martes, 26 de agosto de 2014

La otra historia de Cinderella "Completo"



Era una vez una hermosa doncella que se enamoró perdidamente de un caballero joven y guapo. Tuvieron un romance mágico y poderoso y el caballero llevó a su amada a una tierra lejana y se casó con ella.

Pero ellos no vivieron felices para siempre.

Diez años después del día de la boda, murieron en un incendio, dejando, a su único hijo al cuidado de la hermana gemela de mi madre. Tía Cecile había enviudado hacía poco y tenía dos hijas gemelas. Ya era bastante malo que mi madre se hubiera fugado con un caballero en vez de casarse con un caballero, dejando una mancha negra en el nombre de la familia, pero también me dejó sin dinero y sin mi herencia.



Tía Cecile ya albergaba un gran resentimiento y tener que hacerse cargo de mí no mejoró su disposición. Y, si a veces pensé que el destino había sido un poco injusto, era un tema sobre el cual decidí no insistir.

El día que conocí al príncipe comenzó como cualquier otro. Me levanté temprano para hacer las tareas..., avivar el fuego, recoger los huevos, alimentar a los animales, y luego ayudar a Deidre, nuestra cocinera, a prepara un desayuno tardío para la familia. Mis primas, Jessalyn y Penélope, estaban más agitadas que de costumbre.

—Te digo, madre. —Penélope dijo —: Los sirvientes están hablando de ello.
Jessalyn me miró fijamente a mí y puso los ojos. Ella dijo con evidente desdén. —¿Qué saben ellos?

—A veces un poco más. —Respondió tía Cecile. —Los sirvientes escuchan cosas. Ellos ven cosas que otros no ven. —Se dio la vuelta para mirarme. —¿Saeng, qué has oído?

Rara vez se molestaban en hablar conmigo, a menos que fuera para darme órdenes, y la charla de Cecile me dejó un poco preocupado porque ciertamente nunca pidió mi opinión sobre cualquier cosa.

Me aclaré la garganta. —Bueno, he oído lo mismo que Penélope. El príncipe está en la ciudad, pero también he oído que hay un grupo de enanos que viven en el bosque acumulando diamantes, y que el rey del país vecino está quemando todas las ruecas de su reino porque tiene miedo de los pinchazos, y que la criada Bella besó un sapo y se convirtió en duque. —Me encogí de hombros—. Loa sirvientes hablan demasiado y no creo en la mayoría de lo que escucho.

—¿Lo viste? —Preguntó su hermana Jessalyn. Eran gemelas, pero no idénticas.

Ambas tenían un hermoso cabello largo y oscuro, y caras bonitas, pero lo que era bonito en Penélope, era deslumbrante en Jessalyn. Todo en ella parecía brillar, pero, por desgracia, su personalidad no se correspondía exactamente con su aspecto encantador. Ella me miró con disgusto.

—No son nada más que mentiras y rumores.

Pero la tía Cecile no estaba lista para descartarlo. —¿Quién dijo que el príncipe está aquí? —Preguntó ella.

—Bueno, me enteré que Tomás escuchó a Ana, quien escuchó a Tabby. Tabby que hace la limpieza debe haber oído hablar a su hermano. Él trabaja en el establo de la posada. Dijo que habló con uno de los guardias del príncipe, y el guardia dijo que...

—¡Que el príncipe está viniendo aquí para encontrar una novia! — Penélope terminó por mí. Ella estaba prácticamente saltando en su silla de la emoción.

—Está bien. —Concluyó. —Eso es lo que he oído.

Jessalyn me observó fría y calculadora, y se volvió para mirar a su hermana y su madre. Odiaba estar de acuerdo conmigo sobre cualquier cosa, pero no era estúpida. Era evidente que no tenía nada que ganar al continuar insultándome y todo que ganar al abrazar el drama. Estaba evaluando claramente la situación, tratando de decidir cómo cambiar de lado y hacer que parezca como si hubiera estado en lo correcto todo el tiempo.

—Penny está en lo correcto. —dijo, por último, a su madre. —Si el príncipe viene aquí, tendrá que permanecer en la posada del hermano de Tabby y ella trabaja allí.

Aunque es cierto que el príncipe está viniendo aquí para encontrar una novia, entonces tenemos que estar preparados. ¿Quieres que demos una buena impresión, no es cierto?

Tía Cecile sonrió con indulgencia a su hija. —Por supuesto.

Y así, la tía Cecile subió a Jessalyn y Penélope en el carruaje y se dirigió a la costurera para hacer nuevos vestidos para ambas.

—Necesitará más que de vestidos bonitos para conseguir que esas dos chicas entren en el palacio. —Me dijo Deidre después de que se fueron. —¡Chicas feas!

—Ellas no son feas, —dije. —Especialmente Jessalyn, que tiene una buena oportunidad para llamar la atención del príncipe.

—¡Bah! —Bufó. —Él puede tenerla si lo único que quiere es una cara bonita, entonces merece terminar con un mocosa como Jess.

Sospeché que el príncipe realmente estaría interesado en algo más que una cara bonita... específicamente, elegantes curvas y pechos ... Pero yo elegí no compartir esto con Deidre. —Voy al río. —Le dije. —Voy a pescar algo para la cena.

—No te olvides de dejar un poco a la bruja. —Me recordó ella como siempre hacía.

—No voy a olvidarlo.

Me fui al bosque con mi caña de pescar al hombro. Era un hermoso día de otoño y el sol brillaba a través de las ramas, el musgo cubría el suelo. Los pájaros cantaban en los árboles y las ardillas me miraron con recelo mientras corrían apresuradamente alejándose. Me sentí increíblemente afortunado de tener un poco de tiempo libre en una mañana tan hermosa. Silbé, mientras caminaba, una canción que apenas recordaba de mi juventud.

Se sentía bien estar vivo.

Midway es un río con un pequeño claro en el bosque. Era un lugar en el que solía sentarme cuando tenía un montón de tiempo. Por lo general, el lugar estaba vacío, excepto para la vida silvestre, pero no ese día, y ya que rara vez vi a alguien en el bosque, me puse alerta.

En el medio del pequeño claro estaba un hombre. Él tenía mi edad, era alto y guapo. Y usaba un solo zapato.

—Buenos días, —dijo mientras me quedé allí sin saber qué hacer.

—Para ti también. —Logré balbucear de nuevo.

—Hermoso día, ¿no es así?

—Lo es.

—Estoy viendo a Matic.

—¿Quién? —Le pregunté.

Al instante siguiente, algo enorme me golpeó por detrás, y caí de cara contra el piso. El gran peso en mi espalda me abrazó y lo primero que pensé fue que estaba siendo robado, sólo que yo no tenía nada que pudiera ser robado. Mi segundo pensamiento fue que Matic, quienquiera que fuese, tenía un problema respiratorio.

Estaba jadeando en mi oído y su aliento era caliente en mi cuello.

—¡Matic! —Gritó el hombre reprendiéndolo. —¡Suéltalo!

El peso desapareció y Matic resultó ser el perro más grande que he visto en mi vida, corrió jadeando y balanceándose al lado de su amo. Pesaba cerca de cien piedras y tenía el pelo un poco corto de color blanco con manchitas negras y unos toques de gris. En su boca llevaba un zapato.

—Lo siento, —dijo el hombre mientras recogía el zapato de la boca del perro. —Sigue siendo un cachorro.

—¿Un bebé? —Dije mientras me ponía de pie y me sacudía el polvo de las hojas y el musgo de la parte delantera de la camisa. —Él es enorme.

—Bueno... Sí, se crían de esta manera. —Giró y lanzó su zapato al bosque, y Matic corrió alegremente tras él. —Él es el mejor perro de caza del reino. O eso dicen.

—¿Quién?

—El maestro de la perrera de mi padre. Ellos lo criaron y entrenaron. Dicen que podría seguir el fantasma de un ciervo al otro lado del mundo. No es que yo haya probado la teoría.

—¿Tú no crees en ellos?

—Creo en ellos. Simplemente no me importa.

—¿Por qué no?

—El arte de la caza me molesta. Voy detrás de Matic mientras él hace todo el trabajo, entonces tengo que ser el carnicero de esos animales y llevar el cadáver putrefacto de vuelta al palacio para que todos comenten sobre él y pretender que hice algo especial. —Se encogió de hombros. —Muchos hombres cazan porque tienen que hacerlo. Que tengan el ciervo. Matic y yo preferimos pasar el día.

Estaba obsesionado con una palabra. —¿Palacio? —Pregunté. Y entonces la magnitud de mi estupidez me llegó y rápidamente me puse de rodillas, mirando hacia el suelo. Allí estaba yo, delante del príncipe y hablando con él como si fuera simplemente otro siervo. —Su Alteza, por favor, perdóname. No lo reconocí.

—¿Por qué tienes que reconocerme? Nunca nos hemos visto antes.

—Mi comportamiento fue inexcusable.

Él se echó a reír. —Por el contrario. Yo no uso ninguna señal de mi título más allá del anillo, que apenas se puede ver desde allí. Nunca nos hemos visto antes, lo que significa que no tenías forma de saber quién era yo. Así que me parece que tu comportamiento es totalmente perdonable.

Me arriesgué a levantar la vista. Él me miraba con exasperación evidente.
Suspiró. —¡Por el amor de Dios, levántate!

Primero me sentí estúpido por no reconocerlo, y ahora él me hizo sentir estúpido por pensar que debería. Entonces me puse de nuevo, quitándome las hojas de las rodillas. Matic regresó con el zapato, y otra vez el príncipe se volvió y lo lanzó hacia el bosque.

Parecía haber olvidado que yo estaba allí y estaba viendo avanzar la mañana, sin saber qué hacer a continuación. Por un lado, no debería estar hablando con él, y continuar haciéndolo, sin duda, sería decir algo inapropiado. Era, después de todo, un príncipe, y yo no era más que un siervo en la casa de mi tía. Era inapropiado hablarle sin que él me dirigiera la palabra primero. Por otro lado, no podía irme sin una explicación.

Me agaché y recuperé mi caña de pescar del suelo, donde había quedado cuando Matic me tiró. El movimiento pareció llamar su atención y giró para mirarme.

—¿Te vas? —Me preguntó.

—Señor, con su permiso...

—¡Alto! —Suspiró mientras lanzaba nuevamente el zapato a Matic y asentía hacia él. —Me gustabas mucho más cuando pensabas que no era nadie en especial.

Eso me puso alerta. ¿Yo le gustaba? Mi corazón dio un vuelco ante la idea.

Pero ahora no le gusto más.

—¿Cuál es tu nombre? —Preguntó.

—Saeng.

—Es maravilloso conocerte, Saeng. —dijo. —Yo soy Kim Hyun Joong. —Se echó a reír. —Lo sabes ahora, ¿verdad?

—Sí, señor.

—No me llames “Señor.”

—Pero...

—Mi padre me llama Kim y mi madre me llama Joongie. Puedes llamarme Hyun.

—Eso no sería apropiado.

—Adecuado es aburrido. —Se dio la vuelta para mirarme de nuevo. —¿A dónde vas?

—A pescar.

—¿En serio? —Preguntó de repente, alerta e interesado. Luego miró la caña de pescar que sostenía. —¿Con eso?

¿Qué clase de pregunta fue eso? Miré al palo, tratando de ver qué era notable.

—¿De verdad vas a pescar con un palo? —Me preguntó.

—Es una caña de pescar.

—¿Cómo funciona?

Yo hubiera pensado que estaba tratando de tomarme por tonto, pero su expresión no era burlona. Él parecía realmente perplejo. —¿Nunca has pescado antes?

—Mi padre dice que los peces son para los campesinos y se niega a dejar que los sirvan. —Pero una vez subrepticiamente se dirigió a las habitaciones de los sirvientes y me trajo algunos. Estaban deliciosos.

Estaba tratando de decidir si sentirme ofendido por el comentario de campesino.

Parecía ajeno, y miró a mi caña de nuevo. —¿La arrojas?

—No, yo pongo el cebo en el anzuelo y cuando un pez se traga el cebo, lo saco fuera del agua.

—¿Entonces recoges uno a la vez?

—¿De qué otra forma podría hacerlo?

—No tengo ni idea. —dijo, sonriendo. —Nunca pensé mucho sobre ello.

Matic regresó con el zapato, pero en lugar de jugar, el príncipe me miró con los ojos brillantes y alegres. —¿Te vas ahora?

—Sí.

—Perfecto, —dijo, colocando su zapato en el pie descalzo. —¡Vamos!

Era extraño caminar por el bosque, como siempre lo hacía, llevando mi caña de pescar, pero esta vez con un príncipe en mis talones.

Miré hacia atrás para ver si realmente estaba allí. Estaba mirando las copas de los árboles mientras caminábamos. Si yo hubiera hecho, lo mismo, habría tropezado y caído. Al parecer, se le daba a los príncipes una gracia poco que más natural.

Matic ladró y jugó a nuestro alrededor, corriendo por delante para explorar el camino y luego volvió corriendo hasta nosotros como si fuera a decir: —¡Date prisa! ¡No tengo todo el día! —Luego salió a toda velocidad otra vez, aullando y ladrando como si estuviera cazando alguna poderosa presa.

El bosque estaba en silencio a nuestro paso. Incluso los árboles parecían estar conteniendo la respiración, esperando que Matic y los dos hombres cruzaran el bosque. Me sentí como si tuviera que decir algo, pero no tenía idea de qué. ¿Cómo se iniciaba una conversación con un príncipe?

—¿Por qué sigues mirándome así? No me había dado cuenta de que lo estaba haciendo hasta que me lo dijo, pero tenía razón. Yo estaba mirándolo tanto como podía con él detrás de mí. Negué con la cabeza. —Esta es la cosa más extraña que me ha pasado.

—¿Ir de pesca?

—Ir de pesca contigo, sí.

—¿Estás diciendo que soy raro?
Me eché a reír. No pude evitarlo. —Bueno, tú eres el príncipe y estás acompañando a un criado para ir a pescar. ¿Esto te parece común?

—Supongo que no. Pero no eres exactamente común, ¿no?

—¿Qué te hace pensar eso?

—¿Sabes quién soy y aún no estás cayendo sobre mí en un intento de conseguir algún tipo de favor?

—¿Preferirías hiciera eso?

—Dios, no. Pero eso es como en general funciona. Todo el mundo quiere algo, dinero, un trabajo para su padre o un matrimonio para su hija. —Sonrió. —Adelante, pídeme lo que quieras.

¿Qué podía pedirle? Tenía que pensar en ello. Ciertamente, dinero o un trabajo fuera de la casa de mi tía estarían bien, pero no era ese el deseo que se escondía en el fondo de mi corazón. —¿Podrías traer a mis padres? —Le pregunté.

—¿De dónde?

—De la muerte.
La sonrisa desapareció de su rostro. —Me temo que está un poco más allá de mis capacidades.

Él parecía estar tomando en serio la solicitud y traté de sonreír. —Realmente no creo que puedas.

—¿Ellos murieron hace poco?
Negué con la cabeza. —Hace mucho tiempo ... Yo era sólo un niño.

—Lo siento.
Nos habíamos desviado un poco y yo no insistí, era sin duda el momento de cambiar de tema. —¿Los rumores son ciertos? —Le pregunté. —¿Estás aquí para encontrar una novia?

—¿Eso es lo que están diciendo?

—La ciudad está emocionada.

—Las malas noticias vuelan rápido.

—Entonces, ¿es cierto?

—Yo soy el príncipe heredero, pero no confirmado. Para ser un verdadero heredero del reino, debo ser nombrado príncipe heredero.

—Y para hacer eso, ¿tienes que estar casado?




—La ley dice que debo tener una novia para mi próximo cumpleaños.

—¿Y cuándo es eso?

—Dentro de dos semanas.

—Eso está muy próximo, ¿no es así? ¿Qué pasa si no lo haces?

—Me veré obligado a renunciar a mi corona y mi título, y toda pretensión a mi herencia.

—Aiiiii.

—No es broma.


—¿Por qué aquí? Parece un largo camino sólo para encontrar una novia.
Me miró tímidamente. —Yo ya rechacé todas las chicas en mi casa, así que mi padre me trajo a la ciudad con el objetivo explícito de encontrar una esposa.

—Y aquí estás, escondido en el bosque con tu perro.

—Nunca dije que estaría dispuesto a cooperar.

—¿No quiere ser el príncipe de la corona?

Miró el suelo del bosque, metiendo sus manos en los bolsillos. —Tengo muchas ganas de ser el heredero de mi padre, sólo que no quiero tener una novia.

—Lo siento. —dije, a falta de algo mejor que decir.

Se encogió de hombros, sonriendo a mí. —¿Y tú? ¿Estás casado?

—No.

—¿Por qué no?

En parte, porque nunca había deseado a las mujeres y los hombres le parecían mucho más atractivo, pero no quería decírselo. —Yo sólo soy un sirviente. —Le dije.

—Ni siquiera eso, porque realmente no tengo ni un salario adecuado. Y no soy exactamente el soltero más codiciado de los alrededores.

Habíamos llegado al río y me volví para encontrarlo mirándome con una chispa de humor en sus ojos. —¿Qué? —Le pregunté.

—Es extraño que tengamos problemas opuestos. Todo el mundo quiere casarse conmigo.

—¿Y eso es malo?

—El problema es que esto no tiene nada que ver conmigo, y todo en relación con la corona. Ellas ni siquiera me conocen. —Él esbozó una sonrisa pícara. —Podría ser un individuo lascivo, borracho y despreciable con impulsos criminales y sin embargo, los padres harían fila en la pista, preparados para venderme a sus hijas como objetos.

—Nunca lo vi de esta manera.

—Creo que todo eso es cosa de bárbaros.

Pensé en mis primas que compraban vestidos nuevos, con la esperanza de llamar la atención del príncipe. Deidre tenía razón... Se necesita más que una cara bonita y un vestido de seda para conseguir el premio. Yo no podía dejar de sonreír. —¿Y eres de despreciable, lascivo y borracho?

Su risa era alta y me dio unas palmaditas afectuosas en la espalda. —Sólo en mis mejores días.

Su fascinación con mi caña de pescar duró poco, pero se quedó a mi lado mientras pescaba. Se sentó en una roca, jugando alternativamente con Matic y tallando un trozo de madera que encontró en el suelo. Nunca pareció dejar de hacer preguntas y me encontré contando sobre mis padres, mis primos y tía Cecile.

—Me dijiste que eras un sirviente. —dijo. —Pero eres su sobrino.

—Ella prefiere no recordar ese hecho.

Y a decir verdad, yo tampoco. Al mismo tiempo, deseaba que ella fuera una madre para mí, pero esos días habían pasado.

Yo me había quedado mucho más de lo debido, el sol estaba cayendo en el cielo y Deidre esperaba el pescado.

—Tienes que irte, —me dije cuando recogí mis cosas.

—Me temo que sí. Mi tía me necesita.

—¿Puedo caminar contigo?

Me impresionó una vez más lo absurdo de tal pregunta se hace por el príncipe, como si necesitara mi permiso.

—¡Por supuesto! Me gustaría invitarte a comer pescado en mi casa. Estoy seguro que mi tía estará feliz que aceptes...

