jueves, 23 de octubre de 2014

Sumisos Planetarios. Capitulo 7





Si realmente amas a alguien dale tu corazón. Si te quiere de vuelta, ellos lo aceptaran con defecto y todo...
Reina Nyaha


Jun trató de no cambiarse demasiado sobre su almohada cuando el aburrimiento hizo que su mente vagara. 

El emperador habló con delegado tras delegado, dignatario por dignatario, hasta que todos se difuminaron juntos en una burbuja de mente–nublada de políticos. 

Gelatinosos políticos. La idea pasó por su cabeza y sonrió con la imagen.

Por primera vez, ser el tercero en la línea de sucesión al trono parecía más una bendición que una maldición. 

Sus hermanos siempre habían dominado sobre él, por su posición más próxima al trono, pero si fueran a aparecer ahora, podía libremente decirles que eran bienvenidos al trabajo.

Para entretenerse, Jun accedía lentamente a sus poderes, no lo suficiente como para que cualquier otra persona se diera cuenta. Puso a prueba su control cuidadosamente, cambiaba la temperatura de la habitación hasta que la gente empezaba a inquietarse, aumentaba la esponjosidad de la almohada... Pensó en cambiar la tela, pero decidió que podría llamar la atención de Min. Su trabajo, de acuerdo con el emperador, era quedarse quieto y en silencio. Justo cuando estaba pensando en configurar llamas en la habitación para salir de la debida quietud, su Maestro le tiró de un rizo. 

Él levantó la vista.

—Es tiempo para almorzar, mi mascota, luego Saeng te llevará al sanador y al peluquero.

—Sí, Maestro. —Mantuvo los ojos bajos, pero por dentro daba volteretas. Incluso un viaje al curandero sonaba como el paraíso en comparación con sentarse ahí un minuto más. 

Al parecer, no ocultó su expresión lo suficientemente bien debido a que Min rió.
—Veo que encuentras toda esta cosa tan aburrida como yo. Hmmm... Voy a tener que ver lo que puedo hacer para mantenerte entretenido por la mañana. Tal vez sólo te mantendré aquí un par de horas al día y luego te pondrás con los estudios. Ven y siéntate a mi lado. 

El emperador se levantó y con una fuerte mano ayudó a Jun a ponerse de pie. Jun subió fácilmente a pesar de su larga estancia incómoda en la almohada. Había utilizado la magia para mantener sus músculos calientes y libres de calambres. Tenía un control fenomenal al estar cerca del emperador. 

Min lo recompensó con una sonrisa y lo condujo hacia una mesa de gran tamaño.

El sirviente saltó hacia delante para deslizar de vuelta la silla del emperador. Él frunció el ceño ante el hombre.

—Mi mascota se sienta primero.

—Lo siento, su Majestad.

El sirviente a toda prisa se echó hacia atrás por una silla para Jun y lo instaló confortablemente antes de asistir al emperador. 

Jun le dio a Min una pequeña sonrisa. Su padre nunca habría sentado a sus sub antes que a sí mismo. En realidad, Jun no creía haber visto nunca a un sub de su padre hacer algo más que sentarse sobre un cojín a sus pies. Jun ni siquiera se había molestado en aprender sus nombres. Su padre quemaba a través de ellos con tanta rapidez, que ellos nunca duraban tiempo. Después de unos pocos meses, en que no podían manejar más la magia eran traspasados hacia otros deberes. 

A diferencia de su padre y hermanos, Jun creía en las viejas historias de encontrar a su pareja perfecta. 

Echando un vistazo de reojo al emperador, esperaba que el otro hombre demostrara ser lo suficientemente fuerte como para equilibrar su magia.

El rey podía ser un poderoso mago, pero la magia de Jun eclipsaba a la de su padre... un hecho que trabajó duro para esconderlo de su padre, como lo hicieron los otros miembros de la corte. Nadie quería decirle al rey que su hijo sumiso tenía más energía mágica que el rey y sus hijos mayores juntos.

Una razón más de que Jun no pertenecía a la corte de su padre. Él no quería ocultar quién era por más tiempo. Ahora tenía que encontrar una manera de decirle al emperador que necesitaba su ayuda para controlar su poder y Jun tenía la esperanza de que el otro hombre no lo desterrara. Si Min lo rechazaba, Jun no sabía lo que haría.

La comida de Jun consistió en grasa, sustanciosos hongos con salsa cremosa. Él dejó escapar un murmullo feliz mientras comía.

—¿Supongo que la comida cuenta con tu aprobación? —La expresión divertida del emperador hizo que Jun le devolviera la sonrisa.

—Es delicioso.

—Excelente. La chef puede conservar su trabajo. —El tono no era de burla ya. 

