jueves, 28 de agosto de 2014

Sumisos Planetarios. Capitulo 1,2 & 3



Un hombre debe ser como un cáliz vacío listo para ser llenado con las experiencias de la vida.
"Reina Nyaha" 

—Eso es lo mejor que puedo hacer. Esto debería ocultar sus marcas, pero sin cubrirlas tanto como para ofender a un Maestro interesado —dijo Odwill. El anciano siervo terminó colocando los puños decorativos en el bíceps de Jun, acariciando su brazo con el toque familiar de un hombre que lo ha tenido a su cargo desde el nacimiento. 

—Gracias, Odwill, lo hiciste bien. —Jun le dio a su siervo una sonrisa tranquilizadora. Sabía que el anciano no aprobaba los planes de Jun. Sin embargo, no podía discutir con la madre de Jun. 

A pesar de que su madre había muerto durante el parto de Jun, sus poderes como vidente eran legendarios. Sabiendo que iba a morir durante el parto, ella narró consejos para su hijo por nacer y se cargaron en los archivos reales. Su clave de cifrado murió con ella, así que nadie sería capaz de modificarlos o leer por adelantado. Una vez por semana, el dispositivo sonaba y el consejo desde ultratumba aparecía en la pantalla. Ni una sola vez se había dirigido a él mal.


Cuando Jun era más joven, había pensado en ella como su amiga imaginaria, siempre ahí cuando necesitaba ayuda. Ahora deseaba que ella pudiera asesorarlo en persona. 

Cuando él anunció por primera vez que tenía planes para unirse a las mascotas que salían en la siguiente nave, Odwill había buscado inmediatamente la manera de ayudarlo. Los dos sabían que no había futuro para Jun mientras viviera bajo el techo de su padre. Su padre amaba a Jun a su manera, pero se negaba a reconocer el problema de su hijo. En la mente de su padre, un regente planetario no podía tener a un sumiso como hijo. 

Para proteger su identidad, primero había necesitado cubrir los tatuajes que lo revelaban como un mago de los cuatro elementos. Nadie tomaría a un hombre a bordo que pudiera destruir su nave con un solo pensamiento. Anchas bandas de metal cobrizo en sus bíceps daban la impresión de ser esclavo, así como cubrían sus signos de poder. 

Jun jugueteó con sus brazaletes por un momento antes de volver a enfrentarse a su siervo. —Será mejor que te retires después de mi partida. No quiero que te metas en problemas. Dudo que mi padre descubra mi ausencia durante unos días, pero cuando lo haga, probablemente llegue a ti para interrogarte. Espera a anunciar tu retiro hasta que descubran que falto. No le des ningún motivo para pensar que eres responsable de mi desaparición. 

Odwill asintió.

Ni una hebra de su cabello blanco se movió. Jun siempre se había preguntado cómo el hombre estaba perfectamente arreglado sin importar las condiciones. 

—Voy a esperar hasta que se anuncie que usted falta, entonces voy a ir con mi hermana a Collinsville. Su padre no pondrá objeciones ya que no voy a tener un cargo.

Jun fue a su armario y sacó una pequeña bolsa de terciopelo del cajón superior. —Esto es para ti, Odwill. Un pequeño agradecimiento por toda tu ayuda. —Apretó el hombro del sirviente, le entregó la bolsa y luego se volvió a distanciar terminando de empacar. No iba a llorar. Según su padre, los príncipes no lloraban y Jun no planeaba empezar ahora. 

—¡Mi señor! —Jadeó Odwill detrás de él—. Esto es más oro de lo que jamás he tenido en mi vida.

Jun respiró hondo, pero se mantuvo de espaldas a Odwill. Estaba demasiado cerca de una crisis emocional por dejar al hombre que había sido más como un padre para él que el suyo propio. 

—No puedo pagar por todo lo que has hecho por mí durante estos años, pero me puedo asegurar que tus años restantes sean cómodos.

—Gracias, mi señor. Quiero que sepa que siempre ha sido un placer servirlo, a pesar de su desventaja. Nunca ha sido un problema. Si pudiera ir con usted a su nueva casa lo haría.

Jun sonrió. —Sé que lo harías, Odwill, y tú eres el único que lo llama una desventaja. Todo el mundo lo llama una maldición. 