—¿Cenar con tus primas casaderas? —Bromeó. —Prefiero no hacerlo.

Me alegré que rechazara la invitación. Él habría estado sentado en la mesa del comedor con la familia mientras yo servía. Sabía mi lugar en la casa, pero la idea que él fuese testigo de ello era demasiado dolorosa de soportar. Mi tía haría todo lo posible para humillarme y observar a Jessalyn y Penélope llamando su atención sólo lo empeoraría. En ese momento, era mi secreto. Un maravilloso y placentero secreto que me pertenecía sólo a mí, y la última cosa en el mundo que quería compartir.

—Esta no es el camino por el que vinimos. —dijo mientras lo seguía a través del bosque.

—Tengo que hacer una parada antes.

—¿Dónde?

—Hay una vieja señora que vive aquí a la que le llevo pescado.
No dijo nada, sólo siguió detrás de mí mientras caminaba hacia la cueva de la bruja.

—¿Qué clase de persona vive en una cueva? —preguntó, mientras ponía el pescado en la piedra plana en la entrada.

Me encogí de hombros. —Dicen que es una bruja. Ella puede hacer magia.

Movió la mano con desdén. —Yo no creo en la magia. —Luego miró hacia la boca de la cueva, pero sólo había oscuridad.

—Dicen que puede convertir calabazas en carruajes, y ratones en caballos.
Él frunció el ceño. —Eso no parece muy útil.

Realmente no había pensado mucho en ello. ¿Cuál era el punto de ese tipo de magia? —Creo que podría vender los caballos.

—Entonces, ¿por qué no deja las ratas, y por qué vive en una cueva?

—No lo sé. —Traté de controlarme. Era un príncipe, después de todo, y sus preguntas eran válidas, a pesar que me sentía un tonto.

—¿La has visto alguna vez? — Me preguntó.

—No.

—¿Cómo sabes que existe?

—El pescado siempre desaparece.

—Probablemente estás manteniendo a un oso gordo y feliz.
Me encogí de hombros, sintiéndome ridículo. Deidre me enseñó a dejar siempre una ofrenda a la bruja, que parecía inofensiva, pero ahora lamentaba dejarle ver lo que hacía.

—Me odias —dijo él.

—No. —Aunque no estaba seguro de si era cierto o no.

Me miró por un momento, pensativo, luego sacó algo de su bolsillo y lo colocó en la parte superior de los peces. Era una pequeña escultura... para la que trabajaba mientras estaba pescando.

Era un perro, grosero y burdo, pero claramente inspirada en Matic. —Tal vez el oso ame las baratijas también.

En realidad no era para la bruja. Era para mí. Una ofrenda de paz que acepté con una sonrisa.

Continuó siguiéndome, así que dejamos la cueva de la bruja hasta llegar al claro donde nos conocimos. Allí me volví hacia él, sintiéndome extraño. Él era alto y majestuoso y me pregunté cómo podría haberlo mirado y no ver su nobleza. —Siento lo de la cueva o eso creo.

Puso los ojos. —Por favor, no lo hagas.

No podía decir adiós e irme, lo que sería totalmente descortés. En su lugar, me acerqué. —Fue un gran honor conocerlo.

Él sonrió y extendió la mano para estrechar la mía. Sus dedos eran fuertes y calientes. —El honor es mío. Gracias por enseñarme a pescar.

—De nada, señor. —Sus cejas bajaron y su sonrisa se convirtió en una mirada intensa en ese rápido intercambio —Hyun.

Yo quería quedarme más tiempo, quería una excusa para jugar de nuevo, quería que este día glorioso y mágico continuara para siempre. Pero yo no podía detener el tiempo. De mala gana, me volví para marcharme, estaba llegando a los árboles cuando me llamó.

—¿Vendrás mañana?

Me volví hacia él, a pesar de que estaba del otro lado del claro. —No estoy seguro si puedo…

—Yo soy el príncipe, ya sabes, —dijo. —Podría ordenarte venir.

No podría decir si hablaba en serio o en broma. —Tendría que decirle a mi tía. ¿Es eso lo que quieres?

—No. —Bajó la mirada al suelo. —Yo no había pensado en eso.

Parecía realmente decepcionado y ese pensamiento hizo que mi boca se secara. Causó un gran revuelo de mariposas en el estómago y una ola de alegría en mi pecho.

Podía ser. Si me levantaba temprano. Si me apuraba a realizar mis tareas. —Voy a tratar de huir después de servir el almuerzo. — Le dije.

Su mirada se encontró con la mía, y su sonrisa era brillante, hermosa y muy contagiosa. —Voy a estar esperando.



Tía Cecile había despedido años antes a los otros empleados con el fin de ahorrar dinero. Al principio, mis primas habían criticado la injusticia de tener que vestirse.

No pasó mucho tiempo antes que la modestia, nunca sentida en mi presencia, fuera superada por la necesidad de tener a alguien que atara sus corsés y cepillara sus cabellos. De alguna manera, a lo largo de los años, me había vergonzosamente adaptado a eso.

Mis primas sabían que el príncipe estaba en la ciudad, y como parecía que había una posibilidad de ir al mercado al día siguiente, me vi obligado a pasar tiempo extra arreglando sus gruesos y oscuros cabellos. Pasaron casi dos horas después del almuerzo, cuando finalmente me encontré caminando por el bosque con un peso en el corazón en la garganta.


Me sentía como un idiota. Eran un príncipe y un sirviente. ¿De verdad esperaba encontrarlo esperándome en el claro como un amante decepcionado? ¿De verdad creía que tenía una mejor manera de pasar el tiempo?

Fue un sentimiento encontrado de anticipación y miedo que me acercaba al claro, con la caña de pescar firmemente agarrada en la mano sudorosa. Lo encontré allí, esperando, como lo había prometido. Estaba sentado sobre un tronco en medio del claro, alternativamente lanzando su zapato para Matic y tallando un trozo de madera.

Matic casi me tiró al suelo en su emoción al verme, y Hyun sonrió mientras metía la pieza de madera en el bolsillo.

—¡Estás aquí! —dijo, abriendo los brazos como si fuera a abrazarme.

—Sí, señor. —Traté de sonar respetuoso, sentí que debía serlo, pero era difícil con esa gran sonrisa en mi cara.

Hizo una mueca de humor a mí. —¡No me llames “Señor”! — luego miró a mi caña de pescar. —¿Pesca de nuevo?

—Esto me da una excusa para venir. —De lo contrario, ellos me preguntan dónde he estado todo el día y me dan para hacer otras tareas.

Hyun recuperó el zapato ligeramente achatado de la boca de Matic. —Supongo que tengo que debo revelarme ante tus primas o hacer la paz con los peces.

Sonreí. —Creo que es lo correcto, señor.

—¡El pescado, entonces! —dijo, tirando el zapato. Entonces miré por encima del hombro y se volvió hacia el río. —¡Y deja de llamarme Señor!

Y así fue como mi amistad con el príncipe se convirtió en el centro de mi vida por unos pocos días.

Todas las tardes, podía pasar unas horas en su gloriosa compañía. Nos encontrábamos en el claro y se sentaba a mi lado mientras yo estaba pescando.

Luego, dejaba dos pescados a la bruja y Hyun lo que había tallado ese día... Un día era un zorro, un gatito al día siguiente, el tercer día de una lechuza. Entonces él me siguió hasta el borde del claro y preguntó: —¿Va a volver mañana?

Por supuesto que sí. Hubiera movido cielo y tierra para verlo todos los días y aun así, su presencia tenía consecuencias.

Mis primas estaban enojadas y de mal humor. Nuevos vestidos, polvos y perfumes, así como horas de preparación, con la esperanza de llamar la atención de Hyun y, sin embargo, parecía que el príncipe apenas había sido visto por cualquier persona dentro o fuera del palacio. No estaba en el teatro ni siquiera estaba en las tiendas y en la biblioteca, y Jessalyn se arrepintió de haber pasado dos horas comprobando los pasillos sin encontrar nada más que las polillas y algunos libros polvorientos y viejos.

Tía Cecile supervisó el trabajo doméstico con un celo recién descubierto. —¿Y si aparece el Príncipe? —Preguntaba ella al menos una vez por día. —¿Va a dejar que nos encuentre en la miseria? — Algunos días, lo único que podía hacer es no dejar escapar que el príncipe nunca tendría la intención de visitar la casa. Dejó en claro que quería estar lejos de mis primas “casaderas.”

Como era de esperar, mi atención a mis tareas fue dispersada en el mejor de los casos y mi distracción repentina no pasó desapercibida. Tía Cecile comentó durante la cena que los vasos aún tenían marcas de lápiz labial del día anterior, Penélope se quejó que sus ropas habían sido lavadas, pero no guardadas y Jessalyn señaló que las cenizas no habían sido barridas en día.

Las tres estaban cansadas de comer pescado.

No hice caso de ellas, porque lo único que importaba era pasar el mayor tiempo posible con Hyun. Yo estaba un poco más con él todos los días y sabía que me estaba metiendo en problemas, pero aun así, no podía evitar sentir que era de alguna manera su igual... una fuerza de la naturaleza que no podía estar en contra.

Un diluvio que me llevó con o sin mi consentimiento, y si me hacía una señal, me sentiría obligado a seguirlo, como la pluma al viento.

No era porque él era el príncipe, al menos, esa no fue la única razón. Ciertamente que la atención de alguien tan importante era halagador, pero eso no era por lo que corrió a través de la pradera de todos los días para encontrarlo. La verdadera razón era mucho más simple, el hecho que él me estaba esperando. Él me sonrió y me preguntó acerca de mi día. Escuchaba cuando hablaba y reía de mis chistes. Él no me estaba pidiendo nada más que el aparente placer de mi presencia. Sin comentario en mi posición social inferior, o la ropa hecha jirones y desgastadas.

Nunca mencionó los callos en las manos o las cenizas en el pelo, o mis manos manchadas de hollín. Y, sin embargo, él me miró y me miraba a los ojos al hablar, me hablaba como a un igual y me trataba como a un amigo.

Me veía de una manera que nadie más en el mundo lo hacía. Yo era real para él. Le importaba.

Ese fue el regalo más increíble que me había dado.

Nos lo pasamos muy bien juntos, aunque rara vez hicimos más que ir de pesca y hablar mientras jugamos a lanzar ramas para Matic. Esperaba cada día y cada minuto que no estaba en su presencia, cuando pensaba en volver a verlo otra vez.

En el cuarto día, sin embargo, sabía que algo andaba mal. Él no estaba en su estado normal y jovial. Estaba sentado en su roca de costumbre junto al río, a pesar que miraba sus manos más que a mí. Matic había dejado desde hace mucho tiempo la búsqueda y se había internado en el bosque para encontrar su propia aventura.

Esperé a que se fuera y cuando eso no sucedió, pasé mucho tiempo debatiendo la posibilidad de pedirle me contara lo que le estaba molestando. Él era mi amigo... por supuesto que podía hacerlo, pero por otro lado, era el príncipe, y no era asunto mío.




—Pareces molesto hoy. —Dije finalmente. Lancé mi línea en el agua y me volví a verlo, para ver las señales en caso de haber sobrepasado mis límites.

Él no parecía molesto por mis palabras. Estaba mirando a sus manos y jugando con el anillo que llevaba en el dedo índice de su mano izquierda, el anillo de sello. —Mi padre está muy enojado conmigo, ya sabes.

—¿Por qué?

—Durante todo este tiempo, él pensó que yo había estado cortejando a una potencial novia.

—¿Y se dio cuenta de otra cosa?


Continuó girando el anillo en su dedo, que simbolizaba su condición de príncipe.

Para él, lo más probable es que resaltase el hecho que era el príncipe heredero. —Tengo algo que decirte. —Su tono era tan oscuro, que era algo premonitorio. —Mi padre tomó las cosas en sus propias manos.

—¿Él escogió una novia para ti?

—No. —Sacudió la cabeza, finalmente, mirándome.

—Todavía no, por lo menos.

—¿Y qué?
Él sonrió, aunque no era su normal sonrisa brillante. Parecía triste.

—Estoy seguro de que tus primas te contarán del matrimonio cuando llegues a casa.
¿Mis primas?

—¿Vas a venir mañana, Saengn?

—Lo intentaré, por supuesto, pero...

—¿Puede venir temprano por la mañana?

Eso sería difícil. Mi tía y primas podrían sospechar. —No sé si podré hacerlo.

—El hecho es que... —Dudó y me sorprendí al ver un rubor lento extendiéndose en sus mejillas. —Mañana será el último día que estaré contigo.

¿Podría mi corazón deja de latir? El mundo parecía girar a mi alrededor y me sentí mareado.

Por supuesto que sabía que no sería para siempre, pero de alguna manera me permití olvidar el poco tiempo que podía estar con él.

¿Sólo un día más?

No era suficiente. Nunca sería suficiente.

Tuve que tragar con fuerza un nudo en mi garganta y me di cuenta que sostenía la caña de pescar aún en la mano, la línea se sumergía en el río mientras él permanecía allí. Parecía simbólico. Era tan insignificante como que Hyun era el cebo y el carrete. Me llevó un rato darme cuenta, que sólo podía ir tan lejos como mi línea lo permitía. El sol se movió bajando por la colina, y todavía estaríamos allí, en la orilla del río.

Sólo que ahora, estaría solo.

—¿Saeng?

Tuve que obligarme a hablar. —¿Sí? —Mi voz salió en un susurro y probablemente ni siquiera podía oírme por encima del ruido del agua corriendo.

—No puedo quedarme hasta tarde mañana, pero me gustaría verte antes de marcharme.

—Voy a estar aquí.

Mis primas fueron realmente sacudidas por la noticia cuando llegué a casa. El rey estaba preparando un baile.

No era como cualquier otro baile que jamás hubiera escuchado. Cada soltera del condado fue invitada, pero ningún hombre. A todas las chicas se le garantizaría un baile con el príncipe y su novia sería elegida esa noche. Después de eso, la familia real y la futura princesa regresarían a la capital, y nunca más lo volvería a ver.

Me levanté temprano al día siguiente y me encontré haciendo un esfuerzo frenético para completar mis tareas, por lo que pude adelantar, aunque sólo sea por unos minutos. Pero mis primas tenían otros planes.

Sólo había una costurera en la ciudad, y ésta había sido bombardeada por las mujeres desesperadas que necesitaban vestidos para el baile. Mis primas tenían prioridad y sabían que tenían que estar contentas con lo que tenían. Penélope se conformó, pero Jessalyn se enfureció y corrió todo el día, tratando de encontrar algo que ella aprobara. Invadió el armario de la tía Cecile y también llamó a un vecino, que estaba casado. Deidre hizo la mayor parte de la costura, pero parecía que necesitaba mi ayuda constantemente.

Volantes y faldas fueron retirados y cosidos, bajaron escotes, recortaron mangas.

Me enviaron a la ciudad en tres ocasiones diferentes, una por un lazo, otra vez por unos guantes y una tercera vez para encontrar los pendientes en un tono exacto de azul. Sentía cada segundo huyendo de mí y las arenas del reloj de arena reflejaban ese hecho.

Yo nunca llegaría a tiempo.

Tenía aún que arreglar sus cabellos en una maraña de rizos artísticos.

Yo estaba un poco más brusco de lo habitual mientras ataba sus corsés, pero afortunadamente estaban lo suficientemente desesperadas por tener cinturas diminutas y no se quejaron. Entonces, finalmente, se acomodaron en nuestro carruaje y se pusieron en camino.

Por lo menos, estaba libre.

Corrí por el bosque. ¿Cuánto tiempo podría haber pasado? ¿Tendría unos cuantos minutos? El sol se puso y cayó detrás de los árboles que se mecían por el viento.

Sólo quería decirle adiós.

Llegué al claro y mi esperanza murió en mi pecho.

Estaba vacío.

—¿Hyun? —A lo mejor acababa de irse, podía escucharme y volver. Pero no hubo respuesta.

Con el corazón encogido, me dirigí al centro del claro y al tronco caído dónde siempre se sentaba mientras esperaba. Allí encontré un regalo, una de sus esculturas. Las otras que había visto eran burdas, reconocibles pero realizadas sin entusiasmo mientras hablábamos. Esta, sin embargo, le llevó tiempo hacerla. Era una nutria. Sólo una nutria. Y no más grande que mi dedo meñique, pero era hermosa. Su cuerpo estaba doblado, como si estuviera saltando rápidos y la cola era tan delicada como el encaje. Sus ojos diminutos eran perfectas.

Sostuve mi cara entre las manos y dejé que mis lágrimas cayeran.

Nadie podía verme. Nadie lo sabría. Me hundí en el suelo, acurrucado contra la escultura y lloré.

Él era mi único amigo y se fue.

Lloré cuando el sol finalmente se hundió bajo el horizonte. Lloré hasta quedarme dormido.



Me desperté con el sonido de las cigarras. El borde occidental del cielo todavía estaba peinado de rosa y la luna empezaba a subir. No había dormido mucho y me tomó un momento para hacer balance. Yo estaba en el claro. Hyun se había ido.

Detrás de mí, alguien se aclaró la garganta.

Me di la vuelta, con la esperanza de ver al príncipe, pero encontré a una mujer sentada en el tronco caído. Su cuerpo estaba cubierto por una capa gris que era poco más que un trapo. Yo nunca la había visto, pero había una sola persona que pudiera ser... La bruja.



—Espero mucho tiempo. —Su voz era áspera y dura, como si ella fumara incesantemente, aunque no vi cigarro en sus manos. —Caminaba de un lado a otro y se quejaba, pero luego desapareció.

Era difícil de ver. O, mejor dicho. Era como si mis ojos se negaran a concentrarse en ella. En un momento, parecía una joven doncella y al otro era mayor que Deidre.

A los pocos segundos, parecía estar en algún lugar en el siglo XX y su pelo también parecía cambiar de un momento a otro, a veces parecía rubio y brillante, al otro gris. Podría ser un sueño, pero la humedad del suelo, donde estaba sentado y el dolor en mi cuello, me decían lo contrario.

—¿No hay pescado para mí hoy, muchacho?

Me aclaré la garganta y hable. —No.

Ella se echó a reír. Su voz podía ser dura, pero su risa era melódica. Su voz hablaba del pasado, pero la risa era joven. —Me estaba cansando de todos modos.

Miré la nutria de madera en mi mano y acaricié su espalda arqueada. —Creo que voy a dejar de pescar por un tiempo. —No estaba seguro si lo podría soportar sin Hyun para hacerme compañía.

—¿Qué es ese adorno que tienes? Me gustaría tenerlo, estoy ansiosa por añadir a mi colección.

Cerré mi mano protectoramente alrededor de la escultura. —Esto es para mí.

—¿Qué es para ti?

—Esto es todo lo que tengo de él. —Dije en voz baja. —Por favor no me lo quites.

—¿Y si yo pudiera darte algo mejor a cambio?

—No puedes.

—Ah, tienes muy poca fe. —Su tono era de regaño, pero cuando miré hacia ella, sus ojos brillaban y sonrió. En ese momento, parecía ser sólo una mujer más allá de la flor de su juventud, no obstante, majestuosa y hermosa, pero con la sabiduría de los años acumulados. —Dime, joven Saeng, ¿qué deseas?

