sábado, 20 de septiembre de 2014

Terrores Nocturnos. Capitulo 1



Ellos venían y su madre no podía hacer nada para detenerlos. Aún más importante, había muy poco que podía hacer para salvar a su hijo. Un niño que algún día podría ser quien salvara a toda la humanidad. 

Quizás estaba sobre reaccionando un poco, después de todo, su hijo,  era uno de los varios Protectores. Sin embargo, algo le decía que su linaje era del que se hablaba en la profecía.


Ella sólo tenía que asegurarse de que dicho linaje sobreviviera esta noche.

Tomando la larga espada en su mano, debatía sus opciones, que lamentablemente eran muy pocas —quedarse y luchar, o correr y salvar Saeng.

Normalmente correr nunca entraría en su mente, ella podría ser solo una civil, pero estaba casada con un Protector y ellos nunca retrocedían. En especial, no de una banda de feroces vampiros que no conocían la diferencia entre su culo y sus colmillos. 

Pero Saeng tenía doce años y no estaba listo para pelear. En pocos años, podría ser capaz de por lo menos defenderse, pero hasta ese momento, él solo había aprendido las habilidades más rudimentarias.

El aire dentro de su casa-rancho de un solo piso tenía un fuerte olor a sangre, le dio un vuelco el estómago, no porque le disgustara, sino porque la sangre era de su marido, que estaba eviscerado a pocos metros de distancia en la sala, la grotesca imagen era un directo contraste con la decoración estilo cottage rural del cuarto.

Varias sombras se movían afuera, y su corazón se sacudió de miedo. Eso sólo podía significar que había más vampiros que habían venido a unirse a los tres que ya estaban merodeando por su oscura casa. Una respiración ligeramente acelerada a su derecha le hizo saber que Saeng llegó a la misma conclusión, de lo contrario el niño de doce años no haría ningún otro sonido. Los años de entrenamiento le habían inculcado la capacidad de guardar silencio, incluso después de haber visto a su padre siendo despedazado.

Sabía que tenía que huir antes de que los vampiros la atraparan dentro de la casa. Su cuñado vivía a varias casas de distancia y si podía llegar con él, él y sus hijos podrían ayudarla a luchar contra los vampiros. 

Como estaban las cosas, a ella la superaban ampliamente en número. Ni siquiera podía llamar para pedir ayuda ya que los vampiros cortaron las líneas telefónicas y eléctricas.

Ella utilizó su mano libre para hacer algunas señas hacia Saeng, unas señas que sólo conocía su familia. En pocas palabras, significaba: “es hora de empezar a moverse. No importa lo que me pase a mí, no dejes de correr”.

Soltando un grito de batalla, se lanzó detrás del mostrador y blandió su espada en un limpio arco, decapitando al vampiro más cercano a ella. Al mismo tiempo, Saeng disparó el arma que le habían regalada en su último cumpleaños. Su tiro falló, pero se las arregló para darle al vampiro en el hombro, deteniéndolo.

Eso dio tiempo de blandir su espada, y ella limpiamente le cortó la cabeza al segundo vampiro. Con eso sólo quedaba uno en el interior de la casa, pero ella no perdió el tiempo en él. 

—Muévete —ella le gritó a Saeng, su voz ronca por la emoción.

Cómo odiaba tener que salir dejando atrás a su esposo, pero sabía que no querría que ella se arriesgara más por un cadáver. Así que ella apresuró a Saeng al frente de la casa y se asomó para ver el carro.

Había varios vampiros afuera. Su estómago se oprimió, mientras ella rápidamente contaba —diez. No había manera de que una simple humana como ella pudiera tener una oportunidad contra tantos.

Entonces ella vio a su hijo y se dio cuenta de algo. En tanto que Saeng viviera, todo lo demás no importaba. Como su madre, ella estaba más que dispuesta a sacrificarse. La expresión de su rostro debió de haber dicho lo mismo, porque los ojos castaños de Saeng se llenaron de lágrimas.

—Por favor, no lo hagas. Podemos luchar contra ellos.

Ella se inclinó y con la mano libre apartó hacia atrás su cabello oscuro, dejando tras de sí una mancha de sangre en la frente. —Entra al coche. Las llaves están en la visera. Quiero que manejes a la casa de Siwon y le digas lo que está sucediendo aquí.

Saeng sacudía la cabeza. —Para el momento que regrese, será demasiado tarde. No quiero perderte, también.

Ella lo agarró por el hombro. —Saeng, eres un Protector y tus necesidades están en último lugar. No importa lo que quieras. Todo lo que importa es que vivas para seguir luchando.

Cuando iba a comenzar a discutir de nuevo, ella le dio una cachetada. Aunque el movimiento le rompió el corazón, sabía que estaba desesperada por lograr que la obedeciera. Si terminaba odiándola por eso, entonces que así sea. Mientras él viviera.

El hecho de que un niño tan joven como Saeng supiera manejar un arma de fuego, y conducir un coche, nunca entró en la ecuación. Como su padre, él era un Protector y estaba destinado desde su nacimiento a ser diferente a todos los demás.

Lo único que dejó escapar fue una respiración antes de asentir. —Si, madre. Prometo no defraudarte.

Ella lo besó en la mejilla. La que ahora tenía la huella de su mano pintada con un furioso color rojo debido al golpe. —Sabes que siempre te amaré.

Tan pronto como ella dijo esas palabras, el último de los vampiros del interior la atacó. Ella rápidamente terminó con él antes de abrir la puerta y empujar a Saeng hacia el carro. Él se detuvo sólo el tiempo suficiente para murmurarle: —También te quiero, mamá. Nunca te olvidaré.

Fiel a su promesa, corrió, sin ver hacia atrás otra vez. Los vampiros que habían estado acechando afuera, atacaron, pero ella consiguió finalmente vencerlos, posicionándose a sí misma a modo de proteger a Saeng con su cuerpo. Blandía su espada con tal locura, que apenas registraba cuando conectaba con la carne, porque siempre había otro agresor listo tras ella.

Cuando oyó la puerta cerrarse y el motor encender, dejó escapar un sollozo de alivio. Un vampiro saltó sobre ella, sus colmillos se hundieron profundamente en su garganta. Ella gritó cuando el dolor atravesó su cuerpo. Otro vampiro saltó sobre ella, hundiendo sus colmillos en su pecho. Un tercero se unió, hundiendo sus colmillos en el hombro.

Mientras ellos la llevaban al suelo, ella alcanzó a ver el carro que se alejaba. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras lo último de su sangre era drenada de su cuerpo y ella ya no existía. 


Continuara...........

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