A pesar de tener la capacidad mágica más fuerte de su familia, sin una contrapartida para equilibrar sus poderes, la magia de Jun se tambaleaba fuera de control. La mayoría de los usuarios de la magia, como sus dos hermanos, eran maestros que mantenían una sumisa para ayudar a suavizar su habilidad. Jun, sin embargo, era un sumiso. Y como un mago raro, de los cuatro elementos, si se uniera con otro usuario de la magia quemaría al otro con la sola fuerza de sus habilidades. 

Había oído hablar de otros planetas donde las criaturas no mágicas podían vincularse y equilibrar su magia. Sin embargo, su padre se negó a admitir a un niño con su problema. Jun no podía esperar ayuda de esa dirección, por lo que necesitaba encontrar su propia solución. Ahora, a los diecinueve años de edad, Jun llegó a la edad adulta y estaba dispuesto a abandonar su planeta natal y buscar su partido mágico entre las estrellas.

Odwill agarró a Jun por el brazo y lo volvió hacia él.
—No importa lo que digan, usted no está maldito... es especial, tan especial que los dioses han creado a una persona entera para que lo ayude con su magia. Todo lo que tiene que hacer es encontrarla. —Odwill le dio una suave sacudida final antes de dejarlo ir. Con una triste sonrisa, metió la mano en el bolsillo—. He estado guardando esto para darle ésto algún día a mi niño, pero nunca tendré uno. Usted es lo más parecido a un hijo que jamás tendré. —Odwill abrió la mano. Un anillo grabado con un halcón sosteniendo un raro rubí Tinarean yacía en su palma. —Me fue dado por un adivino que me dijo que este anillo llevaría a mi hijo hacia su futuro. 

—No puedo aceptar esto —protestó Jun.

—Puedes y lo harás —dijo Odwill con voz firme. Antes de que Jun pudiera rechazarlo una vez más, Odwill tomó su mano derecha y deslizó el anillo en el dedo medio—. Consérvalo para recordarme cuando estes lejos de casa. Sabes que eres el hijo de mi corazón, incluso si no eres de mi semilla. 

Jun dio a Odwill una sonrisa trémula. —Gracias, viejo amigo. Disfruta tus días como un hombre libre. 

Después de cerrar su mochila, Jun la deslizó sobre su espalda, apenas sintiendo el peso añadido. El paquete sólo contenía dos juegos de ropa, su chip de crédito, un comunicador de emergencia y el diario de su madre. Una mascota no necesitaría mucho. Su nuevo propietario proveería para él. 

Con un último guiño a su sirviente, Jun salió de su dormitorio de la infancia. Sabía que nunca volvería... al menos no sólo como el hijo de su padre. Ya era hora de que se convirtiera en su propia persona. La idea lo hizo sentir a la vez triste y triunfante.

Iba a encontrar sus respuestas en las estrellas. Optimista, Jun se dirigió hacia la puerta exterior. 

El camino hacia la salida principal, afortunadamente carecía de la presencia de cualquier persona que se preocupara por dejarlo pasar. Jun asintió con la cabeza a los guardias a su paso, pero nadie lo detuvo hasta que llegó a la barrera exterior real con todo su contingente de guerreros. 

—Disculpe, Príncipe Jun. —Shreel, el capitán de la guardia del rey, se puso delante de él y le bloqueó el paso. 

—¿Hay algún problema? —Jun mantuvo la voz serena y firme, negándose a revelar su nervioso tintineo. 

Shreel miró la mochila en el hombro del Jun. —¿Va a algún lado? 

—Sí, y si no te mueves voy a llegar tarde. —Jun miró a los ojos de Shreel. Dejó que las llamas parpadearan en sus pupilas para mostrar su molestia, un truco fácil que siempre ponía nervioso a otros, uno de los pequeños y pocos tipos de magia que podía realizar sin un compañero. 

Shreel se estremeció ante la vista, pero no dio marcha atrás. 

—¿Sabe su padre que se va?

—No, y como soy mayor de edad, no es de su incumbencia. —Esperaba cubrir bien su nerviosismo.

Si el guardia notaba algo fuera de lo normal, podría detenerlo hasta que pudiera verificar con el rey si Jun tenía derecho a irse. 

La mirada de Shreel invadió la bolsa de Cáliz con nuevos ojos. —Perdón, no sabía que estaba viendo a alguien. —Levantó una mano hacia los soldados detrás de él—. Vamos Príncipe Jun pase. 

—Ten una buena tarde, Shreel —dijo Jun al pasar. La mano derecha de su padre siempre lo había tratado con el respeto del que a menudo carecían los de su propia familia.

—Buenas noches. —El guardia se inclinó cuando Jun pasó.