Sus palabras me recordaron Hyun y el día que nos conocimos. Recordaba claramente la forma en que me sonrió mientras decía las palabras. «Adelante, dime lo que quieres. »

Ese día, yo había pedido a mis padres, pero este no era el deseo que gobernaba mi corazón ahora. —Poder verlo otra vez.

—¿Sólo verlo? —Preguntó ella. —¿Para tener una idea de que será suficiente?

Asentí con la cabeza, mirando otra vez el pez de madera clavado en mi mano. —Para hablar con él. —Le dije. —Y decir adiós.

—La mayoría de la gente quiere el mundo. Otros pedirían riqueza o amor verdadero.

Cualquier chica en el reino en este momento pediría ser su novia.

Por supuesto, pero yo no era uno de ellos. Yo sólo era un siervo que había estado pescando en el día correcto y fue ayudado por un príncipe. Y obtuve más de él de lo que jamás podría haber esperado.

—Yo sólo quiero decir adiós.

Ella se quedó en silencio y la miré, y ella volvió a cambiar. Era mayor, pero todavía no muy vieja. Una viuda de mediana edad con un toque de gris en su cabello y los ojos. —¿Te gustaría ir al baile?

—Sólo a las mujeres se les permite entrar.

—Pequeño detalle. —Ella dijo. —¿Quieres ir?

Pensé en lo que estaba insinuando. ¿Ella quería enviarme como un sirviente o un auriga? —¿Seré capaz de verlo? ¿Hablar con él?

—A cada invitada se le garantiza un baile.

—¿Cada doncella? —El impacto total de lo que estaba diciendo, por fin me llegó. La idea era tan emocionante como aterradora. —¿Quieres que me haga una mujer?

—¿Hay alguna otra manera?
Independientemente de si o no, sabía que no tenía ningún deseo de ser una mujer.

—No te preocupes. —Ella dijo, como si hubiera leído mi mente. —Este hechizo durará sólo una noche.

Una noche. Un hechizo. Un baile. ¿Y a cambio? Miré la nutria de madera que sostenía con fuerza en mi mano.

—Hecho.

No me permití dudar. Se lo entregué, y me dije que valdría la pena.

Tenía la esperanza que valiera la pena.

—Dame tus manos. —Dijo.

Hice lo que me instruyó y sus dedos estaban en mí, secos y frescos. Sus manos parecían frágiles.

—Prepárate. —Dijo.

—¿Me harás daño?

Ella sonrió. —No. Pero puedes encontrarlo desconcertante.

Y después, lanzó su hechizo.



No estaba seguro de qué esperar. ¿Varitas mágicas y cantos? ¿Tal vez una canción y una lluvia de estrellas? La bruja no incluyó nada de eso. Ella cerró los ojos y continuó sosteniendo mis manos. Sus labios se movían, pero no surgió ningún sonido. Se tambaleó ligeramente sobre sus pies.

Sentí que la magia comenzaba. Todo comenzó con una cálida sensación de hormigueo en las manos. La magia subió por los dedos hasta la muñeca y cuando lo hizo, sentí los cambios que dejaba atrás. ¡Mis manos se estaban encogiendo!
El calor subió por mis brazos y observé cómo mi cuerpo cambió. Mis muñecas se convirtieron en finas y delicadas, el vello de los brazos y de mi piel era suave y pálido.


El hechizo subió por mi brazo y se extendió a través de mi cuello y la columna vertebral. Mis hombros se estrecharon. Hubo una opresión en mi cuero cabelludo, como si alguien estuviera tirando de mi cabello y sentí que el cambio de estructura facial ligeramente. Mi pecho pareció encogerse y mis caderas se ampliaron. Lo más extraño de todo fue la sensación que vino después, el sentimiento que mi centro de gravedad estaba en algún sitio por encima de mi ombligo hasta un punto situado entre los huesos de la cadera. Era como si el suelo saliera de pronto a mi encuentro, y también me sentía más alto. Miré a la bruja, que seguía temblando con los ojos cerrados. Ella seguía siendo de la misma estatura para mí, así que realmente no había crecido nada.

Junto con los cambios en mi cuerpo, llegó la transformación de mi traje. Mis ropas gastadas y andrajosas se habían ido y las cintas de un corsé bien atado me oprimían las costillas, lo que me dificultaba respirar. Ahora llevaba un vestido de satén, que era de color verde brillante, con una larga falda y un escote profundo. Me sonrojé cuando miré el revelador escote.

—¡Mi escote!

Estaba conmovido por una repentina sensación de vértigo. Cerré los ojos y traté de respirar profundamente para calmarme, pero el corsé me impidió conseguir el oxígeno que mi cerebro necesitaba. El agarre de la bruja se intensificó y abrí los ojos. Mi visión parecía un poco desenfocada, pero pude verla mirándome. Parecía más vieja ahora, con el rostro demacrado y arrugado.

—Ya está hecho. —Susurró.

Me senté en el tronco y tomé varias respiraciones lentas. No podía respirar profundamente, pero me obligué a inhalar y exhalar hasta que mi visión se aclarara.

—¿Cuánto tiempo va a durar? —Le pregunté.

—Hasta poco antes del amanecer.

El sol acababa de ponerse, así que tenía un montón de tiempo. Giré sobre mí mismo. Ahora que la magia había terminado, el cuerpo no parecía tan diferente del mío. La diferencia más notable era la opresión del corsé y la picazón de las enaguas por debajo del vestido. Ahora tenía el cabello largo de color castaño que me hacía cosquillas sobre mis hombros desnudos.

—Te pareces a tu madre. —Me dijo ella.

—¿En serio? —Apenas recordaba cómo era mi madre y me hubiese gustado tener un espejo en ese momento. Instintivamente extendí la mano para tocar mi cara, como si pudiera verla. Mi mejilla definitivamente no era la mía. Era suave, sin ningún rastro de vello.

—No dejes que tu tía te vea. Alguien probablemente te confundirá con tus primas, pero tu tía va a pensar que ha visto un fantasma.

Claro. Yo no había pensado en eso. Mi tía Cecile y mi madre habían sido gemelas, y ahora las chicas eran gemelas, y al parecer me parecía mucho a ellas. —¿Qué pasa con Jessalyn y Penélope?

Ella se echó a reír y sacudió la cabeza. —Su madre ya dejó atrás la juventud como para que vean su parecido con ellas, y es muy propio de los jóvenes centrarse en sí mismos no darse cuenta del parecido.

Era extraño saber que llevaba el cuerpo de mi madre. De alguna manera era algo reconfortante e inquietante al mismo tiempo. Me miré las manos, tenía dedos largos y delicados, y luego moví los dedos de los pies. Había algo extraño en mis pies y levanté un poco la falda para mirar debajo.

Mi ropa había cambiado, pero no los zapatos, porque todavía llevaba las botas gastadas por el trabajo, sólo que ahora eran dos veces más grandes.

—¡Oh! — la bruja habló sorpresa. —Me olvidé de mis zapatos.

Me sacó las botas y examiné mis pies. La forma de los dedos era familiar, a pesar de la delicadeza de los huesos. Mi talón era más estrecho, y la curva suave del tobillo no era decididamente masculina.

Estaba tan ocupado examinando mis pies que no vi los zapatos, que ahora estaban ante mí. Eran como ningún otro que había visto. Tenía dos pulgadas de talón y el resto de ellos parecía estar hecho de nada más que de finas tiras de encaje delicado. Estaba seguro que en cuanto diera un paso, se romperían. Parecían demasiados pequeños, pero cuando mis pies se deslizaron en ellos, me encontré con que ajustaban perfectamente.

—Ponte de pie, —dijo.

Lo hice, pero vacilé. Los tacones no eran exageradamente altos, pero eran sin duda se sentían extraños al caminar. Parecían decididos a hundirse en el terreno blando y era difícil mantener el equilibrio porque tenía que poner mi peso sobre las puntas de los pies, lo que significaba empujar los hombros hacia atrás. En suma, era cualquier cosa menos elegante.

La bruja me miró frunciendo los labios en un gesto pensativo. Las arrugas parecían florecer alrededor de los ojos.

Cuando por fin recuperé el equilibrio, ella dijo—: Vamos a ver si sabes cómo caminar.

Los primeros pasos fueron ridículamente torpes, pero después de eso sentí que había entendido el truco: los hombros hacia atrás, el peso sobre las puntas de los pies, tratando de mantener mi torso rígido y no perder el equilibrio. Pensé que iba bien hasta que oí un gemido.

—¿Qué pasa? —Me di la vuelta para mirarla.

—¡Te ves como un tonto grande y pesado! ¿Es lo mejor que puedes hacer?

—No todos los días alguien me convierte en una mujer, ¿sabes?

—¡Tu estilo es de hombre corpulento y torpe! —dijo, exasperada. —¡Serás el hazmerreír del baile!

—¡No es mi culpa!

Ella sacudió la cabeza y suspiró. —Tomará más magia de lo que pensaba.

Pensé en la nutria que Hyun me había dado, ahora escondido en algún lugar dentro de su túnica. —No tengo nada más que dar.

—Yo lo arreglaré. —dijo. —Dejarte de esa manera sería un desperdicio de un hechizo perfecto.

Ella tomó mis manos y una vez más, sentí la propagación de la magia en mis brazos y mi cuerpo. Esta vez, no hubo ningún cambio visible, pero sentí un cambio en mi cuerpo. No podía decir exactamente lo que era... sólo un cambio sutil en mi postura, como si me sentara en una silla cómoda.

—Ahora ve a caminar.

Era la cosa más extraña que jamás había experimentado. Era como caminar sobre el agua, excepto, por supuesto, que sólo había aire. Mi cerebro podía decirle a mi cuerpo qué hacer, porque en algún lugar entre él y mis miembros, algo interceptaba el mensaje. Algo traducía las señales en un nuevo idioma. Cuando caminé, había una resistencia contra mis piernas que parecía suavizar mis movimientos. Hubo un nuevo conocimiento creado en algún lugar de mi subconsciente que me dijo que pusiera los hombros hacia atrás, me inclinara un poco hacia atrás y dejara que mis caderas se movieran mientras caminaba para acomodar mi centro de gravedad.

Esta vez, cuando regresé, me sentí agraciado. A pesar que pisaba el suelo suave bosque, caminé una distancia en la pradera y de nuevo sin problemas.

—¡Es increíble! —Me sentí emocionado y con vértigo. La bruja me observaba solemne.

—Este hechizo es más complicado. No durará mucho.

—¿Hasta cuándo?

Sacó un reloj sobre una fina cadena de plata de su bolsillo y comprobó. —Tienes hasta la medianoche.

Medianoche.

De repente, mi espléndida noche se había reducido a tan sólo unas horas. Lo que parecía brillante ahora se convirtió en triste y siniestro. —Eso no es mucho tiempo,
—dije.

—No. —Admitió. —Te sugiero que te vayas.



Los carruajes y los cocheros estaban esperando, felices de llevar a las jóvenes deseosas de bailar a cambio de unas monedas. La bruja fue muy amable al proporcionarme un conductor y poco tiempo después me encontré subiendo las escaleras del castillo.

Yo era un desastre de energía nerviosa. Mis manos estaban vergonzosamente sudorosas y mi corazón latía con fuerza en mi pecho. ¿Qué le diría al verlo?

Mientras esperaba, tuve un montón de tiempo para reflexionar sobre la cuestión. Me hicieron pasar a una sala de espera llena de otras jóvenes y me dieron un pedazo de madera con un número en él.

—Te llamaremos cuando sea su turno, —dijo Butler. —Después de su baile, se puede ir a casa o esperar en la sala con el resto.

Miré la habitación llena de mujeres, cada una sujetaba una pieza similar en sus manos. Era desconcertante, como esperar mi turno para comprar el pan en la panadería, a excepción que todo el mundo allí estaba decididamente demasiado abrigado. Encontré un asiento vacío y me dispuse a esperar mi turno.


Algunas mujeres caminaban, otras se sentaron tranquilas y estoicas y algunas conversaban ociosamente con sus amigos. Otras observaban a su competencia. Vi a mis primas en el lado opuesto de la habitación. Penélope estaba sentada nerviosa mordiéndose las cutículas y Jessalyn se miraba en un espejo, acomodándose el cabello. Ninguna de ellas se fijó en mí.

El número de Jessalyn era el siguiente, pero ella rápidamente tomó la tarjeta y empujó en la mano de su hermana. —Ve tú primero —. Dijo ella. —De esa manera no tendrás que quedarte aquí por más tiempo e preocuparse.

Yo sabía que no era la verdadera razón por la que quería que Penny fuera la primera. Jess quería eclipsar a su hermana, pero aun así, Penny no discutió. Entró en la sala como si marchara para un proceso penal, y unos minutos más tarde, llamaron el número de Jessalyn. Me relajé luego que se fueron.

Más mujeres estaban antes de mí y la mayoría de ellas se habían ido después que llamaron sus números. Los segundos pasaron y empecé a preocuparme si tenía que irme antes de que llegara mi turno. Sin embargo, veinte minutos antes de que el reloj marque la medianoche, me encontré caminando hacia la puerta de la sala.
La habitación era grande y luminosa, con lo que debía haber cientos de velas. Al otro lado de la habitación había un grupo de músicos en silencio en ese momento y frente a mí había otra puerta. Mi predecesora desapareció por ella, por lo que sería la sala de estar. El príncipe estaba cerca de una mesa de buffet en el extremo de la sala, bebiendo una copa de champagne. Estaba de espaldas a mí.

—Hy... —Corté, dándome cuenta que estuve a punto de decir su nombre. Me corregí rápidamente y dije en su lugar —¿Su Excelencia?

No se volvió hacia mí. —Estaré con usted en un momento.

Me acerqué lentamente, moviéndome tan silenciosamente como pude con mis zapatos ridículos. No quería molestarlo, pero tampoco quería estar del otro lado de la habitación.

Cuando me acerqué al buffet, vi que estaba dispuesto con comida y bebida, que parecía no haber sido tocado.

—¿No tienes hambre esta noche? —Le pregunté.
Él suspiró y se volvió hacia mí. Tenía los ojos vigilantes y desconfiados. —Mi padre prometió a dama un baile, no la cena.

Me hizo gracia que satisficiera las demandas de su padre, y sin embargo, dí un paso adelante. —Entiendo.

Señaló por encima del hombro hacia la puerta por dónde la última mujer había salido. —Hay una fiesta por allí, por lo que sé, para lo que las mujeres no mueran de hambre a la espera de una decisión.

Me imaginé otra habitación llena de mujeres, muy parecida a la que acababa de dejar. Algunas podrían estar nerviosas, esperanzadas, y alguna que otra llena de resentimiento. Algunas, sin duda, estarían en su cuarta o quinta copa de champán.

—Suena maravilloso, —dije.
No pareció notar el toque de sarcasmo en mi voz. Así que lo miré de arriba abajo con descarada curiosidad. —Te ves hermosa — dijo.

—Gracias, señor. Parece... —Mis palabras fueron desapareciendo mientras trataba de decidir cómo terminar la frase. Cada vez que lo vi, estaba vestido casualmente con ropa que obviamente era de la más alta calidad, todo hecho para el uso diario. Esta noche, llevaba lo que parecía ser un uniforme. Era verde militar con trenzas de oro en los hombros y el pecho, con toques rojos. Parecía rígido y su corte era estrecho y sombrío. Estaba tan guapo como siempre, pero no parecía a gusto.

No había terminado la frase, y él alzó las cejas hacia mí. —¿Encantador? —Se preguntó. Él no estaba buscando un cumplido. Su tono era juguetón y yo sabía que probablemente había oído todas esas cosas, varias veces, durante la noche.

—Incómodo, —dije.
Él se echó a reír. El sonido fue breve, pero fuerte y genuino. —Por supuesto, —dijo.

—He renovado simpatía por ustedes, las mujeres, y sus corsés.

—No tienes ni idea. —Murmuré entre dientes, resistiendo la tentación de tirar de un lado, que envolvía mis senos.

—¿Perdón?
Decidí que lo mejor era no repetirme y en su lugar, hice un gesto con la copa de champán en la mano. —¿Quieres ofrecerme algo de beber? Sonrió. —No, no lo había pensado. ¿Quieres los honores a una dama?

Por supuesto que debería haber hecho eso al dirigirse a mí, pero no lo había pensado. Estaba bromeando, pero no me castigaba, y yo dije—: No, no lo había pensado.

Eso lo hizo reír de nuevo y se volvió, vertió champán en una copa y me la entregó.

—¿Feliz ahora?

Yo no podía dejar de sonreír e hice una reverencia cuando tomé la copa, un movimiento que de alguna manera mi cuerpo ejecutó con gracia natural. —Gracias, señor.

Podría decir que mi respuesta le gustó porque vi la aprobación en sus ojos, causándome un torbellino de emoción y nervios en el estómago. Mi mano temblaba mientras llevaba la copa a los labios.

El champán sabía a nada que hubiera probado antes... Dulce, brillante y burbujeante. Era mejor que cualquier cosa que mi tía tuviera en su casa. Sabía como el sol de la mañana y debería haber dado pequeños sorbos, pero era delicioso y tenía muy poco tiempo.

Tragué saliva al mismo tiempo y cuando me bajé el cristal, encontré mirándome con diversión obvio.

—¿Más? —Preguntó.
Sentí que me sonrojaba. No solía beber y pensé que podía sentir el alcohol fluyendo a través de mi sangre, dejándome temeraria y frívola. Puse el vaso vacío sobre la mesa. —Estoy segura que una segunda copa sería imprudente.

Él se acercó a mí. —Creo que es cuando la invito a bailar.

Permanecer allí hablando con él había sido fácil, pero su mano extendida estaba exigiendo hasta el último gramo de fuerza de voluntad que tenía. Parecía algo que nunca volvería a suceder. Finalmente, puse mi mano en la suya y sus dedos eran cálidos contra mi mano. Me atrajo hacia él, y cuando lo hizo, los músicos comenzaron a tocar una melodía.

Yo estaba un poco preocupado por el baile, pero el hechizo de la bruja funcionó perfectamente. Con facilidad seguí sus pasos. Era extraño, mágico y asombroso cómo mi cuerpo se movía al compás del suyo. Me desplazaba de una manera que era completamente desconocida para mí y sabía cuál paso ejecutar, aunque yo no lo supiera conscientemente. No deseaba examinar detenidamente esta gracia nueva, por miedo a arruinar la magia.

—Bailas muy bien, —dijo, después de los primeros pasos.

—La verdad es que no bailo. Es la magia.
Las palabras salieron de mi boca antes que tuviera tiempo para pensar mejor en ellas. Sus ojos se abrieron sorprendidos. —No creo en la magia.

—Por supuesto que no. Sólo quería decir que soy normalmente un poco torpe. Es un milagro que no hayas perdido todos los dedos de los pies o tambaleado por mi culpa.

—Sí, bueno, este es mi décimo octavo baile de la noche, así que supongo que los dos somos buenos para seguir los pasos simples.