Jun se dio cuenta de que, si hubiera dicho que no le gustaba la comida, la mujer hubiese sido despedida.
Varonilmente, contuvo un estremecimiento. Él no quería esa clase de poder sobre la vida de otra persona. Tristemente, parecía que lo tenía lo quisiera o no. 

—Esta realmente buena —tranquilizó a su Maestro.

Terminó su comida, Saeng entró en la habitación y se inclinó ante el emperador.

—Si Hyung Jun está listo, estoy aquí para llevarlo para su aseo personal y las pruebas.

Min examinó a Saeng durante mucho tiempo.
—¿Cómo estuvo tu entrenamiento? —preguntó, tomando un bocado de pan.

Saeng se puso firme. —Me mostraron los ejercicios con un bastón. 

—Bien. —Asintió Min—. Debes practicar cada mañana y conseguirás ser bueno en eso, puedes mostrarle a Jun lo que has aprendido. Serás el responsable de enseñarle a mi mascota defensa personal. Espero que nunca tenga que usarla, pero no voy a tenerlo vulnerable. —El emperador fijó con su mirada a Jun—. Es posible que no quieras hacer daño a la gente, pero tienes mi permiso para protegerte contra cualquier persona que quiera hacerte daño, sin repercusiones. 

Hubo algunos murmullos entre la gente alrededor de la mesa, pero ninguno de ellos tenía el descaro de hablar en contra del emperador.

Jun pensó que no era el momento adecuado para mencionar que podía freír a un enemigo con un pensamiento, no cuando el emperador, obviamente, sólo quería escuchar una cosa.

—Sí, Maestro.

Min frunció el ceño a Saeng. —Cuida de mi mascota y devuélvelo a nuestras habitaciones cuando haya terminado. Va a necesitar una siesta.

Con dificultad, Jun reprimió las duras palabras en la punta de la lengua. No necesitaba una siesta en la tarde desde la edad de cinco años. Bajó la dura mirada del emperador, inclinó la cabeza y dejó que Saeng lo llevara fuera de la habitación.

Saeng mantuvo miradas fugaces a Jun hasta que finalmente le preguntó: —¿Qué?

—Oh, lo siento. Es que eres muy hermoso, ya sabes. ¿Siempre quisiste ser una mascota? ¿O se trata de algo que hiciste porque eres hermoso o estás quebrado? 

A cualquier otra persona, Jun le hubiera dicho que pusiera su mente en su propio negocio, pero el esclavo parecía verdaderamente curioso.

—Siempre he querido pertenecer a alguien... alguien más para controlarme —explicó Jun, con la esperanza de atajar más preguntas. 

—¿Pero no tienes que ser una mascota, verdad? Tienes dinero.

Jun asintió.
—Es una elección. —Y aquí, como en su planeta de nacimiento, al parecer era extraño. 

—Eh. Si tuviera mucho dinero nunca sería la mascota de alguien.

—¿Qué harías? —preguntó Jun, curioso acerca de los sueños del esclavo.

—Viajar. Siempre he querido visitar otros mundos. —La voz melancólica de Saeng hizo sonreír a Jun.

—He estado en otros mundos. No son tan maravillosos como parecen. Diferentes especies, pero muchos de los mismos problemas.

Su padre había llevado en su espalda a los tres chicos a través de la galaxia y Jun nunca había encontrado el planeta perfecto. Incluso habían visitado este planeta una vez o dos, a pesar de que nunca había conocido al emperador antes.

—Aún así, tiene que haber una vida mejor que ser un esclavo —insistió Saeng.

—Es cierto. —No podía discutir sobre eso—. ¿Qué te gustaría hacer con tu vida? Después de viajar.
Hubo un momento de silencio mientras caminaban por el pasillo. 

—De hecho, no me importaría ser un soldado. Sólo quiero explorar un poco primero. 

—Comprensible. —Jun sabía que si hubiera sido atrapado en un planeta y entregado a los caprichos de un amo cruel, podría buscar escapar también—. Tal vez algún día puedas vivir tu sueño. 

—Puede ser. Aunque no me importa servirte.

Jun rió.
—Gracias.

Saeng lo llevó a una serie de puertas dobles con un par de tijeras grabadas en el vidrio esmerilado. 

—Vas a ser preparado en primer lugar. —El esclavo le dio una sonrisa de disculpa.

Por la conducta de Saeng, Jun había medio esperado que hubiera un monstruo al otro lado de la puerta. En su lugar había un hombre delgado y un par de hermosas damas de pie listas.

—Oh, eres hermoso, ¿no es así? —El hombre dio un paso adelante. Vestido con una bata blanca, parecía a punto de realizar una cirugía. Las mujeres vestían de manera similar—. Soy Hongki y estas son mis ayudantes. Vamos a limpiarte. 


Continuara.................

No hay comentarios.:

Publicar un comentario