Jun no dejó salir un suspiro hasta que el palacio finalmente desapareció detrás de él y las calles se lo tragaron. Levantando una mano, llamó a un flotante que pasaba. El vehículo paró justo delante de él. Jun se deslizó en la parte posterior. 

—¿A dónde? —preguntó el conductor en tono indiferente. Sus ojos revelaban una falta total de interés por su viajero. Perfecto.

—Al puerto espacial, por favor.

—Por supuesto. —El conductor esperó un momento para hablar cuando se fusionó con el tráfico—. Entonces, ¿a dónde se dirige, joven señor?

—Fuera del planeta. —Su tono no alentó la conversación y se volvió para mirar por la ventana.

Cuanta menos información compartiera con otros, menos información tendría su padre si fuera a buscarlo. No estaba realmente preocupado por que su padre lo cazara. Era mayor de edad y no tenía uso político para el rey, pero, como buen hijo, había dejado una nota detrás. No reveló dónde iba, porque no lo sabía todavía, pero confesaba lo que había ido a buscar.

Tenía que encontrar un Maestro. 

El conductor no volvió a hablar hasta que le dijo a Jun la tarifa, al tiempo que paró en el estacionamiento de la estación espacial.
Jun le dio al hombre una generosa propina, ganándose una sonrisa del conductor. 

—Tenga cuidado ahí fuera, joven. El universo puede ser un lugar aterrador.

Jun sonrió al conductor. —Gracias, pero puedo cuidar de mí mismo.

Sobre todo... siempre y cuando no consumiera más de unos pocos minutos de poder, de lo contrario su magia se saldría fuera de control como un renegado asteroide. Nuevos cráteres en los terrenos del castillo atestiguaban la falta de contención adecuada en Jun. 

Cientos de barcos salpicaban el puerto espacial. Algunos de ellos grandes, algunos de ellos pequeños, algunos de ellos juntos atados con cuerda, o al menos eso parecía a los ojos inexpertos de Jun.

Se dirigió hacia el gran cartel que brillaba intensamente con la lista de salidas, con la esperanza de algo que lo apuntara hacia donde ir.

—¿Busca un barco en particular? —una mujer de piel azul con un vestido de color rojo oscuro preguntó mientras se detuvo a su lado. 

Jun le dirigió una inclinación cortés con respeto a la insignia diplomática que llevaba en su hombro.

—Tenía la esperanza de encontrar un barco para mascotas —confesó. Por desgracia, no podía decir cuáles podrían ser vuelos para mascotas y cuáles transportaban carga.

La mujer examinó a Jun con cuidado.

—Usted parece estar bastante bien para ser una mascota.

Jun se encogió de hombros, pero no disputó su comentario. Su padre no podía pensar en Jun como digno de ser un usuario mágico apropiado, pero nunca le negó fondos. Jun había derivado un poco a una cuenta privada a la que su padre no podía acceder sólo para esta eventualidad. 

—Necesito un Maestro —le espetó. Normalmente no confiaría en un extraño, pero tenía un aura calmante sobre ella. Probablemente era de buen provecho en sus relaciones diplomáticas. Un Maestro sexual sería lo mejor.

Necesitaba la dominación completa para sublimar la energía que surgía a través de su cuerpo. 

—Soy Dahla Soom. 

—Jun.
Ella levantó la ceja ante la falta de su apellido, pero no dijo nada más. Al volver a escanear el tablero, podía sentir los ojos color ámbar de Dahla en él. 

—¿Quieres dar tu consentimiento para ser un regalo?
Jun se volvió y examinó a la mujer con su "otra" vista. Su aura no mostraba signos de malicia o mala voluntad, en su lugar tenía un tinte púrpura de anticipación. 

—¿Un regalo para quién?

—Tengo que negociar los derechos mineros en el planeta TS. El emperador, Jung Min, es un hombre duro, pero corre el rumor de que está buscando una nueva mascota. 

—¿Por qué necesita una nueva mascota? —preguntó Jun, el destino lo ayudaba o se burlaba de él. Nunca en su vida cayó algo en su regazo como esto. 

—Tiene problemas para mantenerlos —dijo encogiéndose de hombros.
Eso no suena bien.

—¿Él les hace daño?

Dahla negó con la cabeza. —Se aburre con ellos y los envía de regreso. Sería de gran ayuda en mis negociaciones en caso de que pudiera presentarme con alguien que se pareciera a ti. 

—¿Qué voy a sacar de esto? —Era joven, pero no era estúpido.