Dieciocho bailes. Pensé en una habitación llena de mujeres que dejé. —Hay por lo menos una docena de chicas detrás de mí.

Suspiró. —Voy a estar terrible de los pies por la mañana.

—¿Podemos dejar todo e ir a pescar.
Se detuvo a mitad de la canción, haciendo que me golpeara contra su pecho. —¿Te gustan los peces?

Sentí que me sonrojaba. ¿Por qué dije algo tan estúpido? —No debería haber dicho eso.

—Más bien, es una idea maravillosa, excepto que mi padre podría descuartizarme.

—Una ejecución podría poner un freno a la noche.

Él se echó a reír. —Sería un hecho.

Él coloco su brazo alrededor mío y retomamos la danza. Era maravilloso estar tan cerca de él, sintiendo su brazo envolviéndome. Me sentí de nuevo como si fuese una fuerza de la naturaleza, llevándome a algún lugar. No sabía dónde iba a terminar, pero no me importaba.

El me observaba mientras danzábamos, como si me estudiara. Podría haberme dejado nervioso pero estaba demasiado feliz para que me importara. Su análisis me dió una disculpa para mirarlo de nuevo.

—¿Nos conocemos de antes? —Preguntó.


—¿Nos conocemos de antes? —Preguntó.

—No.

—Me pareces muy familiar.

—Debe estar confundiéndome con otra persona...

—No lo creo. Es algo sobre tus ojos.

Mi corazón saltó en mi pecho sus palabras, en parte fue de alegría, y en parte por un miedo irracional a que descubriese mi verdadera identidad. —Debe confundirme con una de las mujeres con las que bailó más temprano.

—Supongo que sí, —dijo él, sin que pareciera muy convencido.


—Tantas mujeres, tan poca luz. Estoy Seguro que todas comenzamos a parecernos entre sí.

—Algunas más que otras. —Bajó la voz en un susurro, como si estuviese compartiendo un secreto. —Algunas consiguen sobresalir.
Sus palabras me agradaron y me encontré sonriendo.

—Estoy feliz de poder animar su noche monótona. Debe ser difícil pasar horas rodeados de mujeres bellas y halagadoras.

Él rió. —Ahora estás siendo cruel.

—Y tú estás siendo cruel.

—Y usted está siendo capcioso.
Él balanceó la cabeza, había diversión en sus ojos, además de otra cosa también.

—Me confundes. —Dijo.

—¿Por qué?

—No eres como las otras muchachas.
Sus palabras me asustaron un poco. Obviamente, no estaba jugando mi parte. —

¿Qué quiere decir?

—Todas ellas fueron se incluían en una de tres categorías. Uno: mientras bailamos me dicen cuan hermoso y encantador soy. Dos: ellas me encuentran aterrador u no pueden ni siquiera mirarme a los ojos, y menos hablar conmigo. Tres: pasan cada segundo de nuestro tempo juntos detallando lo maravillosa esposa que serían.

—Bueno, creo que es encantador y hermoso para causar terror, pero estoy segura que sería una esposa terrible.

—¿Por qué dices eso?
La pregunta me hizo reír en voz alta. Si el sospechase la verdad. —Hay muchas razones para enumerar.

Balanceó la cabeza de nuevo. —Definitivamente no eres como las otras muchachas.

—Voy a intentar ser más como ellas, si eso le agrada. ¿Cuál de esas tres opciones prefiere? Creo que puedo intentar con las dos primeras, pero la tercera puede estar más allá de mis habilidades.

—No, —dijo. Bromeábamos, pero de repente él pareció serio. —La prefiero más de esta forma.

Me sonrojé. No podía mirarlo a los ojos y me encontré estudiando la trenza dorada en su garganta. No sabía qué decir.

—Si te opones al casamiento, ¿por qué estás aquí? —Preguntó. —¿Tu padre te obligó a venir?

—No. Yo… —Vacilé, sin saber qué decir. El me miraba expectante por lo que resolví decirle la verdad. —Sólo quería verlo una última vez.

La música terminó, pero él no me soltó. Miré hacia él. Tenía aquella mirada reflexiva en sus ojos, como si estuviera tratando de entenderme. Me quedé inmóvil, preguntándome exactamente en qué estaría pensando. El instante pareció durar hasta siempre.

—¿Bailas conmigo otra vez?

Nada en el mundo podía hacerme tan feliz. —Claro.

Él sonrió e hizo un gesto para los músicos. Una nueva canción comenzó y danzamos.

Fue un poco enervante y emocionante estar tan cerca de él. Pechos… Mis
senos…, estaban aprisionados entre los dos y encontré la sensación increíblemente desconcertante, pero todo el resto era perfecto.

La forma como me miraba, la firmeza de sus manos en mi espalda mientras me atraía más cerca. Él provocaba alguna cosa en mí… Un dolor débil y constante entre sus piernas, tan diferente del sentimiento de excitación y al mismo tiempo inequívocamente reconocible. Esto hizo que mis rodillas se debilitaran y mi estómago se volviera inestable y lleno da mariposas. Cada pedazo de mí estaba atento, deseándolo de una forma como nunca antes lo hiciera. Me sentía febril y la necesidad que sentía por él diferente de todo lo que sentí hasta ahora. Mi cuerpo…

Mi cuerpo femenino se quemaba de adentro hacia afuera. Él debería percibirlo y reconocer el efecto que tenía sobre mí.

Me acercó con más fuerza y sentí la rigidez de su miembro contra mi estómago. Me quedé sin aliento. Él inclinó su cabeza hacia mí y sus labios quedaron a unos centímetros de los míos.

—¿Sería completamente inadecuado de mi parte si te beso?




Mi corazón se desbordó en mi pecho, coloqué mis brazos alrededor de su cuello y susurré—: Lo adecuado es aburrido.

Sus labios eran calientes y suaves, su lengua jugaba con mis labios y me oyeron gemir. Abrí los míos, dejando que me probara, que me explorara. Él gimió, un sonido bajo desde el fondo de su garganta que hizo que el calor entre mis piernas aumentara. El dolor pareció extenderse por mis muslos, subiendo hasta mi abdomen y mis senos, que estaban prisioneros incómodamente entre nosotros. El salón dejó de existir y la música también. Si los músicos se detuvieron, si susurraron o si bromearon, no lo sabía y no me importaba. Me colgué de él, queriendo saber cómo algo tan simple como un beso podría ser tan increíblemente bueno.

Él rompió el beso, pero me sostuvo contra él. Estaba tan agitado como yo.

—Eso fue increíble, —suspiró.
Sólo pude aferrarme a él y asentir.

—¿Por qué me pareces tan familiar?
Negué con la cabeza, sin querer dejarlo pensar en eso. Sin querer pensar en una respuesta. Atraje su cabeza para poder besarlo de nuevo, pero él se detuvo a pocos milímetros de mis labios.

—¿Cómo te llamas?
Mi nombre. ¿Cuál era mi nombre? Tanto tempo que pasé esperando mi turno para bailar con él, y no se me ocurrió que él podría hacerme una pregunta tan sencilla como esa. No sabía qué decir y no conseguía pensar en nada, excepto en mi nombre verdadero. Lo cual no podría decirle.

—Ummm…, —dije estúpidamente.
Pero fui salvado de responder por un sonido. Uno terrible y devastador. Las campanas de la Torre del reloj marcando la media noche.

Entonces huí. Atravesé el salón con la voz de Hyun llamándome a mis espaldas, primero pidiendo luego ordenando me detuviera.

Y no tenía opción, excepto desobedecer.

Rostros con ojos sorprendidos y bocas abiertas se volvieron hacia mí mientras aceleraba el paso. Estaba vagamente consiente del espectáculo ridículo que haciendo de mí mismo, pero sería mucho peor se ellos me viesen sin la magia.
En algún lugar de la escalera, la primera de las magias cedió y, en un instante yo estaba corriendo sin las zapatillas bordadas y al siguiente, estaba tropezando. Los tacos altos de los zapatos me hacían perder el equilibrio y mis tobillos vacilaban. El movimiento de mis caderas se volvió el mío de antes.

—Hombres pesados y torpes. —La bruja dijo, y en el espacio de algunos segundos, me transformé nuevamente, aunque aún escondido dentro del cuerpo de una mujer. Caí en medio de la escalera, rasgando mi vestido en el proceso.
¿Cómo las mujeres lo hacían?

Detrás de mí, podía oír las voces de alguien que estaba acercándose. Me quité las sandalias ridículas y corrí, escondiéndome detrás de la fila de carruajes que esperaban. Estaba vagamente consciente de los cocheros y conductores sus ojos sorprendidos mientras pasaba a su lado.

—Creo que uno de los bailes no terminó bien, —dijo uno de ellos y rió.

Corrí todo el camino, jadeando por las restricciones del corsé que usaba, deseando poder rasgar la maldita cosa, pero los cocheros harían más que mirar si una mujer pasara corriendo frente a ellos con los senos desnudos.
Finalmente, tropecé hasta nuestra entrada y subí las escaleras del frente, deteniéndome en la puerta. La luz estaba encendida en la sala y Tía Cecile estaba esperando ansiosa para hablar con son sus hijas.

Yo no podía dejar de verme… El fantasma de su hermana muerta con el vestido roto, los pies descalzos y cubiertos de lodo. Podría ir hasta la puerta trasera pero parecía arriesgado. ¿Y si ella me llamaba para llevarle té y atizar el fuego?

Con un gemido, descendí las escaleras y fui hacia el único lugar que pude pensar. El único lugar que era mío: el claro en el bosque. Dónde conocí a Hyun y encontré a la bruja.

El claro estaba vacío naturalmente, me dejé caer en el suelo en un lío sin gracia, feliz por poder sentarme finalmente. Mis costados dolían de tanto correr, mis pies también dolían. Una sandalia de encaje continuaba en mi mano sudada, pero había perdido la otra en algún lugar a lo largo del camino. Me sentí un poco mal con eso y esperaba que la bruja no se enojara.

Llevó algunos minutos recuperar el aliento. Los grillos se quedaron en silencio cuando llegué pero ahora comenzaron a cantar de nuevo. Algo invisible flotaba en la floresta y todo era tranquilo y pacífico. La luna brillaba a través de los árboles, iluminando el suelo.

Intenté extender las manos hacia atrás para desabotonar el vestido y aflojar el corsé, pero los botones estaban muy arriba en mi espalda y no conseguía alcanzarlos. Después de un minuto de intentarlo, desistí. Pero una razón por la cual estaba contento por no ser mujer.

Me recosté contra el tronco caído dónde Hyun había dejado su regalo. Dónde yo negocié el presente pos dos hechizos y unas pocas horas, pero había valido la pena.

Pensé sobre Hyun y recordé la danza. Me recordó la sensación de él sosteniéndome cerca, su sabor, la dureza de su erección contra mí. El calor apareció de nuevo, tan familiar y tan extraño. Recordé la alegría que inundó mi corazón cuando él preguntó se podía besarme.

Me acurruqué sobre las hojas en el suelo del bosque.

Y pensé de nuevo, mientras me dormía, que había valido la pena.


Dormí irregularmente al principio, pero en algún momento, el peso en mi pecho cesó, y me deslicé hacia un sueño tranquilo.

Desperté después del amanecer. Estaba nuevamente usando mis habituales ropas remendadas, mis pies estaban descalzos y mis botas gastadas yacían en el suelo a un lado.

Cualquier otro día, habría despertado a la madrugada, queriendo saber si tía Cecile y mis primas estaban buscándome. ¿Se preguntaron dónde yo había ido? ¿Les importaba? Sólo podía esperar que, tarde a la noche, la presión en mi pecho se fuera.

Me detuve a un lado del pozo detrás de la casa para lavarme. Mis pies estaban lastimados y sucios por correr descalzo. Lavé el lodo seco y me calcé las botas antes de entrar.


Supe de inmediato que algo estaba mal, porque podía oír a Jessalyn y Penélope en la sala, conversando frenéticamente una con la otra. Deidre se giró para enfrentarme.

—Buena mañana para que estés fuera. —Dijo ella. Parecían emocionadas.

—¿Qué sucedió?
Ella hizo un gesto de desdén con la mano y se giró hacia la chimenea. —Algo sobre el Príncipe y el baile.

Tenía trabajo que hacer y carecía de motivos para interesarme.
Ningún motivo.

Sólo que ella menciono al príncipe y lo que fuese que dejó a mis primas “emocionadas” estaba relacionado con Hyun. Solo pensar en él hizo que mi corazón saltara en mi pecho. Sabía que no iba a conseguir hacer nada hasta descubrir lo que estaba sucediendo.

Penélope y tía Cecil estaban moviéndose agitadas por la sala, limpiando, alisando y ordenando. Eso era algo que ellas normalmente dejaban que Deidre o yo hiciéramos. Jessalyn estaba sentada en su silla favorita, mirándolas mientras trabajaban.

—No sé por qué están molestando, —dijo ella. —Sabemos que él no vendrá.

—No sabemos tal cosa, —respondió tía Cecile. —Ellos dijeron que escogió una novia, y que iba a visitarla hoy.

¿Él escogió novia?

Un triste nudo de celos se apretó en mi pecho. Claro que él había escogido una novia, ese fue el propósito del baile. Aun así, después de la forma que me abrazó, y me besó…

—¿Quién es ella? —Pregunté.
Todas se voltearon hacia mí. No habían notado mi presencia hasta ahora, y ahora me encaraban como le les hubiese pedido la luna.

—Nadie sabe, —dijo Penélope finalmente.

—Ella huyó, —agregó Jessalyn.

—Dicen que el Príncipe la llamaba, pero ella no se detuvo y...

—Sí. —Dijo Jessalyn interrumpiendo a su hermana. —Y es así como sabemos que no será una de nosotras. ¡No seríamos tan tontas como para huír!

Mi corazón se disparó. Sí, había huido porque no tuve otra elección. ¿Existiría la posibilidad que otra muchacha huyera también? ¿Él estaría buscando a otra aparte de mí?

Parecía improbable.

No sabía si debía reír o llorar. —¿Pero él sabía quién es ella? —Pregunté.

—Dicen que él no sabe el nombre de ella, pero tiene una manera de encontrarla. —Respondió Penélope. —Todo el mundo habla sobre eso.

Una manera de encontrarla.
¿Una manera de encontrarme?
No pude evitarle y me reí.

Por supuesto que me estaba engañando. No podía encontrarla, porque ella no existía. La mujer que él buscaba había desaparecido durante la noche y era nada más que un hechizo. Él podría cazarla, pero nunca iba a encontrar su presa.

Todos me miraban sorprendidos, y me di cuenta que aún estaba riéndome, más que reírme estaba quedando histérico, aferrando mi estómago e intentando reír para que las lágrimas no cayesen.

Él quería casarse conmigo.

—¿Young Saeng, que es tan gracioso? —Preguntó tía Cecile.

—Nada. —Respondí jadeante, intentando recuperar la compostura. Era verdad. No había nada gracioso sobre lo que estaba sucediendo. —Lo lamento. —Todos aun me observaban y tía Cecile parecía enojada mientras mis primas parecían confundidas. —¿Cómo va a encontrarla? —Pregunté.

Pero antes que ellas pudiesen responder, recibí la respuesta: el ladrido familiar de un perro. Todo el mundo miró por la ventana del frente y Penélope corrió para levantar las cortinas, espiando hacia fuera.

No necesitaba mirar para saber lo que ella veía.

Matic.

—¡Oh! No. —Gemí.


Nuevamente todos me miraron sorprendidos, pero antes que pudiesen preguntar lo que estaba mal, golpearon con fuerza la puerta principal. La pálida mano de Penélope voló hacia su boca y sus ojos brillaron excitados y con miedo. Tía Cecile prácticamente saltó fuera de sus zapatos y Jessalyn corrió hacia la puerta, abriéndola.

Una forma maciza y peluda entró por la puerta, ladrando y babeando. Matic voló hacia mí, tirándome de espaldas en el suelo mientras sus patas se apoyaban en mi estómago. Su peso quitó el aire de mis pulmones mientras me levantaba del piso y su enorme hocico quedó cerca de mi rostro.

—¡Matic, tonto peludo! —Una voz que reconocí como la de Hyun gritó. —¿Qué sucede contigo?

Matic se apartó de encima de mi pecho y, enseguida, el príncipe quedó sobre mí, su rostro iluminado con una hermosa sonrisa.


—¡Saeng! —Exclamó alegremente, y se inclinó para tomar mi mano y ayudarme a que quedara en pie. —¡No esperaba encontrarte aquí!

Matic me había quitado el aliento, y yo estaba muy ocupado intentando respirar para responder. Mi estómago estaba apretado y mi cerebro gritaba por oxígeno y aparentemente no comprendía que sólo era necesario inspirar. Estaba vagamente consciente de la sala a mi alrededor, de mi tía y primas, Deidre, que había llegado de la cocina, y los dos hombres que habían entrado con Hyun. Todos usaban expresiones sorprendidas, claramente pensando en la actitud familiar del príncipe para con un sirviente.

Lo que no era totalmente vago en todo esto era la suave firmeza de la mano en mi espalda, parecido a la noche anterior.

—Saeng, —dijo. —¿Estás bien?
Finalmente conseguí tomar una corta respiración y enseguida, otra.

—Estoy bien, —aún jadeaba y no conseguía quedarme de pie.

—No puedo pensar por qué se lanzó sobre él de esa forma, —dijo. —Él siempre te quiso, pero aun así no es correcto. — Miró hacia Matic, que estaba sentado junto a la chimenea, mirándolo a su vez y con su cola golpeando el suelo de madera.

Parecía excepcionalmente alto en la sala quieta. Mi tía y primas estaban observándonos, obviamente perplejas e imaginando cómo Hyun conocía mi nombre.

Me quedé en pie, pero mi estómago aún dolía, y me volví hacia él diciendo—: ¿Señor? Él frunció las cejas mirándome, y yo sabía que quería decir que no lo llamara así. Me apresuré antes que lo dijese. —¿Quizás deba decirnos por qué nos honra con su visita hoy?

Él desvió la mirada de mí hacia el público. Sus ojos recorrieron rápidamente sobre mi tía, mis primas y Deidre. Después observó esperanzado alrededor de la sala, luego en dirección a las escaleras.

—Estoy buscando a alguien, —dijo él. —¿Hay alguien más viviendo aquí? ¿Quizás en el piso superior?

—No, —respondí. Claro que sabía a quién buscaba, pero parecía que él esperaba que se lo dijera, entonces pregunté—: ¿A quién está buscando?

Él sonrió hacia mí. —Una muchacha. —Entonces deslizó la mano en su chaqueta y sacó algo del bolsillo, levantándolo para que lo vea.

Mi zapato perdido.

—Se lo entregué a Matic y él me trajo hasta aquí.

Se giró nuevamente para observar a mis primas con curiosidad descarada, intentando determinar si una de ellas era la muchacha que buscaba. Estaba confundido, podría decirse. Yo tenía una apariencia parecida con ellas y, por lo tanto, él no podía reconocerlas

—Quizás Matic se confundió, —murmuré.

Hyun no me miró, pero asintió con la cabeza en respuesta. —Imposible. Sabes que es el mejor perro de caza del reino.

