun, mientras se apresuraba hacia la puerta principal tras el asesino y bajaban las escaleras. No tenía otra opción. El hombre tenía a su gata.

—No, trabajo estrictamente solo.

—¿Pero viniste aquí para limpiar tu desorden, ¿verdad?

Min se rio entre dientes. —Sí, supongo que se podría decir eso.

—Por lo tanto, entonces eres parte de un equipo de limpieza.

—Está bien.

Jun estaba confundido acerca de muchas cosas. No entendía por qué iba con Min a algún sitio. Ni entendía por qué había dos hombres muertos en el suelo de su apartamento. Y no entendía por qué estaba poniendo su confianza en un hombre que planeaba matarlo. 



Continuara................

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