—Además de un posible Maestro, te voy a dar transporte gratuito y el cincuenta por ciento del dinero que reciba de los derechos mineros, tanto si se queda con él como si no. Lo único que pido es que se atenga a cualquier contrato que firme con él. 

La mitad de un porcentaje de cualquier trato minero traería un buen dinero y nunca hacía daño tener fondos adicionales. Podía ser que lo necesitara para continuar su caza si el emperador no funcionaba. Por no mencionar que el anillo que Odwill le había dado tenía un halcón a juego con el apellido del emperador. Jun tenía demasiada fe en los videntes para no tener en cuenta una relación tan obvia. 

—Realmente debe querer esos derechos.

Dahla asintió. —Somos fabricantes de barcos y necesitamos los derechos mineros con el fin de recoger el mineral que los mantiene en el aire.

—Siempre que el tipo no sea demasiado horrible, tienes un trato. —Si el emperador resultaba ser un fiasco, Jun sería libre de ir a otro planeta. 

Dahla sacó un dispositivo de su bolsillo. Empujó un par de botones antes de volverlo hacia Jun.

—Aquí hay una foto de él. 

El magnifico hombre tenía el pelo de un negro exuberante, fríos ojos negros y una inclinación cruel en su boca. Él prácticamente gritaba Maestro. Jun estuvo de acuerdo. Ahora sólo podía esperar que reuniera los criterios del hombre.





Ser dueño de una persona es un desafío no conocido por muchos y dominado por pocos... <<Reina Nyaha>>

Jung Min observó a los delegados entrar a la sala del trono con desinterés, otro grupo de embajadores con demandas absurdas de su tiempo y recursos. Sintió la tentación de matar a la gran mayoría de ellos, pero probablemente lo metería en problemas con el Consejo Galáctico... otra vez. 

Mientras obtenía otro vaso de vino, se quedó paralizado. La delegada de Nathiwan entró en la sala del trono sosteniendo una correa atada al hombre más bello que jamás había visto. La visión del cabello castaño, la piel teñida de miel y un cuerpo magro, sexy, sacó la mirada de Min lejos de los papeles que tenía delante. 

La mascota llevaba nada más que un par de pantalones bajos que colgaban de los huesos de sus caderas. Min nunca había estado tan duro, tan rápido, en su vida. Necesitaba que el hombre le perteneciera. Ahora. 

—Tráeme a la delegada Nathiwan —dijo a su asistente.



—Pero emperador, no figura como la primera en hablar —protestó Sung. 

Min clavó al hombre con una mirada. —¿Pregunté a caso quién crees qué debe pasar primero? —espetó. 

—No, Majestad. —Sung hizo una profunda reverencia, probablemente con la esperanza de que Min no le tirara algo. 

—Tráela ante mí —exigió con los dientes apretados. A este ritmo, la preciosa mascota saldría antes de que Min tuviera la oportunidad de arrebatarlo lejos de la delegada. 

Sung se inclinó de nuevo antes de salir corriendo. 

Un minuto más tarde, la delegada de Nathiwan estaba delante de él. Ella sonrió y le dio al emperador una profunda reverencia. 

—Gracias por haber accedido a hablar conmigo, Majestad. 

El hombre de la correa se arrodilló a su lado. Min quería que mirara hacia arriba. Obtuvo un breve destello de unos ojos rodeados de brillantes pestañas, antes de que la mascota bajara la cabeza. 

—¿Quién es? —preguntó Min, señalando al muchacho.

—Este es Jun—dijo la delegada, acariciando con la mano el pelo de la mascota. 
Un gruñido bajo se construyó en su garganta. Mirar a alguien tocando al muchacho lo enfureció. 

—¿Qué fue eso, Majestad? —Ella dio un paso hacia atrás, sus ojos cautelosos. Su expresión debió haber revelado su ira. 

—¿Cuánto por el niño?

La delegada sonrió mientras Min apenas resistió el impulso de estrangularla. —No está en venta. Él es un compañero de viaje que vino conmigo porque está en busca de un Maestro. 

La polla de Min se levantó para pedir desesperadamente... quería a la criatura antes que él.... —¿Qué pides a cambio? Todo el mundo tiene un precio. 

—Queremos adquirir derechos mineros en su tercera luna por la cosecha de Crellinium. 

—Si me das al chico, te voy a dar los derechos mineros, pero tienes que darnos la mitad de lo acarreado y nos permitirás estacionar algunos hombres para verificar el progreso. —Necesitaba al sumiso, pero no iba a dar la luna por él. Si la delegada se negaba... bueno, ella iría en la primera nave que los piratas atacaran. De una forma u otra el hermoso joven sería suyo. 