Sí tan bueno que pudo encontrarme a través del mágico cambio de sexo.

Hyun levantó el zapato para que mis primas pudieran verlo a la luz del día, éste parecía triste y caído. Las tiras de encaje bordadas parecían miserables. ¿Pertenece a alguna de ustedes?

La sala estaba mortalmente silenciosa, como una tumba. Todo el mundo estaba observando el zapato.

Penélope habló primero. —No señor, — comenzó diciendo. —No es nuestro… Jessalyn la interrumpió y se acercó. Su hermana gemela parecía confundida y su madre exultante. Sentí mi corazón en un puño.

Ella no sería capaz, ¿no? ¡Ella no iba a mentir!

Pero sabía que estaba siendo tonto.

Claro que ella mentiría.

Ella sonrió hacia el príncipe y dijo—: Sí, Alteza, es mío.

Nadie se movió. Hyun todavía sostenía el zapato mientras observaba evaluadoramente a Jessalyn.

Algo de agitó en mi pecho… Una rebelión de rabia, como una fiera herida y celosa. ¿Cómo ella se atrevía?

—No es su zapato, —dije.
Hyun se volvió para mirarme y una de sus cejas se elevó. Los ojos oscuros de Jessalyn se centraron en mí, exigiendo silencio.

—Claro que sí.
Hyun miró de uno al otro, obviamente, sin estar seguro de cómo proceder. —Quizás, —le dijo a Jessalyn. —¿Usted podría traerme el otro?

Ella parpadeó hacia él sonriendo, y si realmente estaba confusa con la pregunta o era una actuación, no lo sabía. —¿El otro? —Preguntó ella.

—Sí. —Dijo con paciencia aparentemente infinita. —El otro zapato. Ellos vienen generalmente en pares.

El rostro de ella se sonrojó y sus ojos fueron de un lado al otro. ¿Podía ver él el cálculo frío en ellos?

—Perdí los dos, señor, —respondió. —Estaba con tanta prisa al huir que no pude pensar claramente.

—¿Por qué exactamente huyó?

—Bueno... —Ella jugó nerviosamente con el colar que usaba y se mordió el labio. Jamás percibí lo maravillosa actriz que era. —Estaba muy nerviosa, Alteza, por estar ante su presencia, que me sentí un poco recelosa y abrumada.

La perplejidad de Hyun aumentó. —¿Abrumada? —Dijo como si contemplase el significado de la palabra. Sabía que él estaba pensando en nuestro baile. Pensando en el hecho que, al contrario de muchas de las otras muchachas, no había quedado abrumada por él.

Nosotros hablamos de pesca.

Y de magia.

Y nos besamos.

Jessalyn, debió haber visto su vacilación y sintió su incertidumbre. Ella dio un paso hacia él y dijo—: Puedo probarlo, señor. Permítame calzarme el zapato.

El rostro de él se ilumino con una sonrisa. —¡Una idea maravillosa!

Jessalyn se sintió sobre la poltrona más próxima del príncipe, se inclinó y quitó la bota que usaba. Después lo miró expectante.

Hyun extendió el zapato en su dirección.

Jessalyn cruzó las piernas, la derecha sobre la izquierda, elevando el pie descalzo hacia él. Levantó el borde del vestido un poco, haciendo que el borde inferir del vestido se deslizara seductoramente para relevar un tobillo pálido.

El rostro de Hyun se sonrojó. Estaba claro que ella esperaba que él se colocara de rodillas frente a ella y la ayudase con el zapato.

Era igualmente claro que él no tenía intención de hacerlo. Él extendió el objeto hacia Penélope.

—Ayúdela. —Había una nota en su voz que nunca había oído antes... Un tono de mando. Un tono que nunca había usado conmigo.

Jessalyn escondió su decepción. Sólo algunos años de convivencia con ella me permitían vislumbrar en el parpadeo rápido de sus ojos, su insatisfacción.

Penélope tomó el zapato que el príncipe le entregaba y se arrodilló a los pies de su hermana. Ella lo extendió. Yo apenas podía respirar y el aire estaba pesado por la anticipación.

Jessalyn deslizó su pie perfectamente en el interior.

Algo dentro de mí se marchitó y murió. Algún sueño que tuve. Algún secreto que enterré profundamente, no importaba si estaba consciente o no de ello.

Quería arrojarme a sus pies y decirle la verdad. Quería desesperadamente ser ella.
Jessalyn sonrió para el príncipe y Hyun parecía aun dudar, pero sonrió a modo de respuesta—Creo que ésta es la parte dónde le pido su mano en matrimonio.

Ella se levantó y extendió los brazos alrededor del cuello de él. El príncipe vaciló, pero sólo por un segundo, para luego colocar los brazos alrededor de ella y enterrar su nariz en el cabello castaño y espeso.

Él parecía feliz.




Cerré los ojos y me obligué a respirar. Quería que mi corazón parase de doler. Entonces Jessalyn tendría como suyo al hombre que yo amaba. ¿Qué importaba?

No era que él pudiese elegirme de cualquier modo, aun si quisiera.

Todos estaban hablando al mismo tiempo y el ruido en la habitación era alto. Los planes ya estaban en marcha y el tiempo era corto. El príncipe tenía que tomar esposa no más allá de la media noche, contando nueve días a partir de ahora y Jessalyn y Hyun partirían mañana, regresando al hogar de él para planear el casamiento. Ella iba a verlo todos los días, Todos los días por el resto de su vida.

¿Y yo? Los vería cuando viniesen de visita. Si es que tal cosa ocurriría.
—¿Saeng?


Era la voz de Hyun, y todo el mundo en la sala guardó silencio. Casi podía sentir el peso de sus miradas sobre mí.

Respiré profundamente, abrió los ojos y lo miré. Él estaba sonriendo y colocó una mano en mi hombro. —Tú vienes, ¿no?

—¡Señor!

Él hizo una mueca y supe que quería lo llamase por su nombre, pero después de mirar rápidamente a Jessalyn, Penélope y tía Cecile, pareció pensarlo mejor.

Estaban mirándonos, obviamente escuchando nuestra conversación. Se acercó a mí, haciéndome sentir que lo que compartíamos era especial. Su mano en mi hombro estaba caliente y pesada. —Es un día de suerte. No sólo encontré a mi novia, gané un hermano también —Su voz era baja, pero la sala estaba tan silenciosa que todos lo oyeron. —Me agrada tener una razón para mantenerte cerca.

Bajé mi cabeza para esconder una sonrisa.

Quizás mi corazón no estaba tan roto después de todo.

El rey volvió a su casa ese día, tan pronto como se aseguró de la inminente boda de Hyun, y pasó las siguientes veinticuatro horas trabajando como un loco, tratando de dejar a Jessalyn listo para funcionar. Hyun se ofreció a llevar a Penélope y a la tía Cecile también, pero Jessalyn protestó diciendo que no quería molestar a nadie.

Su madre y su hermana estaban comprensiblemente furiosas , pero tuvieron la amabilidad de no decir nada delante del príncipe, pero luego cuando se fue, las acusaciones y los argumentos comenzaron. Yo estaba feliz. Todos estaban tan ocupados con los demás que no se les ocurrió preguntarme acerca de mi amistad con Hyun.

Jessalyn podía haber dicho que se iba con su familia en una manera equivocada de martirio, pero yo sabía la verdad: que no quería a nadie a su alrededor que podría avergonzarla o recordarle a los demás sus raíces no reales. Y ciertamente lo habría dejado si tuviera la opción, pero Hyun dejó en claro lo mucho que me quería.

Y así me encontré en el camino hacia el palacio a la mañana siguiente, en compañía de Hyun, Jessalyn y una docena de guardias y sirvientes.

Y, por supuesto, de Matic.

Jessalyn viajaba en un carruaje con el príncipe. Empezó a caballo, al igual que el resto de nosotros, pero cerró los ojos y le hizo un comentario con una sonrisa acerca de conocerse mejor y él cedió uniéndose a ella y ocultándose en el interior del vehículo, a las afueras de la vista y fuera de mi alcance.

No podía escuchar la conversación, pero de vez en cuando escuchaba las risas. Traté de decirme a mí mismo que los celos que sentía eran cada vez más absurdos. Me dije que mi creciente odio por ella era injustificada y me pregunté varias veces si debería decirle al príncipe que Jessalyn no era quien pensaba.
Paramos al mediodía para comer y ayudamos a dos de los funcionarios a preparar una comida fría de queso, jamón, galletas y fresas frescas para Hyun y Jess, mientras que los otros hombres cuidaban de sus propios caballos y comían el desayuno de pan duro y carne seca.

Matic miró la comida campestre con una atención que era absolutamente alarmante mientras hilos de baba colgaban de sus mejillas pesadas. Tenía miedo de que si nos apartamos ni siquiera por un segundo, tragara todo de un solo bocado.

—Estoy preguntándome si debería sentarme en el suelo. — Preguntó Jessalyn. —No me gustaría arruinar mi vestido.

Hyun lo sostuvo con lo que parecía ser una mezcla de diversión y molestia cuando me despacharon para tomar almohadas y una manta para mantener su vestido limpio.

Evité su mirada mientras la ayudaba a instalarse en frente de él. Odiaba que me viera como un mero sirviente de su novia. Tenía miedo de mirarlo y ver compasión en sus ojos.

—Eso es lo suficientemente bueno. —Jess dijo, haciendo un movimiento que me sorprendió con sus manos. —Se puede ir.

Me di la vuelta para marcharme, pero fui detenido por una pregunta de Hyun. —¿Por qué no te unes a nosotros, Saeng?

Me volví para encontrarlo haciéndome un gesto para que me sentara a su lado en el suelo. La pregunta me tomó por sorpresa, así como la expresión de su cara. No había piedad ni repugnancia, como yo esperaba. Justo el mismo sentimiento de amistad que había visto en su rostro todas las otras veces que habíamos estado juntos. Fuese cual fuese el resentimiento que sintiese hacia mi prima fue borrado de mi mente por el calor de su sonrisa y la sinceridad de la invitación.

—Oh, Hyun. —Jessalyn habló y me pregunté si había visto una mueca de disgusto en su rostro cuando dijo su nombre. —¿Un sirviente almorzando con el príncipe? Esto realmente no sería apropiado.

Él le sonrió. —Lo adecuado es aburrido.

La declaración me hizo reír a carcajadas, pero Jessalyn sólo parpadeó, sorprendida. —Por el contrario, creo que es importante mantener un sentido de propiedad cuando hay servidumbre en nuestra presencia.


La sonrisa se desvaneció lentamente de su rostro para ser reemplazada por una mirada de perplejidad. Yo sabía que estaba pensando en el beso y se preguntaba si esa mujer que estaba hablando, podría haberse olvidado de haber dicho esas palabras.

Por mucho que desease pasar un tiempo con el príncipe, no quería que Jessalyn nos observara y escuchara, quería mantener mi amistad con él y quería mantenerlo fuera del alcance de sus dedos ansiosos.

—Gracias por la invitación, pero tal vez debería hacerme cargo de Matic
Estaba decepcionado, podía decirlo, pero Jessalyn inmediatamente dijo, —Buena idea. Átalo detrás del carruaje.

Llevé a Matic hasta el carruaje, pero no lo até. En cambio, me quité la bota y los dos nos pusimos al día hasta que fue la hora de partir.


Hyun no quería volver al coche y en su lugar, su caballo le fue traído. —Voy a seguir por delante y asegurarme de que todo esté listo en la posada. — dijo, señalando a dos de sus guardias para que lo acompañaran. Luego se volvió hacia mí. —Saeng, ¿quieres venir conmigo?

—Me encantaría.

—Por supuesto que le encantaría Hyun. —Jessalyn dijo—: Pero será otro día.

Esta vez, estuve seguro de ver un destello de irritación en los ojos de Hyun, a pesar de que en ese momento se volvió hacia ella. —¿Y por qué?

Ella pareció sentir su impaciencia e inmediatamente volvió a su habitual pose de pobre de mí, bajando la cabeza y mirándolo a través de sus largas pestañas. Hizo un gesto hacia el resto de la guardia. —No conozco a ninguno de estos hombres, no me puede dejar en compañía de extraños, ¿no es así?

—¿Sospecha que algunos de ellos sería tan tonto como para hacerle daño?

—Por supuesto que no, sólo que me sentiría más cómodo si Young estuviera aquí conmigo.

Apreté mis manos con fuerza en las riendas y bajé la cabeza para que no pudieran ver mi expresión. Odiaba estar entre ellos, no porque no sabían qué dirección preferiría, sino porque sabía que cuánto más prensase Hyun, más miserable trataría de hacerme Jess.

El príncipe suspiró. —Muy bien, te veré en unas horas.

Se dio la vuelta sin decir nada y nos dejó con Matic corriendo por delante con un grito de triunfo, los dos guardias siguiéndolo detrás.

Yo estaba solo con Jess y diez hombres que no conocía.

Con el príncipe yéndose, Jessalyn dejó caer la máscara en un instante y se volvió hacia mí con furia en sus ojos. —Entra en el carruaje Heo Young Saeng, es momento que tú y yo tengamos una charla.

El carruaje estaba asfixiante. Jessalyn había cerrado las cortinas de la ventana pequeña, por lo que el interior estaba oscuro y denso. Me senté frente a ella, el espacio era muy pequeño. Podía sentir la ira y el resentimiento de ella llenando el coche y dificultándome la respiración. Me hubiera gustado poder salir y poner más distancia entre nosotros y pensé en lo incómodo que debía haber sido el viaje para Hyun, que era varios centímetros más alto que yo. No era de extrañar que decidiese montar en su caballo para la segunda mitad del día.

Jessalyn esperó hasta que estuvimos en marcha antes de hablar. Sabía que ella esperaba que el sonido de las ruedas, el camino y los caballos impidieran a los guardias escucharnos.

—¿Cómo conociste al príncipe? —Me preguntó en voz baja y afilada.

—Lo conocí en el bosque.

La incredulidad brillaba en sus ojos. —¿Haciendo qué?

No sé si ella quería saber lo que hacía yo o lo que hacia él así que respondí con las dos posibilidades. —Yo iba a pescar en el río y él que estaba jugando con Matic.

—¿Y luego qué? ¿Él sólo decidió hablar contigo?

—Me preguntó si podía pescar conmigo.

—¿Un príncipe le preguntó a un sirviente si podía pescar?

—Sí.

—¿Por qué? ¿Qué me escondes de lo que le dijiste?

—Yo sólo te estoy diciendo la verdad.

Me dio una bofetada. En todos los años que había sido parte de la casa de mi tía, nunca me golpeó y me tomó completamente por sorpresa.

—No me mientas.

Puse mi mano en la mejilla como si pudiera manejar el dolor de su ira. Disfruté de su ira y los celos, y no tenía ningún deseo de apaciguarla. —Lo sabes todo acerca de la mentira, ¿no es así?

Estaba muy tranquila. El único movimiento fue el aleteo de sus fosas nasales.
—¿Vamos a hablar del zapato? —Le pregunté. —Los dos sabemos que no te pertenece a ti.




—¿Me estás amenazando?

¿Lo estaba? Ni siquiera estaba seguro. Pero no me dio la oportunidad de responder.

—Piensa en esto, Saeng. —Ella nunca me había llamado así solo por "Saeng" antes y yo sabía que acababa de hacerlo ahora para recordarme la familiaridad del príncipe conmigo. —Si se lo dices, y te cree, ¿qué sucederá entonces? ¿Alguna vez has pensado en ello?

—Él va a tomar una nueva esposa.

—Sí, y voy a ser enviada a casa y dónde creo que vas a estar. — Ella me sonrió, una sonrisa cruel y maliciosa que hizo que se me helase la sangre preguntándome en que pensaba. Ella me dio la respuesta. —Trabajando para mí y te prometo, Saeng, que voy a pasar el resto de mi vida haciendo de tu vida un infierno.


Eso era verdad. Me dolía el estómago al admitirlo, pero ella tenía razón. A menos que...

—Él me puede despedir.

Ella se echó a reír, y si yo pensaba que su sonrisa era cruel la risa era peor. —Cuando se entere que permitiste que esto llegase tan lejos, ¿crees que tendrás todavía su favor?

Era una buena pregunta. ¿Lo haría? ¿O me culparía por no habérselo dicho antes?

—¿De verdad crees que le puedes engañar para siempre? —Le pregunté.

—Yo no necesito engañarlo para siempre. Nos vamos a casar en ocho días y después será demasiado tarde. —Se echó hacia atrás en su asiento y se cruzó de brazos mirándome con aire de suficiencia. Parecía que había ganado.

Claro, ella había ganado. Lo odiaba, pero tenía razón. Luego bajé la cabeza ante la derrota.

Golpeó el lado del carruaje que desaceleró hasta pararse.

—¡Fuera de mi carruaje Saeng! Y si sabes lo que es bueno para ti, mantén tus secretos para ti mismo.

El resto de la tarde fue miserable. Hacía mucho calor y estábamos plagados de moscas. En el momento en que llegué al hostal, estaba sudoroso, maloliente y quemado. Incluso la escena con Jessalyn palideció cuando pensaba en la felicidad de una comida casera y una noche en una cama blanda.

Si hacía calor fuera, sólo podía imaginar que haría un calor sofocante en el interior del carruaje y estuve feliz de ver que incluso Jessalyn no pudo salir indemne. Su vestido estaba mojado y arrugado y estaba malhumorada y gruñona. Y no olía mejor que yo.

Hyun nos recibió en la puerta y cenamos en una habitación privada en la parte trasera.

—He traído champán, —dijo, sirviendo no dos, sino tres copas. —Está bien frío. —Sirvió una copa para ella. —Va a relajarte.

—Gracias, mi príncipe. —Jessalyn extendió la mano para tomar la copa.

Hyun en broma la retiró de su alcance. —¿Quiere comportarse como una dama?
Jessalyn se sonrojó hasta la línea de su cabello sudoroso. —Mis disculpas, Alteza, —dijo, mientras se inclinaba sobre una rodilla. —Por favor, perdonad mi falta de cuidado.

La sorpresa en el rostro de Hyun podría haberme hecho reír en otro momento, pero esta vez, sólo sirvió para recordarme que mantener el secreto de Jessalyn estaba en mi mejor interés.

—Creo que el príncipe estaba jugando, mi señora.

—Por supuesto. — Hyun dijo tirando de su mano y levantándola. —Pero no debería. Después de un día tan largo, fue de un pésimo gusto.

Ella sonrió dulcemente mientras tomaba el champán. —¡Gracias! — La miró expectante mientras tomaba un sorbo. Ella pareció darse cuenta que él estaba anticipando algún tipo de reacción, pero, obviamente, no sabía cuál, y luego le sonrió tímidamente.

—Es interesante. Nunca había probado nada igual. —Dijo.

Era evidente que estaba decepcionado, pero no dijo nada. Tomó la segunda copa de la mesa y me la ofreció. —Toma un poco, Saeng. Estoy seguro que podrás tomar una bebida.