Para sorpresa de Min, la delegada se dirigió a la mascota.

—¿Estás dispuesto a ir con el emperador? 

Tras un largo examen de un par de ojos, la mascota asintió.
Excelente. 

—Entonces, emperador, tenemos un acuerdo, siempre y cuando se elabore un contrato, tanto por la luna como por el niño. No voy a dejarlo indefenso.
Su respeto por la delegada se fue a un nivel superior. Podría haber volado el acuerdo con sus requerimientos para la mascota. El hecho de que ella se preocupaba por el joven le dio esperanza que sería honesta en sus otras transacciones. —Elabora los documentos, Sung, luego despide a todos por unas horas. Estaré en mi despacho. 

La delegada le entregó la correa y le dio a Jun una amplia sonrisa antes de acariciar la mejilla del muchacho. 

Min cerró los ojos y respiró hondo. —Deja de tocarlo —dijo apretando los dientes. 

—Lo siento —dijo ella—. Buena suerte, Jun—la oyó susurrar. 

El joven se puso de pie y le dio a la delegada una cálida sonrisa. Como un sorprendente polaco, él dio un beso en cada una de las mejillas de la delegada. 

—Feliz viaje, delegada Soon y gracias.

—Llámame y sabré si tengo que dejar tus cosas o ayudarte a salir corriendo.
La risa de Jun, un sonido sorprendentemente gutural, puso a prueba el control del emperador. 

—Vamos —le espetó. Le tomó una gran cantidad de fuerza de voluntad, no tirar al niño de la correa, pero quería atraer a Jun a su lado, no intimidarlo. Extraño, ya que por lo general, trataba de mostrar que estaba a cargo de inmediato. 

Jun obedientemente se alineó unos pasos detrás y a la derecha del emperador. Fácilmente a juego con sus pasos, la impresionante criatura siguió a Min silenciosamente por el pasillo.

Min no trató de hablar. Él quería privacidad en su primera conversación.
Entrando a su habitación, el tiró suavemente al otro hombre en el interior cerrando la puerta detrás de ellos y dejando caer la correa. 

—¿Has estado alguna vez como una mascota?

Jun negó con la cabeza. 

—Tienes mi permiso para hablar —Min anhelaba oírlo hablar otra vez, más de lo que jamás había querido antes. 

Recibió una tímida sonrisa que no hizo nada para ayudar a la dureza de su erección.

—Nunca he sido una mascota, pero estoy dispuesto a aprender. —El hombre de ensueño mordisqueó su labio inferior como si estuviera tratando de averiguar lo que tenía que decir—. Usted no se arrepentirá de haberme dado una oportunidad. 

Sonaba sincero, pero su voz suave y culta gritaba dinero. Examinó al joven, Min se dio cuenta que los ojos de Jun tenían manchas de oro. Muy inusual. 

—¿Por qué quieres pertenecerme? 

Jun ladeó la cabeza. El chico era más hermoso que la mayoría de las mujeres en la corte y Min lo deseaba con una necesidad feroz que nunca había sentido por nadie... hombre o mujer. 

—No estoy seguro de que quiera pertenecerle, específicamente, pero estoy buscando un Maestro. 

Min sonrió. No creía haber conocido a alguien tan brutalmente honesto. Jun debía arrastrarse a sus pies como una mascota adecuada, pero en su lugar miró a los ojos de Min y respondió a sus preguntas con una fuerza y tranquila dignidad. Min lo encontró más atractivo que a cualquiera que hubiera conocido antes. 

—¿Y si no nos llevamos bien, qué vas a hacer? 

Jun se encogió de hombros. —Encontrar un nuevo Maestro o volver a casa. Depende. 

Eso respondió la principal pregunta no formulada de Min. 
El joven no estaba en la miseria o presionado para convertirse en una mascota.

—¿Tienes una familia a la que puedes volver? 

—Sí. —No vio engaño en los claros ojos del muchacho. Era casi como si no se le ocurriera mentir o tratar de engañar a nadie. Un excelente instinto que Min preveía fomentar. 

—¿Sabes lo que ser mi mascota implicará? 

Jun asintió. —Creí que le gustaría que le sirviera, arrodillarme a sus pies y atender sus necesidades. 

—Y si esas necesidades son sexuales, ¿estaría de acuerdo con eso? —Nunca había rogado a un hombre antes y no estaba en su plan empezar ahora. Si Jun no lo deseaba sexualmente, se acabarían las negociaciones ahora. 

Jun asintió, pero Min podía ver los temblorosos nervios bajo la superficie. 

—Prefiero los hombres, pero tengo poca experiencia. Sólo he tenido dos amantes. Si usted está buscando una mascota más experta, no podría ser su mejor opción. 

—Aprehensión titilaba a través de su mirada.
Prácticamente virgen...

—¿Fueron tus otros amantes serios? —preguntó a su nueva fijación, una mascota pura. Siempre había querido chicos con experiencia antes.
La enseñanza de una mascota se convirtió en tedioso. Con Jun, no sólo esperaba su pureza, sino que estaría dispuesto a dar caza a los hombres que habían tocado antes a su mascota. 

—Nunca he tenido una relación a largo plazo. No eran más que el momento. 
Min se preguntó si tenían idea de lo que era. Si hubiera tenido en sus manos la belleza delante de él, nunca lo hubiera dejado ir. 

—¿Qué has hecho?

—Trabajos manuales, mamadas —Jun habló casualmente, diciendo a Min con más que palabras que el sumiso había bajado sin una conexión más profunda con su pareja sexual. 

—¿No penetración? —El estómago de Min revoloteó por la emoción.

Jun negó con la cabeza. —No penetración.

Un virgen. 
Min apenas contuvo un gemido. La necesidad de lanzar a la imponente criatura a su cama y joderlo hasta que gritara de placer casi lo abrumó. Apretando los puños, resistió la tentación de agarrar a Jun. 

Él podría tener una reputación de brutalidad, pero no arruinaría a su nueva mascota por todo el oro del mundo.

Su mirada se posó en las bandas de metal envuelto alrededor de los brazos superiores de Jun. 

—¿Qué pasa con las bandas de los brazos? 

—Son tradicionales en mi planeta.

Jun no se reunió con los ojos de Min, diciéndole que había probablemente más en la historia de lo que Jun admitía. Min no insistió. Todavía no. El primer paso era construir una relación con su mascota, un vínculo para que el hombre confiara en él con su cuerpo y con el tiempo su corazón. Por ahora, Min se conformaría con el cuerpo de Jun. 

—¿De qué planeta vienes? —La curiosidad, acerca de su nueva mascota lo llenaba. Generalmente él no mantenía las mascotas lo suficiente como para preocuparse por su origen, pero Jun tenía una vibra diferente. Podía verse a sí mismo manteniéndolo. 

Jun inclinó la cabeza. —Prefiero no decirlo. Estoy tratando de hacer un nuevo comienzo. 

Todo lo relacionado con la mascota gritaba niño rico rapidamente, pero a Min no le importaba. Una vez que tuviera el contrato sellado, incluso los familiares de Jun no podrían reclamarlo. Razón de más para tener su negocio arreglado antes de que nadie se presentara para arrebatarle al hermoso hombre de sus garras. Mirando la cabeza de Jun, él se acercó para acariciarla.
Como los hilos de seda de araña, las hebras suaves se aferraban a sus dedos como si estuviera tratando de mantener el contacto. 

—¿No eres requerido por algún delito?
La cabeza de Jun se levantó, sus ojos se volvieron grandes por el asombro —No, Majestad. No he violado ninguna ley. 

Era tan jodidamente dulce, Min quería envolverlo a su alrededor y proteger al joven inocente del mundo cruel. Mantuvo la voz firme, apisonando su entusiasmo, cuando le preguntó. —Me gustaría entrenarte para ser mi mascota. ¿Estás dispuesto? 

El silencio se prolongó, el momento era casi insoportable antes de que Jun hablara. —Si, me encantaría. 

La dulce sonrisa del chico hizo que su aliento quedara atrapado en su pecho.
—Bien. Es tarde y voy a comer algo mientras termino mi audiencia por el día. Tú puedes venir conmigo y te sientas en la almohada junto a mi silla hasta que haya comido. 

El estómago de Jun dio un fuerte gruñido. Min quedó impresionado cuando el joven no dijo nada. 

—No te preocupes. No dejaría que mi mascota muriera de hambre.



Jun siguió a Min por el pasillo. Min había quitado la correa de Jun, pero mantuvo el collar. Le había dicho a Jun que se mantuviera exactamente dos pasos atrás y a la derecha. 

—No me hagas decírtelo dos veces —había advertido. 