Tomé un sorbo y descubrí que había observado la reacción de Jessalyn tan intensamente como la mía. Era el mismo champán que me sirvió en el baile. Me llevó inmediatamente a la noche por la sensación brillante y burbujeante de la luz del sol en mi lengua, y como había hecho antes, incliné la cabeza hacia atrás y me lo bebí todo de una vez.

—Es un placer. —Dije mientras le entregaba mi copa vacía.

Él se echó a reír. —Me alegro de que alguien más lo disfrute.

No me perdí el ceño que puso mi prima, pero el príncipe no pareció darse cuenta. —¿Quieres más? —Me preguntó.

—No. —Jessalyn dijo, respondiendo por mí. —Saeng necesito que me ayudes a refrescarme antes de la cena.

Hice lo indicado, y después de eso, corrí alrededor mientras ella cenaba con el príncipe. Ayudé a los guardias de Hyun con el equipaje y escogí algunos bocados de la cena para Jessalyn. Tenía que correr constantemente por el comedor para satisfacer a Jessalyn, quien no podía dejar pasar ni un momento sin recordarle al príncipe mi verdadera posición.

A pesar de todo, miraba asombrado al príncipe cenar y vi la forma en que la miraba, y parecía ausente mientras ella parloteaba, asegurándole que iba a ser una esposa maravillosa.

Por fin, la comida terminó y Jessalyn se despidió por la noche. Hyun se puso de pie y le besó la mano. Entonces, mientras ella caminaba hacia la puerta, se volvió hacia mí. —Siéntate conmigo, Saeng. Ayúdame a terminar este champán.

Su invitación me hizo sonreír. —Me encantaría. — Me senté frente a él en la silla que mi prima acababa de abandonar.

Pero, por supuesto, Jessalyn no podía soportar dejarme con él. —Me temo que necesito a Saeng.




—Pensé que iba a la cama. —Hyun dijo, levantando las cejas. —Seguramente no necesita la ayuda de Saeng allí.

La sugerencia provocó que Jess enfermase un poco y eso me hizo sonrojar. —Por supuesto que no, pero quiero darme un baño primero y necesito que Saeng me traiga el agua.

Hyunsonrió con indulgencia. —Estoy seguro de que alguien del hostal puede ayudarla.

Puso sus hombros hacia atrás y movió el pelo en un gesto de desafío. —No voy a permitir extraños en mi habitación.

Hyun la miró y vi la forma en que su sonrisa se desvaneció. Yo sabía que él estaba debatiéndose entre sí ceder o no.


—¡Señor! — Yo estaba sentado en frente de ella y me volví un poco más, estaba de espaldas a Jessalyn, lo que nos daba la ilusión de cierta intimidad. Bajé mi voz, esperando que ella no fuera capaz de oírme. —Te veré más tarde.

La sonrisa que floreció en su rostro era amplia y hermosa. —Me encantaría. —Murmuró.

Lo que vi en sus ojos cuando lo dijo hizo que tuviese una subida de color en las mejillas. Mi corazón saltó en mi pecho. No era romántico o sugestivo. Se trataba simplemente de la sinceridad de su deseo de verme y pasar tiempo conmigo. Me dolió de una manera que era a la vez emocionante y conmovedora.

Era como el viento, y me gustaría tener cada pedacito de ella que pudiera alcanzar.

—¿Quién te crees que eres?— Jessalyn me llamó la atención una vez que estábamos solos en su habitación. —¡Bebiendo champán con él! ¡Sentado a la mesa, como si fueras su igual!

—Él me invitó.

—¡Es patético! —Ella prácticamente me escupió la palabra. —Aquí en la posada, donde sólo hay guardias alrededor, puedes tratarlo como un amigo, pero una vez que estés en el palacio, te olvidaras de él y luego te voy a enviar a casa.

Sus palabras me cortaron porque había una posibilidad de que ella tuviera razón. En el palacio, probablemente tenía amigos... otros hombres que realmente eran sus iguales en todos los sentidos. Pero no había ninguna razón para preocuparse por ello, y mucho menos para hablar.

No hice caso de todo lo que dijo después. Mantuve mi cabeza baja e hice mi trabajo. Ella me criticó y lanzó dardos, diciendo que era un idiota, que no era nada. Yo no dije ni una palabra, y finalmente renunció a insultarme.

Cuando el baño hubo terminado, me aparté de la bañera, le di las buenas noches y me volví para ir.

—No he dicho que te puedas ir. No permitiré que salgas corriendo a contarle al príncipe mentiras acerca de mí.

Tenía la mano en la manija de la puerta y apretó los dedos hasta que se me pusieron los nudillos blancos. —Yo sé dónde estoy, —dijo con los dientes apretados. — Has dejado las cosas muy claras hoy en el carruaje.

—Todavía no confío en ti.

—No hay mucho más que puedas hacer al respecto.

— Podría pedirte que te quedes.
Mi paciencia llegó a su fin. Sí, trabajaba para ella, pero ella no me dominaba. Me volví hacia ella. —Me voy. Seguiré adelante y grita si quieres. Deja que la posada entera te oiga rugir. ¿De verdad crees que eso va a ayudar, crees que el príncipe va a pensar mejor de ti cuando lo hagas?

Abrió la boca para hablar, pero no salió ningún sonido. Parecía que por fin cayó en su discurso. Hice todo lo posible por no regodearme mientras salía por la puerta.
Me quedé de pie fuera de su puerta durante mucho tiempo, tratando de que mi corazón dejara de disparar. Tratando de reunir el suficiente valor para llamar.
Pero cuando levanté la mano, la puerta se abrió.

—Saeng, ¿qué estás haciendo aquí de pie en el pasillo? ¡Entra por el amor de Dios! —Me agarró la mano y me llevó dentro, cerrando la puerta detrás de mí. —Me he acabado el champán sin ti. Es de mala educación, lo sé, pero me pareció la mejor manera de matar el tiempo.

—Está bien, realmente no estoy acostumbrado a beber de todos modos.

—¿Finalmente te permitió venir?
No exactamente, pero no valía la pena ir en esa dirección. —Creo que se fue a la cama.

Negó con la cabeza y me miró con recelo, como si tuviera miedo de lo que podría ver. —¿Crees que estoy loco?

—¿Por qué piensas eso?

—¿Por qué voy a casarme con ella?

—Es una locura. Bueno... — Yo no estaba muy seguro de cómo terminar la frase. ¿Engañado? ¿Su fiel perro lo llevó a la casa perfecta, pero a la mujer equivocada?

—¿Sí? —Me dio un codazo en broma. —Adelante. Dime lo que piensas.

¿Qué podría decir exactamente? —Creo que lo que pasó en el baile debe haberle dado suficiente impresión.

Sonrió. Aún sin mirarme, pero yo podía ver en su rostro y en sus ojos calidez mientras pensaba. —Me gustaría poder contarte acerca de esa noche y hacerte entender.

Por supuesto que lo sabía todo acerca de esa noche, pero la idea de oír su punto de vista me intrigó. ¿Por qué no?

—Parece una locura. Fue... — Él negó con la cabeza. —Fue como magia.
Me encontré a mí mismo sonriendo. —No crees en la magia.

Se rió de mala gana. —Lo sé. — Luego quitó su cabello de la frente y suspiró. —Pero había algo en ella. Algo tan familiar. Como si yo la conociese.
Sus palabras me hicieron entrar en calor en el interior. Había sido mágico.

—Le di un beso. —Me miró de reojo, como si esperara mi desaprobación.

—¿Y?

—Y no puedo describirlo. Fue como volver a casa... Fue…

Sus palabras se esfumaron y sabía que estaba perdido en el recuerdo de aquella noche. También recordé. Me acordé de su sabor, la sensación de sus labios sobre los míos, apretando sus brazos alrededor de mí, el suave gemido que hizo cuando nos besamos. —Fue increíble.

Él me miró con sorpresa y sentí que me sonrojaba.




Pero después tuve un nuevo pensamiento… ¿Qué pasaría si me creía?

Él no podría casarse y la chica que anhelaba estaría perdida para él. Jessalyn tenía razón en una cosa: si decidía no casarse con ella, probablemente sería despedido y estaría siempre fuera de mi alcance. Nunca lo volvería a ver. La idea hizo que el aliento se me atascase en la garganta.

No podía soportar la idea de dejarlo ahora.

Si se casaba con Jess, por lo menos estaría con él. Todavía tendría su amistad. Mi resolución temporal de decir la verdad se murió en el pecho. Estar con él a cualquier precio era más importante para mí.

—Lo siento, señor, —dije deliberadamente con el título en lugar de su nombre. —No debería haber hecho algo así en esta situación. Sólo estaba tratando de hacerte reír.


Respiró hondo y soltó el aire rápidamente. Con sus hombros caídos cuando se volvió para mirarme, yo estaba casi sonriendo. —No me llames señor.

—Sí, señor.

Él se echó a reír. —No vas a decirle lo que te dije, ¿verdad?

Podría haberme ordenado no hablar, pero estaba pidiendo mi silencio. Me pedía que guardara su secreto, como si fuéramos iguales. Me preguntaba cómo amigo. —Nunca te traicionaría. —Me preguntaba si podría escuchar mi amor por él en esas pocas palabras.

Cruzó la habitación para poner su mano en mi hombro y me miró a los ojos. —Eres un buen amigo, Saeng. Vale la pena casarse con tu prima solo para mantenerte cerca.

Bajé la cabeza para que no pudiera ver cómo sus palabras me afectaron. No sé si el sentimiento que brotó dentro de mi pecho fue alegría o angustia. No sabía si reír o llorar. Mis ojos se llenaron de lágrimas contenidas y los cerré herméticamente, en un esfuerzo por mantenerlas alejadas.

Sería interesante ver si cuando se casase con él si se me permitía momentos como este.

Llegamos al palacio al día siguiente. Jessalyn y yo cada uno en las habitaciones que nos asignaron. Me sorprendí al encontrar que no estaba en las habitaciones de los criados como esperaba, sino en el ala principal. Era grande y suntuosa. Las cortinas de terciopelo estaban hechas de lino y seda. Era lujosa al extremo. Jessalyn se enfureció cuando se enteró, sobre todo porque yo estaba más cerca de Hyun que ella. Sabía que eso la irritaba hasta el infinito. La totalidad de mis bienes materiales sólo llenaba un enorme cajón de gabinete y me sentía completamente fuera de lugar.

Mi suposición que el príncipe tenía amigos en el palacio se disipó rápidamente. Era cierto que había un gran grupo de hombres y mujeres que trataban de seguirle, lo idolatraban y jóvenes que intentaban llamar su atención y a los que no podía evitarlos a veces.

—No son mis amigos. —Me dijo cuando me referí a ellos como tal. —Cada uno de ellos me tiraría a los lobos en un minuto, si no fuera el hijo de mi padre.

Por otra parte, Hyun parecía resignado a la boda debido a que pasaba la mayor parte de su tiempo con Jessalyn, planeándola.

Su determinación de mantenerme lejos del príncipe era más fuerte que nunca, y durante cuatro días, me mantuvo ocupado desde el amanecer hasta el anochecer. Me enviaba a realizar recados que me mantenían corriendo de un extremo a otro del palacio. También me enviaba a la ciudad, a veces tres veces al día. Me mandaba sirvientes con órdenes y misiones. En varias ocasiones, las órdenes eran para deshacer lo que había pasado toda la mañana haciendo. No había orden ni sentido en sus instrucciones, excepto uno, mantenerme lejos de Hyun. Y así, fue capaz de alejarme durante cuatro días.

Más tarde, en el cuarto día, volví de la ciudad con un nuevo chal que Jessalyn ordenó, cuando ella y Hyun estaban terminando la cena.

—Es absolutamente del tamaño incorrecto, —dijo cuando se lo mostré. —Y yo te dije específicamente que fuera de color verde, no azul. Vas a tener que volver mañana.

Casi no la oí porque no podía apartar los ojos del príncipe.
Me sonreía con una sonrisa brillante y contagiosa que me hizo sentir como si pudiera volar.

—Es bueno verte finalmente, Saeng. ¿Cómo has estado? ¿Adaptándote a la vida en el palacio?

—Usted también, señor. Quiero decir, Hyun. —Estaba tartamudeando como un tonto y luego respiré hondo y dije—: Estoy bien.

—Te ves bien.

—Gracias, señor.... Usted también. —No sabía cómo terminar porque los clichés comunes se me habían agotado. Él no tenía buen aspecto. Sus ojos estaban apagados, y a pesar que la sonrisa que me dio parecía auténtica, se volvió falsa cuando miró a Jessalyn. Pude ver la tensión del inminente matrimonio en la lentitud de sus movimientos y la tensión alrededor de sus ojos.

Se veía triste.

Levantó la ceja. —No me llames señor.

—Sí, señor.

La comisura de su boca se torció, como si otra sonrisa sincera estuviera tratando de liberarse.

—Young Saeng, —dijo Jessalyn empujando el chal en mis manos, —Esto es inaceptable. Ve ahora y dile que se esmere con el trabajo que es de mala calidad. Si ella no puede hacerlo bien, llevaré mis cosas a otro lugar.
¿Ella vio cómo el príncipe la miró? ¿La forma en que reprimió una mueca? —Sin duda, puede esperar hasta mañana. — dijo.




Ella negó con la cabeza. —Quería utilizarlo para la fiesta de compromiso de mañana. —Es su culpa por hacerlo mal. 

Así que volví a la ciudad para informar a la pobre costurera que mi prima había cambiado de opinión sobre el tamaño y el color, pero que era demasiado arrogante como para admitirlo.

Al día siguiente, tenía un plan. Programé mis tareas bien y conté todo a la perfección. Retiré el nuevo chal por la mañana, pero esperé hasta que la cena con el príncipe finalizará para mostrárselo a Jessalyn. Caminé en silencio hasta la puerta del comedor. Hablaban y ninguno de ellos pareció darse cuenta.

—No puedo creer que nos sirvieran pescado. —Jessalyn se quejó.
Hyun le guiñó un ojo, claramente tratando de mantener una expresión de educado interés. —Te pregunté, —dijo. —Tuve la impresión de que te había gustado. 


—Por supuesto que no. Tu padre tiene razón, es comida campesina.

—Pero pensé que te gustaba pescar, —dijo. —En el baile, dijiste... 

—Tengo el chal de nuevo. —Dí un paso adelante interrumpiendo la conversación. Jessalyn me miró con evidente fastidio. ¿Qué pasaba con Hyun? 

Me sonrió de nuevo, como lo hizo el día anterior. Haciéndome sentir cálido todo el camino hasta los dedos de los pies.

—Dos días, Saeng podrías hacer de ello un hábito. 

Jessalyn tomó el chal de mis manos inspeccionándolo. — Creo que vas a crear un hábito de esto. 

—Creo que es encantador. —Hyun le dijo. —El color te favorece. 

Ella le sonrió tímidamente, parpadeando. Me imaginaba arrancándole el cabello de su hermosa cabeza. —Gracias, Hyun. 

Hizo una mueca cuando ella dijo su nombre, aunque lo escondió limpiándose la cara con una servilleta. —Bueno, —dijo, bajando la tela y empujando hacia atrás su silla. —Creo que voy a dar las buenas noches. —Se puso de pie y le tendió la mano, la tomó y se la besó con respeto. 

Luego se volvió hacia mí.

—Saeng, ¿te unes a mí para tomar una copa? 

Me mordí el labio para no sonreír ampliamente. Eso era lo que yo esperaba. Esta era la razón por la que había planeado mi día con tanto cuidado, esperando hasta después de la cena para encontrarlo. Esperaba que tuviese un momento para pasar conmigo. —Me encantaría... —Empecé a decir, pero claro Jessalyn me interrumpió.

—Él no puede, lo necesito para que preparare mi baño.

Todavía estaba sentada a la mesa, y cuando Hyun se volvió hacia ella, pude ver la poca paciencia que le quedaba con ella. 

—Estoy seguro de que alguien puede ayudarte.

—¿Sabes lo que siento al dejar que extraños entren en mi habitación?

—Esta es tu casa ahora, —dijo. —No son extraños. Son criados y se les paga para servir.

—No sé a quién pedirle...

—Encuentra a alguien más.

—Sí, pero Saeng es mi sirviente. 

Apretó la mandíbula y dio un profundo suspiro luego dijo con una calma en su ira todavía mal controlada, —Él es más que tu sirviente. Es tu primo y mi amigo.

—Seguramente tienes otros amigos, los demás... 

Podría haberla abofeteado, porque su reacción fue tan repentina y tan fuerte que se levantó en toda su estatura y la miró con desdén. —Voy a ser tu marido, —su voz era como el hielo. —Pero soy más que eso, ¡soy tu príncipe! Quiero una o dos horas con tu sirviente. ¿Es realmente demasiado pedir? No te cuesta nada. 

¿Realmente no me puedes conceder esta petición tan simple?
Ella lo miró con los ojos muy abiertos. Había jugado y había perdido, y ahora sabía que había ido demasiado lejos. Pude verla revisando sus opciones, tratando de decidir cómo cumplir con él. Pero lo que estaba haciendo, no tenía interés en escucharlo.

—Ven conmigo, Saeng. —Dijo.

No era una petición, sino una orden. Posiblemente la primera que me dio y yo no tenía más remedio que seguirla. Era un río, y yo era una hoja deslizándome en la superficie. Dejé que me llevará a través de la puerta y hasta el final del pasillo.

Lejos de Jessalyn.

Su ira desapareció rápidamente una vez que estábamos en el pasillo. Suspiró profundamente. —Siento que hayas tenido que ver eso —, dijo. — Siento, que tuvieses que estar involucrado.

—No es tu culpa.

—Parece que lo es. Todo este maldito lío es por mi culpa.

—Yo podría decir lo mismo de mí. —Le dije. —O Jessalyn.

Él me sonrió. —Te extrañé. 

No era sentimental. Tampoco era tímido. Lo dijo con la misma sinceridad que en ocasiones podía utilizarse para decir: “el cielo es azul” o “el sol es brillante.” No había vergüenza ni culpabilidad. Sólo una simple declaración de hecho. 

—Yo también te extrañé. —Le dije. Y sabía que no sonaba tan casual como él. 

Llegamos a la habitación y me llevó dentro. Matic saltó con un grito y cayó sobre mí. Sus patas delanteras masivas aterrizaron en mi pecho y me caí hacia atrás contra la puerta mientras trataba de lamer mi cara. 

—¡Matic, fuera! —Hyun lo reprendió. 

Matic suspiró y se sentó respetuosamente. Le rasqué las orejas como recompensa.

—Creo que él también te extrañó. —Hyun dijo mientras se quitaba la chaqueta y la arrojaba sobre la cama. Señaló una silla cerca de la puerta. —Siéntate. Relájate .
Seguí la primera orden y traté de seguir la segunda. La silla era mullida y cómoda, casi podría quedarme dormido en ella. Matic se volvió y desapareció por una puerta que debía ser el gabinete de Hyun. 

—Debería haber traído un poco de champagne o un poco de vino. 

—Está bien. Yo no suelo beber. 

—Sigues diciendo eso. Tenía la intención de convencerte. —Él se pasó las manos por el cabello y me miró con el ceño fruncido. —Francamente, me encantaría beber lo suficiente como para olvidar este inminente matrimonio, aunque sólo sea por una noche.