Las palabras eran suficientemente escalofriantes, Jun no quería decepcionar a su nuevo Maestro.
Mientras caminaban, él miraba los lujosos alrededores. Las paredes estaban cubiertas con hermosos tapices y pinturas finamente pintadas, los suelos se formaron a partir de una piedra de aspecto caro. Jun se mantuvo con su Maestro hasta que llegó a una pintura del emperador montando un semental en alza. La visión de su nuevo Maestro en el gigante corcel llevó a Jun a parar.

—Jun—espetó Min. 

Por alguna razón, la voz de Min no asustó a Jun, pero luego, algunas cosas sí. Sonrió al hombre irritado. —Te ves muy guapo en ese retrato. 

—No estás comenzando como una muy buena mascota. —La voz de Min sonaba más como un regaño que enfadado, pero Jun captó la indirecta.

—Oh, lo siento. —Jun se apartó de la imagen y se acercó a Min—. Muéstrame el camino, Maestro. —Él intentó con un tono humilde para ver cómo sonaba. 

—Casi creíble, mi mascota, casi creíble.

Min agarró la muñeca de Jun y lo arrastró. Jun sonrió a Min con indulgencia. Sabía que no debía presionar su suerte, pero le gustaba el toque del otro hombre.
Después de un desfile casi interminable de pasillos, Min pasó por una puerta. Dentro de la habitación había una serie de largas mesas con gente sentada y comiendo. Todo el mundo situado a la vista de Min.

—Thar, obtén una almohada para mi mascota —rugió Min. Su voz no poseía nada de la gentileza que había tenido un momentos antes cuando había hablado con Jun.

No queriendo forzar su suerte, Jun se pegó cerca de su posición según las instrucciones. Él nunca querría tener a Min hablándole de esa manera.
Un espacio fue despejado para la silla de Min, y una gran almohada de terciopelo rojo se estableció con rapidez a su lado.

Jun la miró por un momento.
—Adelante. Siéntate —ordenó Min.

Con un encogimiento de hombros, Jun cruzó las piernas y se sentó en la almohada.
—No. De rodillas.

Jun bajó la cabeza para poder ocultar su molestia de Min. Si el hombre quería que él se sentara de cierta manera, ¿por qué no se lo decía y acababa?
Él cambió de posición con las manos en su regazo. 

—Siéntate con la espalda recta y junta las manos detrás de ti. 

Tomando un largo y lento suspiro, Jun entrelazó sus dedos detrás de la espalda y trató de relajar sus músculos con la incómoda posición.

Min se instaló a su lado en una silla de madera grande, acolchada.
—¿Tienes alergia a algún alimento? 

Jun negó con la cabeza.
Suponiendo que no era adecuado para una mascota hablar en público, mantuvo su silencio. Desafortunadamente, aunque Jun no era una persona habladora, él se aburría con facilidad. La curiosidad por el mundo que lo rodeaba le había enviado chispazos de magia del suelo, debajo de la almohada.
Inmediatamente, la energía se estrellaba de nuevo en él, como si el planeta hubiera estado esperando educadamente para que mostrara interés. Imágenes de árboles en flor y los bosques llenos de animales brillaban ante sus ojos. 

Entonces la escena cambiaba al agua que se vertía de un acantilado a una piscina, debajo más agua, Jun nunca había visto tanta en un lugar, después de haber crecido en un planeta desierto. Cuando habían visitado otros mundos, su padre le impidió ir a las grandes ciudades donde se encontraban los políticos y no había expuesto a sus hijos a diferentes ambientes. Jun anhelaba ver más de la visión que el planeta había compartido. Se preguntó cuándo tendría la oportunidad de explorar el mundo o si estaría obligado a permanecer con el emperador en todo momento. 

La tierra retumbó bajo sus rodillas, un saludo feliz, pero que lo hizo apretar los dientes mientras trataba de canalizar la energía corriendo a través de él. 

En su desesperación, Jun rompió su posición y extendió la mano para tocar la pierna de su amo.
Inmediatamente, un núcleo de calma lo empapó hasta los huesos. Podía sentir el flash de irritación del emperador con el toque no solicitado de Jun, pero cambió a preocupación al ver la angustia de Jun.  

Sintió de golpe la mano de Min en su cabeza como si fuera un gato o un amado perro.
O bien una mascota humana.
Dejando escapar un suspiro, Jun rodó su hombro y se relajó en la posición adecuada, incluso cuando el sudor caía a lo largo de su frente, labio superior y se agrupaba en la base de su columna vertebral. Forzó el poder de nuevo en la tierra, dándole la seguridad mental de que iba a estar en comunión con él otra vez. 