No estaba seguro de si había suficiente alcohol en el mundo para eso, pero no me respondió. No parecía de humor para bromas. 

Matic salió del fondo del armario y tenía algo en la boca. Parecía muy decidido, incluso para un perro. Vino directamente hacia mí y dejó caer su premio en mi regazo. 

Era el zapato.

—¡Matic! — Hyun dijo con exasperación evidente. 

—¿Qué pasa contigo y este zapato? 
Matic asintió a su amo, como si dijera—: ¿Qué quieres decir? 

—¡Oh, mierda! —Hyun juró después de poner la cabeza entre las manos. —Si no lo hubiera encontrado, no estaría en este lío. 

—Aun así estarías casado.

Él suspiró y se frotó las manos por la cara. —Supongo que tienes razón, pero al menos habría sido con una chica de mi elección... ¿Y ahora? 



—¿Todavía dudas que ella es la chica adecuada?
Se agachó y cogió el zapato de mí, mirándolo fijamente mientras realizaba la respuesta. —No sólo dudo, Saeng lo sé. Todo es malo. La forma en que ella se ríe, la manera en que trata de halagarme, como mueve sus pestañas y las cosas que dice y la forma en que... —Hizo una pausa pero yo sabía que había algo más. 

—¿Sí? —Exigí. —¿Y qué más?
Se volvió para mirarme y sus mejillas estaban rojas. —El sabor que tiene, —dijo en voz baja. —Sé que suena horrible, pero yo la besé. Quería ver si me gustaba como esa noche.

—¿Pero no fue así? 

—No. Ni siquiera se acercó.
No sabía qué decir. Todas las preguntas que me atormentaban desde que Jessalyn se había resbalado con el pie en el zapato corrían en círculos en mi mente. ¿Debería volver a tratar de confesarme? ¿Creería en mí? ¿Qué podía hacer, de todos modos?

—¡Maldita sea! —Juró por la frustración, lanzándose de nuevo en su cama. Luego se volvió a mirar la zapatilla en la mano. —¿Cómo pudo haber sucedido, Saeng? ¿Cómo podría haber ido tan mal? —Se sentó y señaló con el zapato hacia mí. —Corrió como si el mismo diablo fueron tras ella. Salí corriendo y encontré esto. 

Después se lo dí a Matic—. Miró a Matic, con lo que parecía ser un disgusto mal disimulado. —Tiene que ser el mejor perro de caza del reino y dio todos los signos de serlo, pero... —Hizo una pausa, mirando tristemente a la zapatilla. —Él me llevó directamente a tu casa, Saeng. Directo a Jessalyn. 

No, no a Jessalyn. Sino a mí. Pero ¿cómo iba a decírselo? 

—Matic, vamos. 

Matic fue obedientemente con su amo. 

Hyun tiró el zapato lejos de él. —Matic, encuéntrala. 

Matic resopló y tomó el zapato en sus fauces pesadas y húmedas. Luego corrió por la habitación y lo dejó caer empapado en mi regazo, luego volvió su mirada triste hacia el príncipe. 

—¡Otra vez! —Hyun dijo, riéndose amargamente. —¡Cada vez, lo lleva directamente a ti! ¡No tiene sentido! Es como... —Hizo una pausa y su expresión era de contemplación confusa. —Cómo... 

Me miró, perdido en sus pensamientos. 

—Directamente a ti, — dijo de nuevo.

Mi corazón empezó a correr y mis manos estaban repentinamente húmedas. Se puso de pie y me miró con los ojos llenos de asombro y sorpresa. Mi boca se secó.

—Tus ojos, —su voz era casi un susurro. 

Bajé la cabeza, de pronto incapaz de soportar el peso de su mirada en mí. No sé si quería que descubriera la verdad o no. Odiaba mentirle, pero si sabía que Jessalyn era la persona equivocada, se negaría a casarse con ella. Elegiría a otra novia y yo lo perdería. 

—Mírame, —dijo, y me dio una orden por segunda vez en la noche. Tomó toda mi fuerza de voluntad obedecer. Su intensidad era confusa y no podía pensar. Apenas podía respirar. Se acercó a la silla y me alcanzó. —Baila conmigo. 

Tuve que obligarme a hablar. —¡Señor! — Mi voz no sonaba bien, era completamente ronca y muy inestable. 

—Ya me has oído, —dijo. —Baila conmigo. 

Me levanté, aunque mis rodillas temblaban. Me tomó la mano derecha con la izquierda y puso su brazo alrededor de mi cintura. Eso hizo que mi corazón se acelerase al estar tan cerca de él. Él parecía tan seguro de sí mismo. 

—¿Estás listo? —Me preguntó.

—No.

—Sí, lo estás, —dijo. —Ahora.

Comenzó a bailar y debería haber sido fácil, porque él conducía y yo sólo tenía que seguirlo. Pero no lo hice. En el primer paso di un paso en falso. En el segundo, me fui por el camino equivocado, pero lo corregí rápidamente. En el tercero, se adelantó cuando debería haber ido de nuevo y corrió para otro. 

—Una vez más, —dijo, pero yo había perdido cualquier atisbo de gracia. Tan pronto como comenzó a moverse de nuevo, tropecé y casi caí, pisándole el pie en el proceso. 

—Saeng, ¿qué estás haciendo? 

—Yo no sé bailar.
Sólo unas pocas palabras, a pesar de que el cambio había sido profundo. Parecía sorprendido y herido. —Pero... —Me dejó ir, por lo que se apoyó un paso, obviamente confundido. —Eso no puede ser.

No supe qué decir cuando me di cuenta que lo estaba confundiendo, sus ojos eran oscuros y con los hombros caídos. —¡Señor! 

—¡Deja de llamarme así! 

—Hyun.. —Pero antes de que pudiera decir algo más, él asintió con la cabeza al oír mis palabras. 

—Lo siento. —Se dio la vuelta. —Estaba siendo un tonto. No sé en lo que estaba pensando. 

Pero yo sabía en lo que estaba pensando, y lo más molesto era que tenía razón. Traté de decírselo una vez, pero él no me creyó. Y yo no sabía que tenía que ganar en convencerlo de la verdad, pero odiaba verlo tan perdido. Quería tocarlo y anhelaba bailar con él de nuevo, incluso si eso significa tropezar con mis propios pies. 

Y quería que él me mirase con esa expresión, brillante y aturdida. 

—Fue la magia.
Fue apenas un susurro y un milagro que me oyese, pero lo hizo. Luego me miró con los ojos muy abiertos.

—Eso es lo que me dijo cuando la felicité por el baile.

—Lo sé.

Él no respondió, pero me di cuenta que estaba considerándolo nuevamente, repitiendo la noche otra vez en su mente, tratando de decidir si era posible. Entonces se acercó a mí y puso su dedo debajo de mi barbilla, inclinando mi cabeza hacia atrás y obligándome a buscarlo con la mirada. Usó su otra mano en mi espalda y me acercó más. —¿Podría ser? —Se preguntó.



¡Sí! Quería gritar. Sí, podría ser, ¡y lo es! Pero antes de que pudiera responderle, él me besó. 

Sus labios eran suaves y su toque ligero. Y fue como lo había sido en la pista, con las piernas temblando e inestables y la suavidad de su mano en mi espalda. La certeza de que yo estaba todavía en pie sólo porque él me abrazaba. 

Puse mis brazos alrededor de su cuello y me abrí a él. Su lengua tocó mi boca probándome, degustándome, y gimió. Él gimió en respuesta, poniendo los brazos alrededor de mí y estrujándome contra él, besándome profundamente. 

Era como debía ser, pecho contra pecho, no con senos entre nosotros y esa sensación extraña, sino como dos hombres, ingle contra ingle, la evidencia de su excitación apretada con fuerza contra mí. Cuando se apartó para mirarme, sus ojos estaban llenos de asombro. 


—¡Eres tú!

—Traté de decírtelo. Sólo quería volver a verte. Te perdí ese día en el bosque, y sólo quería decirte adiós. — Las palabras salieron de mí, cayendo unas sobre otras en su prisa por ser finalmente libres. —La bruja hizo el hechizo, pero yo no quería que nada de esto ocurriese. Nunca esperé que me eligieses. Sólo quería un baile, no quería que te fueras sin verte por última vez. Y luego fui a la fiesta y bailamos y fue todo tan perfecto, pero entonces el hechizo pasó y tuve que irme con tanta prisa que perdí el zapato. Y entonces apareciste al día siguiente con Matic y no tenía ni idea de qué hacer. 

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Traté de hacerlo esa noche en la posada, pero no me creíste. Y estaba tan preocupado que me enviases lejos. No puedo soportar la idea de que me eches, Hyun. Por favor, deja que me quede... 

Me besó, interrumpiendo mi súplica jadeante. No había ninguna duda, sólo urgencia. Su beso era una requisitoria. 

Una orden. Sus dedos buscaron torpemente los botones de la camisa, y luego mi cinturón. Me empujó sobre la cama y parte de mí estaba preocupado que esto empeorara el dolor cuando lo perdiera, pero no tenía fuerzas para resistirme. Me emocionó mucho, como solía ocurrirme cuando me encontraba ante su presencia. La fuerza de su voluntad, me empujaba hacia delante, me llevaba donde me quería. Yo sólo podía aferrarme a él y confiar en que me llevara a salvo al otro lado. Yo estaba perdido en él, su peso encima de mí, su sabor, los sonidos que hacía, la suavidad de sus labios, y la insistencia de sus manos. 

Señor, las manos.

Parecían estar en todas partes, tocando y burlándose, y cuando pensaba que el placer sin duda me quemaría, cambió el enfoque y tocaron en un nuevo lugar, aún desconocido iluminando alguna chispa de deseo dentro de mí, avivando la llama, alimentándola en un fuego que me quemaba y me consumía.

Cuando todo terminó, estaba desgastado y me faltaba de aire, la humedad pegajosa de nuestro placer enfriándose entre nosotros. Sus brazos se apretaron alrededor de mí y su rostro se enterró en mi cuello. Me alegré que no pudiera ver la humedad en mis mejillas.

—Saeng. —Susurró —¿Qué demonios vamos a hacer?

Dormí con él, los brazos apretados alrededor de mí como si creyera que iba a escaparme. No tenía intención de hacerlo, porque me sentía en paz, una que nunca había conocido, envuelto por su cuerpo fuerte, sintiendo su respiración en mi nuca. 

Sabiendo que él cuidaba de mí en algún nivel por lo menos. 

Él me despertó una vez durante la noche, tirándome de las profundidades del sueño, y llevándome a las alturas del deseo. Su boca era dulce y caliente, y sus manos gentiles pero insistentes. Él era firme en su deseo y yo no podía negarme. Y aun así, parecía que él sólo quería agradarme. 

Y quería que el mañana nunca llegase. No había precio que no pagara por magia que hiciera que mi noche eterna durara para siempre. Pero no podía ser.

Desperté con las campanas de la Torre marcando las seis. El brillo del sol de la mañana a través de las cortinas hizo que la habitación pareciera suave y de alguna forma secreto. Hyun ya estaba de pie, sentado en la silla que ocupé la noche anterior, observándome. Él no dijo una palabra.

Por primera vez, me sentí extraño con él. Él usaba una bata, pero aún estaba desnudo. Estaba dolorosamente consciente de las líneas bronceadas en mi piel, la mayor parte de mi cuerpo era pálido,

pero mis brazos, rostro y la nuca estaban bronceados, por las horas que pasaba trabajando al sol. Odiaba los callos de mis manos y tuve vergüenza de mis ropas remendadas cuando me vestí apresuradamente. Su silencio parecía siniestro.
Finalmente me giré para enfrentarlo y un billón de preguntas, esperanzas y preocupaciones invadieron mi mente. ¿Él estaría arrepentido? ¿Querría verme de nuevo? ¿Fue sólo algo de una sola vez? No sabía cómo irme. ¿Debería besarlo como su amante? ¿O decirle adiós como un amigo? ¿O disculparme como un sirviente? ¿O peor como una prostituta? 

No sabría decirlo por sus ojos. 

—¡Señor! —Deseé que mi voz no temblara. Quisiera sentirme como cuando estaba con él, como era antes de que me llevara a la cama. 

Él apenas me sonrió. Era una sonrisa pequeña y triste. —¡No me llames así!

—Hyun… 

Él se levantó de repente, interrumpiéndome. —Voy a romper el noviazgo hoy.
Mi corazón paró .de latir. Mal podía respirar, mucho menos hablar. Sus palabras eran como si fuesen todo lo que yo esperaba. —¿Por qué? 

—¿Por qué? —Su voz era dura y amarga, e instintivamente dí un paso hacia atrás.

—¿Por qué crees?

—Tienes que tomar una esposa….

—¡Ella no es la chica que quiero! —Se acercó y su rabia cedió. Pasó la mano por su rostro. —Ella no es quién amo. 

Si mi corazón paró de latir antes, ahora se disparó a toda velocidad. —¿Me amas?
Él sonrió e colocó sus brazos a mi alrededor, acercándome a él. —Saeng, no tienes ni idea de cuántas veces quise tocarte, o besarte, pero tenía miedo que te horrorizaras. Si sólo supiera… —Él besó mi cuello y su mano acariciaba mi espalda. —Ahora que lo sé, podemos quedarnos juntos. De la forma como debe ser. 

Una sonrisa ridícula y tonta amenazó mi compostura. Pero sabía que él no estaba viendo el cuadro entero. 

—¿Y tu corona?
Él se congeló, sus labios todavía contra el pulso de mi cuello, y supe que no había pensado en eso.

—¿A quién le importa? —Dijo por fin. —No la necesito.

—¿Vas a desistir de tu título y de tu herencia? ¿Dejar el palacio? ¿Renuncia a tus derechos al dinero de tu familia y todos los lujos que vienen con él?

Lo estaba desafiando ahora y él retrocedió un paso, colocando los hombros hacia atrás de la manera como siempre hacía cuando alguien cuestionaba su autoridad. 

—Sí, ¿por qué no?

—¿Ya pensaste cómo sería?

—No hace falta. Todo lo que importa es estar juntos.

El hecho que considerara desistir de su título por mí era sorprendente. Aquello hizo mi corazón expandirse en mi pecho y sentirme como si pudiera volar. 

Pero sabía que tarde o temprano iba a arrepentirse de esta decisión.




—¿Qué haríamos? ¿Vivir en la casa de mi tía, trabajando como sus sirvientes? Yo no recibo un salario. 

Su seguridad comenzó a desvanecerse mientras consideraba mis palabras.

Su confianza comenzó a desvanecerse mientras consideraba mis palabras. —Nos vamos lejos. 

—¿Ir dónde? ¿Qué haremos? Es verdad, podría encontrar un puesto en una casa. Tú podrías encontrar trabajo como oficinista o como tutor. Podemos trabajar lo suficiente para alquilar una habitación en la ciudad, en una pensión. ¿Es lo que quieres? ¿Vivir como un campesino? 

Mis palabras lo lastimaron. Podía verlo. Pero él tenía que considerar las consecuencias de sus decisiones precipitadas. —Nada de caballos. Nada de tardes jugando con Matic. Sin botas de montar a medida, ni manjares para comer. Sin más champagne con sabor a sol. — Aquella afirmación pareció confundirlo, por lo que aclaré. —Nada de dinero. Nada de títulos. Nada. Me alegro te guste el pescado porque vamos a comerlo casi todos los días. ¿Así quieres vivir? ¿Significo tanto para ti? 


Él se marchitó... No había otra manera de expresarlo. Cayó en una silla con la cabeza entre las manos. 

—¿Qué sugieres?

—Cásate con ella, —dije. —Cásate con alguien. Toma una esposa cumpliendo con las exigencias de la ley de tu padre. —Me miró a los ojos, sorprendido e incrédulo. 

—Sólo… —Mi voz falló y tuve que respirar profundamente antes de continuar. —Déjame quedarme. Es lo único que pido. No me envíes lejos. 

—¿Y entonces qué Saeng? ¿Te escondo como un secreto oscuro mientras ella goza del prestigio de ser mi esposa? 

—No me interesa el prestigio. Lo único que me interesa es estar contigo de la forma que quieras. 

Era patético, lo sabía, las profundidades a las que estaba dispuesto a llegar sólo para retener alguna parte de él, pero mis palabras lo hicieron sonreír, una sonrisa brillante y alegre, que iluminó todo su rostro. Él se levantó y tomó mi mano, atrayéndome hacia el círculo de sus brazos. —¿No lo ves? Es por eso que mereces más que ella. 

El me besó, estrechándome contra él. Deslicé mis manos dentro de su bata, suspirando contra el calor de la suave piel bajo mis dedos. Podía sentir la energía brotando dentro de él, haciendo que sus besos se volviesen más duros y su toque insistente. 

Aquello amenazó encender un fuego en nosotros que rápidamente me hizo olvidar mis deberes. Pero fuimos interrumpidos por un golpe en la puerta.
Yo aún estaba intentando recuperar el aliento cuando Hyun respondió.
Era un sirviente, un muchacho, que miró con curiosidad obvia hacia el príncipe vestido con una bata y hacia mí. —Señor, la señora Jessalyn me envió para encontrar a Saeng. 

—¿Dónde estabas? —Jessalyn me grito cuando entré en la habitación. —¡Mandé sirvientes a buscarte por todos lados! 

—Él estaba con el príncipe, —dijo el muchacho servicial y resistí la tentación de patearlo. 

Jessalyn me miró con desdén. —Primero me avergüenzas durante la cena, y ahora corres para molestarlo antes del desayuno? —Se alejó de mí para observarse en el espejo otra vez, pasándose polvo sobre la nariz. —Vi la forma en que lo miras. Es asquerosa. Odio pensar en lo que él puede decir si descubre lo que sientes por él.
Me aparté, pero no porque me fuera insoportable encararla, sino porque no quería que ella viese como sus palabras me hacían sonreír. En el pasado, o sea hace un día atrás, sus palabras me habrían herido, pero ahora no. En vez de eso, pensé en él. Pensé en la forma como me abrazó. En la manera cómo me acarició. Pensé en el roce suave de sus dedos contra mi rostro, y en la delicadeza de su voz cuando me dijo: Ella no es a quién amo.

Ella no podía herirme, Pasara lo que pasara, mi destino no estaba más ligado al de ella. Quizás él se casara con ella quizás no. De cualquier manera, estaba seguro que iba a quedarme con él. 

Jessalyn seguía hablando y yo era vagamente consciente de ello no de sus propias palabras, –sino de su tono frívolo y desdeñoso. Así como arrogante.
La ignoré y llené mi mente de la sensación de él en mí. El gusto de él cuando me besaba, el calor de su boca sobre mis partes más íntimas. No podía dejar de sonreír. 

—Young Saeng, ¿me estás escuchando? 

—Por supuesto. —Era una mentira, pero no importaba.
Extendió su cepillo hacia mí. —Voy a desayunar con él en media hora y necesito que peines mi cabello en la forma en que le gusta. 