Con un murmullo de decepción, el poderoso planeta lo liberó.

—¿Mascota, estás bien? —los dedos de Jung Min apretaron su pelo, forzándolo a mirar hacia arriba.
Jun asintió con la cabeza tanto como pudo sin perder su cabello por el agarre de Min. Ahora no era el momento para explicar su problema en particular. Había esperado a confesarlo lentamente. Si el emperador sabía que Jun estaba dañado, Min podría optar por no mantenerlo. En el fondo Jun sabía que estaba donde se suponía que debía estar. Con este hombre. 

—¿Quieres un poco de fruta? —preguntó Jung Min, sosteniendo hacia afuera una pieza para darle de comer. 

Con la magia torciendo en su interior, la idea de comer cualquier cosa haría a Jun querer lanzarla. Negó con la cabeza a la pregunta de Min. 

—Vamos, sé que tienes hambre.

—No, ahora —le espetó a través de su aliento jadeante. Tiró de la parte posterior de la magia a su cuerpo, era como empujar abejas enojadas zumbando por debajo de su piel. Su piel se erizó por su esfuerzo de empaquetarla toda lejos. 

Jung Min agarró la barbilla de su mascota y la levantó, obligando a Jun mirarlo a los ojos.
Min contuvo el aliento cuando vio que anchas bandas de oro se habían tragado casi todo el color de los ojos de Jun. 

—Dime lo que está mal —exigió.

—Estoy perdiendo el control.

Jung Min no sabía qué hacer. Ahora no era el momento para que su mascota tuviera un ataque de pánico, pero la desesperación en el rostro del joven exigía acción.

—Céntrate en mí.
Los misteriosos ojos dorados parpadearon cautelosamente hacia él. 
—Soy todo por lo que tienes que preocuparte. —Él puso un toque de mando en su voz. Era necesario para que Jun aprendiera a responder a su Maestro sin pensar. Una mascota con pensamiento era una mascota que se portaba mal.

Un viento extraño salió de la nada y revolvió el pelo de Min. 

Olía a tierra y rosas frescas, un aroma interesante, ya que no había rosas en el planeta. Pero el olor golpeó su memoria olfativa recordándole su visita a otro planeta. Los ojos de Jung Min se abrieron cuando se dio cuenta que la brisa venía de su mascota. Parecía que su nuevo compañero tenía una pequeña habilidad mágica. La vida sería sin duda más interesante con una mascota mágica. Se preguntó qué otros trucos de fiesta podía hacer el chico. 

—Respira profundo y lento, céntrate en mí.
Sentía la garganta convulsionante de Jun contra su mano, la piel sedosa temblaba bajo su toque.
Poco a poco, después de lo que parecieron horas, pero fue probablemente minutos, el oro en los ojos de Jun se desvaneció a su color natural con copos de oro. La respiración de Jun se igualó y todo su cuerpo se relajó. 

—Bien, mascota, bien. —Min lo alabó mientras acariciaba el cabello de Jun. Jun inclinó y apoyó la cabeza sobre el muslo de Min, una familiaridad que hubiera desencadenado una pena para cualquier otra mascota. El emperador nunca dejaba que otros lo tocaran sin permiso. Esta vez no le importó. Se sentía bien que este hermoso niño dependiera de él. 

—Ven aquí —le ordenó.
Jun inclinó la cabeza hasta que sus ojos miraron los de Min.

—Te dije, sube acá, ahora —exigió Jung Min. 

Con una expresión cautelosa, Jun se puso de pie de una manera sorprendentemente elegante.
—En mi regazo. 

Sin decir palabra, el joven se sentó cautelosamente en las piernas de Min.
Jung Min giró a Jun a su alrededor hasta que lo acunó de lado a través de sus muslos.
Satisfecho de lo bien equipado de Jun, lo abrazó más cerca. 

—Toma, come una baya.

Jun mansamente cogió el fruto que Min le tendió. 

—Con la boca. —Él consiguió otra de esas dulces sonrisas mientras su nueva mascota lamió el fruto de su mano con la destreza de una ramera entrenada—. Mmm. —El sonido ronroneó fuera de Min. 

Quería ver los efectos que Jun tenía sobre él. Un bocado de pan siguió a la fruta, pero cuando le ofreció a Jun un trozo de carne su nueva mascota se negó. 

—No como la carne de los animales —dijo Jun con voz tranquila. 

Jung Min sabía que debió haber entendido mal. ¿Cómo podría alguien sobrevivir sin comer carne? 



Continuara........

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