Podría haberle dicho que no. Podría haberme ido. Sin embargo, su superficialidad y su veneno egocéntrico no me podían tocar ahora. El recuerdo de mi noche con él era como un estanque tranquilo y Jessalyn estaba en medio. Si gritaba, podía escucharla, pero no me podía alcanzar. No podía romper la alegría suave que me había dado. 

Peiné su cabello mientras ella charlaba. Habló de la costurera que le hizo el vestido de boda, los volantes eran anticuados y poco favorecedores. Habló de los sirvientes, todos trabajaban eran lentos. Del panadero, que usó demasiada crema en la cobertura de su pastel. Habló de las infinitas formas en que el mundo no cumplía sus estándares.

Y a pesar de todo, sentía su tacto en mi piel. 

Finalmente, ella estaba lista para reunirse con el príncipe. Me envió a la ciudad a comprar un determinado baño de aceite, simplemente no podía vivir sin él.
Me tomé mi tiempo. Era un hermoso día. Me sentía ligero y libre y de alguna manera renacido. Una parte de mí quería preocuparse de lo que iba a pasar, pero prefirió ignorarla. Me negué a dejar que la duda oscureciese mi estado de ánimo. Por ahora, el recuerdo de mi noche con él era suficiente. Estuve dando vueltas por el mercado, sonriendo como un tonto al pensar en ello. Aún podía saborear sus besos, podía olerlo en mi piel. Parecía que era todo lo que necesitaba. 

Con el tiempo, sin embargo, el suave sol de la mañana dio paso a la luz brillante y cálida del mediodía, y admití para mí mismo que no podía vivir de recuerdos para siempre. Era hora de irme. Era casi la hora del almuerzo y, sin duda, Jessalyn estaría buscándome, dispuesta a enviarme a un recado nuevo. 

Supe que algo estaba mal en cuanto volví. Las habitaciones del palacio parecían inusualmente tranquilas. Los sirvientes cuchicheaban en las esquinas y me miraron con nerviosismo al pasar.
Al acercarme a la habitación de Jessalyn, escuché gritos. Cuando doblé el pasillo, vi ante mí media docena de guardias. Algunos parecían incómodos y la mayoría sólo me miraban divertidos. Y entre ellos estaba Jessalyn.

Tenía la cara roja y las manos en puños a su lado. El cabello que tan cuidadosamente había peinado para ella esa mañana, estaba en desorden, colgando en una maraña en la espalda. 

En cuanto me vio, voló hacia mi enojada. —¡Esto es tu culpa! —Exclamó. —¡Tú me hiciste esto! 
El guardia más cercano la atrapó antes que llegase hasta mí, agarrándola por la cintura. 

—¡No me toques! —Gritó, volviéndose para golpear el pecho blindado con los puños. Él estaba allí, sólido e inmóvil, mirándola como si le estuviera costando un infierno de fuerza de voluntad no reírse. 

—Mi Señora. —Uno de los otros dio un paso adelante. Tenía trenzas de color rojo sobre los hombros, supe que significaba que era un capitán. —Nuestras órdenes son escoltarla a los jardines del palacio. 

—¿Qué? —Les pregunté aturdido. —¿Nos están echando?
Nadie me contestó, y yo no estaba seguro de si me habían oído. Estaban demasiado ocupados centrándose en Jessalyn. 

—Tiene que irse. —El capitán le dijo, tranquilo y racional. —Es así de simple. La elección es suya: se puede ir sola o puede hacer una escena. Poco nos importa.
El guardia que le había impedido atacarme, se echó a reír. —Vamos a llevarla, pataleando y gritando si es necesario. 

Ella se volvió hacia él. —¡No te atreverías!

Él le sonrió. —Póngame a prueba.

Me sentí como si me hubieran dado una patada en el estómago. Después de lo que pasó anoche, ¿Hyun estaba echándome? No lo podía creer. Dejé a Jessalyn a su suerte y me fui en busca del hombre que amaba. 

El sirviente que me buscaba esa mañana, se encontraba sentado en el suelo, apoyado contra la puerta de Hyun, pero en cuanto me vio, se puso de pie.

—Él me dijo que lo esperara aquí, señor. —Sacó una hoja de papel de su bolsillo y me la entregó. —Me dijo que me asegurase que usted lo recibiese.
La nota era corta. Simplemente decía: 

Hay algo que debo hacer. Estaré de vuelta en tres días. Confía en mí.
Te amo. 
H..... 

Nada más. 

Giré el papel, tontamente con la esperanza de encontrar algo más en la parte de atrás, pero no había nada. 

—No entiendo. —Dije, más para mí que para el pequeño. —¿Adónde fue? ¿Por qué nos están echando? 

El chico asintió. —No a usted, — dijo. —Sólo a ella. 

—¿No a mí?

Sacudió la cabeza de nuevo. —Todo el mundo está hablando de ello, señor. Dicen que ordenó específicamente que no dejaran que la mujer lo tocase.

—¿Quién es todo el mundo? 

—Los sirvientes, señor. —Él me sonrió. —Se habla mucho de ello. 
Por supuesto que lo sabían. Yo fui uno de ellos. 

—¿Y la boda? —Estaba previsto que tuviese lugar en tan sólo tres días. 

—Aún en pie, señor. El príncipe dijo específicamente que estaría de vuelta a tiempo. 

La boda seguía en pie, ¿y aun así Jessalyn estaba siendo expulsada? —Deja de llamarme señor. —Le dije. 

—Sí, señor. 
Suspiré y sentí una simpatía renovada por Hyun. —¿Adónde fue? 

—Nadie lo sabe con certeza, señor, pero el rumor es que él volvió. 

—¿Se fue a dónde?

—Regresó a su ciudad, —dijo. —Volvió a donde vivía usted.
Si eso fuera cierto, el tiempo era corto. El viaje desde mi casa había tomado dos días, aunque se había hecho a la velocidad de un carruaje. Solo y a caballo, era posible que pudiera hacerlo y volver a tiempo para la boda, pero no había tiempo que perder. —¿Qué está pasando?

—Dicen que trajo a la chica equivocada.
¿La chica equivocada?

—Dicen que el príncipe tenía la intención de tomar a su hermana gemela, pero Jessalyn atrapó a su hermana en el armario y engañó al príncipe tomando su lugar.
Era absurdo. Después de todo, sabía que Penélope no era la chica adecuada, no más de lo que lo era Jessalyn. También sabía que Jessalyn no había hecho nada drástico como encerrar a su hermana en el armario. Por otro lado, seguro que no se habría llegado a esto. 

Era posible que Hyun hubiese decidido seguir con la boda, ¿pero decidió que Penélope era mejor opción? Eso era, después de todo, no era tan intrigante. Si tuviera que verlo casado con una de mis primas sin duda habría elegido a Penélope sobre Jessalyn. 

Sin embargo, no tenía ningún sentido. 

—¿Hay algo más? —Le pregunté.
El niño me sonrió y caminó como si compartiese un secreto notable. —Aquí nadie está muy triste de ver que se va.— Se movió de nuevo e hizo un notable esfuerzo por dejar de sonreír. No funcionó muy bien. —Eso es todo, — dijo. —Señor. 

Los siguientes días fueron los más extraños de mi vida. Por primera vez en años, nadie me dio una orden, no tenía encargos, ni reclamos. Y absolutamente nada que hacer. 

Jessalyn se había ido. Los rumores decían que ella estaba pateando y gritando fuera del palacio. Los guardias se colocaron justo fuera de la puerta y dijeron que estuvo allí por varias horas, llorando y suplicando, haciendo todo lo posible para convencer a cualquiera que quisiera escucharla que todo era un terrible error. Finalmente, los guardias se cansaron de sus quejas, y la alejaron arrojándole terrones de tierra y cuando ella quiso insistir la amenazaron con estiércol de caballo. Después de eso, se dio por vencida y se alejó. Y nunca más se supo de ella. 

No la echaba de menos.
Y pronto descubrí que el ocio no era para mí, y por supuesto, había mucho trabajo por hacer. El palacio estaba al borde del caos e incluso había una boda prevista, pero no teníamos novia ni novio. La madre de Hyun se hizo cargo y reanudó los preparativos con seriedad. Nadie sabía qué hacer con el vestido de novia, no obstante, todo volvió a ser como era antes pero sin la quejas constantes de Jessalyn. 

La víspera del cumpleaños de Hyun amaneció cálida, brillante y hermosa. Era el día de la boda. La ceremonia estaba prevista para la noche tarde, debido a una antigua costumbre de la que no sabía nada. La fiesta sería más aún tarde y los sirvientes estaban ocupados, pero no demasiado ocupados para los chismes. 

El príncipe estaba en casa. O tal vez no lo estaba. Traería una novia. O tal vez lo no. Todo dependía de a quién se le preguntase. Algunos decían que había rescatado a una princesa en una torre, pero si lo había hecho, habría escalado por su cabello o derrotado a un dragón, o ambos, y todo estaba en debate. Seguí el chisme obsesivamente por primera vez, desesperado por una palabra de Hyun, pero finalmente me di cuenta que era inútil. Él volvería a casa en algún momento, con o sin una novia y sabría la verdad cuando todo esto hubiese terminado. Me preocupaba volverme loco.

Después de eso, volví la cabeza para trabajar e hice mi mejor esfuerzo para ignorar los chismes. El día transcurrió en un torbellino de actividad frenética. Luego salió el sol y yo estaba en el comedor, ayudando a organizar las diferentes mesas. 

—¡Young Saeng!
La voz resonó en el comedor como una campana. El silencio total cayó cuando todos se volvieron hacia la puerta. Era uno de los guardias. —¿Heo Young Saeng está aquí? —Preguntó de nuevo. 

Todo el mundo me miraba. Me aclaré la garganta y hablé. —Soy Saeng. 

—Ven conmigo.
No esperó a ver si lo seguía, simplemente se volvió y se alejó. Tuve que correr para alcanzarlo.

—¿A dónde vamos? —Le pregunté mientras corría tras él por el pasillo del palacio.

—A la boda.

—¿El príncipe regresó?

—Él regresó. No hace más de cinco minutos y fue directamente a la boda con su ropa de montar. 

—¿Estoy en algún tipo de problemas?

—No lo sé.

—Pero que...
Se detuvo, volviéndose hacia mí. Giró muy rápido y casi tropecé con él. —Mire, señor. El príncipe me dijo que lo llevase y lo voy a llevar. Eso es todo lo que sé.

Y continúo caminando por el corredor, y tuve que apresurarme para mantener el paso. Directamente hasta la puerta del palacio de justicia del cavernoso palacio.
Me quedé en la entrada, mirando hacia el interior. Los invitados estaban sentados a cada lado, vestidos con sus mejores galas. De repente, era terriblemente consciente de mi propia ropa, raída, remendada y sucia del trabajo que había hecho a lo largo del día. 

De pie sobre la tarima del salón se encontraban varios funcionarios confusos con sus largas túnicas oscuras que igualaban sus largas barbas y expresiones austeras. La desaprobación de sus rostros era evidente. Junto a ellos estaban los padres de Hyun, el rey y la reina. El rey me miró desconcertado y la reina intrigada. Y delante de todos ellos, estaba Hyun, que llevaba la sonrisa más grande que le había visto nunca.

—¡Saengie! —Dijo Hyun cuando me vio. —¿Dónde estabas?
Todo el mundo se volvió en su asiento para mirarme y sentí que me sonrojaba. 

—Estaba doblando servilletas.— Hyun se echó a reír y la audiencia zumbó. Me sonrojé aún más y quise desesperadamente que un agujero en la tierra se abriera y me tragara entero. 

—Bueno, —dijo el príncipe —¿Vas a venir o vas a hacerme esperar toda la noche?
Caminar por el pasillo fue lo más difícil que he hecho nunca. Me temblaban las rodillas y mis manos estaban húmedas. A cada lado de mí, veía las caras y los ojos muy abiertos que me miraban al pasar. Había susurros y las personas luchaban por verme, hasta los que estaban sentados en el pasillo. 

Y, por fin, Hyun estaba delante de mí, tan hermoso y real, incluso en su ropa de montar arrugada. 

—Hyu.. ¿Excelencia?
Él sonrió mientras se acercaba, pero todo lo que dijo fue—: Quítate el zapato.
Detrás de mí, hubo una ola de murmullos entre la multitud, junto con algunas risas nerviosas. 

—¿Mi zapato? —Le pregunté estúpidamente. 

—Sí.
Usé mi pie izquierdo para sacarme la desgastada bota derecha. Hyun metió la mano en el bolsillo de su chaqueta de terciopelo y sacó... La sandalia. 

Se veía un poco peor por el desgaste. Matic la había mordido en los últimos días, y Hyun la había aplastado guardándola en su bolsillo. 

Me la entregó. —Póntela. 
¿Era una especie de broma? —No me va a entrar.

—Creo que lo hará.

—Te digo que no lo hará. Mi pie es demasiado grande.
Se inclinó para susurrarme al oído. —Tú no eres el único que deja regalos para la bruja.

Claro. La bruja. 

Me encontré a mí mismo sonriendo. Los rumores eran ciertos... Había regresado, pero no a buscar a Penélope.

—¿Qué le has dado? 

Él me sonrió. —Una caja llena de ratas. —No podía decir si hablaba en serio o no, entonces se arrodilló frente a mí para ayudarme a deslizar el pie en la sandalia.
Yo todavía no sabía exactamente lo que estaba pasando porque todo parecía una locura. Pero él era el príncipe y más que eso, él era el hombre al que amaba, y estaba de rodillas delante de mí, delante de sus padres, frente a una sala llena de gente esperando que confiase en él. 

Deslicé mis dedos y era lo máximo que podía conseguir. El empeine de mi pie no debería haber ido más allá de las tiras de la sandalia.
Pero lo hizo. De alguna manera, mi pie se deslizó dentro. No es que el zapato se ajustase a mi pie. Era que de repente mi pie encajaba en el zapato. Y cuando Hyun se puso de pie, mirándome con expectación, me di cuenta de por qué había ido a ver a la bruja.

Allí, delante de todos, en medio de suspiros asustados y bocas abiertas, la magia se hizo cargo. El hormigueo caliente se extendió desde mis tobillos subiendo por mis muslos. Me pareció que los cambios volvían a sucederse, extendiendo mis caderas, estrechando los hombros, haciendo mi cabello crecer, cambiando la estructura de mi rostro. En un minuto, yo llevaba mi ropa hecha jirones, usaba una bota en un pie y una sandalia ridículamente adornada y muy pequeña en el otro, y al minuto siguiente llevaba un vestido femenino. Era largo y negro, apretado alrededor de mi pecho y los senos, enroscándose alrededor de mis caderas, y estaba lleno y pesado en las piernas. Sobre mis pies, aún llevaba una bota y una sandalia, pero estaban ocultos por la ancha falda y la magia de alguna manera me impedía cojear en un andar irregular. 

La multitud pareció jadear y luego hubo un silencio absoluto. 

Miré a los ojos sonrientes de Hyun. —La chica que estaba buscando. —Dijo mientras extendía la mano hacia mí. 

Yo quería aceptarlo, y quería saber lo que esta nueva magia involucrada. ¿Yo iba a continuar así? No quería ser una mujer, para empezar. Y ciertamente no quería que esto se convirtiese en algo habitual. 

Debía haber visto la duda en mi rostro, porque sonrió. —Confía en mí.
En el exterior, el reloj comenzó a sonar. 

—Ya casi pasó el tiempo, —dijo el rey.
Tomé la mano de Hyun. 

Su sonrisa creció y se volvió hacia el juez. 
—Estamos listos. —El reloj sonó de nuevo y dijo—: Que sea rápido.
La expresión de sorpresa del magistrado podría haberme hecho reír si no estuviera tan preocupado por los nervios y la hiperventilación. Lo único que me permitió continuar fue Hyun, la fuerza de su mano en mi mano y la alegría pura que brillaba en sus ojos cuando me miró. La confianza de saber que esto era lo que quería.
La ceremonia fue confusa. Debo haber dicho, —Sí —. Y el reloj seguía en su lento y melódico andar. Y el juez dijo—: Ahora están unidos como marido y… hummm… mujer. —Se aclaró la garganta con nerviosismo. —Puede besar a la novia. 

Y así, cuando la duodécima campanada sonó, Hyun me besó. No fue romántico ni apasionado. No fue nada más que una caricia casta y rápida contra mis labios.
Eso me preocupaba, pero la mirada en sus ojos no había cambiado. Pidiéndome que confiara en él, asegurándome que todo estaría bien. 

Los espectadores aplaudieron, pero Hyun se volvió hacia ellos, levantando las manos para pedir silencio. Se calmaron rápidamente, y Hyun se volvió hacia su padre. 

—¿He respondido a sus requerimientos? —Preguntó. —¿Tomé a una esposa antes de mi cumpleaños? 

Su padre pareció sorprendido, pero asintió con la cabeza. —Lo has hecho. 

Luego se volvió hacia el juez. —Decláreme heredero del reino. 

Hubo una confusión entre los jueces y uno se adelantó. Parecía tomarle una eternidad y yo estaba de pie con las rodillas débiles y corazón en la garganta, preguntándome qué pasaba. Hubo discursos y Hyun hizo juramento tras juramento. 

Finalmente, después de mucha ceremonia y discursos excesivamente prolijos, cuando el reloj dio la una, una corona se colocó sobre su cabeza y fue declarado heredero confirmado para el reino como Su Majestad el Príncipe Heredero de la Tierra. 

Esta vez, no hubo aplausos y la gente parecía estar esperando que diera un discurso. 

—La ley dice que debo tomar una esposa antes de mi cumpleaños, —dijo con una voz fuerte para ser escuchado en los cuatro rincones del salón. —Pero no dice que deba mantenerla. 

Otra ola pasó a través de la multitud en un murmullo de confusión y preguntas susurradas. Mi corazón empezó a golpear en mi pecho y mi boca se secó. ¿Era así? ¿Se había asegurado su título y su herencia y ahora me rechazaría?
Se volvió hacia mí y dijo—: Saengie, quítate el zapato. 

Lo hice y sentí el hechizo alejándose. Parecía que estaba cayendo una manta de lana gruesa sobre mis hombros y yo casi esperaba ver algún rastro de él llegar al suelo hasta mis pies, uno de las cuales ahora estaba desnudo. Miré hacia arriba para encontrarme a Hyun sonriéndome. —Y aquí está el chico del que me enamoré. 

—Hijo, —dijo el rey en voz baja. —No estoy seguro si esto es enteramente apropiado. 

Hyun sonrió. —Lo adecuado es aburrido. 

Esta vez me dio un beso en la forma correcta, profundo, dulce y apasionado. Hubo más aplausos y la celebración se extendió por todo el país durante dos semanas.
Y así fue como Kim Hyun Joong se convirtió en el príncipe de la corona y yo fui tanto su marido como su esposa. Pero lo más importante, fui siempre su pareja y su amigo. Me llevó a su castillo donde tuvimos pescado para cenar una vez a la semana, el champán sabía a sol, y Matic, quién nunca se cansó de jugar con ese zapato viejo y tonto. 

Y los tres vivimos...
Bueno...
Estoy seguro que puedes imaginar cómo termina. 



...................................Fin....................................

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